Escritos Paranoicos / Polosecki – Sálmacis, 2024 – [Presentación de formato E-book, 329 páginas]

Nueva edición, año 2024, corregida y ampliada. Además de los escritos ya conocidos, esta edición incluye “Una traducción imposible”, un texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar, el texto de contratapa, el índice y finalmente un video descriptivo con más información.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

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Virtuales Gurúes Impostores [2017] por Tribuna Hacker

Ese libro no comprende hoy en día ejemplares físicos, pero de todos modos compartimos esta lectura. Dice Pablo Lozano en su nota ´Perdón Roberto: Virtuales Gurúes Impostores´ publicado por Tribuna Hacker [26-10-2022]: “…hoy queremos cumplirle a Roberto hablando de Virtuales Gurúes Impostores, su libro de 2018, que es realmente una joya que debería leer cualquier persona que quiera leer una historia que incluye traición, vedettismo, contradicciones, peleas, hackers, nerds, peronistas, anarcotroskokirchnoperonistas, anarquistas de todos los colores, escrita de una manera infumable que de pronto se torna agradable al paladar. Como el quinto trago de whisky.”

Observación importante: Lozano no menciona en su nota al hacker que inspira la historia y a quien, por mi parte, solo nombro dentro del libro una vez comenzada la narración; Germán Doin estuvo relacionado con ese impostor aunque por supuesto no es él, vale aclarar.

Observación secundaria: es un gran acierto calificar a mi estilo de ´infumable´ (yo diría, ´insoportable´ porque apunta a un zumbido constante, molesto que entorpece la concentración, que la violenta) .

Entre Massuh y Aguer, la ciencia ficción católica de monseñor Capanna

Los homenajes ofrecidos a Pablo Capanna (1939- ) en estos últimos años están sin dudas asociados a su agotamiento discursivo. Todo lo que publicó como ensayista y crítico no les permite a sus epígonos generar otros ensayos ni otros textos críticos, sino apenas provocar la genuflexión con la esperanza totémica de que ese gesto les traslade algo de su pericia. En ese sentido, así como es difícil dudar de ésta, también es razonable cuestionar la perspectiva que la sostiene. La postura de llamar a su catolicismo ´humanismo cristiano´ es por lo menos ingenua si consideramos los datos que les presentamos a continuación.

¿Anticipará la pereza imitativa de Proyecto Syrco?

La mitología personal de Pablo Capanna incluye una anécdota que le cuenta a Carlos Gardini en revista Minotauro (N° 1, 1983, 2da época), acerca del origen de El sentido de la ciencia-ficción (1966). Hacia mediados de los años sesenta Capanna asiste a un seminario académico sobre experiencia religiosa dictado por Víctor Massuh a quien le presenta como monografía un texto dedicado a H. P. Lovecraft cuando nadie –se ufana- conocía a este heterodoxo. A Massuh le interesa el texto y tiempo después recomienda al joven a una editorial que buscaba publicar un libro sobre ciencia ficción y lo rechazan:

“Yo veo a este señor [Héctor Giovannini, director de Editorial Columba] y le hablo de la posibilidad que me mencionó Massuh [de escribir un libro sobre el género], pero [Giovannini] me dice que lamentablemente el libro lo iba a hacer Borges. Yo guardo mis papeles… Después resultó que Borges tenía mucho trabajo y a los dos o tres meses dijo que no.” (Minotauro N° 1, p. 53) 

   La distancia entre Borges y un joven profesor es en principio desmedida –uno y otro no parecen comparables ni sustituibles- sin embargo, frente a la negativa del escritor, Capanna toma la posta y redacta el libro en menos de un año.

   Es probable que algo de aquel material que no conocemos de Borges se corresponda con los párrafos que le dedica a la ciencia ficción, junto con Esther Zemborain de Torres Duggan, en Introducción a la literatura norteamericana (1967). La comparación rápida entre ambos textos destaca perspectivas opuestas. En esos párrafos, el gnosticismo de Borges celebra, por ejemplo, la ciencia ficción de Alfred Elton Van Vogt y de Lovecraft, mientras que en El sentido de la ciencia-ficción el catolicismo de Capanna cae pesadamente sobre la narrativa de Van Vogt (´mala, embrollada´, indica) e incluso llega a decir que la “obra [de Lovecraft] no pertenece estrictamente al género”.

   Años más tarde, en una entrevista motivada por la reedición de aquel libro ahora llamado Ciencia ficción. Utopía y mercado (2007), Capanna modifica la ficción de origen. Omite la competencia, y dice recordar que Leonor –la madre del escritor- se lo leyó a Borges y que éste atacó su tono académico valorando el contenido. “Que Borges dijera que era bastante completo era casi como que dijera que era bueno. Para mí fue un elogio.” (“El futuro llegó hace rato”, Página/12, febrero de 2008)

   El factor común entre estas versiones no coincidentes es una paradoja. El heterodoxo Lovecraft es la llave simbólica que le posibilita publicar a Capanna: este, una vez terminado el libro, lo expulsa del género en un gesto arbitrario para la historia de la ciencia ficción. En un sentido semejante, Capanna apela al elogio del gnóstico Borges para justificar su tarea, pero ni entonces ni nunca le reconocerá al autor de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” [1940] el poder de su amplia ciencia ficción hermético-gnóstica. Este silencio –uno de sus mayores yerros intelectuales-, y la expulsión del escritor norteamericano del género, demuestran que su credo católico tenía y tiene para él más peso que la ciencia ficción.

   El rechazo al ocultismo y a los esoterismos se advierte en la lectura distorsionada del gnóstico Philip Dick cuyo “…´misticismo´ –herético, para un cristiano como yo- no convencía…” (Capanna, Idios Kosmos, 1995, p. 136). El abordaje condicionado se repite con otros heterodoxos, y parece tratarse de una demarcación de territorio –o de una neutralización- antes que de una interpretación entusiasta.

   La línea católica sostiene la producción filosófico-teológica y crítica de Capanna desde el espaldarazo inicial del Víctor Massuh, se advierte en La Tecnarquía (1973), libro que indaga en la civilización técnica, está en los artículos sobre ecología publicados durante los setenta en la revista Criterio, así como en su conferencia “Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial” en el seminario ´¿Adveniente cultura?´ del Consejo Episcopal Latinoamericano (1986), hasta alcanzar Natura. Las derivas históricas (2016), volumen que dice referirse a las versiones de ´naturaleza´ y que es una homilía.

   Retornemos a editorial Columba. Hacia marzo de 1966, fecha de la ´Nota Preliminar´ que lo encabeza, El sentido de la ciencia-ficción está terminado; en octubre de ese mismo año lo imprimen. La conexión con Massuh y la posterior redacción se inicia al menos en 1965. Mientras preparan la impresión, a mediados de 1966, ocurre el golpe de Estado que lleva al poder a Onganía; un mes después sucede contra la UBA la violenta intervención conocida como ´La noche de los bastones largos´ (29/07/1966). Con estas condiciones, el intelectual católico Massuh acepta dirigir el Departamento de Filosofía, hecho que lo marca y que se proyecta hacia una nueva instancia cuando, durante la última dictadura cívico-militar, se convierte en embajador ante la Unesco donde llega a ocupar cargos directivos (1978-1983).

   Es difícil determinar si estos claroscuros empañan la tarea intelectual de Massuh y, por extensión, la de Capanna. Tal vez podríamos aceptar el mal de época para el primero y en lo que respecta al divulgador ítalo-argentino comprender que tanto su crítica de ciencia ficción como su saga filosófica están basadas en una matriz teológica –tecno-católica- y dejar que cada uno saque sus conclusiones.

   Sin embargo, tenemos algunos otros datos a mano.

   Entre los antecedentes mencionados por Capanna para uno de sus últimos libros, Natura (2016), están, por un lado, los artículos sobre ecología de los años setenta en la revista católica Criterio (“…que suele expresar de modo informal el punto de vista del episcopado” [1] y que mantuvo a partir de 1976 una posición compleja, reclamando la intervención del ejército para detener a los grupos revolucionarios, pero rechazando la violencia extrema [2]); y, por el otro, ´el librito sobre la New Age´, es decir, El mito de la Nueva Era. Vino viejo en odres descartables (Ediciones Paulinas, 1993), pequeño volumen que ataca una y otra vez a las espiritualidades no-católicas.

   Ese librito es amigo de otro del mismo año, a cargo de otra editorial católica, Claretiana, llamado Contactos extraterrestres, volumen con 64 páginas, tapa verde, blanca y roja.

   Contactos extraterrestres fue publicado dentro de ´la serie Tercer Milenio dirigida por Monseñor Héctor Aguer, obispo Auxiliar de Buenos Aires´. En el pie de imprenta el censor Aguer da su ´nihil obstat´: “nada obsta a la Fe y Moral católicas para su publicación”. Y el ´imprimatur´, la autorización de impresión, recae en manos del Monseñor Doctor Eduardo Mirás, vicario general del arzobispado de Buenos Aires.

La contratapa advierte:

“Frente a los múltiples planteos que presenta esta nueva corriente cultural denominada ´New Age´ o ´Era de Acuario´, es necesario poner en claro las ideas que exponen los seguidores de esta forma de ver la vida y… dar un enfoque cristiano crítico a la visión filosófica que éstas sustentan. Con la presentación de esta colección ´Tercer Milenio´, dirigida por Mons. Héctor Aguer, se pretende desarrollar y a la vez esclarecer en sus distintas publicaciones, la perspectiva cristiana para esta cantidad de corrientes seudo religiosas apoyadas en estas ideas y que han llevado a numerosas personas por caminos verdaderamente peligrosos.”

   No es aquí lugar para desandar la leyenda negra de Monseñor Aguer, que fue expuesta en detalle en el libro de P. Morosi y A. Lavaselli, El último cruzado (2018). Tal vez sea suficiente indicar -como muestra- que a inicios de los años setenta, mientras estaba dentro de la parroquia La Redonda del barrio de Belgrano, jóvenes feligreses agrupaban bajo el nombre Triple A, a los sacerdotes Aguer, Amado y Aloisio (p. 41).

   Por eso cuando en la contratapa de 1993 se mencionan ´caminos peligrosos´, esos caminos podrían ser para los editores los del comunismo. En La Tecnarquía de 1973 los enemigos del catolicismo eran para Capanna hippies, nihilistas y marxistas. En Natura, editado por la Universidad de Quilmes, le pone otro nombre: “El ateísmo alogénico [Allógenes = gnosticismo] prefiere afirmarse por la vía de la profanación, el sacrilegio, la blasfemia. En el caso de que sea algo más que una provocación hacia los creyentes, es un acto de rebelión contra un Dios cuya existencia niega…” (p. 199)

   En Contactos extraterrestres el ataque arrecia contra ambos: “Al igual que los movimientos gnósticos de todos los tiempos, [la New Age] niega la responsabilidad personal, pues sostiene que no hay mala voluntad en ninguno de los actos humanos, sino apenas ignorancia.” (p. 12). En continuidad, afirma que “…el nuevo siglo ya ha comenzado en 1989, como sugiere acertadamente la encíclica Centesimus Annus. El último de los regímenes totalitarios, el que quiso convertirse en la Iglesia del Ateísmo, ha caído sin estrépito, sin que se produjera esa terrible guerra nuclear que temimos…” (p. 37-38)

   Al amparo editorial de monseñor Aguer, Capanna ataca a los ateos: comunistas, anarquistas (nihilistas / gnósticos), socialistas, esotéricos, espirituales (hippies), observadores de ovnis. Su ultracatolicismo le hace cometer la falacia de asociar ´gnosticismo / esoterismos / nueva era (era de acuario) / ovnis´ atravesando con la misma bala una filosofía y un producto de la cultura de masas.

La virulencia de Capanna contra los gnósticos -a los que conoce bastante mal- se explica recursivamente por la conexión histórica y conceptual con anarquistas, comunistas y ´hippies´. En el comienzo de la era cristiana, al menos una corriente gnóstica, disidente frente a lo que sería el catolicismo, adoptó una vida comunitaria no jerárquica en la que los roles se intercambiaban, donde las mujeres alcanzaban el mando; eran grupos no urbanos, por lo general vegetarianos, que meditaban y que, basados en la espiritualidad oriental, consideraban a Jesús más un chamán que una divinidad (Elaine Pagels, Los evangelios gnósticos, 1979). Aquellos gnósticos disputaron con los católicos, perdieron y fueron declarados herejes.

   La imaginería gnóstica –atenta a mundos concéntricos, dioses abúlicos y torsiones temporales- incide en el desarrollo de la ciencia ficción; de allí que la perspectiva católica de Capanna rechace esta vertiente, argumentando sesgadamente que el género se conecta de forma casi exclusiva con el método científico consolidado a partir de la Revolución industrial. El factor cientificista es el disfraz de su credo católico.

   Dicho esto, repregunto: ¿es plausible conectar los puntos sombríos de Massuh, la beligerancia confesional de Aguer y la tarea intelectual de Capanna?

   En principio no de modo directo, aunque es necesario considerar que los humores de homilía más que de divulgación disuelven la seriedad de todo el espectro de sus investigaciones. Cuando Capanna ataca, lo hace ciego si el enemigo es el gnosticismo o el marxismo.

   Un ejemplo de esto es la figura de un científico invocado en una conferencia de 2019 en la Universidad de Córdoba, “Superhombres y post-humanos” -me refiero a J. B. S. Haldane (1892-1964). Para Capanna, el científico Haldane –que era marxista- sería el primer eslabón de la manipulación genética, entroncando en la actualidad con el transhumanismo (y con la biotecnología). Esta innovación que sin duda podría ser discutida, tenía un matiz racista, según deja entrever el conferencista.

   Ahora bien, la exposición de Capanna toma otra dimensión si consideramos que Haldane desarrolló una hipótesis sobre el origen de la vida a partir del paradigma de la acción de los virus, en tanto materia inerte que inmersa en el caldo primordial genera formas de vida. El detalle negativo de esta hipótesis coevolutiva para Capanna es que se trata de una tesis contraria al creacionismo cristiano, y por eso subraya e insiste con la manipulación genética.

   Lo insólito es que esta tergiversación respecto de Haldane -y que se repite con otros temas- ocurre frente a un público académico. La responsabilidad del coro se advierte también en el caso de la ciencia ficción. Su erudición parece ser tal que ¿quién sería capaz de contradecirlo?

   Contactos extraterrestres fue publicado en mayo de 1993. El imprimatur le fue otorgado por el arzobispado porteño el 28 de diciembre de 1992. Acaso las andanzas por el Río de la Plata de un crítico ultracatólico escudado en su interés por un género popular, mantengan cierto carácter indeterminado entre la atrocidad y el chiste (nada) inocente.//

Notas:

[1] P. Morosi – A. Lavaselli, El último cruzado. Aguer, 2018, p. 87.

[2] Ver este artículo

{Versión inicial de este texto}

Escritos Paranoicos / Polosecki -Sálmacis, 2024- [Ebook]

Nueva edición año 2024, corregida y ampliada. Incluye “Una traducción imposible”, texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar el índice.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

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¡No, no, Capanna, no! Acerca de Natura. Las derivas históricas (2016)

Si algún calificativo le cabe a Pablo Capanna es el de pionero. Su temprano interés por la ciencia ficción, por la arquitectura de la sociedad industrial (y por la ecología), su acercamiento a figuras como Cordwainer Smith, Philip Dick, James G. Ballard, Andréi Tarkovski, su obsesión por una divulgación amable para los lectores… Sin embargo, sus valiosos aportes contrastan con una solapada perspectiva confesional que poco o nada tiene de innovadora tendiendo a distorsionar sus objetos de estudio.       

Hay cuestiones que pertenecen claramente al siglo XX: las reseñas atentas de libros; los eventos generados para propiciar su presentación; los intelectuales con obras de largo aliento fáciles de asimilar y que muestran a quien las lea con mínimo interés que –montadas a caballo de la divulgación- no dicen lo que parecen querer decir.

   Ese decir / no decir en el caso testigo de Capanna corresponde al sesgo confesional, presente ya en su opera prima, El sentido de la ciencia-ficción [1966], y sustrato de su segundo libro: “La fe y la práctica católicas -reconocía años atrás- son parte de mi identidad, si bien traté de no ponerlas en evidencia para que el lector no se sintiera invadido… El primer librero marxista que hojeó La Tecnarquía no tardó en darse cuenta.” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, Revista Colofón, 13/12/2015].

   La existencia de La Tecnarquía data de 1973 y es el epicentro filosófico-teológico del que décadas después brotaría Natura. Las derivas históricas: “Tengo un libro de gran alcance –apuntaba en 2009- sobre la idea de Naturaleza a través de la historia… Es un libro inédito que vengo trabajando desde hace veinte años. Se me fue un poco de las manos [al] relacionar… la historia de las ciencias, de la filosofía y la historia esotérica, con la idea de Naturaleza”. [“Pablo Capanna, el exégeta”, en Literatura prospectiva, 21/07/2009]

   El antiguo proyecto de Natura, indicado como ´historia de las ideas´, permaneció inédito durante tanto tiempo que incluso Capanna temió no verlo nunca impreso, al punto de imaginárselo póstumo. Hacia 2015 resumía la aventura: “…tardé mucho en concluirloporque no acababa de precisar cuál sería su tesis… Un día todo pareció ´cerrar´… El origen remoto de Natura está en La Tecnarquía. Cuando apareció este libro recién se empezaba a hablar de ecología, y sentí que era una de sus carencias. Los tres artículos que le dediqué en Criterio son el germen… A eso vino a sumarse la experiencia de escribir durante quince años en el suplemento Futuro… Cuando irrumpió el posmodernismo me puse a escribir [ya que] descubrí que había un nexo… con lo que había investigado para la biografía de [Philip] Dick [Idios Kosmos, 1991] y el librito de divulgación sobre la New Age [El mito de la nueva era, 1993].” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, 2015].

   La indagación de Natura es de algún modo contrapunto de lo que a inicios de los años setenta postulaba en su segundo libro, a saber que “…en el medio urbano de la tecnarquía, la naturaleza ha desaparecido del horizonte vital humano…”. Según la síntesis del propio Capanna, “…la idea [occidental] de Naturaleza proviene de cuatro vertientes distintas: la griega (la diosa Naturaleza), la bíblica (la Creación como artefacto), la gnóstica (el mundo como ilusión) y la hermética (el hombre, amo del mundo).” Por lo tanto, “…Natura propone una analogía con los movimientos telúricos para describir los choques de esas cuatro matrices que se dan en las grandes crisis históricas, como la del siglo XIV (que da origen a la modernidad) y la del siglo XX, que le pone fin. Estos procesos abarcan unos 1800 años, pero más de la mitad del libro está dedicada al siglo XX y lo que va del XXI. El esoterismo [es] un factor importante… La interacción entre ciencia, religión, filosofía y esoterismo permiten ver bajo otra luz ciertas instancias históricas, incluyendo la irrupción actual del nihilismo.” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, 2015]

   ¿Qué significa para Capanna ´nihilismo´? Sencillamente la negación de la fe católica, en cuya defensa pergeñó pacientemente su diatriba.

   Natura. Las derivas históricas es un volumen de alrededor de 200 páginas, dividido en seis capítulos más un ´epílogo incierto´, enmarcado por un deslucido e innecesario prólogo de Diego Golombek y por una contratapa a cargo de un ´miembro de número de la academia nacional de historia´ que no alcanzan a ocultar ni a reorientar el dislate.

   Las cuatro concepciones de ´naturaleza´ -antes mencionadas- poseen denominaciones específicas: “En adelante –dice Capanna- llamaremos Physis a la naturaleza de los griegos y Ktisis a la Creación bíblica. Usaremos el nombre Allogenes para referirnos a la ajenidad gnóstica y Anthropos para la magia hermética.” (Natura, p. 27)

   De modo general nuestra sociedad no está organizada en torno ni de una diosa naturaleza, ni de una naturaleza creada por una divinidad. Esto significa que, descartadas Physis y Ktisis, la puja entre esas cuatro concepciones se redujo a dos. Así, “…el siglo [XXI] se inició cuando se consumaba la derrota de la corriente apadrinada por el hermetismo [Anthropos], que había gozado de una hegemonía de cinco siglos. La crisis que estamos atravesando está dominada por ideologías de matriz gnóstica [Allogenes].” (p. 27)

   Esa batalla había enraizado tiempo antes, durante el siglo XIX: “La cultura [decimonónica] que hacía gala de su actitud maníaca respecto del progreso, se volvía irremediablemente depresiva cuando se ponía a escrutar el horizonte cósmico de la historia. La sombra de Allogenes parecía asechar a quienes trabajaban por el triunfo de Anthropos.” (p 113) Para Capanna contrastaban efectivamente lo sombrío y lo depresivo del gnosticismo con “…la Creación… don de Dios… acto gratuito de amor…” (p. 39).

   Esa filosofía de la historia –una teodicea- es codificada en el capítulo quinto, jerga mediante: “La modernidad se construyó con el sello antrópico, que heredó del hermetismo [el humano como mago / científico  que domina la naturaleza], y alcanzó su máxima expresión en el ideario de la Ilustración. Al margen de ésta… el Romanticismo y la teosofía introdujeron una cuña alogénica que con el tiempo acentuaría la tensión entre ambas matrices… Aun cuando en el contexto transmoderno Allogenes invoque a una Physis desencantada por la ciencia, si se enfrenta a Dios es porque lo ve como el demiurgo, obstáculo que tiene que remover si aspira a imponer su espiritualidad. Considerando estos movimientos tectónicos, el antisemitismo y el anticristianismo, que explícitamente se encarnaron en el nazismo y el stalinismo, se nos presentan… como las ofensivas de una guerra de religión en la cual Allogenes apuntaba a destronar a Anthropos y a deshacerse de Ktisis.” (págs. 156-157)

   En el “Epílogo incierto” Capanna resuelve a su modo esas peculiares batallas religiosas: “La posibilidad de que se revierta el proceso del desencantamiento y renazca la arcaica veneración por la naturaleza [Physis] es remota… En cuanto a Anthropos, su eclipse es demasiado reciente como para que imaginemos su restauración… El triunfo de Allogenes es circunstancial, aunque sería imprudente pronosticar el fin de su ciclo. El pesimismo alogénico nunca dejó de estar presente en las grandes fluctuaciones históricas…” (p. 198) Y remata: “…aún queda en pie la tan vapuleada Ktisis [creacionismo bíblico]… Un eventual regreso a la escena… no dependerá de que la religión vuelva a instalarse en el eje de la cultura y la vida social… Una recuperación de Ktisis como matriz filosófica [no] tendría por qué ser incompatible con una epistemología agnóstica que fuera consecuente.” (p. 200)

   ¿Qué fuera ´consecuente´ con qué? Con la fe católica, por supuesto, a la que Capanna defiende de los embates gnósticos. A continuación, las palabras de un devoto: “El ateísmo alogénico –hoy triunfante, según el autor- prefiere afirmarse por la vía de la profanación, el sacrilegio, la blasfemia. En el caso de que sea algo más que una provocación hacia los creyentes, es un acto de rebelión contra un Dios cuya existencia niega…” (p. 199)

   La asociación ´gnosticismo / blasfemia / sacrilegio´ remarca la impunidad intelectual de quien nos invitó a leer sobre las concepciones de la naturaleza a lo largo de la historia y nos ofreció una homilía paranoide con sectarios cuestionando la divinidad en la que él cree.

   Natura tergiversa al gnosticismo, una matriz de pensamiento considerada hereje por la ortodoxia católica y que, en su planteo más básico, no niega la existencia de una divinidad superior, sino que suspende el juicio suponiéndola desconocida (escondida, inaccesible). La simplificación a la que somete al gnosticismo es tan extrema que Capanna indica un único lado de la cuestión, recayendo al menos en una inconsecuencia (descontando, por supuesto, que la separación entre hermetismo y gnosticismo no es tan clara como sugiere).

   Si bien en cierto que una de las vertientes del gnosticismo acaba por entroncar con cierta teosofía de sesgo nazi (el ideal del superhombre es un punto de coincidencia), también es justo señalar la otra faz de esta historia y es que la corrosiva epistemología gnóstica propició pensadores libertarios permitiendo en general el desarrollo del anarquismo.

   El mismo Capanna reconoce al pasar que Mijail Bakunin en Dios y el Estado [1882] toma al modo de los ofitas –aquellos gnósticos que consideraban a la serpiente un ser iluminado- a Satanás como el primer librepensador (págs. 44-45). Esta rápida y volátil conexión libertaria debilita la perspectiva católica de un supuesto historiador de las ideas que encierra al gnosticismo en la negación, la oscuridad, la depresión.

   En un sendero semejante, Capanna yerra de plano al borrar la incidencia del gnosticismo en la contracultura hippie de matriz mística: “De manera anacrónica, se quiso adecuar aquellos tratados [descubiertos en los rollos del Mar Muerto en 1945] al clima libertario de los años sesenta, exaltando a los gnósticos como humanistas, demócratas y feministas, nada de lo cual habían sido.” (p. 155) Sin espacio aquí para el debate, quien desee profundizar ese punto, lea Los evangelios gnósticos [1979] de Elaine Pagels (incluido por Capanna en la bibliografía) e interiorícese sobre la vida en comunidad, sin jerarquías, con igual rol de mando para las mujeres, que llevaron adelante algunos grupos gnósticos, menos abrumados por la realidad natural de lo que Capanna quiere hacernos creer.

   Natura deja la sensación de una excesiva simplificación frente a un tema complejísimo, rozando a pesar de su megalómano archivo la mera chismografía contra gnósticos como Carl G. Jung, Martin Heidegger, Friedrich Nietzsche –para mencionar algunos.

   Esa complejidad, acentuada por la desmesura argumentativa, acaba por embarrar su propio terreno teológico. Según el resumen que arriesga referida a las distintas crisis de sentido a lo largo de la historia, la primera sucede “…a comienzos de nuestra era, cuando la cosmovisión bíblica comenzaba a desplazar a la pagana”. El gnosticismo aprovecha el resquicio al plantear por qué existe ´el mal´ en un mundo signado por una divinidad asociada al bien. La respuesta cristiana surge de san Agustín quien ubica al mal fuera de la obra divina, restringiéndolo al campo ético y denominándolo un misterio, ´mysterium iniquitatis´ (p. 32), asegura Capanna. Pero –importante salvedad tripartita- esta categoría no era de Agustín, tenía algunos siglos de existencia y aparecía en la segunda carta del converso Pablo de Tarso a los tesalonicenses, como referencia al mal absoluto que busca usurpar el lugar del mesías. Ese desliz teórico subraya sus límites intelectuales.

   Capanna podría haber acertado con conceptos teológicos como el citado si hubiera leído por ejemplo a Ivan Illich [1926-2002], un filósofo austríaco que –al igual que él- se apoyaba en La legitimación de la Edad Moderna de Hans Blumenberg para pensar la concepción de naturaleza en la modernidad y que en sus últimas charlas decía algo a tono con lo que parece discutir Natura: “…al cambio de significado del término naturaleza entre los tiempos clásicos y modernos [lo señaló] la historiadora Carolyn Merchant en… The Death of Nature (La muerte de la naturaleza) –comenta Illich. Una certeza había en la antigüedad: la naturaleza era viva… En el siglo XII tal idea se vio afectada por el sentido de la contingencia. La naturaleza entera yacía en manos de Dios… Merchant argumenta que con semejante elevación se crearon las condiciones para que, una vez fuera de las manos de Dios, pudiera la naturaleza perder su cualidad más esencial: su pulso vital. A partir de este punto, si miramos el encumbramiento de las ciencias naturales y de las ciencias en general durante los siglos XVII y XVIII, encontramos que investigan una naturaleza que no sólo ha quedado fuera de las manos de Dios, sino que ha perdido… su vitalidad. Una ciencia que estudia el funcionamiento de una naturaleza que ya no está viva [plantea] una cuestión bien moderna: ¿cómo explicar, cómo hablar sobre la vida en una naturaleza y entre cosas naturales que no han nacido, sino que han sido… matemáticamente programadas?” [Ivan Illich – David Cayley, Los ríos al norte del futuro, 2005]

   El pasaje deja en claro que un teólogo de formación católica puede llevar adelante una discusión semejante a la de Capanna, sin pedir la restitución institucional de ninguna fe.

   Es lícito especular por lo tanto que la lectura de ese panfleto católico que es Natura requiere considerar, por un lado, el primigenio volumen La Tecnarquía (dedicado a la civilización industrial como dominio de la naturaleza) y, por el otro, un texto casi nunca mencionado por Capanna –me refiero a la conferencia “Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial”, en el marco del seminario ´¿Adveniente cultura?´ [CELAM. Consejo Episcopal Latinoamericano, 21 al 27 de abril de 1986].

   En esa exposición, Capanna les advierte a los creyentes: “El contraste entre la racionalidad utilitaria que impera en la vida pública y la elección irracional de los valores privados produce un estilo de vida donde predominan la disociación, la fragmentación, la contradicción; en el plano de la salud mental, la esquizofrenia se convierte en la enfermedad del futuro.” Destaca luego entre los principales responsables de esos males al gnosticismo usando términos semejantes a los de Natura: “La irracionalidad moderna o postcristiana –aseguraba- procede del nihilismo que resulta del arrasamiento de los valores cristianos…, se complace con la incoherencia lógica y vivencial, y se precipita en las totalizaciones arbitrarias como formas de evasión.” En consecuencia, lo que “…se proyecta sobre la cultura no es tanto el conflicto ciencia / religión sino pseudociencia / religiosidad inmadura. Esto, que constituye un grave desafío pastoral, también atañe a los intelectuales y profesionales laicos. Si no quieren caer en una esquizofrenia refleja (religiosidad ritualista y adopción acrítica de pautas importadas) tendrán que pensarsu fe con más profundidad, aprender a pensar científicamente los problemas que incumben a la ciencia e integrar la racionalidad tecnológica… con los valores de nuestras culturas.”

   Podrá parecerles un tono extraño, pero es un Capanna auténtico bregando por un tecno-catolicismo sano, maduro, inverosímil… Cuando en 1986 se refería a ´los valores de nuestras culturas´ apuntaba a los intrínsecos valores católicos de la región austral jaqueados también por el gnosticismo, el nihilismo o como lo denomina en Natura, ´la anomia´: “Las crisis culturales pueden durar un tiempo indefinido, pero en algún momento acaban… Aquellos que anuncian que después de la modernidad solo viene la anomia tratan de convencernos de que ya no quedan alternativas…” (p. 18).

   Natura confirma la necesidad de tener siempre presente que cuando leemos textos de Capanna, incluyendo sin ninguna duda a sus escritos sobre ciencia ficción, nos enfrentamos con un vocero del catolicismo que defiende consecuente y acríticamente a la ciencia oficial.

   Esa singular impronta ideológica -que rubricó al gnóstico Philip Dick como meramente esquizofrénico- es razón suficiente para cuestionar su mirada sobre un género literario hereje que acaso haya nacido justamente del ambiguo, blasfemo y brillante gnosticismo.//

{Artículo publicado por primera vez en junio de 2019}

El tenebroso paraíso que habitamos, según la ciencia ficción gnóstica de John Carpenter: Escape from L.A. [1996]

A tanta gente le disgusta el término o calificativo ´posmoderno´, que su uso es cada vez más esporádico. Este ostracismo poco tiene que ver con su pretendida vaguedad o falta de eficacia. Hacia 1986, en Después de la gran división, Andreas Huyssen sugería que “los cuatro fenómenos… de la cultura posmoderna” eran el imperialismo, las mujeres (el feminismo), la ecología y el encuentro con otras culturas (la diversidad como eje). Esta perspectiva expansiva que ponía el acento en discutir la dominación, aparece hoy borroneada por el apocalipsis neo-tecnológico cuyas raíces imperiales, de todos modos, son indisimulables. Destellos de esa discusión lanza la premonitoria Escape from L.A. [1996], película de ciencia ficción gnóstica que recrea la noche en la que la humanidad finalmente sufre una hecatombe sin retorno.

El éxito de Halloween [1978] parece haber forzado a John Carpenter [Carthage, 1948] a ocupar la celda del cine de terror, incluso contra la evidencia de una amplísima producción fílmica. Sus películas de ciencia ficción son buen ejemplo de esa valía ya que, en conjunto, montan una compleja maquinaria discursiva alrededor del poder y de la política, sostenida por una pulida estética de cine clase B.

   La película Escape from L.A., estrenada en 1996, subraya la mencionada complejidad oscilando, al igual que gran parte de la cultura de masas, entre posiciones conservadoras y miradas críticas, pero añadiéndole en este caso Carpenter un nuevo nudo al ambiguo lazo apocalíptico de su ciencia ficción.

   El film tiene sus orígenes en 1981 cuando Escape from New York pone en escena por primera vez al mítico Snake Plissken (Kurt Russell), personaje con parche en el ojo y serpiente tatuada en el abdomen, héroe de guerra contra el comunismo que había peleado en Leningrado y que luego de convertirse en el militar más joven en recibir una condecoración, la dilapida robando el Tesoro Nacional de los Estados Unidos.

   En aquella aventura de New York, Snake había tenido a su cargo rescatar al presidente. En esta nueva oportunidad, varios años después y con 27 crímenes sobre sus espaldas, recibe la orden de restituir a una díscola integrante de la familia presidencial.

   Estamos en el año 2013. La ciudad de Los Angeles es una isla amurallada que funciona como una prisión a la que son deportados por la policía militar todos los que no cumplan las normas vigentes: “No se fuma, no se bebe, no hay drogas, no hay mujeres a menos que estés casado. No hay armas, no hay lenguaje obsceno, no hay carnes rojas. La tierra de la libertad…”- remata un militar.

   El actual presidente de los Estados Unidos, mientras era candidato, había acusado a la ciudad por su violencia y su corrupción, refiriéndose al puño de Dios, a un nuevo Armagedón, a un castigo divino parecido al de Sodoma y Gomorra que caería sobre Los Angeles tal como sucedió el 23 de agosto de 2000 cuando un terremoto 9.6 en la escala de Richter la destruyó y aisló. Una vez cumplida la profecía, la constitución fue emendada, el cargo de presidente convertido en vitalicio y la capital fue trasladada de Washington DC a Lynchburg, el pueblo del primer mandatario.

   La orden que recibe entonces Snake en esta segunda vuelta por parte de los militares es ir hasta una derruida L.A. plagada de pandillas a recuperar un prototipo capaz de controlar la energía mundial y de desactivar “…un taxi en Buenos Aires, España entero…, el planeta por completo……enviándolo a la edad de piedra”.

   A cambio de la misión, Snake habría de quedar en libertad. En caso de rechazarla, moriría por el virus que le habían inoculado. “Diseñamos virus, Plissken. La ola del futuro. El virus Plutoxin Siete. Genéticamente desarrollado. Colapsa el sistema nervioso. 100% letal. Caerás. Sangrarás…”.

   Snake acepta, pero no parece impresionado. Nunca intenta contagiarle el virus a ningún enemigo ni se crispa sobre su suerte al oír, en el final de su aventura: “El virus Plutoxin Siete no te matará en diez horas, es mentira. Es otra propaganda del gobierno.”

   El mismo estado militarizado que controla la moral, los medios de comunicación y que requiere los servicios de alguien considerado un delincuente para resolver problemas de seguridad internos, dispone de la tecnología suficiente para desarrollar pretendidos virus letales así como también hologramas y entornos virtuales.

   La realidad virtual explica la desaparición del prototipo robado por Utopía, la joven hija del presidente, quien deprimida por la muerte de su hermana, crea un entorno ideal al que hackea y en el que se filtra Cuervo Jones, un revolucionario latinoamericano que la convence de robar el artefacto y de ser su novia. Los rastros de esa irrupción en el entorno les permiten a los funcionarios del gobierno descubrir la conjura.

  El objetivo de Cuervo Jones, miembro de Sendero Luminoso y líder de Justicia Mescalito, es invadir Estados Unidos, con cubanos, colombianos y brasileños como aliados. Con boina y barba, su apariencia es la de un Che Guevara con tonos pastel. Se desplaza por L.A. en un auto descapotable con una bola de boliche en su parte trasera.

   Al enfrentarse con Plissken intenta cazarlo usando un par de boleadoras. Su eslogan, repetido por Utopía, es que la invasión será ´el día cero de un nuevo mundo´. En el bando contrario, hablan de la ´venganza de una sociedad preindustrial´.

   Pero lo que claramente ha encallado en una etapa preindustrial es Hollywood. Los Angeles, afectada por la lluvia ácida y por los rayos UV de un sol que nunca vemos, muestra  aquí y allá las ruinas de Capital Records, de los estudios de la Universal, calles típicas destruidas como Mulholland Drive y Sunset Boulevard. En medio de ese desastre, una clínica al mando de un médico loco busca satisfacer el deseo de los adictos a las cirugías, monstruosos exponentes del desvencijado jet set hollywoodense.

   Si la industria del entretenimiento de L.A. ha perdido su fe, en los Estados Unidos la religión se impone sin matices. El presidente vitalicio es un falso profeta que cuando se siente en peligro se retira a orar. Utopía denomina al gobierno de su padre, ´teocracia corrupta´. La narración está en su conjunto sostenida por una estructura apocalíptica, entre la catástrofe natural y la hecatombe tecnológica. El sesgo religioso es en términos generales cristiano, con un residual hereje. Para una perspectiva amplia como la de Elvio Gandolfo, Carpenter sería un ´incrédulo eficaz´ que usa la religión como herramienta narrativa, aunque lo cree también un marxista a quien ´la caída de esta sociedad lo tendría sin cuidado´. (“John Carpenter: ser fiel a la historia”, El libro de los géneros, 2007, p. 259).

   Sea como fuere, el discurso y la imaginería religiosas son punto de apoyo para revisar la tensión en Escape from L.A. entre una mirada conservadora -no hay opción al imperio, ni revolución posible- y posiciones más abiertas.

   Grupos feministas habían criticado, al momento de su estreno en 1978, que en Halloween el personaje psicótico matara adolescentes mientras mantenían relaciones sexuales, salvándose únicamente la ´chica virgen´. Ese rasgo machista, con aires de moralina religiosa, se superpone a la recurrencia de que en la mayoría de sus películas el hombre es el que lleva la acción –es literalmente el protagonista- si bien, y la salvedad es muy importante, por lo general es una mujer la que lo guía hacia la resolución.

   En particular, Escape from L.A. pareciera estar a medio camino entre esa perspectiva masculinista y una aventura más potente y no tan bien recibida, como el matriarcado marciano que Carpenter recrea en el año 2176 en Ghosts of Mars [2001].

   Snake Plissken es igual a un macho del siglo XX -´se ve tan retro´, dice una militar, mientras otro acota ´¡oh, aquellos buenos viejos tiempos!´- pero como otros héroes carpenterianos es asexuado y su figura se aleja del imaginario de Hollywood.

   En Escape from L.A. uno de los únicos acercamientos potencialmente heterosexuales, acaba rápido y mal. Mientras recorre L.A., Snake se cruza con una joven que promete cuidarlo y leerle el futuro, y a la que él le presta poca atención. En un anticlímax preciso, apenas ella termina de contarle a Plissken que eligió vivir en L.A. porque ´la verdadera cárcel es el Imperio´, un pandillero (o revolucionario) la mata de un disparo. Con un comentario a destiempo Snake le susurra que esa ciudad es un ´paraíso oscuro´ [´dark paradise´].

   Esta rúbrica hereje sale de boca de Plissken, un innegable mesías de signo inverso. Su nombre –´snake´- y su tatuaje en el abdomen remiten a la tradición de los gnósticos ofitas (o naasenos) que consideraban a la serpiente -Satanás- un ser iluminado.

   El mesianismo muestra una de sus caras en la bacanal de despedida de la banda revolucionaria antes de la fallida invasión al continente. Plissken –que ha sido detenido por los guardias- es enviado a un estadio, o circo romano, a una muerte segura. Cuervo Jones, como Poncio Pilatos, le pregunta a la multitud qué hacer. La respuesta es obvia, y Snake se salva gracias a su habilidad y a un temblor de tierra.

   En la batalla final, el motivo mesiánico reaparece. Plissken derrota a Cuervo Jones y logra recuperar el prototipo atacándolo con una flota de parapentes -de nombre Santa Ana- que descienden como ángeles nocturnos lanzando fuego y alquitrán.

   El apoyo aéreo, fundamental para cumplir con éxito la misión la recibe -según la recurrencia antes mencionada- de una mujer que ha mutado.

   Hershe Las Palmas, conocido como Carjack Malone, era un viejo compañero que, como Judas, había traicionado a Snake Plissken mandándolo a la cárcel. Su cambio de nombre está asociado a su nueva identidad. Carjack no existe y sí Hershe, una transexual que lidera en L.A. una pandilla que quiere destruir a Cuervo Jones.

   En la escena de reencuentro para pactar la ayuda, Snake reconoce a Carjack / Hershe –representada por una actriz afro-americana- por su estereotipada voz masculina. Aun así, y para asegurarse de conocerla verdaderamente, le revisa con rapidez, prestancia y algo de morbo la entrepierna donde Carjack acostumbraba a guardar su arma de reserva.

   La relación Plissken / Hershe sintetiza la faceta hereje –gnóstica- por donde se filtra la esperanza de un nuevo vínculo entre dos fuerzas andróginas -una transexual femenina y un macho atípico- en una isla post-apocalíptica. En los aspectos restantes, reina el escepticismo. Snake sentenciará con la misma frase tanto su reencuentro con Hershe como la desconexión final: “mientras más cambian las cosas, más permanecen igual”.

   Plissken devuelve el prototipo. El presidente ordena emitir por cadena televisiva ´la solución final´, es decir, el apagón de los países que están a punto de invadir a los Estados Unidos. Pero el prototipo no funciona, es un artefacto que repite el audio de un ´mapa de las estrellas de Hollywood´. El presidente ordena fusilarlo delante de las cámaras. Las balas traspasan al holograma generado por el aparato que los militares le habían dado al propio Snake para escaparse de L.A. Escondido en las inmediaciones, el verdadero decide desconectarlo todo. Un militar a lo lejos se lamenta: “Presiona ese botón, y 500 años de valioso trabajo habrán terminado. Nuestra tecnología, nuestro estilo de vida, toda nuestra historia. Tendríamos que empezar todo de nuevo.”

   Plissken desestima la frase del funcionario e introduce la clave pretendidamente diabólica -666- desactivando el mundo y salvándole de paso la vida a Utopía atada a una silla eléctrica. Con un fósforo, lo que suponemos que es la mano de Snake enciende un cigarrillo ´American Spirit´ y alguien sopla. En la más absoluta oscuridad, una voz anuncia: ´Bienvenidxs a la raza humana´ [“Welcome to the human race”].

   Imposible saber quién emite –o registra- el anuncio del reseteo de la humanidad en ese inaudito punto cero sin tecnología activa. Sí podemos reconocer que con esa oscura fábula Carpenter nos recuerda una vez más que, desde hace siglos, una de las fuentes críticas más potentes de la ciencia ficción es la vertiente gnóstica.///

* La versión inicial del escrito es de 2010 y pueden descargarla aquí

La Tecnarquía de Capanna. Tecno- catolicismo y ciencia ficción

DURANTE agosto de 2016 ´Revista Colofón´ publicó, en tres partes, la extensa reseña ´La Tecnarquía (1973) de Capanna, un libro ignorado´. Esta versión condensa aquella propuesta inicial.

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1.- Los inicios

Estamos próximos a que se cumpla medio siglo desde que Pablo Capanna, entreverado con el rumor de fondo de Vietnam, la Guerra Fría, los hippies y la incipiente informática, concibiera La Tecnarquía, un extraño volumen que funciona como nudo invisible de una historia sureña de la reflexión sobre la técnica y razón principal de esta retro-reseña.
Capanna nace en Italia en 1939. Diez años después recala en la Argentina. En 1966 debuta como crítico con su hoy famoso El sentido de la ciencia-ficción, previamente “concertado con el editor”, escrito en poco menos de un mes, en medio de una huelga y “con una aceptable difusión”. Al año siguiente traduce y anota Los viajes de Marco Polo.
A inicios de la década del setenta, mientras trabaja como profesor universitario de filosofía, le da forma a un libro que le “…demandó varios años de trabajo y reflexión…”. Luego de deambular por las editoriales locales, La Tecnarquía aparece en Barcelona en 1973 “…gracias al interés que puso en él un colega que tenía un hijo trabajando en Barral… A la Argentina llegaron unos pocos ejemplares, y poco después la legendaria Barral quebró.” (P. Capanna, “Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, Revista Colofón, 13/12/2015). De modo paradójico, los coletazos de la marea hippie arrastraron al dueño de la editorial a la India y así en menos de cinco años Capanna pasó de ser el responsable del aplaudido ensayo sobre un género literario en ebullición, a la frialdad del público lector, y sin ver un centavo.
Esa indiferencia alcanza nuestros días. Las escasas referencias le corresponden por lo general al propio autor y cuando aparecen pueden ser tomadas como valiosas pistas, tal es el caso de “Las máquinas…”, artículo dedicado a la vida y a la obra del filósofo de la tecnología, sociólogo y urbanista Lewis Mumford (1895-1990) a quien Capanna presenta recordando la amistad con el escritor escocés Patrick Geddes (1854–1932), inventor de dos palabras: “Una es ´conurbano´… La otra es ´tecnarquía´: un término filosófico… acuñado para definir a la civilización tecnológica, que no tuvo suerte”. Esas dos palabras fueron estrellas de su ´horóscopo sociocultural´: “…hace muchos años que vivo en el conurbano, y fue allí donde escribí… La Tecnarquía… un libro ignorado” y citado cada tanto por algún desprevenido (“Las máquinas…”, ´Futuro´, Página/12, 02/02/2008).

2.- La reflexión marginal y un proyecto político

La Tecnarquía abre la saga filosófica de su producción editorial con lo “que podría haber sido una tesis de doctorado”. Por aquel entonces el crítico se concebía como un outsider escribiendo desde la doble “situación fronteriza” de ´los suburbios (el conurbano), en la periferia del sistema industrial´. Este corrimiento le daba “un punto de vista privilegiado… en una parte del mundo que aún no ha encontrado su camino de realización”. Desde ese espacio limítrofe pretendía además intervenir políticamente. “En un sector del mundo que se abre al cambio estructural, siempre será necesario meditar sobre el sentido que habrá de dar el cambio (tecnológico) deseado.” (p. 8)
Capanna se consideraba en otro sentido marginal por apelar a la ´extra-vagante´ filosofía, desplazada a “la periferia de la cultura”. La filosofía es vista por lo general como útil si entretiene y si genera ingresos. En la unidimensional sociedad tecnárquica, aseguraba, el poder crítico de la filosofía es inadmisible. Las instituciones la han domesticado y al filósofo lo han convertido en profesor (p. 94-97).
Su objetivo por lo tanto es poder investigar sin sostén institucional para poder revisar, criticar y proponer… Pero ¿proponer qué? En concreto, poder pensar una futura sociedad tecnológica con valores. Frente a un estado de cosas desalentador, dice Capanna, un futuro post-tecnárquico requerirá una ´revolución ética´ que lleve: “…a la conciencia social los imperativos morales… [Porque] estar junto a las causas justas, abrir las conciencias a las perspectivas de la liberación, establecer para qué se hace el cambio, qué tipo de hombre nuevo es deseable, es una misión pedagógica que cabe a la filosofía… El intelectual debe comprometerse en la crítica activa de los valores tecnárquicos, negándolos para superarlos.” (p. 251) ¿´Liberación´, ´revolución ética´, ´negación´, ´intelectual comprometido´? Veremos la solidez de esas propuestas.
En sus doscientas cincuenta y cuatro páginas La Tecnarquía intenta “…aprehender el sentido del [proceso tecnológico] que envuelve el planeta entero…”, revisando técnica, trabajo y ocio “en la perspectiva de la sociedad industrial” (p. 7). La misma ambigüedad de indagar en ´el proceso planetario de la técnica´, circunscripto en rigor a los países centrales, roza al método de análisis, el ´ideal fenomenológico´ de buscar la ´esencia´ o el ´modo del ser´ de la civilización tecnárquica (p. 137). Ese método ya era mencionado en su volumen espejo, El sentido de la ciencia-ficción donde aseguraba: “Husserl había puesto como uno de los pasos fundamentales del método fenomenológico la variación ideatoria, procedimiento para aislar esencias mediante la formalización y un ´procedimiento serial de variación´ que permite intuir todas sus posibilidades y aprehender la esencia invariable.”

3.- El sentido de la técnica.

La Tecnarquía consta de tres grandes partes.
La primera -“La dominación de la técnica”- se abre con un interrogante: ¿por qué criticar la técnica de forma radical y hablar de ´humanizarla´, si –por un lado- en el encuentro con el instrumento, está la distinción entre el humano y el animal, y si –por otro lado- durante el Renacimiento, al mismo tiempo que se forja el humanismo con sus anhelos de dominio del mundo, nacen los caminos de la ciencia y de la tecnología?
La tecnología planetaria, para muchos hoy una ´invasión´, e incluso un ´cáncer´, fue un sueño titánico renacentista. Hace cuatro siglos, la distancia entre ciencia y literatura –referencia implícita a la polémica de las ´dos culturas´- no existía. Además, si para algunos intelectuales de los países desarrollados la tecnología es pésima, para los pueblos del Tercer Mundo puede ser instrumento de liberación. “Habrá pues que desentrañar en esta confusión de nociones la distancia que media entre la técnica y la tecnocracia, en una indagación que nos lleve a los fundamentos de la sociedad industrial.” (p. 15) Alcanzar esos ´fundamentos´ requerirá de una indagación ontológica de la tecnocracia (o tecno-burocracia): “…el fin aquí propuesto (es) esclarecer el modo de ser que supone la existencia de la sociedad industrial en todos sus aspectos.” (p. 19)
A partir de la semejanza entre ciencia y técnica modernas, y aceptando que toda intermediación –la de cualquier herramienta- produce alienación, ´apropiarse del mundo a través del trabajo generado por la técnica´ es una forma existencial, un modo de ser propio de este tiempo, que tiene sus raíces en el pasado y que se encamina a su superación.
´Tecnarquía´ –dos términos griegos que reunidos significan el principio de la técnica- remite al ´hacer como principio del ser´, a la actividad transformadora como fundamento, al predominio de la acción sobre lo contemplativo (p. 20). “Es el proceso que resume Toynbee diciendo que el hombre occidental ha reemplazado la religión por la técnica.” (p. 21)
El sagrado trabajo define, entonces, el ser de la civilización tecnárquica.
La ´voluntad de apropiación teórica de la realidad´, según Capanna, se retrotrae a René Descartes (1596-1650) con dos etapas sucesivas: la voluntad de conocer y, en particular, la voluntad de dominio ejercida por técnicas que disuelven cualquier posibilidad de lugares naturales y que hacen que la sociedad se organice en funciones.
La reificación convierte al humano en factor, en ´servir-para´ (p. 25). “La ciencia ya no persigue el conocimiento puro, sino que investiga en función de la técnica… La disolución de la ciencia en una multitud de técnicas se corresponde con la disolución de la teoría en praxis política.” (p. 26) La técnica se vuelve autónoma hasta convertirse en fundamento de sí, en un juego. Si las reglas de ese juego permanecen ocultas e incomprensibles, si la participación es impuesta, será el juego de la alienación; si la técnica es un instrumento de liberación, será un juego para que el humano realice sus más altas posibilidades (p. 26).
Esos modos de convertirse en juego de la técnica, en el marco de una ontología de la era técnica, son consecuencia de su autonomía y escapan a una evaluación ´bueno / malo´.

4.- Los tres rasgos

Tres parecen ser las categorías básicas que definen la civilización tecnárquica.
La primera es ´la alteración planetaria´, o la ´aspiración del humano de dominar el contorno cósmico´. Esta aspiración supone avance, gradualidad y recala en los ritmos de producción y consumo. La sociedad industrial es una tecnarquía del consumo.
La segunda es ´la ideología´, un pensamiento simplista sustentado por la planificación, la puja por el status, el confort y el consumo. En la tecnarquía, “…la verdad del pensamiento se subordina al éxito fáctico”. La actividad técnica es “el origen ontológico” de una ideología intrínseca a un sistema que se dice desinteresado de la ideología formal y que proclama su fin (p. 58-59). El sistema disuelve la controversia y apela al efectismo del ´hacer´. La ´estructura vital de la tecnarquía es totalitaria por su carácter sistemático´ y según Herbert Marcuse (1898-1979): “Totalitaria no es solo una coordinación política terrorista sino también una coordinación económico-técnica no terrorista que opera través de la manipulación de las necesidades…” (p. 52-53).
La sociedad tecnárquica unifica burocratización y militarismo (subordinación al organigrama), una ideología aceptada por casi todos para sobrevivir (p. 62-65). En ese sentido, ´las múltiples técnicas se corresponden con la praxis política´. La política es una ingeniería orquestada por una tecno-burocracia para obtener eficiencia. Si bien ´tecnocracia´ suena despectivo, cuando la impulsó Thorstein Veblen a inicios del siglo XX encarnaba un ideal político (p. 191).
El tercer rasgo es ´la felicidad como adaptación´. “El concepto de adaptación, impuesto por las ciencias humanas, junto con el de confort, representa el paradigma de conducta de la sociedad industrial capitalista. El colectivismo -el comunismo soviético- insiste también en la subordinación…” (p. 73) La civilización industrial cobijaba, durante la Guerra Fría, al capitalismo –Estados Unidos- y a la URSS con un desarrollo diferente pero idénticos sacrificios y costos en vidas para implantarlo (p. 30).
La adaptación del ser humano a sus congéneres ya adaptados ocurre por diversos mecanismos. La educación, que es un ´ajuste´, desplaza el saber humanístico e instala una nebulosa cultura motivadora de consumo (p. 76). La psicología colabora para que el individuo viva sin tensiones. “El psicólogo procederá a adaptar al paciente, disolviendo… aun aquellas tendencias positivas que pueden poner en peligro las bases del sistema.” (p. 74) Las ciencias humanas, engranajes tecnárquicos, colaboran con la organización. La sociología industrial procura eficiencia y no titubea en aplicar técnicas de adiestramiento, como un domador con sus caballos (p. 82-85). Los medios de comunicación emiten opiniones basadas en sondeos. “No interesa educar al público, cultivando las tendencias de superación: el mismo planteamiento de la cuestión, propone la respuesta. Un artefacto tan pintoresco como el Group Thinkometer… nivela las opiniones electrónicamente…” (p. 76)
La mente tecnárquica considera que el individuo adaptado es feliz. Si las ciencias humanas –pedagogía, psicología- liberan las tensiones por causas internas; las tensiones provocadas por el medio urbano se consideran satisfechas con el confort que, sostenido en el progreso técnico y apuntalado por la publicidad, recrea el ideal de placenta (p. 78).
En el universo tecnárquico, las necesidades son sexo, comida, reconocimiento social, distracciones (´novedades´ o ´diversión´ –un término de origen militar), pero ni una palabra acerca de libertad, sentido de la vida, eternidad (p. 79). Este marco hace de la naturaleza humana “una existencia alienada” que no reconoce su particularidad ontológica. Alienación es la pérdida de una humanidad entregada al sistema (p. 81).

5.- Ocio espurio del adaptado

La segunda parte del libro -“Ontología del trabajo y de la técnica”- está dedicada a la relación ´técnica / trabajo / ocio´. La argumentación apunta a desmontar la asociación ´técnica / máquina´, válida para un momento histórico anterior. La civilización tecnárquica es un medio natural de segundo grado que excede lo maquínico (p. 144).
La dominación de la técnica transforma al mundo que, a su vez, transforma al humano. Es la “…historia ontológica de la técnica que se vuelve autónoma y trasciende al mundo del trabajo para abarcar la totalidad de la existencia.” (p. 145) Esta autonomía de la técnica causa alienación y plantea una contradicción que Capanna no resuelve –o no advierte.
Afirma, por un lado, que desde el Renacimiento “…el hombre está puesto en el mundo para transformarlo y dominarlo, en cuanto sujeto racional.” Por otro lado reconoce: “No vemos aún qué movió al hombre occidental a desarrollar una civilización fundada en la técnica ni por qué esa civilización pudo volverse planetaria.” (p. 145) Y remata: “La era que llamamos Moderna -considerada en función de la tecnarquía- es una prehistoria. La matematización de la ciencia, la cuantificación de las cualidades, la conversión del arte en técnica racional, son pasos de una transformación que conduce al hombre a alienarse en la acción, a la tecnarquía.” (p. 151)
Si la preponderancia de la tecnocracia y de la dominación de la técnica es parte de la racionalidad de la historia, en contraposición Capanna sostiene en esos pasajes que el animal racional que es el humano decidió, sin motivo aparente, embarcarse en una empresa basada en el hacer, en la acción cuyo resultado final es su alienación, su reducción a ´factor de producción´. El ser humano tecnárquico está “…dispuesto a ser usado con el máximo de rendimiento. Por ello, más que de reificación (conversión en objeto o en cosa), en la tecnarquía es posible hablar de ´utilización´, conversión en instrumento.” (p. 158)
Este ataque a la humanidad derivaría en un sin sentido que excede el mundo del trabajo: “El hecho de que el hombre actual no sepa qué hacer con el ocio, mientras no sea entretenerse o cultivar un hobby, revela su indigencia ontológica, la vaciedad a que lo reduce el sistema tecnárquico.” (p. 174)
En la supuesta ´civilización del ocio´, éste ni siquiera ha sido abordado como problema y se lo transfiere al plano del consumo. Contra eso arrecian los disidentes que niegan las diversiones ofrecidas por el sistema y escandalizan con su ocio orgiástico (p. 172).
Como recordará Capanna, en la tecnocracia anidan ocultos el nihilismo y la guerra total.

6.- Tecnólogos: tecnolatría fascista / mecanoclastas / tecnarquía totalitaria

La tercera parte -“Fundamentación y prospectiva”- revisa las corrientes intelectuales que pensaron la dominación de la técnica para intentar prever sus derivas: “Luego de haber bosquejado las estructuras ontológicas de la tecnarquía (primera parte) e investigado su origen en relación a la esencia del acto laboral (segunda parte), se plantea el problema de su sentido; esta consideración implica reflexionar sobre el futuro de la tecnarquía y las perspectivas de un mundo post-tecnárquico.” (p. 179)
Capanna divide a los tecnólogos en facciones. Hay un ala derecha -tecnolatría fascista- “que ve en la técnica el instrumento más eficaz para consolidar las relaciones de dominio y represión”. (Habría que preguntarse si la diferencia entre la tecnolatría fascista y la tecnarquía sin más es la densidad de la represión porque –recordemos- ésta tiene al igual que aquella el ´trabajo´ como esencia y es también totalitaria). Hay un centro, asociado a la ´tecnocracia´ de Veblen: la técnica posibilita ´racionalizar las contradicciones sociales´. Hay un ala izquierda que considera a la técnica un medio de realización y liberación humanas: socialistas utópicos, marxistas. Y existe una tendencia romántica que “si bien atribuye a la técnica todos los males sociales… realiza una verdadera crítica humanista”. Esta tendencia incluye el individualismo de Henry Thoreau, la no violencia gandhiana y los ´mecanoclastas´ que proponen destruir esa encarnación del mal.
A inicios del siglo XIX, los destructores de máquinas fueron artesanos que advirtieron en la técnica la disolución de su modo de vida y la instalación de un orden y de una disciplina masivas para la explotación, la producción de ´cosas´ y de enormes deshechos. “Al no poder enfrentar a los burgueses, el odio se vuelve hacia las máquinas, en una reacción semejante a la que engendró el antisemitismo –asegura Capanna tendenciosamente. El obrero que luchaba contra las máquinas trataba de volver a… su posición de artesano integrado en un sistema corporativo. Los comienzos de la mecanoclasia teórica, que no está tan extinguida como podría creerse, son paralelos a los del romanticismo y constituyen en realidad meras variantes de éste… Sus más recientes manifestaciones se dan en la nostalgia rural, identificada por Kingsley Amis en la literatura fantástica (New Maps of Hell, 1960) y en muchas fases del movimiento gandhiano” (p. 210).
Estas cuatro tendencias no incluyen a tecnólogos más complejos como Martin Heidegger (1889-1976), entre la tecnolatría fascista y la mecanoclasia, y Marcuse que no niega la tecnología, pero que es anti-tecnárquico, anti-urbano y quien mediante el marxismo y el humanismo cuestiona su tendencia totalitaria (p. 179-180).
Sopesadas la mayor parte de las tendencias, el capítulo final del libro -“Más allá de la tecnarquía”- sondea conclusiones sobre el futuro de la civilización tecnárquica.
Capanna –como indiqué- no considera que exista un buen y un mal uso de la técnica. La sociedad industrial asocia técnica con trabajo, producción, consumo, economía, poder y, por lo tanto, no se la puede modificar con un uso diferente. “La gran cuestión está precisamente en hallar una técnica que nos permita administrar en sentido humanista el poder puesto en nuestras manos por la tecnología.” El objetivo es “…cambiar la intencionalidad, lo cual significa sacar a la luz una nueva faceta del ser del hombre.” Es una transformación ética que aspira a la plenitud humana y a una existencia con nuevos valores, origen de otras tecnologías. Una técnica liberadora dependerá de un ´humanismo maduro´ (p. 241), de la ´madurez del ser humano´ (p. 246).
La insistencia en la idea de ´madurez´ sugiere que el ´nuevo hombre para una nueva tecnología´ surgirá de una impronta confesional. Ni destruir las máquinas, ni volver a la vida pastoril, ni el desenfreno por el poder. La serenidad, la valentía y la autenticidad son virtudes necesarias para el cambio de dirección de la técnica -como lo advierte el teólogo católico Romano Guardini, citado en las últimas páginas del libro por un Capanna que resulta al fin de cuentas un intelectual comprometido en la defensa de una fe institucional.

7.- Tecno-humanismo católico y conservador versus tecnócratas y hippies

La extrañeza de La Tecnarquía nace del cruce entre una pretendida descripción distanciada de la civilización tecnárquica (también cuestionada), una impugnación de los disidentes (con concesiones) y una matriz católica para un futuro tecnológico más humano.
Desde su extravagante marginalidad filosófica, Capanna analiza el andamiaje y los embates, oscilando entre la validación paralizante -todo se reduce a la acción, todos somos seres tecnárquicos- y la crítica voluntaria o involuntaria hacia un sistema delirante. Esta crítica se detecta, por ejemplo, en la alienación del obrero que, cada vez que abandona su trabajo, “aquello con que se encuentra no es su identidad, sino un fantasma” (p. 173). El trabajador acepta el ocio sin conocerse, ni percibirse a sí mismo: “…si pensamos las horas de trabajo… como mal necesario, no lograremos la pacificación de la existencia, sino por el contrario seguirá acentuándose su tendencia esquizoide.” (p. 247)
Capanna cree probable que “…el tiempo de la tecnarquía toque su fin, o (que) por lo menos haya pasado el momento de su culminación” (p. 41). El nuevo momento histórico ha alcanzado el clímax de guerra nuclear, armas biológicas, desarrollo genético, desequilibrio ecológico. Este aparente punto fatal está marcado por un ´hastío cultural que va dominando a la sociedad´ al tiempo que cada vez más grupos abandonan “…ideales antes indiscutidos: trabajo, bienestar, propiedad”.
Los sectores desafectados son fuerzas anti-urbanas relacionadas con el neoanarquismo y el movimiento estudiantil (p. 39). El modo de ser tecnárquico, basado en tener a cambio de subordinación, es negado por los jóvenes quienes, a pesar de sus capas geológicas de saber universal, ven en la universidad una “fábrica de expertos”, reaccionan contra ´lo poco que les ofrece´ y contra los intentos de manipulación. “Insatisfechos con el plan de adaptarse a una sociedad que detestan y que a menudo es detestable, las generaciones jóvenes pretenden con análogo criterio técnico, adaptar la sociedad a ellas.” (p. 77-78)
Los románticos neoanarquistas que quieren ´volver a la naturaleza´ tienen nombre: “El estilo de vida hippie significa un rechazo de las formas de la sociedad de consumo… atacando las raíces del sistema industrial…” (p. 37) Los hippies recrean una vida pastoril, en comunidades pequeñas como ´los primeros cristianos´, apelando a las drogas, en un giro religioso místico que evoca la violencia dionisíaca. Aun cuando ese movimiento viva de sobras y de sustancias tecnárquicas, potencialmente ´encierra un orden distinto´ (p. 38).
En aras de su reformismo, Capanna llega incluso a evaluar estrategias contraculturales: ´hacer / no hacer / qué hacer´; ´violencia / no violencia / ´violencia dependiendo de…´; ´consumir / no consumir / consumir responsablemente´. “El confort, forma de posesión, es una posibilidad abierta a toda sociedad industrial, puesto que antepone el hacer al ser. Oponerle una actitud ascética, centrada en el rechazo de la acción y el desapego por los bienes materiales, también trae su contrapartida negativa en cuanto… consagra la injusticia social: la pobreza libremente elegida no resuelve la miseria ajena…” (p. 49).
Entre una sociedad tecnárquica detestable y esquizoide (¿no respondía a la racionalidad de la historia?) y los disidentes que aciertan con sus críticas, pero que repiten de otra forma la estructura negada, Capanna adopta una excéntrica tercera posición sostenida por su ideario católico que destila un conservadurismo que recubre el planteo de La Tecnarquía.
Veamos algunos pasajes significativos.
La ´civilización tecnárquica´ es planetaria e incluye en su totalización comunidades arcaicas, culturas subdesarrolladas, sociedades preindustriales “asumiendo sintéticamente el pasado de la humanidad” (p. 29). Este régimen de vida supone en consecuencia la ´explotación colonial´. Una de las incógnitas es por supuesto entender cómo se realizará bajo esas condiciones el Tercer Mundo donde aún no se logró la ´dominación de la técnica´ y “donde…se halla la mayor parte del género humano”. A su vez, la naturalización de la explotación coincide con la fusión ´industrialización / militarismo´. “Al igual que el burócrata, el militar es un funcionario. En los países del Tercer Mundo, se siente identificado con el Estado mismo, exigiendo periódicamente el poder civil.” (p. 65)
Otra voltereta acrítica –al ilustrar la ´alteración planetaria´- subraya su conservadurismo: “La idea de conquista y dominación de la naturaleza aparece en relación con la sujeción de la mujer; no debemos olvidar que la técnica ha crecido en la sociedad occidental… masculina… y la natura es una potencia femenina…” (p. 46) Cita más adelante a Mumford sobre la relación entre instrumentos (masculinos) y material (femenino) propios de la acción técnica, como el arado y la tierra (p. 137).
Estas metáforas saturadas ideológicamente de alguna manera precisan el alcance de su proyecto filosófico, por momentos, ciertamente ambiguo.
El ´humanismo maduro´ -es decir, católico- habría de originar nuevos objetivos para una nueva tecnología que reajuste la ecuación ´sexo / amor´: “Quizá las bases del amor maduro, que habrán de constituir las pautas de una etapa post-tecnárquica, se están echando… en la relación dialogal de tantas parejas que han superado la revolución freudiana, la estimulación simbólica y la experimentación desesperada, integrando el sexo al amor y aprendiendo… a compenetrarse en el plano existencial.” (p. 114)
Desde su atalaya católico, Capanna teje y desteje alianzas. Discute con la civilización industrial que redujo lo erótico a lo sexual abstracto, haciendo que el placer pueda ser estimulado por ejemplo con electricidad -la exageración resume una explicación que toca a la pornografía. Ataca además el placer de los disidentes. “En los movimientos ´subterráneos´ (underground) se aboga por una cierta ´revolución sexual´, distinta de la freudiana… Se predica la liberación de todos los tabúes, y una sexualidad orgiástica, de caracteres ´místicos´, que incluye… formas grupales o alternativas de sexualidad, aceptación de todas las posibilidades, aun las aberrantes, como homosexualidad, sadismo y autoerotismo. Se embarcan en una búsqueda anárquica…” (p. 113).
Aberrantes y anarquizantes le parecían sin dudas los movimientos políticos alternativos, pero no por apelar al sexo como último componente natural en el mundo tecnológico (los underground y el catolicismo maduro están ´más allá de la revolución freudiana´), ni por las drogas de diseño (propias de la trama tecnárquica), sino por las raíces religiosas orientales de los rebeldes: “Si llegan… a superar la droga, lograrán dar testimonio de un orden distinto y más humano… aunque es dudoso que su revolución se oriente y canalice, centrada como está en la simple negación.” (p. 114)
Esa ´simple negación es por supuesto teológico-política.

8.- La sagrada Red post-tecnárquica

La disputa en el plano erótico –´civilización / placer´- se traslada al plano religioso.
Resumamos. La técnica –que nace al calor del elán místico (Bergson)- ocupa el lugar de la religión en la tecnarquía (Toynbee), uno de cuyos fundamentos es la espiritualidad de la ´disciplina maquínica´ (Veblen); el antídoto, ante una técnica convertida en ´ídolo´, no es ir contra el sistema sino replegarse en el ascetismo (G. Marcel).
Pero para Capanna, la civilización tecnárquica, de extrema pobreza espiritual, es irreligiosa. “La superstición, el sincretismo, la indiferencia o el reformismo social son las formas espurias con las cuales se pretende colmar este vacío a la espera de una nueva experiencia de lo sagrado que inevitablemente habrá de superar a la tecnarquía” (p. 94).
La superstición parece apuntar hacia la relación ´magia / técnica´ en la civilización industrial y que es extrema en la arcaizante tecnolatría del nazismo. El sincretismo es un dardo a las versiones místicas de los disidentes. El reformismo social roza su tecno-humanismo confesional. Son formas espurias porque la ´nueva experiencia de lo sagrado´ sería una humanización de la tecnología apuntalada por valores católicos. “Teniendo los peligros a la vista… podemos cimentar una fe madura en el destino del hombre.” (p. 252)
Este plano religioso habilita una segunda lectura de la especulación futurista.
Tres características definen al hombre tecnárquico: ´disponibilidad, eficiencia, imagen´. Acerca de las dos primeras algo fue apuntado. Resta la tercera.
La ´tecnología de dominio´, que configura al ser tecnárquico, implica la persuasión: “Aquí entra en juego el concepto de imagen… uno de los más interesantes conceptos que han desarrollado las ciencias humanas empresarias, uno de los puntos críticos del sistema, un resquicio por donde muestra sus coyunturas ideológicas.” La personalidad adaptada debe “crear una buena imagen sin preocuparse de la realidad”. El ser humano tecnárquico evalúa a los demás a través de imágenes y ´se conoce a sí mismo por la imagen forjada para vender su personalidad´. “El crecimiento de la imagen es correlativo con la difusión de la comunicación ´icónica´ (Marshall McLuhan). La imagen desplaza a la realidad personal y adquiere mayor realidad…” (p. 88-89).
En sus lecturas, Capanna era por aquel entonces testigo de la transformación de la civilización tecnárquica en manos de lo icónico (imagen sobre realidad) y alcanzó a advertir una ´nueva experiencia de lo sagrado´ encarnada en la cibernética, la actual Red.
Dice sobre el futuro post-tecnárquico: “Si la tecnología maquinista significó ante todo concentración, hipertrofia urbana, una nueva tecnología, basada quizás en las comunicaciones y la cibernética, pueda llevarnos a la dispersión y favorecer la recreación de la comunidad básica. El rechazo de los valores subyacentes al sistema industrial no es un rechazo de la tecnología, sino una tentativa de asumir su control. Nos encontramos alienados por haber creído neutro al sistema industrial y dejarnos dominar pasivamente por sus formas. La planificación debe abarcar las metas humanistas y el poder democrático de decisión para lograrlas.” (p. 250)
El interrogante principal para la etapa post-tecnárquica es cómo será la reforma moral, si todos los seres, incluidos los disidentes, son tecnárquicos. Capanna guarda silencio, y con su tecno-humanismo católico reclama pequeños grupos interconectados que mantienen en una aldea global no belicosa la tecnología bajo control. Es una versión sin drogas ni orgías de las comunidades hippies.
Ese entramado hippie / yonqui / místico –núcleo de la polémica reforma / revolución- es clave para revisar su mirada sobre la ciencia ficción.

9.- La mirada conservadora sobre la ciencia ficción y un futuro esquizoide

El sentido de la ciencia-ficción y La Tecnarquía coinciden en la preocupación por aprehender el ´sentido´ de un género literario y el ´sentido del proceso tecnológico´. Esta interrelación indica que ambos volúmenes surgieron de la misma investigación y que, por ende, la perspectiva sobre la ciencia ficción se desprende de su tarea filosófica.
El término ´tecnarquía´ fue inventado por el escritor escocés Geddes… pero a inicios de los setenta Capanna ignoraba el dato. Había tomado la palabra de un cuento de ciencia ficción -“En busca de San Aquino”- de Anthony Boucher (1911-1968), según recuerda en “Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras” (Revista Colofón, 13/12/2015).
Dice en El sentido de la ciencia-ficción: “…valiosas y significativas espiritualmente resultan otras tentativas de captación de la realidad contemporánea en una dinámica religiosa… [Son] aproximaciones a la civilización mecánica, fundadas en el amor… [como] ´En busca de San Aquino´ (1964) … donde el Papa es perseguido por una tecnocracia atea que envía un sacerdote a buscar los restos de San Aquino [y] descubre que el santo… no era más que una máquina… perfecta, casi una divinidad…” Y allí anticipa su mirada: “Se valora aquí [en el cuento] la razón y la máquina pero no oponiéndolos a Dios sino poniéndolos a su servicio, para extender su reino y liberar al hombre para servirlo. Genuina expresión de una problemática religiosa arraigada en las circunstancias actuales.”
´Una máquina que pone a los hombres al servicio de Dios para que sean libres´, sintetiza de qué modo imaginaba Capanna la post-tecnarquía hacia 1966.
Frente y revés de la misma trama, leídos en intersección, La Tecnarquía y El sentido de la ciencia-ficción adquieren nuevos matices. La reflexión filosófica se inspira en ejemplos de la ciencia ficción y, a su vez, aquella reflexión es el andamiaje epistemológico para indagar el sentido del género. Por si fuera poco, ambos germinan de ideas de Boucher quien facilita el término para el título y le sugiere pensar la ciencia ficción como ´genealogía´.
Los ejemplos de literatura de ciencia ficción que aluden en La Tecnarquía a rasgos de la civilización industrial apuntan a la ecología, el consumismo, los movimientos anti-técnicos y los saberes alternativos como la parapsicología, en particular, usada para aumentar la productividad porque, recuerden, nada fuera del entramado tecnárquico.
Capanna desprecia las novelas de ciencia ficción con tema parapsicológico, circunscribiéndolas a los años cincuenta, acusándolas de transmitir ´fantasías de omnipotencia´ al asociarlas con delirios nazis y al afirmar que ese “…confuso trasfondo ideológico del movimiento Planète… revela… una inclinación hacia la ideología del superhombre.” (p. 90-91) El problema para un católico es entonces el hereje esoterismo.
La revista francesa Planète es una de las causas de la confusión respecto de qué epistemología funciona en el género. Y en El sentido de la ciencia-ficción ese influjo negativo es evidente: “La difusión tardía del género en nuestro medio, combinada con la aparición del ´nuevo humanismo´ marca Planète… han agravado aún más la oscuridad original del nombre. Basándose en el confuso concepto que se tiene de aquel movimiento…, para muchas personas cultas y aun intelectuales, la palabra ´ciencia-ficción´ sugiere una nueva ciencia o… una ciencia oculta.” Y niega la incidencia del nuevo humanismo: “…no existe ninguna vinculación de la s-f (ciencia ficción) con el ocultismo, como algunos inspirados en la extraña alianza entre s-f y ´humanismo del tercer milenio´… parecen insinuar… La ´s´ de la sigla ´s-f´ es suficiente garantía contra la superstición…”.
La ´s´ remite por supuesto al anglosajón science, ´ciencia´. Esa tesis de lectura asocia la ciencia ficción no a la presencia ineludible de un elemento científico en la narración –cada época tiene su definición de cientificidad- sino a la coherencia con que son tratadas las hipótesis científicas, método que tiene su origen en la época de la Revolución Industrial. Pero aun así las heterodoxias son impugnadas de plano en la ciencia ficción.
La discusión de El sentido de la ciencia-ficción y la de La Tecnarquía se solapan: ¿cuál es la epistemología válida para comprender / analizar un género literario, y para organizar la sociedad? Esa proximidad es todavía más importante si consideramos la matriz política de la ciencia ficción que recursivamente es fuente imaginativa para un texto filosófico.
Capanna baraja al menos tres paradigmas de conocimiento con matriz política: i) la ortodoxia tecnárquica eficiente, vacía e inhumana (incluye saberes científicos ortodoxos o asimilados como tales), ii) los paradigmas alternativos de conocimiento, cercanos al sincretismo orientalizante de la huida romántica a la naturaleza de los hippies, iii) el tecno-humanismo con valores morales (católicos) que representa su propuesta reformista.
Este reformismo conservador podría resumirse en expresiones como las siguientes: “La gran cuestión está precisamente en hallar una técnica que nos permita administrar en sentido humanista el poder puesto en nuestras manos por la tecnología.” (p. 243) Y a esto debería sumarse: “Según Bergson, la tecnología moderna se ha desarrollado junto a la mística cristiana, y es una consecuencia de ésta… La función de la civilización técnica sería la de proveer un cuerpo al alma de la humanidad que se autorrealiza…” (p. 202-203)
Pero ese cuerpo que nos da la civilización -en verdad, un segundo cuerpo- es un constructo artificial superpuesto al cuerpo de la naturaleza que sostiene –o que sostenía- a una humanidad cada vez más alejada de cualquier experiencia directa con lo natural.//

Capanna y Aguer, Católicos y Aliens

{Nueva versión}

Conocía ´Contactos extraterrestres´ (1993) de Pablo Capanna por haber merodeado la saga filosófica del divulgador ítalo-argentino, una saga que era, en verdad, teológica.

La historia comienza con ´La Tecnarquía´ (1973), lejano libro dedicado a la civilización técnica, continúa con artículos sobre ecología que por la misma época aparecieron en la ´Revista Criterio´ y se extiende hasta ´Natura. Las derivas históricas´ (2016), artefacto pensado como volumen a partir de lo generado en los noventa por lo que Capanna suele denominar ´el librito sobre la New Age´. En mis apuntes para la reseña de ´Natura´ había anotado como título de aquel librito ´El mito de la nueva era´. Pero el dato no era exacta, ni en el título ni en la intención.

´Contactos extraterrestres´ es un pequeño libro con apenas 64 páginas. La tapa es verde con motivos y letras blancas y rojas. Editorial Claretiana coloca al libro de Pablo Capanna dentro de ´la serie Tercer Milenio dirigida por Monseñor Héctor Aguer, obispo Auxiliar de Buenos Aires´. En el pie de imprenta Aguer, el censor, da su ´nihil obstat´: ´nada obsta a la Fe y Moral católicas para su publicación´. El ´imprimatur´ recae en Monseñor Doctor Eduardo Mirás, vicario general del arzobispado de Buenos Aires.
La contratapa es un tercio verde y el resto toda blanca: “Frente a los múltiples planteos que presenta esta nueva corriente cultural denominada ´New Age´ o ´Era de Acuario´, es necesario poner en claro las ideas que exponen los seguidores de esta forma de ver la vida y, sobre todo, dar un enfoque cristiano crítico a la visión filosófica que estas sustentan. Con la presentación de esta colección ´Tercer Milenio´, dirigida por Mons. Héctor Aguer, se pretende desarrollar y a la vez esclarecer en sus distintas publicaciones, la perspectiva cristiana para esta cantidad de corrientes seudo religiosas apoyadas en estas ideas y que han llevado a numerosas personas por caminos verdaderamente peligrosos.”

Caminos peligrosos es casi como decir ´peligrosos como el comunismo´. En los años setenta los enemigos del catolicismo eran para Capanna los hippies y los nihilistas. Eso está en ´La Tecnarquía´. El volumen más contemporáneo -´Natura´- revisa esa posición y entonces los enemigos son los gnósticos o el gnosticismo, síntesis de todas las herejías.
Esa línea católica de interpretación sigue ´Contactos extraterrestres´: “En realidad –dice Capanna- el nuevo siglo ya ha comenzado en 1989, como sugiere acertadamente la encíclica Centesimus Annus. El último de los regímenes totalitarios, el que quiso convertirse en la Iglesia del Ateísmo, ha caído sin estrépito, sin que se produjera esa terrible guerra nuclear que temimos…” (p. 37-38) Cayeron los colectivismos pero se mantienen todavía en pie los esoterismos y entonces: “Al igual que los movimientos gnósticos de todos los tiempos [la New Age] niega la responsabilidad personal, pues sostiene que no hay mala voluntad en ninguno de los actos humanos, sino apenas ignorancia.” (p. 12)
Así entre una y otra instancia -con simplificaciones, generalizaciones y distorsiones- Capanna divulga la fe católica contra comunistas, anarquistas, socialistas y nazis (malvadas entelequias a las que el Vaticano nunca ayudó, por supuesto). Su torsión intelectual más allá del juego limpio, es impugnar los devaneos ocultistas no porque sean espurios, sino porque no comulgan con su grey.
Nada contra su ultracatolicismo militante. El problema es que la distorsión que provoca esa ortodoxia recae en la falacia de asociar ´gnosticismo / esoterismos / nueva era (era de acuario) / ovnis´ atravesando con la misma bala una filosofía y un producto de la cultura de masas. Además, por cierto esta distorsión afecta la fuerza de su tarea crítica centrada en la literatura de ciencia ficción.
Capanna conecta de modo subterráneo catolicismo y ciencia oficial. Sin responder a un desarrollo histórico más complejo, supone como único rasgo distintivo de la ciencia ficción al cientificismo y –contra toda evidencia- deja de lado a los esoterismos, no porque estos no tuvieran nada que hacer con la paraliteratura hereje, sino porque lisa y llanamente -como dije- niegan su fe. Capanna ataca ciego a un gnosticismo al que conoce mal, de segunda, tercera o cuarta mano y al que confunde varias veces con el hermetismo. Esto hiere su perspectiva histórica sobre la ciencia ficción. A esa limitación intelectual pueden encontrarla en el libro dedicado al gnóstico Philip Dick, Idios Kosmos (1991).

´Contactos extraterrestres´ es de mayo de 1993. El imprimatur le fue otorgado por el arzobispado porteño el año anterior, en 1992, un 28 de diciembre.

Tal vez las andanzas ultracatólicas de un crítico que fue pionero en el Río de la Plata en el interés por la ciencia ficción, respondan a un simple e inocente chiste.///

Las antenas de Wernicke: ‘Science-fiction’ (1957)

El tono lúgubre de ´Los que se van´ está ya en su epígrafe o dedicatoria: a los amigos que se han ido maltratados y confundidos por el rigor de nuestra época.

´Los que se van´ [Editorial Lautaro, 1957] de Enrique Wernicke [1915-1968] reúne veintiocho cuentos. Las dos solapas firmadas por Arturo Sánchez Riva remarcan la concisión y la ´misteriosa sugestión´ de esas miniaturas. Decir lúgubre tal vez sea excesivo e injusto. Entre la miseria, el espanto y el dolor, el libro que no supera las ciento cincuenta páginas, apela a la ternura y al humor con la distancia de un amargo cinismo. En cada relato, y en especial en “Los caracoles”,  Wernicke sostiene con un tono juguetón el brillo melancólico de un efecto fugaz, hacer que todavía creamos.
Las piezas abundan en vino, bares y borrachos más o menos iluminados y en ese declive hacia la vida gris de los asalariados se araña la locura. Alguien cree recibir cartas escritas por los personajes de su autor favorito (“Los oficiales de Chejov”); otro dice haber perdido el juicio para merecer obsequios (“Una cosa de locos”); una mujer cae enferma de rutina (“Un ligero dolor en el costado”); dos entrañables bebedores funden sus biografías para siempre (“Los Apóstoles”); otros anuncian inusitadas desapariciones (“Los que se van”); y algún solitario explica a los demás lo que ni él ni los demás saben ni entienden (“Living”).
Por momentos la voz del narrador nos lleva a un poblado entre naranjas y cañaverales (“Lucero”), por momentos a un campo en medio de un celoso melodrama (“El huésped”), por momentos a la húmeda ribera del desamor (“El bote”).
Peones, changarines y obreros son convidados frecuentes. Algunos relatos se destacan por sus personajes morenos, como “Pililo y su caballos” y “Recordando al Negro”, hábil aprendiz de fundición que en la ficción queda a cargo de Enrique (el autor en la realidad fabricaba artesanalmente soldaditos de plomo). En “Tango” un mozo delira bandeja en mano con una vida europea plagada de aventuras y en “Apunte para un retrato” la desdichada historia política local corta la vida de una persona en los bombardeos de 1955: “Este hombre ha muerto hace pocos días. Murió en Plaza de Mayo, cuando tiraron las bombas. Murió junto a un obrero, un mozo joven que vestía ´overall´.”
El derrocamiento de Perón –suceso contemporáneo al proceso de escritura- resalta la tensión entre el obrero digno y el pequeño burgués reaccionario, en “La ley de alquileres”. Un empleado –que vive en un enorme departamento por el que paga poco menos que monedas- enrostra y se ufana de ese privilegio frente a amigos, conocidos y vecinos. El fin del gobierno peronista lo arroja a la calle a festejar al grito de ´libertad, libertad´, pero su alegría muta en servilismo al reconocer su imbecilidad y su pobreza. Confiesa el narrador: “Termino esta historia y aun no se conoce la reglamentación de la Nueva Ley de Alquileres. No sé qué va a pasar con nuestro personaje y su lujoso departamento. Pero de cualquier modo, si lo echan ¡que reviente!” Por lo general, los cuentos aciertan en estilo e indagan en conflictos que luego irían de mano en mano hasta por caso Rozenmacher. Hay además un aire cortazariano con toques de Kordon.
“Las cartas” narra el desamor a partir de las misivas que van y que vienen y que no pueden palear la falta de empatía ni la ausencia de responsabilidad frente a un embarazo no deseado: “María tuvo un temblor. Juntó las manos y se tapó la cara. –¡Ché! ¡No te pongas a llorar! –exclamó Esther, sintiendo que las lágrimas le llenaban los ojos. -¡Y qué querés, Esther! ¡Qué querés que haga! –dijo María entre sollozos-. ¡La vida es un asco! ¡Cuando no es un tarado como Juan, es un lío como éste! Y se golpeó el vientre con furia.”
En cuentos como “El Gigante” (la obsesión de un joven peón por domeñar a un árbol caído para sacarle leña) y “La escopeta” (quien se venga de su dueño porque éste ha decidido comprarse otra) aparecen rastros de un animismo que también parece ser rasgo de “El suicida”, un solitario desahuciado que convida a una última cena a sus ´fantasmones´.
El suicidio es visitado a su vez por Wernicke en una breve rareza, “Science-fiction”. Entre sus virtudes, la historia de John Sixto Martelli, empleado de comercio de 42 años que se lanza de un noveno piso a la calle, anticipa en casi quince años ´Construção´ de Chico Buarque y –lo que es más importante- apela con una pirueta a la ciencia ficción cuando pocos lo reconocían. La contraposición entre los avances de la ciencia aplicados al cuerpo y la vida cotidiana sin demasiado sentido, lleva el ácido relato al borde de la sátira.

En 1957 aparece lo que luego sería la primera parte de ‘El Eternauta’ y por esa misma época circulaba en el Río de la Plata el prólogo a ‘Crónicas marcianas’ de Ray Bradbury (Minotauro, 1955) en el que Borges hablaba de la novedad del “…nuevo género narrativo que los americanos del Norte denominan science-fiction o scientifiction…”. Es bastante probable que la miniatura wernickeana se deba a un roce sensible en sus antenas.
Entreverado con el hacer, Wernicke mantuvo una relación cotidiana con máquinas y técnicas. Dentro de su producción teatral hay títulos como ´El teléfono´, ´La bicicleta´, ´Los aparatos´, ´La picana´ (paso de comedia de una sesión de tortura que parece recordar por momentos a ´El matadero´ y que conoce una reciente versión oral a cargo de Carlos Solari).
Marginal, gruñón, fue también agricultor, periodista, titiritero, bebedor, militante díscolo del PC y autor, entre otras obras y además de las mencionadas, de ´Palabras para un amigo´ (1937), ´Función y muerte en el cine ABC´ (1940), ´Hans Grillo´ (1940), ´El señor Cisne´ (1947), ´La tierra del bien-te-veo´ (1948), ´Los chacareros´ (1951), ´La ribera´ (1955), ´El agua´ (1968), novela con la que ganó de forma póstuma un premio nacional de literatura y en la que retoma la temática isleña nacida de su apego al Tigre. Vivió poco más de cincuenta años en las orillas de casi todo. Dejó un diario de 1500 páginas -´Melpómene´- en el que, según dicen, se lamenta por su maltrecha suerte.
Sería hoy hurgar la herida que provoca toda injusticia, hablar de ´olvido´. El futuro es caprichoso e incierto. En 2011 Colihue editó los ´Cuentos completos´, pero ese gesto no torcerá la erosión. La contratapa del volumen invita al pesimismo al advertir que haber dejado afantasmar tanto su figura alcanzó la dimensión de una catástrofe.
Nunca había leído Wernicke. Conservaba en algún rincón de mi memoria su tintineante apellido y lo reencontré en una mesa de saldos al límite de ser merienda de hongos y de bichos varios. Una de las primeras frases que retuve de esas miniaturas alardeaba: “-Para mí, la dignidad es saber lo que uno es y no demostrarlo nunca.”
Sin pavonearse Wernicke incursionó a su modo en la mitología de la ciencia ficción mucho antes que muchos otros para engrosar la vernácula tradición rota de un género que parece querer horadar los anaqueles del pasado con su presencia larvaria.//

Virtuales Gurúes Impostores

Virtuales Gurúes Impostores / El hacktivismo y la revolución pendiente de la cultura libre y abierta. < Cibercrónica >

“Esa persona ha cometido probablemente el primer robo sistemático de capital social en el mundo P2P.” [Franz Nahrada, 08 2013]
“¡No se lo puede llamar activista! ¡Es un delincuente!” [Beatriz Busaniche, 08 2013]
“La historia necesita ser contada ¡y será contada!” [Michel Bauwens, 08 2013]

{Resumen} Esta crónica cibercultural reconstruye la historia de un joven hacker argentino que erosionó, a través de la mentira sistemática, la sustitución de identidad y el terrorismo psicológico, un segmento de la trama destinada a la ´revolución de la cultura libre y abierta´ integrada por fundaciones, cibercorporaciones, productoras audiovisuales, medios de comunicación, dependencias gubernamentales, organizaciones, universidades, propuestas pedagógicas alternativas, antropólogos esotéricos, niños índigo, profetas del transhumanismo, entre otras instancias y entelequias. Después de haber merodeado decenas de proyectos tecno-redentores, de haber alcanzado la asesoría de Conectar Igualdad, programa estatal dedicado a acortar la denominada brecha digital, de haber complotado para convertir en viral a La Educación Prohibida, primera película argentina financiada colectivamente, crítica de la educación tradicional y defensora de pedagogías para seres humanos del nuevo milenio, el joven hacker traicionó a sus pares y al anhelo intrínseco de un nuevo orden social que habrá de trascender el Mercado, el Estado y el Capital con las nuevas tecnologías como estandartes. La historia de ese infatigable experto de personalidad múltiple es conocida por quienes voluntaria e involuntariamente formaron parte del entramado al momento del atentado y de su triunfo repentino. Para el resto, el hereje digitalista -¿mutante en un sistema al borde del delirio?, ¿parásito de ciénagas académicas?, ¿engendro de la wikipolítica? ¿gurú anti-sistema?, ¿revolucionario?, ¿terrorista?, ¿impostor?, ¿héroe del siglo XXI?- es un anónimo.///