Odio lúcido. Diario de un nóia

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´Estou apenas, e não sou guiado por nada.´ –  Edson di Carvalho. Nossos mortos [2013]

-18 al 19 de julio de 2013 [9pm – 4am]-
Conocí a João, un domingo. Esa noche estaba además Henrique, joven, morrudo y con su peculiar modo de hacer amigos vendiendo erva, maconha o lo que pidieras.
Días después, a media tarde, a la entrada de la cámara de los vereadores, los ediles, me reencuentro con João. Habló largo -dinero, policía, corrupción. Hablaba y señalaba arriba, reconcentrado.
Jueves 18. Fui por fin a su casa. La milagrosa hospitalidad de un crackeiro.
Me cuenta la historia de la mujer con la que tuvo un hijo. Se siente abandonado. Me cuenta también que fue despedido hace tiempo de un trabajo, por negro. El prejuicio hacia él. De pronto estamos discutiendo sobre los jornalistas asesinados en Brasil. Mezclamos a cada rato. El prejuicio hacia mí y la cobranza por mi incapacidad. Me pierdo, pero no por la maconha, como insiste, sino porque me quedo pensando en qué dice y si tiene coherencia. Entiendo igualmente gran parte, le digo.
Me llama ´Espectro´, alguien que solo vive como reflejo. Ríe sostenido, y repite, ´espectro´. Él es el Anónimo. Su apodo podría también ser el nombre de pila legal que creo conocer por error y sobre el que nunca indagué. João, el Anónimo.
Los moradores de rúa. La vida en la calle. Los centros de día –o de acolhida- para comer y bañarse, o la inmensidad del espacio a la noche cuando deambulan ciegos, el albergue municipal, o las rondas de busca y rebusca por la avenida Andaló.
João odia al sistema de salud que sólo le da dinero y estatus al médico –dice- cualquiera sea su función, mientras los moradores ficam na sua, repite, aunque ya no se enoja.
Vivir de pie, entre la violencia. Odio lúcido. El crackeiro ve la estratificación que premia: dinero, carro, bunda gostosa. Apartheid es esta sociedad brasileña. Su cúspide, dice João, es nada. Por eso hay tantos depresivos arriba que deprimen a los de abajo.
Número de crackeiros en Rio Preto. Muchos. Y de moradores de rúa. Unos mil.
Molequinho crackeiro, pibito viciado. De su boca sabe João de por lo menos tres robos a mujeres: uma namorada novinha y otras dos mayores que lo convidan con crack para cebarlo y a las que después les cae a robar. Unos dieciséis años, el moleque y de familia de policía. Sus tíos, ricos. En la casa de la novia era la atracción. Le hacían sacar la camisa para mostrar el tanquinho, dice João, el pecho a las damas que rodeaban una piscina. Y a la chica le afanaba guita cuando estaba durmiendo, post-coito, remata con el mismo pudor que lo lleva a esconderse para encender la piedra.
Muchas veces a oscuras, él fuma, yo fumo, afuera el centro de Rio Preto.
Al pendejo crackeiro que paseaban en cuero por la casa para que los invitados e invitadas lo vieran y se babearan, se culeaba a la pendeja, su novia, y se la montaba a la madre también, y a las dos les robaba. Le pregunto si no se clavaba al padre que escucharía mal que mal y de rebote las biabas.
No le gusta nada mi pregunta. Se ofende. Hay una tercera cuestión. Me la reservo. Algunos crackeiros ven en esa acción que queda a medio decir una venganza. Otros buscan para dársela por aprovechador y por provocar mala fama. La venganza, la delación, la agresión son más bien chicanas para hundir a algún equis. Es una historia de la que me gustaría saber más, pero hay prioridades.
Primera salida. Regla fundamental. No somos responsables de lo que hace el otro, aunque sea una mierda.
Avenida Bady Bassit. Noche. Caemos a uno de los buracos para dormir donde está un amigo de João con una facada (que no vi) en la cabeza. Sí vi una sigla –SF- que el corte de pelo dibujaba al costado. Según ese amigo significa ´security force´. Insiste con la sigla y con la de los EE.UU. Con su conversa ronca, el nóia de la sigla en la cabeza, al que más adelante conoceré como el Frankie, habla de matar.
Me dice el ´Cara Pálida´. El Anónimo asiente. Está convencido de que necesito ser adiestrado, saber mirar en los recovecos que forman la calle y la noche, apenas interrumpida por el naranja enfermo de los faroles. Otros moradores, en un futuro, me hablarán del ascetismo y del conocimiento de sí que es vivir en la calle.
La primera salida nocturna deja a João cansado y agresivo. Al día siguiente me dirá que la familia le enseñó a ser educado. No podía decirme que me fuera.
En la vuelta de todas formas me cuenta su antiguo deseo de estudiar policía, casi un secreto. Aplicó para la PM [Polícia Militar] y falló en un test psicológico. Antes me había dicho que a los 18 había estudiado inglés y otros idiomas. Pensaba formarse para salir de la nóia. Es un fracaso, así lo dice, que le duele.
Paranoia y enigma. Me dice João que si lo pienso bien, así como los EE.UU. infiltran guerrillas, al ser yo puesto acá en Brasil meses antes de que comiencen las revueltas en las que nos conocimos… ´Ou você acredita no acaso?´ Diversos caminos vacíos para un lugar común. Soledad, descrédito, falta de conexiones o conexiones equivocadas.
Me pregunta cómo llegué a Brasil. Le digo ´oea´. Sonríe por lo bajo interminables segundos. Después es carcajada y silencio. La sala vacía, la ventana a la calle por la que entra la única luz de la casa en ese momento y también el fresco.
Muchas veces me lo aclaró. No me da ninguna historia. Habla. Retengo. Pongo lo mío.

-19 al 20 de julio de 2013 [2pm – 1am]-
Me ligó a las 11am. Hablamos a las 2.30pm. Ahora parece que me va a ayudar a escribir y que me va a sugerir ideas. A la noche no porque está la señora de al lado a la que le molesta el ruido. El asunto era nomás que quería consumir.
Es de las pocas veces que lo veo con crack. Al llegar me dijo que esperara, que estaba en el baño. Fumó a escondidas en la pieza. Más tarde preparó un poco mientras yo comía lasaña que había llevado. Estaba loco y tranquilo.
Pusimos una lamparita en la sala principal sin luz. A la casa se entra por ahí. Hay tres sofás desvencijados todos ocupados con revistas apiladas -para disfrazar.
João fuma por la mágua, por estar maguado. Cuando se siente solo y rechazado, piensa ´vai se fuder, vou fumar todo´. Ayer me contó más del hijo al que no ve.
João nació en Sampa y vivió hasta 2008 o 2009 antes de mudarse a Rio Preto. En 1996 o 1997 comenzó con el crack, previo paso por la cocaína. En aquella época, compraba en una boca conocida por la pureza como ´cem por cento´ (digamos, la bolsita de polvo puro a R$ 10).
Una mujer en Sampa y otra menina local a la que conoció a unas cuadras, por la rúa Marino. Crackeira que lo usó, según él, para consumir sin pagar. Después se fue con los nóias de la plaza de al lado de la biblioteca –lo que ahora es a praça de graça-, la antigua cracolandia de Rio Preto.
Hoy recién vi en la heladera un papelito con fecha del 19 de septiembre de 2012. Tiene dos frases, una escrita por él, otra por la menina gostosa. Frase do João: ´Não é saudável ajustar-se a uma sociedade que está doente.´ Frase da menina: ´As pessoas gostam de você proporcionalmente ao que parecem…´ (Em esta frase -me diz- falha a concordância).
Segunda salida nocturna y de ronda.
Le presté um diezão para la dosis. Bajamos por una calle perpendicular a la del centro y llegamos a la avenida Andaló. En la esquina esa no había piedra. Subimos hasta el puente que cruza y que une Independencia con la avenida Potirendaba. Le conté que conocía ese posto de gasolina. Pasé por ahí, semanas atrás, arriba de la catraca São Francisco.
La ciudad está vacía, sórdida.
La plaza a la que estamos yendo a comprar queda tres o cuatro cuadras para adentro de la Potirendaba. La referencia, en una zona siempre en penumbras, es la escuela. El recorrido total es de cincuenta cuadras. Caminamos. Dentro del barrio nos mantenemos yirando. Los dealers corren de un lado al otro. Mi presencia los hace desconfiar. No ser del barrio es un problema. Ser gringo es un problema inaudito.
Aparece un señor de unos cincuenta años que se queja. Cómo puede ser –creí entender Cecilio de nombre- trabajar toda la semana para llegar al viernes y tener que andar corriendo moleques -pendejos- que se escapan y que no quieren dar el bagulho, a pedra. Ciertamente son esquivos. Cecilio es albañil, pedreiro, trabaja con lajas y, según dice, lo hace para un empresario rico y dentro de un condominio importante.
Los punteros tienen un intrincado sistema de control. Algunos rajan mientras los vigías pasan la información, cuadra a cuadra, vía celular de los movimientos de los visitantes. (Las chicas que venden dosis son magníficas a la vista.) João se enoja y me reta porque hablo muy alto. Siempre cree que hablo alto y que doy información. Puede que tenga razón.
Si me mando la cagada, él no me defiende, ni se arriesga. Lo sabemos. Pero si la cosa se pone pesada porque sí, ahí se ve. La segunda salida fueron dos horas de caminata. Abandonamos una zona de calles con nombres portugueses -Lisboa, Estoril- con canchas y con casitas ordenadas que conviven con la droga fuerte. Por la zona vi también una creche –un jardín. A la ocupación de la cámara de vereadores fue varias veces una trabajadora social; tal vez trabaje ahí. No es tan lejos del centro.
Volvimos más rápido. João dice cosas que quería decirme ayer, me habla de la encuesta artesanal que hizo sobre la ocupación de la cámara. Muchos estaban en contra. La idea de representación que tiene el brasilero es no de igual a igual sino de idealización, dice. No explica más aunque muchas veces no hace falta. ´Se es ser humano hasta ser político´, había dicho João en los días de la ocupación. João como DaMatta ve que el punto, en esta sociedad, es poner el pie sobre el otro: ¿sabe usted con quién está hablando?
La idea de subordinación lo vuelve loco. Es la misma que usa al agredirme, al tratarme de estúpido y de sin memoria. En algún momento sabré que quería ponerme de testigo inventado en un juicio que el propio João le seguía a un supermercado por echarle encima los guardias de seguridad bajo sospecha de ser él un carterista.
El crack es peripatético. Da mucha energía, se anda y se anda. Produce infinitos pensamientos, y paranoia, según me cuenta y lo advierto. Al final, en la vuelta, João se asustó de una barca de poli y se adelantó. En la puerta de su casa nos separamos. Estaba apurado por entrar a fumar. La piedra le dura poco. Lento es el ritual que, hoy vi, tiene muchos pasos. Después sale a caminar solo por horas.
A nóia.
Um nóia.
Nego maluco.

-20 de julio de 2013 [4pm – 6pm]-
Como anoche le había prestado dez contas pra o rolé, a eso de las 4pm me convidó a comer. Le había prometido ir a la feria de verduras para ver cómo trabajaba. Engripado, me levanté tarde. Por la fumata, él también. Cuando llegó a su puesto, estaba ocupado por otro. Pasó por algunos restaurantes, consiguió marmitex y me invitó. En alguna caminata, algo vio. Remarcó que tal vez la policía estuviera persiguiéndolo. Con el paso de los días se ha mostrado más paranoico. Quiere contarme menos. Fui claro desde el comienzo. Le dije que no quería decepcionarlo.
Intenté por dos veces que me dijera cómo sucedió, en la ocupación, lo del menininho crackeiro, entre el viernes y el sábado pasados. Ya me había dicho alguna cosa sobre la actuación de Marilia que no lo había cuidado bien al pibito, etc. Pero no conozco la historia base y él -me dice enojado- se cansa de repetir. El problema no es repetir sino completar historias que empieza y que deja.
João me cuenta su idea de ir a ver a un vereador para pasarle info. Dije que no. Luego me dirá que reflexionó sobre eso. Estaba mal.
En una tevé pequeña colgada de un rincón miramos un partido de un descendido Palmeiras, equipo al que seguía cuando vivía en São Paulo. Me explica (ese es su tono) que no hay que idealizar a los moradores de rúa. Todos en la escala social son bandidos: cada cual busca aprovecharse del otro y cagarlo. Por eso, aunque en el fondo la acción contra el menino de la ocupación haya sido ruim, el error era querer protegerlo.
Entre los moradores de rúa hay asesinos, violentos, locos, crackeiros, personas que eligen esa vida y todos quieren sobrevivir. En medio de esa explicación, vuelve a la historia de cuando lo echaron de la fábrica -o empresa- en la que trabajaba. Ahí perdió todo. Lo rajaron por negro. Esa es su mayor mágua. Está revoltado frente a la injusticia.
La nóia.
Quiere volver a ocupar un lugar social: trabajador con dinero y familia. Le digo que me parece que la sociedad brasilera funciona así y que, en todo caso, podría desear otra cosa. Pero no me escucha cuando le hablo de contradicciones.
Es Testigo de Jehová -a primera vista no parece un dedicado practicante. Iba a una iglesia del barrio. Dejó de ir. Lo habrán discriminado por fumón.
Maconha / crack. A la primera la odia y, además, la relaciona conmigo. Dice que me olvido por usarla. Defiende al crack. Da más lucidez.
Le pedí que me acompañara al barrio Santo Antonio, buraco de los buracos en Rio Preto, pero ahí no tiene entrada. Está peleado con algún foda y lo creen de la policía. Uno prometió matarlo. Me dijo que fuera con el gordito de la toma -Henrique.
Esa misma tarde del partido de Palmeiras, hablamos del rap de los ochenta en Sampa. El inicio en las catacumbas paulistas de lo que hoy virou chic. Me contó también de su adicción a navegar y a hacer amigos virtuales. Por una hora rondamos la computadora.
Antes de despedirnos, me dijo que más tarde, cerca del albergue –Bady Bassit e Independencia- podía ver los cachorros quentes, las saladas de fruta y los refrescos, todo eso que les dan a los pobres moradores rejuntados, a la espera.
Fui y me quedé en la esquina del Banco do Brasil.
Los del dormidero cercano al banco, los del otro dormidero cerca de Vila Dioniso (un bar), más los del albergue, cuento unos 20 moradores de rúa. Como mucho, Rio Preto debe tener unos 100, pero está el mito de los miles.
Los negocios cierran a las 6pm. Antes de las 8pm, sus techos o sus aleritos de ingreso, se pueblan de futuros durmientes. Muchos dejan los trapos disimulados entre los arbustos. Otros nunca duermen y hacen base y deambulan.
Estoy en una pilastra del banco. La espera termina. Llegan tres autos de alta gama. Los baúles largan viandas (comida, bebida, postre). Suelen también repartir ropas. Blancos de clase acomodada que pertenecen a iglesias evangélicas. Esa dádiva es su militancia.
João me había tirado el dato de la repartija para ver qué hago.
Volví a encontrarme al Frankie y esta vez me apodó Renato Ruso.
Al acercarme al grupo que recibía los lanches, esas limosnas, me ofrecieron uno. Dije no. La invitación era ya alimento. Estaba satisfecho.

-03 de agosto de 2013 [6am – 9pm]-
Este sábado nos vimos. Pasé por la casa a visitarlo y salimos a dar una vuelta. Desde la última entrada que registré en el diario, hubo encuentros más breves.
Un viernes -después del fin de la ocupación y de una semana complicado por la garganta- fui a la casa. Hacía frío. Lo acompañé hasta una iglesia pasando la Andaló, cerca de la plaza de la Higuera donde suele parar el Hippie y donde escuché de boca de Zé la historia de la expulsión de los negros de un barrio décadas atrás, hoy residencial, el Boa Vista.
João quería mostrarme otras maneras de cómo la clase alta alienta a la caridad. En la ida y la vuelta de la iglesia –salón de recepción, mesas con manteles, platos finos y hasta banderines de cumpleaños para los veinte o treinta necesarios famélicos- el Anónimo repasó mis acciones en las salidas previas, mi falta de experiencia, mi poca viveza.
Me fui rápido. Dejamos por la mitad la charla sobre Rio Preto. El Anónimo cree que algo del pasado caipira y de las fazendas que hay desparramadas por toda la zona llevaron a una relación rústica entre las personas. Si sumamos a esto el dinero, es explosivo. Lo compara con la apertura de las personas de Sampa, a la que extraña.
Eso fue un viernes.
El sábado 03 deambulamos y llegamos al centro, a la zona de la iglesia principal, la catedral. Atardece. En un buteco, barcito de la esquina está el Hippie escuchando Marley en una rockola, borracho de cerveza y pinga, y fumado. Baila.
Cruzamos de ahí a la plaza.
Aparece la gente de la rúa, todos se conocen entre sí. Éramos el Hippie, el Anónimo, el Frankie, el chico de bermudas azules y otros dos. Mala onda. Unos colombianos andaban merodeando –no entendí si en la calle o en la plaza. Agitados por el asunto ´gringo´ pasaron a hablar de Argentina, de cómo es, de cómo se habla, según había desparramado el Hippie que había vivido en Uruguay, casado con una local, y viajado por Argentina.
Esto, por momentos.
El Frankie -el que tenía ´SF´ dibujado en la cabeza- contaba que le habían pegado y que quería comprar un arma para matar. Lo decía así: quiero matar, como se desea un caramelo. Parece inofensivo. Habló del accidente en una moto –mostró la cicatriz en la pierna- y de cómo pasó sus días en el hospital cumpliendo años. Mezclaba. Insistía con que le habían dicho nazi porque estaba rapado a los costados. La vestimenta es importante. Según el Frankie, se viste mejor ahora, que está en la calle, que antes. Al de bermudas azules lo llaman ´mendigo-boy´, es decir, ´mendigo playboy´, usa las mejores ropas posibles y le gusta hacerlo.
Hablaron del Comando Vermelho y de otra organización criminosa. Son el verdadero Estado, las únicas organizaciones que hacen sentido y a las que deberían responder. El código de Comando Vermelho son la ´c´ y la ´v´ formadas con los dedos índice y pulgar de una mano, índice y medio de la otra. Es un tema que pone serios a todos.
Salimos de la plaza ya de noche. El Hippie –escabio y pesado- me pidió una mochila porque no tenía dónde poner las artesanías que vendía. Bajamos desde la plaza hasta la avenida Bady Bassit e Independencia. Como era sábado había mucha gente –llegué a contar más de 25. Nos quedamos dos horas hablando.
Ahora, desde adentro. Estoy sentado, y miro la caravana de autos y de motos de alta cilindrada custodiada por la policía que pasea. Bocinazos. Aceleradas. Faquius a los moradores. Tema de ronda. El desprecio les duele más que la falta de hogar.
Pararon luego algunos autos con pocas cosas. Bajó un señor gordo que parecía de una iglesia, aunque no sé. El Anónimo habló del dinero que se pone tres veces, en los impuestos, en el pago a los trabajadores (médicos, asistentes), en la dádiva.
Universal justificación del presupuesto: el personal estatal aburrido se violenta contra los moradores de rúa porque sí.
Anónimo remarca siempre dónde comienza la violencia, quién la genera, cómo se la ve desde el otro lado, que es su lado. Una cosa es hablar desde la cámara de vereadores, otra es estar a la intemperie. Durante la janta de ese sábado, en una camioneta negra, pasa uno de los operadores que semanas atrás estuvo en la ocupación -donde conocí al Anónimo. Espías, vigilantes, informantes. En Rio Preto casi nada permanece fuera de control.
Días más tarde, escribo rápido, hoy es 07, le llevé al Hippie, a la plaza de la Higuera, una mochila. Una forma de pago por lo que implica hablar con él. Me cuenta historias y no soy sincero si no aporto. No le importa que yo tome nota. Me promete que me va a devolver la guita de la mochila con artesanías. Hablamos del albergue. Reconoció la mala vibra del lugar y la policía municipal que hincha las pelotas. Por una cosa, por otra, el Hippie anda high cada día. Fui cerca de las 6pm y se iba para la Bady Bassit a comer.
A las cobras hay que matarlas desde pequeñas, no dejarlas crecer –eso repetía João. Era su lema. El Frankie firmaría. El Hippie sonriente diría también que sí y pediría otro trago de erva, de maconha, de pinga, de cachaça, de cerveza o de crack, qué importa.
Sólo importa la nóia.
La nóia es la lucidez que odia.

Rio Preto, 18 julio al 07 de agosto de 2013//

Publicado originalmente en Revista Colofón

*Dibujo: Lucas Iranzi

Las doscientas ochenta y nueve fojas que pulverizaron la ficción paranoica [2015]

Epígrafe #1 [Infierno]
“Para el bienaventurado, el orbe diabólico es una región de pantanos, de cuevas, de chozas incendiadas, de ruinas, de lupanares y de tabernas. Los réprobos no tienen cara… pero se creen hermosos. El ejercicio del poder y el odio recíproco son su felicidad. Viven entregados a la política, en el sentido más sudamericano de la palabra; es decir, viven para conspirar, mentir e imponerse.” – J. L. Borges. “Prólogo”. Emanuel Swedenborg: Mystical Works [1965]

Epígrafe #2 [Intricada trama; entramado ficcional; Kafka]
“…para arrojar luz respecto de los hechos sobre los que versa la denuncia formulada el 14 de enero del año en curso por quien en vida fuera…”(f. 2); “…pues en un escrito de 289 páginas formuló el relato de una compleja red de sucesos –algunos reales, muchos otros conjeturales o hipotéticos, y otros claramente irreales…-, a la vez que desarrolló una intrincada trama de interpretaciones subjetivas acerca del alcance de aquéllos.”(f. 5) “Y a partir de allí construye un entramado ficcional, que reposa en una premisa inicial…”(f. 51) “Se trata de una mera conjetura, construida sobre un argumento… jurídicamente pueril.”(f. 55) “Salvo que la denuncia partiera de la idea de que en nuestro derecho podría haber tenido lugar un trámite inquisitivo inspirado en ´El Proceso´ de Kafka…”(f. 56). – Dra. Angelina M. E. Abbona y otros. Presentación Procuración del Tesoro de la Nación ante Juzgado del Dr. Rafecas. 13/02/2015. [www.ptn.gov.ar ]

Apunte #1 [Ficción paranoica]
El jueves 10 de octubre de 1991, el suplemento “Cultura y Nación” del diario Clarín anuncia un ´texto exclusivo´. Ocupa dos tercios de la tapa el dibujo de un rostro anónimo y terrible –calvo, ángulos duros, nariz chata y quebrada, boca y dientes caóticos, ojos de pura pupila que incomodan al observador tanto o más que el revólver de pequeño calibre que engalana su mano (y con el gatillo pulsado). La imagen se repite por dos veces en mosaicos diminutos, uno de ellos invertido. La inversión reaparece en una letra ´R´, parte del título que enrostra: “La ficción paranoica”. Este ´texto exclusivo´ fue cedido al suplemento por el autor, contra su hábito o manía de reescribir de forma incesante. El autor -de allí el texto- dicta por esa época un curso en el Departamento de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es, a la vez, escritor y crítico literario, y es un agitador al que no le gustan las aguas quietas. Con sus bajadas, copetes, etcétera, la edición orienta la lectura hacia el ámbito literario –Ricardo Piglia reflexiona sobre los géneros y esboza una nueva categoría narrativa. El origen de esta nueva categoría -la ficción paranoica- se retrotrae, en la versión de Piglia, al surgimiento del género policial, mediados del siglo XIX, en manos de Poe y a través de su ´genial invento´: el detective –figura formal y social- que enfrenta el problema de la ley, o de la verdad, desde una posición marginal, no institucional. El detective, corazón del género, pone en evidencia que la institución a la que el Estado le delegó la problemática de la verdad (o de la ley) -la policía (y agregaría, la justicia)-, no sirve. “El detective es una figura… que está en tensión con el mundo del Estado, con lo que –con una ironía seguramente involuntaria- se llama la inteligencia del Estado. Frente a los servicios de inteligencia del Estado y a la inteligencia del Estado como tal aparece [la] inteligencia privada [del detective]…”. El género policial extrema una condición de toda narración: saber qué sucedió realmente. Es una condición dramática porque hay una pregunta –qué sucedió– y, además, hay un muerto. Desde su origen, el policial se entrevera con las condiciones sociales: sociedad de masas, multitud, anonimato, amenaza, el ´otro´. El gran tema del género es quién se encarga de la seguridad privada -tópico discutido en la Argentina a rabiar, reflexiona Piglia, por sus conexiones con el autoritarismo. Con el transcurso del tiempo, por su inevitable combinación con otros géneros populares (fantástico, ciencia ficción) y en tensión con el entramado social, el policial se transforma y alcanza un nuevo estadio. Agita: ´Los contenidos sociales del género pasan por la constitución de una subjetividad amenazada. El policial es un género capitalista en el sentido literal. Nace con el capitalismo, tiene al dinero como una de sus máquinas centrales, es un tipo de literatura mercancía, trabaja con fórmulas, repeticiones, estereotipos. Estos elementos sociales y formales presentes en el género se exasperan hoy y dan lugar a esto que he llamado la ficción paranoica.´ Las ideas de amenaza y de la vida puesta en peligro se han visto exacerbadas en el imaginario contemporáneo y la literatura paranoica se encarga de ellas. Una conciencia paranoica narra mediante dos instancias: la primera, la idea de amenaza, el enemigo, los enemigos, el que persigue, los que persiguen, el complot, la conspiración; la segunda, el delirio interpretativo que quiere anular el azar -un mensaje cifrado me está dirigido y todo obedece a una causa oculta. Por eso –y retornando al género madre- el policial se entrelaza con el psicoanálisis que no se sabe si es un saber sobre el delirio o un delirio sobre el saber. “Esto no es un chiste porque… se aprende del delirio. Hay una verdad. El delirio interpretativo es también un punto de relación con la verdad.”

{Paranoia y condición dramática: saber qué sucedió y saber por qué hay un muerto; amenaza, intriga, investigador e inteligencia estatal; delirar e inventar el porqué; y las palabras desde el más allá con las que nos habla el muerto: plan delictivo y urdido y sofisticado; confabulación orquestada y accionar criminal; impunidad y justicia; atentado, encubrimiento, maniobra; falsa teoría alternativa; nuevas hipótesis y pruebas nuevas y otros enemigos; manipulación y rosario de mentiras.}

Apunte #2 [Teoría del complot]
El 15 de julio de 2001, Piglia ofrece una conferencia complementaria, por su temática y por su carácter oral, de la clase antes reseñada. El texto se conoce bajo el título “Teoría del complot”. El complot –comienza- supone una conjura y es ilegal porque es secreto; su amenaza radica no en sus métodos sino en el carácter clandestino de su organización. “A menudo, el relato mismo de un complot forma parte del complot y tenemos así una relación concreta entre narración y amenaza. Podemos ver el complot como una ficción potencial, una intriga que se trama y circula y cuya realidad está siempre en duda.” El (actual) exceso de información produce un efecto paradójico: lo que no se sabe puede ser la clave. La búsqueda de la clave oculta que descifre la realidad conduce a la paranoia y ésta, más allá del caso clínico, es “…una salida a la crisis de sentido. Con frecuencia, para entender la lógica destructiva de lo social, el sujeto privado debe inferir la existencia de un complot.” El complot es una forma de ficción; está en la relación entre información y experiencia; está en la idea de revolución (en Marx, según Gramsci; en el partido leninista; en Guevara); y está en –o al menos permite pensar- la política del Estado. En este punto de la exposición, Piglia retorna a aquella ironía seguramente involuntaria mencionada en 1991. Merece la cita su extensión: “…hay una política clandestina ligada a lo que llamamos la inteligencia del Estado, los servicios secretos, las formas de control y de captura, cuyo objetivo central es registrar los movimientos de la población y disimular y supervisar el efecto destructivo de los grandes desplazamientos económicos y los flujos de dinero. A su vez, el Estado anuncia desde su origen el fantasma de un enemigo poderoso e invisible. Siempre hay un complot y el complot es la amenaza frente a la cual se legitima el uso indiscriminado del poder. Estado y complot vienen juntos. Los mecanismos del poder y del contrapoder se anudan. El complot sería entonces un punto de articulación entre prácticas de construcción de realidades alternativas y una manera de descifrar cierto funcionamiento de la política.” En continuidad, Piglia revisa una tradición literaria vernácula que trabaja la política como conspiración, como gran máquina paranoica. En ese camino, menciona a Leopoldo Marechal, a Macedonio Fernández y se detiene en dos pesos pesados. El primero: “Arlt siempre está escribiendo la historia del presente porque capta la noción del complot como un nudo de la política argentina… Arlt [en Los siete locos] capta la existencia del complot como lógica del funcionamiento de lo social más que de la sociedad…: la noción del complot está trabajada como núcleo de construcción de la complejidad de la política y… como el modo que tiene el sujeto aislado de pensar lo político.” (Había dicho en un texto de 1992, “Roberto Arlt. La ficción del dinero”, en La Argentina en pedazos: “Arlt supo captar el centro paranoico de esta sociedad. Sus novelas manejan lo social como conspiración, como guerra; el poder como una máquina perversa y ficcional. Arlt narró las intrigas que sostienen las redes de dominación en la Argentina moderna.”) Y el segundo peso pesado, con un conspirador invitado de lujo y nuevamente por medio de cita extensísima: “Borges también trabajó el complot como un elemento básico en la constitución de la ficción. ´Tlön, Uqbar, Orbis Tertius´ [cuenta] una conspiración que acaba por sustituir a la realidad misma. Un texto como este… permite percibir la presencia de la ficción en lo real, la ficción en la política, la manipulación de las creencias, las historias que se vuelven reales. Lo mismo puede decirse de ´Tema del traidor y del héroe´… Y hay… un texto extraordinario… el más político de Borges, ´La lotería en Babilonia´, donde [el Estado organiza] una vasta maquinación para determinar la experiencia de vida de los sujetos a través de sorteos periódicos… [El] punto de partida que encuentra Borges para escribir aquel relato sobre conspiración y políticas del Estado está en un fragmento del libro V de La República de Platón… La República… es un texto fundador de lo que entendemos como la construcción de la realidad desde el Estado. En el libro V… se reflexiona sobre el tipo de relaciones sentimentales que se darían en una sociedad perfecta… Es una concepción conspirativa total: el complot es el mundo social mismo. A través de [ingeniosos] sorteos se va a decidir cómo se establecen las relaciones sexuales entre los sujetos… Y lo extraordinario es que Platón señala que el Estado va a hacer trampa.” Y agrego un fragmento del ensayo “El último cuento de Borges” [en Formas breves, 2000]: “Los grandes relatos de Borges giran sobre la incertidumbre del recuerdo personal… y la experiencia artificial. La clave de este universo paranoico [es] la manipulación de la memoria y de la identidad. Tenemos la sensación de habernos extraviado en una red que remite a un centro cuya sola arquitectura es malvada. En ese punto se define la política en la ficción de Borges. Basta leer ´La lotería en Babilonia ´…”

{Estado y complot; ficción en la política; maquinación; exceso de información; clave oculta; construcción de la realidad desde el Estado, pero siempre siempre desde el hiperespacio; y hay un muerto en un baño con un tiro en la sien que parece de Tlön, como esos conitos de metal, y como la miríadas de relatos en un mundo tan creíble como una canción; y el muerto cantó: rosario de mentiras, manipulación, falsa premisa; pactos secretos al público escrutinio; intermediarios clandestinos, infiltrados, estaciones de inteligencia; descrédito y campaña mediática; nuevo engaño argumentativo, puesta en escena, realidad procesal tergiversada, maquillaje, estrategia para impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal.}

Apunte #3 [Insano hiperespacio]
La conspiración y la paranoia (cara y cruz de la relación ´sociedad e individuo´) habitan este mundo desde tiempos tan remotos como la política que en ellos germina -aunque, como veremos, el ´entre milenios´ las estalló. Además de los textos de Piglia, el interesado puede recorrer el volumen del actual director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, Filosofía de la conspiración: marxistas, peronistas, carbonarios [2004]. “Leemos y escuchamos a diario la palabra conspiración… En la senda de los más porfiados vocablos de nuestras conversaciones, se hace presente sirviendo la causa de dos amos: el Estado y la Intimidad. En el primer caso, quiere definir lo que amenaza; en el segundo, lo que armoniza.” Palabra más, palabra menos inicia González su libro y continúa. En 2009 Pablo Besarón publica La conspiración. Ensayos sobre el complot en la literatura argentina y retrotrae su red hasta inicios del siglo XIX con el ´Plan de Operaciones´ [1810] del asesinado en alta mar, Mariano Moreno, “…pasando por el Facundo de Sarmiento, la Amalia de Mármol y… ´El matadero´ de Esteban Echeverría.” Piglia, en “La ficción paranoica”, indica la contemporaneidad del libro de Sarmiento con el surgimiento del policial y lee el Facundo como uno de los textos fundadores de la investigación asociada a develar el enigma de un ´monstruo´, figura que encarna al ´otro´ en la sociedad moderna, punto de partida de la paranoia. En tanto categoría, ´paranoia´ se codifica décadas más tarde, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, con el desarrollo de la teoría psicoanalítica. Da el puntapié “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (´dementia paranoides´) autobiográficamente descrito (Caso ´Schreber´)” [1910-1911], texto en el que Sigmund Freud, a través de un ejercicio de crítica analiza las Memorias del juez alemán Daniel Schreber (quien narra sus íntimas relaciones con la divinidad). En 1932, Jacques Lacan presenta su tesis doctoral: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Años después, esa tesis es la base del surrealista método crítico-paranoico de Salvador Dalí. Pasan las décadas y en los sesenta, en el contexto de las revueltas político-culturales de entonces, la paranoia (y la esquizofrenia) aparecen como categorías para pensar los nuevos sujetos que rechazan los parámetros del mundo occidental, que se inclinan por la mística oriental o africana o amerindia, que proponen nuevas identidades sexuales y que atraviesan esas experiencias deambulando por los revolucionados pasadizos mundanales munidos de sustancias ya naturales, ya sintéticas. A partir de allí se consolida la codificación de este mundo esquizofrénico y paranoico en base a tres instancias interconectadas: el ya mencionado uso de drogas que permite fragmentar la psiquis del individuo; la exacerbación del capitalismo basado en el mercado de consumo; el desarrollo sostenido de la cibercultura y de sus tecnologías asociadas. Uno de los íconos culturales de esa transformación es el escritor de ciencia ficción norteamericano Philip Dick –una especie de doble literario de Borges y, a la vez, como lo repite Piglia, un continuador involuntario de la literatura conspirativa, paranoica y política de Arlt. Dick muere en 1982. En 1984 la revista Science-Fiction Studies publica de Carl Freedman el artículo “Hacia una teoría de la paranoia: la ciencia ficción de Philip Dick” [“Towards a Theory of Paranoia: The Science Fiction of Philip K. Dick”]. Freedman advierte en la literatura de Dick una herramienta fundamental para revisar la configuración del capitalismo tardío (o post-industrial, el surgido de la segunda posguerra) atravesado por las ideas de paranoia y de conspiración. El artículo tiene tres momentos centrales: a) una reseña del análisis de Karl Marx del ´fetichismo de la mercancía´: en el mundo capitalista, como si fuera en una novela de Dick, el producto del trabajo –objetos, máquinas, gadgets, lo producido y lo consumido- adquiere vida propia y se vuelve contra el individuo; b) una crítica a la reducción freudiana de la paranoia como enfermedad: la teoría psicoanalítica pone en juego un ´ego burgués´ y esconde el carácter esquizofrénico del sujeto en el capitalismo; c) una reconsideración de la revisión lacaniana de ese sujeto ahistórico y culturalmente construido por Freud: para Lacan la paranoia es el paradigma del desarrollo psíquico, establece un tipo de interpretación racional mediante un sistema cuyo centro es el Yo del sujeto, es decir, la paranoia es una forma de adquisición de conocimiento. En su clase de 1991 –recuerdo- Piglia remarca que la paranoia y el delirio son formas de acceder al conocimiento e indica, al pasar, que paranoia y mundo capitalista van de la mano (y en “Teoría del complot” dirá que contra el mundo capitalista solo podrá irse con un complot contra el complot y por medio de una contra-sociedad de puro goce.). En 1992, el teórico marxista Fredric Jameson en “La totalidad como conspiración” [La estética geopolítica] afirma que el sistema mundial -capitalismo tardío, período postmoderno- es imposible de representar excepto a través de un mapa cognitivo otorgado por el cine de conspiración (por caso, el film de ciencia ficción, Videodrome [David Cronenberg, 1983]). Dice: “…cuando se enfrenta al ambicioso programa de imaginar un sistema económico a escala mundial [el capitalismo multinacional], el viejo tema de la conspiración adquiere una nueva vitalidad en cuanto estructura narrativa capaz de reunir los elementos básicos mínimos: una red potencialmente infinita, junto a una explicación plausible de su invisibilidad…”. Si uno de los modos de entender el entramado del capitalismo tardío es a través de la conspiración, la paranoia que inunda el mundo post-industrial (la sociedad de consumo) emerge, por su parte, como el resultado de uno de los inventos más revulsivos de las últimas décadas: la interfaz, el ciberespacio, Internet. Dice el esloveno Slavoj Zizek en Lacrimae rerum [2006]: “…el ciberespacio [hoy día hace] realidad la fantasía paranoica [del juez alemán] Schreber…: el ´universo conectado´ es psicótico en la medida en que parece materializar la alucinación schreberiana de unos rayos divinos a través de los cuales Dios controla directamente la mente humana.ˮ El carácter psicótico e insano del hiperespacio –en el doble sentido de enfermedad y de matriz de acceso al conocimiento- estuvo en boca de quienes así lo advirtieron desde sus comienzos (los gurúes de Internet –se sabe- navegaron por mares psicodélicos repletos de cactus, de hongos, etc.). El alocado ciberespacio es la arena en la que los sujetos del capitalismo tardío consumen indiscriminadamente (información, pornografía, objetos, identidad) para luego vomitar sus paranoias, y sus parafilias. Es, por ende, una arena en la que esos sujetos múltiples, fantasmales, pueden elucubrar -o mejor, servir a las elucubraciones- que construyen las incesantes conspiraciones que tiñen el mundo post-industrial. El dickiano Pablo Capanna, ironía mediante, da una idea de esta situación: “´Paranoicos del mundo uníos´, parece ser el lema de algunas páginas de Internet… Admitamos que el mundo no anda nada bien y que con el posmodernismo se ha liberado una buena cuota de irracionalidad. En este contexto, imaginar una mente siniestra que tiene todo planificado… resulta casi tranquilizante. Las cosas adquieren un sentido, aunque sea un sentido apocalíptico, y creer que se está entre quienes lo conocen parece devolver… cierta seguridad.” [“La paranoia conspirativa”, en Conspiraciones. Guía de delirios posmodernos. 2009]

{Política clandestina: registrar movimientos de la población, supervisar el efecto destructivo de los grandes flujos de dinero; Internet, interfaz y los delirantes mundos virtuales entre el espionaje y la construcción de realidades; el control social; hay un muerto con el cerebro perforado que se enfría; la plaga del hiperespacio que opina; entonces, el muerto no se enfriará mientras más se consuma, se hable, se diga por él en el circo del sistema mundial y se repitan y se olviden sus palabras, si es que suyas son, desde el más allá: estrategia mediática para impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal; camuflaje jurídico, se conversa y se arregla de antemano sin comunicar a la opinión pública a la que se busca engañar; acuerdos ocultos, reuniones pantalla, negociaciones clandestinas y secretas y falsas; desde las sombras, diplomacia paralela de facto y maniobras ardidosas.}

Apunte #4 [Relato paranoico – Realidad psicótica]
En 1988, la revista Crisis [No. 59, 2da. época] publica el artículo de Pablo Fuentes, “El relato paranoico”. Fuentes recorre los avatares de una “involuntaria tendencia literaria”, aparecida a comienzos de los años 60, principalmente en los Estados Unidos, y caracterizada “…por una temática y una técnica narrativa estructurada en función de la paranoia.” William Burroughs, Philip Dick, Kurt Vonnegut, Thomas Disch James G. Ballard, entre otros, se diferencian de narradores anteriores como Buzzati, Arlt, Kafka (la referencia de la Dra. Abonna –pienso- es certera pero atrasa) quienes “…instrumentan la paranoia como estado mental o como mecanismo de la dinámica social.” El relato paranoico combina “el instrumental de la escritura de vanguardia… con los elementos y las convenciones de los géneros populares, en particular con los de la ciencia-ficción… [para sustentar] una mirada paranoica que se erige en una forma privilegiada de aprehensión de una realidad que oculta la amplia estructura delirante que la sostiene.” Surgido en un momento histórico altamente crítico –movimientos contestatarios, Vietnam, viajes espaciales, pop-art, psicodelia, apertura sexual, Watergate, avance tecnológico y científico- “…el relato paranoico interpreta al mundo contemporáneo como una encrucijada de elementos heterogéneos que develan… un carácter artificial en función de una red subterránea de intrigas, complots, relaciones de sentido caprichosas que tejen la maraña social.” El tiempo estalla en pedazos siguiendo una secreta lógica paranoide. El sujeto es un ente escindido conectado con un orden social entre cuyos pliegue se sospecha el caos. “La locura parece ser el sustento de la interacción personaje-medio… La función de la ficción… es socializar la psicosis y develar la mecánica delirante de la sociedad.” La paranoia funciona como un intento de restitución. Las palabras circulan con su sentido modificado y pueden acoplarse a cualquier significado. “Las palabras adquieren una literalidad peligrosa, forman parte… del entramado persecutorio… Lo imaginario desplaza al mundo verbalizado de lo social; señala la membrana íntima de las relaciones de poder, que son relaciones psicóticas… [L]os mensajes van y vienen sin dirigirse a ningún sujeto…, pudiendo cualquiera recibir el código secreto de lo que ellos plantean.” Las palabras -del relato, de las instituciones- demuestran que el orden es paranoico. Todo sistema es de control. Relato paranoico; ´realismo psicótico´. “La realidad [que] difunden los medios masivos de comunicación presenta un… carácter ficcional.” Lo real está roto. Hay “un ida y vuelta entre la dimensión social y la metafísica: la sociedad capitalista avanzada demuestra, en su mecánica, los signos de su propia decadencia y… en la estructura del universo hay una tendencia irreversible al caos…”. El relato paranoico desenmascara el funcionamiento del poder, las formas de las que se vale para sostenerse y perpetuarse. “Aparecen… las grandes corporaciones, las fantasmales multinacionales…, complejos y sutiles sistemas de control social… El poder es paranoico y actúa paranoicamente para conseguir sus fines. En muchos textos se presenta la ecuación información-poder, el que tiene la información tiene el poder: puede manipularla…, su control es la marca misma del poder. El tipo de información recibida incide… en la percepción de la realidad.” En definitiva, el relato paranoico da cuenta de una cierta sensibilidad que intenta leer a la sociedad contemporánea.

{Mecánica delirante de la sociedad; palabras que se acoplan a cualquier sentido, que vienen y que van; decadencia del sistema; funcionamiento paranoico del poder; locura; y un muerto al que igual muerto –los artífices del paranoico relato que es el mundo actual- lo hacen conspirar: acuerdos secretos, maniobras ardidosas, desde las sombras, objetivo criminal, canales paralelos, negociación, diplomacia paralela de facto, mensajes clandestinos de encubridores y de encubiertos; digitar acciones; feroz campaña.}

Apunte #5 [Paranoia, gnosticismo, ciencia ficción (en un mundo brotado)]
En 1991, Piglia piensa la ´ficción paranoica´ en el cruce entre el género policial, el fantástico y la ciencia ficción, y privilegia la matriz del primero. La mezcla permite suponer que los demás géneros también aportan a la ´ficción paranoica´, pero no abunda sobre el asunto. Pablo Fuentes, un par de años antes, enumera ingredientes del cóctel ficcional psicótico -novela negra, relato de espionaje, pornografía, publicidad, historieta, lenguaje televisivo, rock, filosofía, política, manuales de la CIA, jerga científica, religiones orientales, parapsicología- e indica que el humus de la literatura paranoica es, por su carácter conjetural, la ciencia ficción. A mediados de los años ochenta, el escritor Thomas Disch, le sugería a Piglia –siempre reacio a reconocer la fuerza del género- que la paranoia podría ser considerada uno de los rasgos específicos de la ciencia ficción. La paranoia es un rasgo específico, sugiero, porque el discurso que alienta al género no es tan racional como se supone. Sobrepasa la semejanza en el uso, la presencia del prefijo para– en un tipo de paraliteratura -ciencia ficción-; en un tipo de pensamiento –paranoia-; en una forma de acceso y de producción de conocimiento –paraciencia. Mi tesis es defender –más allá del nombre- una mayor injerencia de las doctrinas esotéricas en la conformación y, luego, en la configuración del género. Ciencia ficción, paranoia y conocimiento heterodoxo se conectan con las consecuencias que indicaré. Contra la casi totalidad de la biblioteca crítica, entiendo que en parte importante de la ciencia ficción inciden antes que el discurso científico en sí, las ciencias alternativas. La utilización de estas dos categorías necesitaría de mayores precisiones, pero alcanza aquí con afirmar que, por causas de orden ideológico, de un lado en el mundo social aparece la ciencia oficial, sancionada, aceptada como válida, mientras que las paraciencias -ciencias ocultas, esoterismos varios, espiritismo, parapsicología, etc.- son ubicadas en el rol de ´monstruos teóricos´. Entre la justeza y el prejuicio, esas doctrinas –muchas de ellas confusas por simplificadas para lograr rápidos adeptos- quedan fuera de la discusión a la hora de suponer un análisis serio de cualquier cuestión social o artística. Sin embargo, entre esa enmarañada selva de saberes de lo oculto, si se mira de otra manera, se perciben disimuladas antiguas filosofías resumidas por Fuentes en el cóctel paranoico bajo el mote de ´religiones orientales´: gnosticismo, cábala, hermetismo. Una vez atravesado el prejuicio, adoptada esta perspectiva, se entiende por qué Arlt, Dick, Borges –en particular estos dos últimos- cruzan ciencia ficción, saberes alternativos, paranoia y conspiración. (Apunto un caso pintoresco aunque coherente con lo dicho: en 1984 Freedman desliza al pasar que el paranoico juez alemán Schreber, quien en sus Memorias narra su amor heterodoxo con Dios, era una especie de escritor de ciencia ficción). Como reseñé en otro texto -me detengo ahora en un discurso heterodoxo en particular-, la filosofía gnóstica se sustenta en el principio del dios desconocido: debe existir un dios único y omnipotente, pero no les fue dado a los hombres conocerlo; los que se presentan como divinidades son potencias menores, y en muchos casos terribles, que comandan este mundo como les place a expensas de un dios alejado. Esta concepción filosófico-teológica tiene consecuencias que reverberan luego en la ciencia ficción. En la perspectiva gnóstica, una vez alcanzado cualquier principio explicativo, es posible suponer que detrás existe otro principio de orden superior, así como cuando se cree haber postulado que esa o aquella entidad es el ´dios desconocido´, detrás puede suponerse que existe otro dios que es efectivamente el dios desconocido y así al infinito. La primera consecuencia es, entonces, la ´paranoia´. Le sigue la mirada conspirativa. A los gnósticos por la imposibilidad de conocer la divinidad, les es imposible determinar qué es ´la realidad´, qué es ´la verdad´. Lo máximo a lo que se accede es al autoconocimiento, a la gnosis, al sabiduría, a través del reconocimiento de la chispa divina que existe en cada ser humano por pertenecer a la creación. Esa mínima y eventual porción de divinidad en cada uno, está presente en todo lo que existe (piedras, tierra, animales, plantas, agua, astros, etc.) y, por lo tanto, en la batalla por conocer el orden del mundo, cualquier cosa, detalle, elemento, aspecto puede conspirar, puede ser parte del plan (o del Plan) y hasta, es posible, puede ser su clave oculta. Por eso, cuando Horacio González intenta desentrañar el pensamiento conspirativo, su funcionamiento conceptual, propone una conciencia paranoica que observa al mundo mediante el parámetro del animismo: cada partícula puede tener su propio impulso vital y actuar en consecución de algún objetivo. La tercera consecuencia acentúa la faz política del gnosticismo. En base a la idea de que hay siempre un principio ulterior, los gnósticos fueron contra la conservadora concepción de una ortodoxia, de un dogma, y abrieron el juego a especulaciones febriles y corrosivas y tendieron a la anarquía especulativa. Estos cristianos disidentes fueron considerados peligrosos (y denigrados como herejes) por la naciente iglesia católica ya que enfatizaban el autoconocimiento y pregonaban la organización grupal antes que la conformación de instituciones. El gnosticismo es una filosofía que piensa la existencia del mal en el mundo (el mal serían las instituciones que lo fagocitan todo) y, por ende, revisa cómo se constituye el poder. Ahora bien, el gnosticismo y el hermetismo –las heterodoxias en general- tienen, al menos, dos vertientes en un espectro ético que va desde posiciones que defienden el autonocimiento y la autodeterminación del yo (que deriva en el anarquismo y en filosofías de la libertad y de la responsabilidad) a concepciones diluidas y forzadas que se embarcan en la pesadilla de la perfección del ser humano -superhombre aquí y ahora- y que culminan, tergiversada la teoría, en posiciones racistas y eugenésicas como el nazismo. Con ese doble rasero, la heterodoxia –formadora de paranoicos y conspiradores- fue la base histórica sobre la que se construyó el mundo de Internet, el ciberespacio, al que algunos denominan el ´Sexto Ciber-Imperio´ (recomiendo, en ese sentido, La Nueva Ciudad de Dios [2002] de Alonso y Arzoz). En un mundo como el actual que se parece bastante a las pesadillas de la ciencia ficción hereje y paranoica, los internautas poseen dos caminos en aras de la promesa del acceso irrestricto a la información –utopía enciclopédica también hermética: una es la libertad que permite la navegación y la revisión de nuestra identidad a partir del conocimiento que genera la interacción con miles de ´otros´ en la red; la otra es la del control social. El impulso que la Red dio, en términos de Zizek, a la exhibición de personalidades múltiples y perversas, a la psicosis, a la paranoia, a la esquizofrenia tiene como corolario no la mayor libertad del individuo sino su domesticación, la canalización de sus fuerzas revulsivas, o revolucionarias, a través del ciberespacio. El hiperespacio ha exacerbado un rasgo que predomina en el sistema mundial post-industrial: las fuerzas que finalmente controlan ´todo´, permanecen ocultas, inaccesibles, alejadas, pero su corolario no es, como en el caso de la filosofía gnóstica, provocar una mayor indagación personal, el autoconocimiento, etc. La conclusión de ese poder invisible –que conspira o que puede ser entendido desde la mirada conspirativa- es el sostener la opresión, la desigualdad, la ruina del 99 % de la población, en aras del disfrute del 1%. Aun así, esa aparente utopía de una Red que cobija gran parte de la humanidad bajo un falso cielo, produjo su propio antídoto de tono libertario con sus interrogantes: ¿es realmente necesario organizar –controlar- de esta forma la sociedad en su conjunto?, ¿no queda cada vez más claro mediante Internet que el humano excepto a su restringido grupo de pertenencia, no responde y hasta aborrece de los demás?, ¿por qué no abandonar la idea de centros de poder y dejar que los sujetos se organicen como deseen ya en pequeños grupos, ya permaneciendo aislados? Si de alguna manera, el cibermundo –con claras trazas de locura e irracionalidad pero de firme intención dominadora- está sustentado en ideas e imaginerías hermético-gnósticas, el contraveneno surge de ese mismo imaginario aunque en la vertiente libertaria, la del anarquismo: más autoconocimiento, menos instituciones, mayor autodeterminación en la organización, disminución del poder central, restricción de desarrollos tecnológicos, retorno a la tierra -la denominada ´naturaleza´. (Algo de esa idea aparece en el proyecto político que destila Borges en su cuento de ciencia ficción de 1975: “Utopía de un hombre que está cansado”, en El libro de arena). Si nuestra realidad es psicótica, como codifica el relato o la ficción paranoica, si a nuestro alrededor todos y cada uno de los que nos cruzamos –y nosotros a ellos- nos parecen brotados, es porque estamos siendo forzados a una convivencia indeseable para la mayoría. En definitiva, el heterodoxo gnosticismo es un hilo que permite deambular por la enloquecida sociedad contemporánea, intuir sus paranoias, y sus conspiraciones, entender en muchos casos a través de la literatura y el cine de ciencia ficción la forma en que el poder se ha construido omnímodo y oculto. Y al mismo tiempo, ese gnosticismo, en su vertiente libertaria, con acentos en el autoconocimiento, en el grupo de pertenencia y en la relación con el mundo natural, es el necesario espacio de resistencia, de contra-conspiración.

{La esquizofrénica Red y su sucedáneo –el psicótico mundo actual- con idéntico parámetro de funcionamiento: el centro del poder siempre un peldaño arriba y atrás; de un lado el control sobre las acciones de la sociedad, en la arena virtual; del otro lado, el sostén en apariencia inmodificable de los flujos del dinero hacia pocas manos ocultas; jerarquía y status quo; por eso, en un mundo delirante, el muerto con una bala en el cerebro era un paranoico, sus acciones conspiraciones, y la resolución de su deceso, un imposible cuento, como si se tratara lisa y llanamente de Ubik (de Dick); antes que la política en la ficción, la ficción como política, y sus letanías a doscientas ochenta y nueve fojas escritas: digitar acciones, feroz campaña, descrédito, deslegitimación, principal instrumentador, remover al suscripto, enorme gravedad institucional, cabeza del Poder Ejecutivo, decidió lamentablemente cometer delito, consternación constatar Sra. Presidente involucrada en vil maquinación.}

Apunte #6 [Conspiración y agente provocador: Ida, Munk, el muerto en el baño]
Filosofía de la conspiración compila conjuras desde la vieja Roma, las Catilinarias de Cicerón, hasta el mundo contemporáneo -jesuitas, masones, carbonarios, marxistas, peronistas. En ese paseo, González reflexiona sobre una novela de Piglia de 1980 estructurada, en una de sus líneas narrativas, por un arco temporal que une un historiador amateur, Marcelo Maggi, ´receptor´ en su presente (siglo XX) de cartas del porvenir enviadas por un sujeto del siglo XIX (entre filósofo, escritor y periodista), Enrique Ossorio, secretario privado de Rosas, espía de Lavalle, involucrado en la conspiración de Maza y sospechado de doble agente. Dice González: “El acto conspiracional… acostumbra a ponerse en términos de una realidad que difuminada se ficcionaliza y de una ficción que reconstruida… con su modelo real (pero ya imaginario), toma su lugar. La toma vicariamente, fingiendo ser aquella realidad anonadada, hablando como ella y asumiendo su misma confiada apatía. [Son] éstas las acentuaciones de Respiración artificial, con las que Piglia… expuso la tesis de la novela como conspiración y el pensamiento histórico como un ejercicio desesperante que asumía la forma de un complot.” [Filosofía de la conspiración, p. 221] En efecto, la concepción de Piglia de la literatura está basada en la conjura. “Toda verdadera tradición [literaria, artística, intelectual] es clandestina y se construye retrospectivamente y tiene la forma de un complot.” [“La novela polaca”, Formas breves, 2000, p. 80] El complot, y los conjurados, respiran en aquella novela, pero también en la forma de entender la literatura y en el modo –necesitaría más espacio para probarlo, aunque es una obviedad- en el que Piglia finalmente, y más allá de las esperadas discusiones, logra posicionarse como escritor consagrado en el mundo de habla hispana. Su movimiento conspirativo final es reciente y se sintetiza en la publicación de lo que podría denominarse su gran ficción paranoica: El camino de Ida [2013]. Como en la novela de 1980, en esta última predominan rasgos del policial. La imaginería de la ciencia ficción ocupa un lugar vicario aunque acechante. El camino de Ida puede leerse sin problemas a partir del conjunto de elementos literarios y sociales sintetizado en los apuntes previos. Cuenta la historia –dice que deja su ´testimonio´- Emilio Renzi, crítico, profesor, traductor (en fin, sosías de Piglia y narrador también de Respiración artificial), cuya paranoia y ruina personal se acentúan en su experiencia estadounidense. Renzi llega como profesor visitante a una universidad presentada por su anfitriona como ´cementerio de escritores´ y enclavada en un pequeño pueblo que parece una clínica psiquiátrica de lujo. Renzi –en su desquicio y lucidez, y al igual que Swedenborg el infierno- ve el mundo como un pantano inhóspito, como un espacio tenebroso, ilógico, corporativo, psicótico. En esa estadía en el corazón de la sociedad de consumo, nada le interesa más (exceptuando a su bella colega Ida Brown) que Orión, un mendigo que ronda la universidad buscando sus vituallas, y que hasta lo ignora y lo desprecia en sus soliloquios. La institución académica que lo contrata concentra la neurosis de los, en apariencia, bien intencionados tecnócratas que equilibran su afán de poder -acumulan con la derecha mientras escriben con la izquierda- y que aceptan presiones, opresiones, vigilancias y violencias con tal de mantener la jerarquía basada en mezquinas conspiraciones. (Una versión amable de esa historia aparece citada por González en Filosofía de la conspiración, p. 20: “…en La cátedra [de Nicolás Casullo, 2000], tomando temas ocultistas con humor, se conjuga una historia irónica de los hábitos universitarios con la existencia de un plan, o una conjura, que emana de un mundo duplicado o subterráneo.”) En El camino de Ida, la policía, el FBI, la CIA, sin estar necesariamente a cada paso, dejan saber que hacia el interior de la academia conocen ´todo de todos´ y que son capaces de usar esa información en cualquier momento y con cualquier objetivo. En este marco, una piedra rompe el cristal de la falsa tranquilidad de los claustros. En un episodio confuso -¿ataque o error de cálculo?- muere por una explosión la joven y atractiva Ida, profesora estrella de la universidad y anfitriona del argentino. Renzi, que como tantos otros fue su amante, emprende una investigación (contacta a detectives privados que trabajan, a su vez, con el FBI y que se conectan con el periodismo, el ejército, etc.) e ingresa a la trama que teje esa muerte. Pasa de ser observador a involucrarse. Hacia el final del recorrido, su encuentro y su charla cara a cara en prisión con Thomas Munk, jefe no reconocido de lobos solitarios que actúan en pos de un mismo objetivo: destruir, detener, frenar al Sistema Mundial. Quien en la ficción es Munk, en el mundo real (si es que algo queda de él) es Theodore Kaczynski. Denigrado como el Unabomber, entre 1978 y 1995, según cuenta una de las versiones posibles, Kaczynski envió cartas-bombas para poner en discusión, por medio de esas muertes, acerca de la necesidad de detener el Sistema industrial-militar o, al menos, de discutir sobre esa necesidad. De forma estratégica dirigió el ataque no contra blancos esperados –líderes políticos, religiosos, etc.-, sino contra aquellos que con bajo perfil son el andamiaje en el cual este pantano inhóspito se sostiene: los tecnócratas que hacen las veces de profesores universitarios. Para Theodore –formado en Harvard y con honores, y profesor en Berkeley- los académicos dirigen sus esfuerzos antes que a buscar la mejor forma de vivir para la comunidad, a sostener un sistema injusto y aberrante. Lejos del mero planteo programático, la acción directa, el terrorismo y la apelación a la violencia de Munk, o de Kaczynski, señalan con esas muertes un grave problema futuro si la continuidad del Sistema no es puesta en discusión. El camino de Ida se construye en torno de la figura del intelectual terrorista. Y las armas intelectuales con las que se libra esa batalla de resistencia -ya en la novela-libro, ya en la novela-realidad- es una forma de pensar, y de vivir, anti-capitalista y que entronca con la tradición hereje antes mencionada como antídoto: el anarco-primitivismo. Filosofía de la conspiración, en ese sentido, abona una verdad cotidiana: la política tradicional es un juego de influencias, pactos, arreglos, traiciones, conjuras, complots, conspiraciones. Según una etimología, propuesta por González, conspirar es soplar juntos. Conspirar es una manera de pensar la realización de acuerdos. La política trabaja sobre un plan público y otro conspirativo y subterráneo en el que priman el encubrimiento y el disimulo. En la política –que es conspiración- hay una razón barroca, que progresa dejando en la penumbra, replegados, una parte esencial de sus argumentos. Conspirar es el reverso de la ´acción racional con arreglos a fines´, y se conspira en política no por otra razón que por ambición de poder. Hecho el diagnóstico, el actual director de la biblioteca fundada por Moreno, desliza: “Sin embargo, esto [la política como conspiración] se halla en contradicción con la tradición libertaria, para la cual todo acto humano se define por su deseo de libertad respecto a las pretensiones de dominio.” [Filosofía de la conspiración, p. 41] Traduzco: si en algún momento hacer política estuvo pensado como la búsqueda del bien comunitario y como el camino para otorgar libertad a los individuos en un contexto de igualdad, hoy en día y después de experiencias ideológicas de todo tipo (algunos dirán que ´siempre fue así´ y se excusarán en la repetición), hacer política es llevar agua para el molino de cada facción. Hacer política es soplar junto a los del grupo para beneficio del propio grupo que ocupa en ese turno el poder (o que quiere ocuparlo con idéntico resultado). Praxis política y conspiración –en Piglia es Estado y complot– son cara y ceca de la misma moneda. El talón de Aquiles, el flanco vulnerable de la primera, surge del ´complot (a)´ contra el ´complot (b) que gobierna´ y al que el ´complot (a)´ quiere sustituir. Esa debilidad, ese punto ciego de la política está encarnado por la figura del agente provocador, del intrigante. La provocación –dice González- es la quintaesencia vulnerable de la política, y cuenta una anécdota. Allá atrás, en el siglo XIX, a Karl Marx se lo acusó de ser un doble agente, un informante de la policía. Corrieron textos apócrifos, correcciones, borrones, pruebas caligráficas. Se esgrimieron simulaciones, puestas en escenas. Actuaron intrigantes y provocadores. El acusado reflexionó, sobre esos métodos de engaño político, a modo de defensa. Decía Marx: “Esto no significa solamente la existencia y la actividad del personal que se ocupa… de la materia. Se trata del sometimiento de todo mecanismo gubernativo, incluida la justicia y la prensa al instituto de la policía política… ” [Filosofía de la conspiración, p. 88] Hay una conspiración en marcha, hay un objetivo a alcanzar y la necesidad de llegar a la acción y, entonces, hay un provocador que enciende la mecha. Dice González: “El novelista orgánico de la conspiración es el intrigante… Sabe el intrigante que el mundo aparece como un conjunto delicado de tramas que se vuelven al exterior desde planos que no dicen todo lo que pudieran de sí… El intrigante, a la manera del agent provocateur, lucha para desatar lo que todo vínculo preferiría mantener cauteloso. Por eso siembra aquí y allá cizaña… con el fin de presentar todas las relaciones posibles como repletas de riñas y tensiones.” [Filosofía de la conspiración, p. 39]. El agente provocador tiene su remoto origen en las cancillerías y en las oficinas policiales del siglo XIX; es el espía, el agente secreto y toda la vasta familia de funcionarios del secreto y de la maquinación; provoca para que se realice lo que estaba llamado a suceder; el agente provocador es el perro de caza que “destruye la política para demostrar que la política era mucho más que lo que ella creía; también era el espectáculo sintomático de su autodestrucción”; el agente provocador es el reverso del político que quiere ser medido en sus palabras: al provocador no le interesan esos límites y goza de la paradoja de que lo mismo que revela lo que alguien es, es lo que lo daña; el agente provocador es el fogonazo necesario para que el accidente suceda (accidente que acelera el triunfo del ´complot (a)´ sobre el ´complot (b) que gobierna´); y maneja el lenguaje a placer: el conspirador suele titular sus cosas con nombres que son señuelos; nombres capaces de mantener un fuerza evocativa y sin gasto de palabras nuevas. El intrigante y sus golpes de efecto, y su ser volátil y su existencia siempre en duda y reversible y al infinito sospechosa y sospechada. Habría dos síndromes y el primero le corresponde a la conspiración y su antecesora la paranoia, creadora de enemigos. La conjura, dice González en Filosofía de la conspiración, p. 49, “…se refiere a la ansiedad por conocer lo que potencialmente cobija al otro en materia de hostilidad hacia mí. Y quizás debido a eso, la conspiración podría ubicarse en la extraña decisión de lanzar contra mí mismo las fuerzas de un estrago que imagino depositadas en la conciencia de mi hostes [enemigo]. Y lo que hago, lo justifico como la concentrada sospecha de una hostilidad segura… contra mí.” Complot en el poder; complot rival. Todos conspiran. Uno, el opositor, decide que es el momento de actuar y de acelerar hacia la recta final. El provocador, provoca, y enciende la mecha. El status quo acusa. Pero resulta que estamos en el terreno de la conspiración. Quien se siente atacado y se defiende ¿dice la verdad sobre su enemigo o inventa a este enemigo, enarbola una agresión y se inflige un autocastigo para justificar su propia debilidad? ¿O acaso la agresión y el ataque contra el poder de turno existen y el enemigo que lo provoca denuncia a los del poder por inventar una operación inexistente que, en verdad, sí existe porque él mismo la generó? Y así al infinito con la danza de infinitos dobles agentes e infinitos infiltrados. Nuevamente González en Filosofía de la conspiración, p. 66: “…algo ocurre cuando el pensamiento conspirativo (en este caso el Estado) le atribuye conspiraciones a quienes no necesariamente presentan su actividad bajo la autoconciencia de la intriga. Parecería que una forma crispada de la política comienza cuando alguien lanza una atribución de conspiración a los que designa como antagonistas… Y aún más, cuando ese ´alguien´ -el provocateur, el ´infiltrado´- ´encabeza´ tales expresiones. Ese eventual traidor-héroe haría punta en el umbral de máxima visibilidad de aquellas conciencias potenciales, aún inexpresadas. Les dice quiénes son, pues no sabían lo que era bueno para ellas.” Segundo síndrome: la acción del intrigante es un virus que le hace creer a las personas que la idea que ahora está implantada en su cerebro, estuvo siempre ahí y coincide con lo ocurrido. Falsa ilusión, obvia estrategia: lo ocurrido implanta retroactivamente la idea (y si es necesario reforzar el implante, coloca en el cerebro balas o lo que sea). Algo del delirio y de la imposibilidad de aprehender la trama hay en la figura del intrigante, del agitador, del provocador en el huracán de las conspiraciones. Algo de todo esto –y con todo me refiero a estos apuntes hilvanados- sucede desde el catorce y desde el diecinueve de enero del corriente año cuando de una denuncia de doscientas ochenta y nueve fojas se pasó a un muerto en el baño y con una bala en el cerebro, como si la bala fuera la rúbrica que impide olvidar el texto: plan delictivo, plan sofisticado y plan urdido, confabulación orquestada, impunidad, justicia, accionar criminal, decisión deliberada, maniobra de encubrimiento y grupo que ejecutó el encubrimiento, atentado terrorista, falsa teoría alternativa, nuevas hipótesis (y falsas hipótesis), nuevas pruebas (y pruebas nunca vistas), nuevos enemigos (y una conexión de fachos locales), rosario de mentiras, manipulación de hechos, falsa premisa, pactos secretos, negociación secreta y clandestinamente escondida del público escrutinio, infiltrar, intermediarios y estaciones de inteligencia, campaña, descrédito, puesta en escena, nuevo engaño argumentativo, tergiversación mediática de la realidad procesal, estrategias falaces, maquillaje y camuflaje jurídicos, silencio, impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal, hay cosas que se conversan y que arreglan sin comunicar a la opinión pública, acuerdos ocultos, reuniones pantalla, negociaciones secretas y clandestinas y nexos clandestinos, salvoconductos, trama delictiva, maniobras ardidosas, objetivo criminal, canales paralelos desde las sombras, diplomacia paralela y de facto, militancia pro terrorista, clandestino interlocutor, canales y mensajes clandestinos de encubridores y encubiertos, descrédito, deslegitimación, feroz campaña, digitar acciones, principal instrumentador, remover al suscripto, enorme gravedad institucional, cabeza del Poder Ejecutivo Nacional, decidió lamentablemente cometer un delito, consternación constatar esa vil maquinación, decía un mes atrás el muerto. Y especifica González en Filosofía de la conspiración, p. 19-20: “En cuanto a expresiones como complot, conjura, maquinación o intriga, suelen ser vistas como sinónimos de conspiración… Si la conspiración se revierte hacia escenas domésticas, suele amparar la intriga; si se resuelve hacia estilos sacerdotales, …la conjura; si lo hace hacia motivos estatales… la maquinación y si hacia asuntos bélicos, …el complot…”. ¿Vil maquinación o delirio en clave judicial? ¿Entramado ficcional? ¿Relato paranoico? ¿O denuncia paranoica contra el relato (y entonces también ficción)? Como sea, doscientas ochenta nueve fojas pulverizaron la ficción paranoica o, al menos, hicieron del denunciante (con obra, muerte trágica y todo, ya que morir es un camino directo al éxito) una nueva luminaria a la espera de críticos y de exégetas. Aporté mi granito de arena y le dejo a González que clausure este palimpsesto: ´cuando a una mente conspirativa se la acusa de paranoica, allí hay no un veredicto sino una poética´.

Maldito Watkins

El 29 de octubre de 1935 nace en Inglaterra Peter Watkins.

“Este lenguaje narrativo puede ser (¿?) relativamente (¿?) inofensivo (¿?) cuando se utiliza en determinadas historias para dormir niños. Pero adquiere una dimensión diferente cuando la emplean los mass media audiovisuales [MMAV] en gigantescas y vibrantes pantallas de cine, o en la franja horaria nocturna de la televisión. Y no se trata solo de que este proceso autoritario se haya inoculado gota a gota en la conciencia colectiva, sino que además su función se ha trastocado para servir a otros fines, entre los que cabe mencionar el de propagar la envidia, la angustia, el miedo, el consumismo, las estrechas formas de ver el ´ellos´ y el ´nosotros´, y la jerarquía.” (P. Watkins, Historia de una resistencia, 2006, p. 132-133. Énfasis en la traducción.)

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Dice cosas que no le importan a nadie.

¿La jerarquía? Nadie parece interesado en quebrar su existencia, a expensas de mantener la miseria obtenida.

¿El consumismo? Un metejón que da hasta flojera.

¿MMAV? Tal vez buscara Watkins así ganarse el sin par derecho a vivir en las catacumbas intelectuales de Alonso y Arzoz, ardientes negadores de la cibercultural Nueva Ciudad de Dios –aunque ni eso.

Amateur. A los 19 años filma The Web. Soldado alemán busca escapar del maquís francés en el final de la Segunda Guerra. Ese es la línea argumental. Obtiene ´Cuatro estrellas´ en la edición del Oscar a los diez mejores filmes de aficionados.

Amateur. En 1958 filma el hoy desaparecido The Field of the Red. Tema: Guerra Civil. Estados Unidos.

Amateur. En 1959 realiza The Diary of an Unknown Soldier. [Estuvo en Youtube]. Asunto: Primera Guerra Mundial. Dato: la incidencia de lo bélico. Gana Oscar entre los Diez Mejores filmes de aficionados.

En el futuro, será menos mimado por los que guisan el caldo.

Amateur. En 1960 filma The Forgotten Faces, reconstrucción histórica de la Revolución Húngara de 1956. Como en un noticiario documental, los actores miran a cámara y los primeros planos cortan la parte superior de sus cabezas. A una cadena de TV le ofrecen el film, y su vicepresidente responde: ´No podemos poner eso en Granada TV porque, si lo hacemos, nadie volverá a confiar en nuestros programas de noticias´.

Estamos, recuerden, en 1960.

Ingresa a la BBC.

Profesional. En 1964 realiza Culloden

Recreación en forma documental de la Batalla del mismo nombre [1746, Escocia]. Historia sobre personas comunes. Utiliza 142 actores. Con Culloden,  PW redefine la representación de la historia en el cine, así como los cimientos clásicos del documental: la objetividad, el distanciamiento del autor. Recibe un premio de los guionistas británicos y el reconocimiento de la ´Society of Film and Television Arts´.

Profesional. En 1965 PW filma The War Game. Título primario: After the Bomb. Con cámara al hombro –para él, ´cámara libertad´- PW recrea los horrores de un ataque termonuclear contra Gran Bretaña. Tras deliberaciones varias, y proyecciones secretas en el gabinete del Primer Ministro británico, el film vira asunto de Estado, y la BBC lo censura. Prohíbe su exhibición por veinte años en cualquier país del mundo.

Watkins entiende el teje-maneje televisora-gobierno y abandona la BBC.

En 1966 [se menciona también 1967], aparece Privilege. Alegoría sobre el modo en el que los medios de comunicación de masas, la industria de la música pop y la clase dirigente británica actúan de modo conjunto para debilitar la energía política de los jóvenes. Trailer oficial:

Film difícil de hallar. Tuve la decencia de subirlo a Youtube. La corporación amenazó –´tu canal no recuperará algunas funciones por la infracción´- y bloqueó el video por la existencia de derechos de autor.

Dice Watkins:

“…Privilege [llama la atención sobre cómo] los estados nacionales, a través de la religión, los medios de comunicación, los deportes, la cultura popular, etc., son capaces de esquivar un reto político en potencia sirviéndose de la gente joven. En el caso de que esto parezca una exageración, conviene recordar que la obra está ambientada en la ‘marchosa Gran Bretaña’ de los 60, y fue una premonición de la forma en el que la cultura popular y los medios de Estados Unidos comercializarían el movimiento antibelicista y contracultural en este país. Privilege también predijo, con aire de amenaza, lo que iba a suceder en la Gran Bretaña de Margaret Tatcher en los 80, sobre todo durante el período de la Guerra de las Malvinas.”  (P. Watkins, Historia de una resistencia, 2006, p. 52)

PW, profeta.

Y también quejoso: ´muchos de los elementos del filme (uso del color, movilidad, estructura) han sido incorporados desde entonces por el cine más comercial. Al menos hay una escena de Privilege que ha sido directamente copiada y utilizada en La Naranja Mecánica [1971] de Kubrick.

1967. The War Game -en sí, ficción- gana el premio Oscar al mejor documental.    ´

Críticas. Exilio. Enojo. Suecia. Cineasta gitano. Y en 1968, The Gladiators o The Peace Game. Largometraje –el segundo-, esta vez sobre pacifismo. Film difícil de hallar, excepto por fragmentos

Dispongo del .avi Ni imagino subirlo para que la corporación me amenace –salvo que medie el acceso a una treta virtual para poder divulgarlo.

Dice Ángel Quintana en “¿Por qué molesta tanto Peter Watkins?”, prólogo al ya citado volumen Historia de una resistencia

“La crítica directa al poder de los medios de comunicación, sobre todo hacia la televisión, marcó también el primer ensayo de política-ficción que Watkins rodó desde su autoexilio como cineasta nómada en Suecia… La película establece un futuro en el que los representantes de los diferentes bloques –China, Estados Unidos y Rusia- se ponen de acuerdo para controlar los instintos agresivos de la guerra, por lo que organizan espectáculos bélicos… que acaban siendo televisados. […] [The Gladiators consolidó] otra idea perversa que tenía que ver con el modo en el que los poderes pueden llegar a ser capaces de absorber determinados movimientos que combaten el sistema –en este caso, las corrientes pacifistas- para acabar domesticándolos usando sus propias armas.”

Lo dice entre las páginas veinte y veintiuno, me refiero a Quintana.

Críticas. Nuevo exilio. Pero antes: en Watkins política-ficción es ciencia ficción. Se regodea Quintana (Historia de una resistencia, p. 17)

“El sentido de la inmediatez y la crudeza con que… Watkins denunció… capítulos voluntariamente olvidados de la historia se han extrapolado… hacia otro territorio donde lo representado ya no es lo acontecido en el pasado, sino lo que puede llegar a suceder. [E]l cineasta construye fábulas de ciencia ficción centradas en los riesgos políticos del propio presente. […] La ciencia ficción, o mejor dicho, la política-ficción, convierte a Watkins en un cineasta políticamente incorrecto que no cesa de hurgar en los diferentes tabúes escondidos tras la máscara del bienestar.”

Nuevo exilio. Para otros, la Meca.

1970. Estados Unidos. Realiza Punishment Park. Alegoría política. Documental + falso documental. Denuncia el carácter represivo de la política interior del presidente Richard Nixon. Acusa a los Estados Unidos. Lincha su mecánica propagandística.

Propósitos y objetivos. Pero antes, el argumento: estado nacional de emergencia; toda actividad subversiva –preferentemente de jóvenes- se castiga con prisión y con la estancia en el ´parque´; hay un juicio y pruebas de resistencia; deben atravesar un desierto para alcanzar la bandera de Estados Unidos como prenda y obtener la libertad. Ahora el tráiler

Objetivos. Propósitos.

“ ´[Watkins es]…un cineasta que ha buscado y consolidado un método cinematográfico capaz de privilegiar el debate sobre los riesgos del presente a partir de la historia o mediante la política-ficción. Nunca se ha considerado un iconoclasta ni un teórico de la imagen. ´No soy Godard, no me interesa cómo está hecha la imagen, sino… los efectos que produce y el debate que pueda llevar a generar….´. Todas sus películas han sido concebidas como instrumentos de provocación que incitan a la discusión y cuestionan las estabilidades que parecen justificar el equilibrio del mundo. Su cine ha sido… políticamente incorrecto, pero a pesar de su marginación y de haber molestado… al establishment cinematográfico, la mayoría de los debates que se esconden en el interior de sus obras han alcanzado con los años una extraña vigencia.” (Quintana, Historia de una resistencia, p. 8)

La frase citada de PW fue dicha por el director en 1970 en ocasión del escándalo que provocó esa película en el país del norte. Duró cuatro días en cartel. Nunca más fue proyectada ni en cine ni en televisión.

1971. Noruega. En 1973 realiza Edvard Munch. Tres horas (aprox.) para retratar en sus rasgos biográficos al pintor. Fragmento

Es también una autobiografía. “Al igual que Edvard Munch, el cineasta Peter Watkins se ha sentido marginado por el poder institucional…”, reza Quintana.

La co-producción de las televisoras oficiales de Suecia y de Noruega permitió que PW completara su film más personal.

1974. Dinamarca. 70ernes Folk o The Seventies People. Tema: elevada tasa de suicidios entre los jóvenes daneses.

1975. Fällan o The Trap. PW dirige el guion futurista escrito por un periodista sueco. Info: el año en la ficción es 1999, se aproxima el nuevo milenio, los medios mienten optimismo, amenaza un rector nuclear. ´La película está ambientada en los habitáculos subterráneos de un científico que trabaja en una planta de residuos nucleares próxima a la costa occidental de Suecia´, dice por ahí el director.

1976. Dinamarca. Aftenlandet (Evening Land). Acerca de terrorismo, represión policial, huelgas contra la construcción de submarinos nucleares.

Gracias al apoyo de un movimiento pacifista sueco, PW concreta The Journey entre 1983 y 1986. Filmada en los cinco continentes, en doce países. Dura catorce horas y media. Tema: crítica al papel de los medios masivos de comunicación por su papel en la carrera mundial armamentista.

Ángel Quintana (Historia de una resistencia, p. 23 y 11). Dos por uno:

“La mayoría de las fábulas de política-ficción de Peter Watkins proponen un interesante punto de vista en torno a la necesidad de buscar una política de pacificación del mundo, de bloqueo de la carrera armamentista y de recuperación de la paz como forma de diálogo y convivencia entre las diferentes comunidades.”

La yapa:

“La trayectoria de… Watkins es bastante singular, sobre todo si tenemos en cuenta que, entre la amplia nómina de grandes cineastas europeos surgidos del corazón de la modernidad de los años 60, es uno de los más innovadores y, al mismo tiempo, uno de los más desconocidos y olvidados. […] [Realizó] una serie de obras fundamentales y radicales que no se ajustaban al cine convencional ni a los estándares de temporalidad del cine de consumo, sus películas dejaron de ser citadas…”

1991. The Media Project. Crítica en video a la cobertura de la Guerra del Golfo por parte de los medios.

1992-1994. Adivinen. The Freethinker –el film de PW sobre el dramaturgo August Strindberg- es rechazado por las principales cadenas de televisión nórdicas y es boicoteado en Suecia hasta por el sistema educativo. Strindberg es otro de los personajes malditos que fascinó al marginal Watkins.

Rewind. En 1979 el Instituto Sueco de Cine y Televisión le encarga investigar sobre el escritor. PW ofrece un guion. La película no se lleva a cabo. Quince años después el guion es retomado.

“…se convirtió en un insólito curso de producción en video con una duración de dos años y que contó con la participación de 24 estudiantes. El resultado… está basado en el guion original… con facetas desarrolladas por los propios alumnos que investigaron, dirigieron, filmaron, grabaron, editaron, diseñaron el vestuario y, sobre todo, ¡organizaron la producción y la financiación de este colosal proyecto pedagógico!” (P. Watkins, Historia de una resistencia, p. 90)

1997. Escribe La cara oculta de la luna. Texto crítico sobre los MMAV con motivo del 75 aniversario de la BBC y dirigido a los profesionales de los medios de todo el mundo. Propone una forma alternativa de enseñanza audiovisual.

1999. Francia. La Commune (de París, 1871). Utiliza los estudios George Meliés. Continúa sus intereses marcados ya en Culloden.

2001. Geoff Bowie –canadiense- genera El reloj universal; o The Universal Clock o L´horloge universelle: la résistance de Peter Watkins. Fragmento

Dice PW (Historia de una resistencia, p. 129):

“Esto nos lleva a un segundo empleo antidemocrático de la forma y el espacio en televisión: el que fue identificado por Geoff Bowie y Petra Valier en su documental The Universal Clock (2001) que se ocupa de diversos aspectos de la realización de La Commune. El título procede de la práctica actual de estructurar todos los programas de televisión en rígidos períodos de tiempo estandarizados (un total de 47 o 52 minutos para las películas ´largas´, y de 26 en las cortas), para así plegarse a una cantidad determinada de anuncios dentro de cada hora o de cada media hora. De este modo, elementos de información ´audiovisual´ que han sido previamente modelados por la Monoforma, son remodelados en el momento de su presentación al público a través de los bloques uniformes de tiempo en los que aparecen contenidos. Este fenómeno elimina con toda claridad cualquier prioridad con respecto a lo que sale en televisión, o en el concepto de que temas diferentes o estilos de realización distintos podrían no ser objeto del mismo tratamiento en cuanto a su duración: todos son arrojados a la misma máquina de picar tiempo y expulsados con idéntico aspecto, a imagen y semejanza de la Monoforma.”

Aparte, acoto.

Reloj. Etimología: ´horologium´ (contar horas). Hay una concepción antigua: ´contar o narrar´ (del griego, ´legein´) como forma de pautar lo que el tiempo imponía al ritmo de la naturaleza. Hay una concepción moderna: el tiempo es ´mostrado´, ´comunicado´, utilizado para vigilar el cumplimiento. Sincroniza la vida. Ya para el siglo XIX se sabía: ´una metrópolis puede funcionar como un autómata por medio de la información de un reloj´. Dicen que el reloj es heredero de la disciplina monástica y preparador de las técnicas contemporáneas de comunicación como los periódicos, la radio, la televisión y las nuevas tecnologías de la información. Reloj: controla y divide el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso. En la mitología bíblica, Caín inventó las medidas abstractas, como las del reloj. Suponen, por lo tanto, un uso no-natural y están asociadas –perdón por la palabreja- al pecado (que es decir el ´mal´, que es decir la dominación).

Retorno a PW.

2003. Escribe La crisis de los medios.

2006. Buenos Aires. La crisis de los medios constituye la segunda parte del volumen recopilatorio Historia de una resistencia (páginas 119 a 208). En el prólogo -“¿Por qué molesta tanto Peter Watkins?”- orquesta Ángel Quintana (página 31):

“En la segunda parte [de Historia de una resistencia], titulada ´La crisis de los medios´, hemos reproducido el núcleo central de la reflexión que Watkins articula sobre los medios de comunicación en el mundo actual… después de los acontecimientos generados por el atentado del 11 de septiembre de 2001. En este texto, revisado por el propio Watkins a lo largo del verano de 2004, en coincidencia con la retrospectiva de su obra en el Festival de La Rochelle, el cineasta se interroga sobre la preponderancia de los medios de comunicación americanos en el contexto de un mundo globalizado, critica la llamada monoforma, o lenguaje estandarizado con el que los medios de comunicación pretenden crear una cierta sensación de objetividad, y se muestra extremadamente receloso contra lo que denomina ´el reloj universal´, es decir, la forma en el que los medios controlan el tiempo del discurso y lo acaban homogeneizando.”

Para cerrar, entonces, algunos fragmentos de ese texto de 2003 en la pluma de PW y traducción mediante.

“Al utilizar la expresión ´crisis de los medios´, hago referencia al funcionamiento cada vez más irresponsable de los mass media audiovisuales (MMAV) y a su desastroso impacto en la sociedad, los asuntos humanos y el medio ambiente. Hago referencia a la generalizada pasividad del público hacia el flagrante comportamiento de los MMAV como inductores de ideologías violentas, explotadoras y jerárquicas, y a la catastrófica falta de información que existe en la actualidad acerca de lo que nos están haciendo los mass media audiovisuales. Hago referencia a la generalizada oposición en el ámbito de los profesionales de los MMAV hacia el debate crítico que tenga alguna relación con su trabajo. Hago referencia, asimismo, a la dura represión que se da en el seno de los MMAV: mantienen a los profesionales a raya, y de ese modo logran, sin duda, que jueguen un papel activo a la hora de silenciar las voces críticas. Y, finalmente, hago referencia a la negativa por parte de los sistemas educativos de todas partes en cuanto a permitir que los jóvenes accedan a cualquier clase de auténtica pedagogía crítica en los medios, algo que podría darles la oportunidad de enfrentarse al papel y a las prácticas de los MMAV.” (P. Watkins, Historia de una resistencia, p. 121)

“Ya entonces [en los años 60] daba la sensación de que los mass media audiovisuales se habían convertido en una especie de suprasistema que englobaba el proceso social visible, y que tenía una función muy importante en la formación (y en la deformación) del mismo.” (P. Watkins, Historia de una resistencia, p. 119)

“…el empleo constante de la Monoforma, con su total ausencia de tiempo para la reflexión, su agresividad narrativa, su apariencia fluida (y, por tanto, incuestionable), su incesante avance lineal (que niega la flexibilidad de la memoria y la complejidad de la experiencia humana), ha tenido consecuencias de largo alcance, a un tiempo obvias e incalculables, sobre nuestros sentimientos. Nos ha hecho perder la sensibilidad hacia buena parte de lo que sucede en la pantalla y a nuestro alrededor (en especial hacia la violencia y el destino de los demás seres humanos). La capacidad de fragmentación y de división que encierra este lenguaje afecta con sus actitudes antidemocráticas a los cimientos del proceso cívico. La notable carencia de inclinación hacia el comportamiento colectivo en la sociedad occidental y el predominio de su opuesto (una visión cada vez más egoísta, obsesionada con el yo y la privatización de lo público) no son sino dos manifestaciones de los efectos que la Monoforma termina produciendo a largo plazo. Poco a poco se va haciendo más evidente la estrecha relación entre estos rasgos y la energía con que la Monoforma mueve el motor del consumo masivo.” (P. Watkins, Historia de una resistencia, p. 127-128)

Lapidario, pero a quién le importa. Es más, por insistente y reiterativo hasta se le podría colgar (como se ha hecho con tantos) el sambenito de la locura, del resentimiento, del rencor o de la esquizofrenia –porque el paranoide ronda esos lares. Y alguito de eso sucede –para mi sorpresa- por segundos con el reverencial Quintana (Historia de una resistencia, p. 31).

“La lectura de las reflexiones contenidas en ´La crisis de los medios´ puede parecer, a más de un lector, el resultado de una cierta paranoia frente al sistema con que los medios de comunicación han ido tratando el propio cine de Watkins. No obstante [nos encontramos]… ante una prolongación de otros… textos clásicos sobre los medios de comunicación y la semicultura del mundo actual…”.

Reproduje –como es visible y como repetí- textos watkinianos a partir del volumen del 2006, Historia de una resistencia, editado a propósito de la 8va. edición del argentino Bafici, y basado, en su mayor parte, en textos de la página web del cineasta.

Te remito a ellos -y también a este suelto– para mejor leer.

En fin,

PW vive.

Viva Watkins.

Rebelde.

Marginal.

Profético.

Político, y con su cine, partidario de la acción directa.

Pero mejor no darnos cuenta. Es preferible ubicarlo y con honores en el centro de lo que Levi-Strauss denominaba ´reserva ecológica al interior del pensamiento domesticado´, es decir, el arte.

Molesta menos. Y además llamémosle obsoleto, total la que impera hoy es la Red y la TV es sirviente de rango pésimo.

Pero PW vive.

Viva Watkins.

Viva.

Tandil – Lourdes – 29-10-2014

Dipi punk

Del Tata Dios al Tata Deus. Garrincha en Tandil [1985]

Jorge {Dipi} Di Paola

Vientos psicóticos se precipitaron sobre el pueblo. ‘En Tandil son todos timberos´, tituló un semanario a comienzos del verano. No era para menos: una manifestación, encabezada por modelos de Belleza Científica, chicas quinceañeras de remeras abultadas, obligó a salir al balcón al intendente Reinoso, más turbado que de costumbre, y hablarle a la multitud que reclamaba un casino plebiscitado en un remedo de práctica binaria de la democracia: ruleta, sí ̸ no. Tache lo que no corresponda. Con este asunto también comenzaba la primera ´interna delirante´ en el comité radical. La oposición, en bloque, acordaba, palabra más, palabra menos, ´qué ruleta ni ruleta, hay que reactivar la industria´.

Ruleta no va a haber, por más que los semifundidos comerciantes del centro hayan imaginado la salvación a impulsos de un aluvión de timberos y con tiempo para llevarse recuerdos de Tandil y paquetes de salamines. Nada.

Y no se habían aquietado las discusiones en los lánguidos bares, las de esperar que pase la crisis y haya algún trabajo, ni habían dejado de sonar los teléfonos que transmitían los rumores, que el asunto Garrincha empezó a perfilarse cortando, como un cuchillo la manteca, la incredulidad general.

Tandil, aunque no sea cierto, se precia de ser una ciudad culta, sede americana de la razón positiva y la buena conciencia. Desde 1872, cuando el Tata Dios (acaso instigado por un grupo oligárquico) bajó en malón del Cerro la Movediza y degolló setentitantos inmigrantes, no sin quemar de paso los libros contables de un almacén, la mística y la superstición quedaron monopolizados por la iglesia. Pero ahora, cerrados o por cerrarse, los talleres que habían difundido la prosperidad horizontalmente, con la clase obrera penando, en lenta disolución, y con la clase media siguiendo tan tristes pasos, la ocurrencia de mutar del Tandil metalúrgico al Tandil espirita empezó a pasar por otros carriles que los viejos y nobles del trabajo productivo.

Pero no todo el mundo tiene la claridad de José Pedonesse, empresario de un pool y de la confitería Dionisios: ´Nosotros no podemos juzgar. Somos comerciantes. Garrincha trae gente a Tandil y activa la ciudad.´, dijo, en aquel entonces que parece lejano. Comenzó a cundir la maledicencia y el rumor. Cada casa era una usina. Llegó Garrincha y llegaron los contingentes. Se trataba de una especie de tour de concentración. Los fieles, no pocos con sus muletas y en general con un aire de dolor que de algún modo flotaba en la atmósfera de verano, venían atados a una suerte de turismo del milagro que incluía restaurante e imposición de manos, visitas a fábricas de queso y cura por la palabra.

La fe, que no movía los cerros que rodean el pueblo, los agitaba. La segunda ´interna delirante´ tenía lugar calladamente. La gente –el dolor humano también es un voto- estaba a muerte con Garrincha, acaso hastiada de los bruscos y distraídos tratamientos de la medicina científica. Como ya se sabe que lo funcional o la histeria es la mitad del dolor, las curas milagrosas se sucedían. Reinoso, cuyas metidas de pata son proverbiales, callaba. Esto aliviaba a los estrategas del comité. Arguyeron una movida de alfil, en diagonal, y el ´Gordo´ Foulkes, intendente de Tres Arroyos, empezó a despotricar contra El Santón, que mientras tanto atendía a miles en el Club Boca de la Base Aérea. (Para aumentar la confusión, en Tandil hay dos clubes que se llaman Boca). El comité bullía, tratando que el vapor no escapara al conocimiento público. La secretaría de Turismo estaba señalada y Carlitos Montani, el secretario, argüía con aires de inocencia: ´Si viene gente, yo no le puedo negar información. Por otra parte, hace años que vendemos alfajores´. No faltó un parapsicólogo diplomado (´Mi médium el doctor´), traído por una línea interna del radicalismo, que venía a demostrar científicamente, que Garrincha es un farsante.

La comisaría segunda empezó a presionar al ídolo, que al menos había tenido el mérito de demostrarnos que no éramos la razón americana. Las usinas empezaron a coincidir: ´Le piden mucha cometa´, pero de esas cosas nunca hay rastros. Como un pueblo es un embudo donde las pasiones humanas se juntan para pasar por el pico, y la gente se mezcla, se corrió el rumor de que Garrincha sedujo con su carisma al comisario y a la tropa, y que anduvo curando dolores de viejas heridas de combate.

Pero se veía. El Círculo Médico publicó una solicitada denostando la ´curación por la palabra´. La Iglesia trabajaba, como siempre, en silencio. Los canales de televisión de Buenos Aires empezaron a mostrar santones que despotricaban contra el brasileño. Y un día cerraron el club Boca, el otro, el de la Base.

Todos habían hablado en nombre del Bien. El santón venía a curar y a alegrar las almas. Los médicos en el nombre de la ciencia. Los comerciantes en nombre del Buen Mercado. Los políticos, en nombre del Bien Social, callaron.

En el pueblo vacío, flotaba una disonancia: nadie había hablado en nombre de la razón, para distinguir, acaso de una buena vez, qué le pasa a nuestra medicina, y a nuestra sociedad, y qué le falta para que Garrincha sea a la vez creído y amado. Porque la profecía de Don Santo se cumplió: Tandil, ganando dos a uno, se clasificó para el nacional, y la tribuna lo aclamó con fervor. El mismo que pusieron para burlarse del intendente.

[Fin de la crónica]

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La crónica “Del Tata Dios al Tata Deus” de Jorge {Dipi} Di Paola [1940-2007] fue publicada en agosto de 1985 por la revista El Periodista de Buenos Aires [Nº 48]. El Dipi aprovecha la figura de Carlos Eustaquio Barbosa, curandero brasileño apodado ´Garrincha´, para pintar un Tandil delirante cuya ácida historia incluye aquella lejana masacre de inmigrantes europeos ocurrida el primero de enero de 1872 y atribuida a un curandero conocido como el Tata Dios. El número 48 de El Periodista de Buenos Aires fue extraordinario. Promocionaba en tapa la primera parte de un informe especial de Tomás Eloy Martínez, con el título ‘Perón y los nazis’, tema de infinita polémica que conocerá también su variante tandilense.

{Transcripción realizada en Lourdes, Tandil, entre el 04 y el 06 de octubre de 2014}

Mancaos II. El surf de los pobres en la huida hacia Alter do chão (De la crónicas amazónicas del Espectro [cont.])

A las 3 am del 30 de agosto de 2013, exactamente 11 horas después de haber llegado a suelo manauara, las dos señoritas que plácidas bebían junto con el Espectro una cerveza bajo el cálido manto de la noche, le sugirieron que esa charla podría sin problemas continuar en la habitación de un hotel próximo –y de confianza- módico pago de alguna que otra sustancia que alivianara el paso de las horas y que hiciera más llevadera una conversación que, hasta donde el Espectro entendía, no había comenzado todavía. Por la tarde del día que recién acababa, con su primer pie sobre suelo amazónico asistió sorprendido al directo y constante y sin fisuras tratamiento en inglés por una sólida mayoría de locales. El mal humor que le provocaba –y que le provoca la situación repetida incluso en la poco turística Campinas (São Paulo) en cuyo aeropuerto auxiliaron a una atenciosa funcionaria que no cejó de usar el inglés para comunicarse ni aun cuando sus compañeros, entre incógnitas píldoras rojas y el viento fresco del oxígeno, le mostraban la cédula de una visa que va a cumplir un adorable añito y medio de vigencia, ¡felicidades!- aquel mal humor ahora metamorfoseado en traumáticos ´imaginarios´ en pugna, es el espíritu que alienta la continuidad de estas crónicas. No busca, el Espectro, ni de cerca intentar responder con alguna elucubración el enigma brasilero sobre qué se ve desde el corazón de esta cultura en la figura de ´el extranjero´ sino remarcar que cuando cuenta, cuenta desde ese palco a medias exterior. El gringo, el extranjero o alemão, es una figura que permite deambular por extremos y laterales recovecos, por un aparente ´otro lado´, e intuir en ese ir y venir un doblez de ´lo real y lo virtual´ que empapa el entramado cotidiano. Un fragor en el que mucho se aprende, y el Espectro, ese extraño, aprendió que el mejor pasaporte para escapar de ciertos contextos, de ciertos infiernos (y de ciertos hoteles) y para navegar por ciertos ríos es poner la más saludable cara de ´soy un otario, sino vip, frecuente´. Así es como salió de Manaus, de su paseo por el mundo de los ´microbios´ y de su coqueteo con los filos y con los puentes. Y así fue más espectral aún, en aquel Bartolomeu II, donde enfrentó rodeado de breves y curiosos amigos a iracundos caníbales antes de ofrendar vísceras y cerebro a las, en todos los sentidos, paradisíacas playa y floresta de la región de Alter do chão.

A @Ga_Ricotera y las charlas amazónicas

“…nuestra idea es que no existe ese tal otro lado. Nuestra idea es que estamos todos en la misma sopa, cocinándonos y haciendo lo que podemos…ˮ
Fabián Polosecki [Polo] – 1994

Entrada a Alter do chão

Una de las ventajas de poder deletrear cada vez con más habilidad el membrete ´vejez´ es que tuve la oportunidad –la melancolía era una de las recurrencias del Espectro- de ver programas como los que en la arrasada televisión estatal de los noventa hizo Polo, Gustavo Fabián Polosecki, el que se terminó matando y dejando una obrita que te la debo. Una de las emisiones más recordadas de El otro lado [ATC] –el primer programa de los dos que hizo- es aquella de los ferroviarios. El guarda que veía en la gorra el símbolo de la distinción más que del poder, el que construía a escala una locomotora en el garaje, su amigo que había llegado a maquinista después de haber entrado como empleado por deseo del padre, el carajeo de ser llamado ´chancho´ y el ninguneo a esa agresión porque es de gente sin educación, el mecánico que conoció el amor viajando todos los días a la misma hora ´para encontrarla´, los del dolor de atropellar, y los conductores cuya compasión por el que muere limitaba con el placer perverso de detallar cómo la estructura metálica les transmitía el golpe seco de los huesos que se quebraban en el impacto, aquel que recuerda que los viejos decían que había que bajarse y ver al cuerpo para ´limpiar la cabeza´, los chicos de la calle durmiendo en los fríos vagones, la nostalgia de quienes asisten, en esos primeros años noventa, a cómo se desmantela por obra y gracia del menemismo, ese destilado del neoliberalismo que a veces lo siento como un fantasma –al fin de cuentas parientes tuyos- olvídate, eso esa otra cosa, lo siento, te decía, medio resucitando por estos lares, aunque de un modo indefinido. El programa se narraba de una forma peculiar. A pesar de ser la entrada de un periodista en la realidad cotidiana de los personajes, en el segmento inicial Polo era presentado como guionista de historietas en crisis buscando una buena historia para contar. Lo real y la ficción se cruzaban. El capítulo sobre los ferroviarios es célebre porque tiempo después, el tres de diciembre de 1996, Polo decidiría hacerle sentir a algún conductor sus huesos crujir. Dice la mitología audiovisual que en la edición final dejaron fuera –insistencia de Polo- la fija de los maquinistas que reconocían que el paso nivel de Santo Lugares era el más fácil para hacer ´eso´. Los potenciales suicidas del mundo exterior se quedaron sin el dato. Polo no. Y hacia ahí fue. Los últimos 5 minutos de esa emisión son, en su registro, sorprendentes. Polo se refiere a ´los diferentes jeitos´ de las personas para poder viajar más cómodos o directamente gratis en el tren. Una de esas maneras, nos dice, fue bautizada por Andrés, el titular –lo aburguesa- de una banda de rock, el surf de los pobres y consiste, básicamente, en usar los oxidados y ventosos techos de los trenes para transportarse. Andrés –a quien poco se le entienden los razonamientos sobre el arte- era Andrés Ciro. La banda, Los Piojos. La historia, en la lírica de ´Ay ay ay´ [1994].

No te sigo, le dije al Espectro. En sus ojos brillaron los finos hilos de la locura. En Chatuchac [1992], la portada del disco es la reproducción de una pintura en la que se ve en un ambiente oscuro, nocturno, apocalíptico a un hombre agachado tomándose la cabeza con las manos y de fondo un tren (o un subte también) que dobla a toda velocidad. Tipo Munch. En ese disco estaban ´Los mocosos´, ´Pega-pega´, me anticipé. Sí, Espectro, todos conocemos esos panfletos y muchos mejor que vos. Me alegraría saber –quise herir a quien no tenía cuerpo- que no soportaremos una aburrida inducción, a partir de esas letras piojosas, de la inasible realidad vernácula, en este caso brasilera, y en ese estilo un poco ´para que las pendejas aplaudan´ de un pseudo-periodismo cultural que se hace el pop y es decadente. Pero no te creas, no es mala idea, se ataja. Siempre fueron un buen manual de auxilio para los doble sentidos del nene blanco que fue al reviente y volvió de la guerra. Sabías –sí, se sabe- que en su bohemia Polo iba a los recitales de Los Piojos cuando no iba nadie y que ahí… Sí, Espectro, y que ahí mamó, etc. Aburre. Es que vos, exactamente, vos, espectador de lujo –me toreaba y me necesitaba porque él, escribir, no escribía por la ausencia de tendones, cartílagos, huesos- antes que nada, tenés que entender unas ideas que me permitan contarte más tranquilo la parte que me toca.

Digo –me dijo desengañado- que ser el máximo ´otro´ en Brasil, el inasible extranjero (o gringo ou o alemão entre los que, dependiendo de las circunstancias, hay que incluir a los exilados internos, indígenas o amerindios y negros) es como viajar en el techo de un tren ni turístico ni real, sin Andrés para cantar ni Polo para contar –y obligados. Experimentar el ´surf de los pobres´ -por parámetro cultural en su identidad todos los brasileros se consideran un poco pobres– es, en su versión básica, una oportunidad única para reconocer si te metamorfosearon en ese ´otro´ de identidad basculante. Sería algo así como una sociedad fuertemente jerarquizada en su interior, divaga el Espectro, de la que el extranjero, en un sentido amplio, es la clave. Los propios gringos repiten ese patrón al dividirse entre ´quien vive´ y ´quien viaja´. Es un aspecto común a los viajeros universales, pero potenciado. En las charlas, con frecuencia, se exhiben los pedigrís del tiempo que se tiene acá. Se reproduce a pequeña escala lo que para todos es la máquina social. Los extranjeros suelen adoptar una condición de los locales en la comunicación cotidiana que, ante cada opinión, reza: ´mas você, no Brasil, precisa primeiro conhecer… X, Y, Z´. Al que no vive aquí, le falta siempre el dato básico y anterior, que es, como pueden suponer, esquivo. Habría, toldos que nos envuelven a todos, dos capas de realidad. Una interior (la compleja sociedad jerarquizada) y otra exterior. Esta cualidad se manifiesta en la expresión -´para inglês vê´- que es entendida como la farsa, como la puesta en escena hacia el gringo –el ´otro´- que compra esa orquestación como intrínseca. Si bien la frase se aplica a cualquiera que funcione como el ´otro´ en el sentido del ´otário´, prainglevé rezuma cierto desprecio porque es, digamos, la algarabía del que cree que pertenece a un universo cerrado –el vagón de ese tren imaginario- al que solo se comprende si se es brasilero, una definición inasible por la extensión y por las variantes de esa construcción social. Para sumar confusión a esto, y cierro, habría que pensar, por lo menos, dos trenes funcionando y superponiéndose y al mismo tiempo: el tren mental de quien acá nació; el tren mental del que llegó. Ambos con sus jerarquías (pero vos conocés cuántos techos hay en los trenes que tienen sus lados flacos), ambos con la indeterminación de no saber cuándo usted, nacido acá o no, vai virar extrangeiro. ¿Sería pasarse de tren? No necesariamente, retoma el Espectro. Sería adecuar al momento de la comunicación, en una ecuación complejísima entre tu tren mental y el tren mental del circunstancial grupo, individuo, etc., quién de los dos ocupa el lugar de extranjero. Ecuación que no solo es difícil, sino absurda, Espectro. Puede ser, pero en esa sopa -diría Polo el que vio, porque vos sabés que es el que vio- en esa sopa y ensalada de recetas amazónicas, dice el Espectro cada vez menos cuerdo, metí el cucharón, sin preguntar si me habían invitado.

Lo primero, recuerda el Espectro, que me dijo Juan David –venezolano, 22 años- mientras caminábamos por las calles de Manaus fue: ¿por qué me dicen ´gringo´ si soy vecino? A Juan David y a Rinaldi y a Charly y al Chacarero y al pintor -que decía estar exponiendo en un espacio de arte por el centro pero al que siempre vi deambulando con una bolsa de plástico en la que mal escondía su botella de pinga-, los conocí en la avenida Getúlio Vargas unas tres horas después de aquel 29 de agosto en el que llegué a la ciudad de panorama babélico. En el ómnibus del aeropuerto al centro había coincidido con un periodista free lance austríaco, anglo parlante como lingua franca, cuya original idea de ir –o de venir- al país se basaba en escribir un nunca escrito libro sobre fútbol brasilero. Una vez en tierra, y ya por la misma avenida getuliana, me topé con un grupo de colombianos que vendían productos de panadería en la calle, con los que se dio una camaradería que me desorientó, puedo ahora suponer, para lo que vendría.

Mensajes Juan David

En la caminata nocturna, posterior y conjunta, hacia el Teatro da Amazônia, Juan David me contó. Había en Manaus un conjunto de vendedores ambulantes mezcla con artesanos a los que llamaban, y se llamaban a sí mismos, ´os malucos´ o ´los maloqueros´. Con la excusa de la venta, lograban el rédito esperado de algún robo, algún engaño, algún tipo de treta que no descartaba el cuchillo ni la muerte. No tenían códigos y él, Juan David, les tenía miedo. A cualquier pájaro nuevo, lo despluman, le queman el documento, y en este caos de turistas y de puerto, nadie va a reclamar por tu pellejo. La batalla alquímica infinita era cómo hacer del otro un literal extranjero –sea o no- y dejarlo, por hábito, en algún hueco. Me pareció, también, que era una caterva –epíteto un poco fuerte, Espectro- de temer. Los del grupo, los de esa caminata, vivían y dormían, sobre el río, en un navío algo desvencijado, con camarotes baratos, y no siempre amarrado, que escogía cada mañana un espacio diferente para amanecer. Al navío fui invitado varias veces y, aunque respondía que sí, nunca acepté.

Rinaldi era colombiano. Según su propio currículum, viajaba hacía años por Brasil donde, incluso, había estado casado con una joven hermosísima de la que se había separado. En su vida anterior –y lo contaba sin demasiados remilgos- había servido al ejército contra las FARC. Oscuros tatuajes ordenaban en sus brazos los créditos de ese posgrado. Charly –piel curtida, rasgos tribales, rastas de leyenda- era el líder espiritual gracias a una extensa antigüedad en el ramo. Como artesano y viajero sumaba unas tres décadas en la vía. También colombiano, había sido habitué de la hoy concurrida Montañitas (Ecuador) cuando era apenas una playa maconhera. A ese lado de la cuestión lo conocí por el Chacarero –Charly hablaba poco-, argentino y tucumano, casado y ahora padre que estaba a las puertas de volver a la tierra de allá para reintegrarse, por un tiempo, a su familia. Del pintor no supe casi nada. Se agregaban a la comitiva, con regularidad, un muchacho chileno y una chica brasilero-alemana (con su teoría del ´racismo extraño´) que viajaba junto con otros dos jóvenes mexicanos –uno de los cuales nació, se crio y vivió en Tijuana en un barrio ubicado a dos cuadras del límite con USA: ´salía de mi casa y lo primero que veo, o que veía, era ese muro´, decía. Aparecían, también, como por magia, meninos das rúas que funcionaban –para el extraño- como fiel de la balanza. Si la conversación era fluida y si se establecía una comunicación amistosa –entre los vericuetos de las ´girias´ y de la pronunciación etaria-, las cosas iban bien o aproximadas.

A las bélicas andanzas de Rinaldi las conocí en un puterío al que habíamos ido no para desahogarnos de nuestros impulsos sino para abastecer al grupo. Con él recorrí los densos lugares nocturnos en torno de la Praça Matriz, entré a los garitos más sórdidos y salí -en verdad, salimos, le temblaba la voz- indemne por su salvoconducto de malandro conocido. Al regreso de nuestra gira que fue, reconozco, extensa entre vasos de cervezas y abrazos a las nuevas y repentinas amigas, el humor de la comitiva había cambiado. La demora y la falta de alicientes habían languidecido las aguas. Después de los primeros tragos conciliadores, y de viejas anécdotas y de chistes tirados sobre la imaginaria mesa, recuerdo como en un sueño que Juan David se me acerca, me aparta y me da un minúsculo pedazo de papel con un número de teléfono y con el nombre de su madre –que variaría contantemente en las innumerables veces que me ofrendó sus mensajes- para que me encargara de comunicarme con ella si al día siguiente él, o su cuerpo, no aparecían. ´Me quieren matar´, repetía. ´Esos que llegaron nuevos´, había unos visitantes nuevos, por cierto, ´y los malucos´, dijo señalando a Rinaldi, a Charly y al resto, ´me la quieren dar´. Tarde reconocí que había engendrado un error. Tarde vi que nunca resolvería esa duda preguntándole a nadie si la acusación contenía la suposición del joven.

Melodrama, Espectro. Sí, lo sé. Salí y nunca pregunté. Vino el barco, la escasa escala en Santarém y el encuentro con Alter do chão. Jornadas solares después, en la comunidad de Jamaraquá, sobre la ribera del río Tapajós –el más bonito que conocí- a unas tres horas en barca desde Alter y a unas cuatro horas y media en ómnibus desde Santarém, Fernando, el profesor, habló de ´los microbios´. El día anterior me había confesado su ´preconceito´ frente a los personajes hippies que pululaban por esos parajes. Los encontraba dogmáticos, listos para darte una lección sin ver que su vida tampoco era tan natural como parecía. La charla había comenzado porque ambos nos sentíamos, de alguna manera, incómodos en un albergue cuyo dueño olvidándose de su hippismo –repleto de tatuajes, girias, capoeria y otras fintas- y cobrándonos religiosamente la estadía, decidía con mucha alegría acompañarnos de forma activa mientras cenábamos o bebíamos una sin igual cachaça que el profesor minero conservaba y que coincidía, en su efecto, con la armonía de los grillos en la floresta. Incluía estas diatribas de análisis, la figura de una bellísima gaúcha de veintitantos años –Dominique- que en una diminuta playa escondida nos había deleitado con el sonido de su pandereta y con sus escenas circenses acompañada de Antoine, su hijo, y con el acero de sus ojos y con una nariz recta que todavía es un hacha en mis pupilas. La primera tarde, entonces, en Jamaraquá, mientras nos tomábamos unos mates en la caída lenta y húmeda del sol, le pregunté a Fernando por qué ese prejuicio contra nuestros hermanos, hijos del tercer milenio y de los efectos no deseados de la New Age. Sus argumentos no vienen, ahora, al caso, pero sí la anécdota con la que ilustró su prevención.

Este último viernes, justamente, me dijo Fernando, me dice el Espectro, estaba en un bar céntrico de Manaus con amigos bebiendo cuando un grupo de esos falsos hippies, los ´microbios´, se aproximó a una de las mesas y comenzó una discusión, sin sentido, que derivó en una botella rota, y en la amenaza del filo, y en un largo y previsible etcétera que incluyó al circunstancial dueño y a un teléfono y a la llegada de policías con las narices frías. Recuerdo, recuerda el Espectro que le dijo a Fernando, vagamente una escena semejante. A un costado de la pequeña plaza que se ofrece como un tapete de cemento para el teatro amazónico, me hablaba y me convencía, aquel viernes, el Chacarero sobre las ventajas de la vida libre y sobre el valor y la importancia del cuerpo ajeno materializado sea ya en el poder de la faca y de la muerte, sea ya en la dulce piel de las jóvenes viajeras con sus manualidades que trocaban su calor por la compañía y por la seguridad del artesano cuya experiencia en la calle no miente, mientras en el fondo Charly, Rinaldi y otros adherentes levantaban y agitaban sus brazos encima de mesas y de clientes. Pitaba el Chacarero, pitaba yo, indiferentes a ese mundo alocado. Y nos mantuvimos indiferentes hasta que el grupo partió calle abajo para mezclarnos con los zombies del crack o del alcohol o de las estúpidas ´caixas de som´ que se adhieren a los autos como tributos al dios sordo y anodino del hastío. Es solo ahora, le dije a Fernando –quien me miraba desorbitado-, que reconozco que sin saber hemos estado, desde dos mundos distintos, observando la misma mueca violenta. Aquella noche, sin embargo, le concedí, decidí que tiempo y energías gastados en compañía de los malucos hermanos –y amigos porque las alaracas de Juan David, en verdad, no derivaban ni derivaron en nada- eran suficientes. Esa noche, claro, no acabaría ahí. Vendrían otras imaginarias peleas, y otros mensajes maternales, y la charla con Jessie, una delicada travesti que se prostituía, a la vista de todos y en el centro, entre el poco dinero de los noctámbulos, el ninguno del Espectro sin bolsillos, y la violencia de los clientes. Jessie vivía de lunes a jueves en un barrio de las afueras y pasaba los días finales de la semana en una casa cercana sobre la que no indagué el estatus.

Pasé en Jamaraquá –una de entre las veintidós comunidades que componen la Reserva de la floresta Tapajós, en el estado de Pará- casi cinco días. Me hospedé en la casa que comandaban Iracildo –el Bata- y doña Socorro con sus catorce hijos a los que fue pariendo a lo largo de treinta cuatro años sin más ayuda que el agua caliente, los paños, y la pericia de parteras vecinas. Bata había nacido, no muy lejos de ahí, en el ´mato´. Antisocial por mucho tiempo, acostumbrado a los bichos –a las cobras, a las onzas, a los jacarés, a los macacos, a los espíritus madereros-, a las cansadas aceptó el contacto con los hombres y sus vericuetos. Ahora era baqueano experto, era el guía buscado por los blancos para meterse en la selva con objetivos diversos. Por esos días, había acompañado río Tapajós arriba a unos documentalistas de los que no pude conocer el proyecto. Se decía que lo habían probado con un gps antes del contrato. Lo llevaron al mato y le dijeron. Y ahora, Iracildo. Y el Bata pensó, miró, sopesó y señaló para un lado diciendo que por ahí iban a encontrar tal cosa, ponele un arroyo, y lo encontraron. Por aquel mismo camino, pero aún más lejos, había nacido Socorro a quien le gustaba recordar que su finado abuelo fue uno de los líderes, de los últimos caciques, que se acostó sobre la tierra para impedir la apertura de los caminos que solo traerían, a sus anhelos, la desgracia a la tierra de los ancestros.

En Jamaraquá hay selva y tierra roja, hay agua fresca, hay playa de arena blanca -en las que el Espectro confiesa haberse deleitado, como en Alter, en pretendidos secretos chapuzones naturistas-, hay árboles con las raíces anfibias acostumbradas al oscilar del río, hay pájaros de cantar idílico, hay caminos de tierra, hay caminos de agua, hay igarapés diurnos y nocturnos, hay arañas, gallinas, loros y un coatí. Y bajo un techo de paja sostenido por troncos y maderas, hubo un almuerzo en el que el Tano, Alessandro, un italiano que vivía en Londres y que viajaba con su novia polaca, Goshka, desde hacía un año por América Latina, y al que –me dice el Espectro- yo llamaba de ´mi antepasado´, me contó con escabrosos detalles la sin igual experiencia entre los ´microbios´ de Alter. Otro grupo, mismo disfraz, misma dinámica violenta que llevó al Tano y a Goshka a esconder sus humildes artesanías de subsistencia en las mochilas. Con el Tano hablé –hablamos, me dice el Espectro- muchas horas en poco tiempo. Y de esas charlas me gustaría rescatar aquella más extensa. El Tano –que ya había viajado por Argentina en otros años- estaba ahora impactado por lo que él veía en América Latina (y que incluía a los microbios). Él y Goshka creían que si uno de los problemas principales de estas amplias tierras de tradición luso-hispánicas era la corrupción, la solución dependía exclusivamente de nuestra enjundia para acabar con ella. Mi respuesta, un cliché frente a su cliché, fue que mucho de eso tiene que ver con la herencia de una explotación que había comenzado siglos atrás con la llegada de sus ancestros. Le recordé que los Colones de ayer eran las multinacionales de hoy y que si América Latina era eso que él veía, era porque había una mirada europea que nunca dejó de considerarnos como un forzado reservorio de su excedente. Mi defensa más fácil, por supuesto, hubiera sido extranjerizarlos: el Tano no conocía bien; él y Goshka eran europeos. Sin embargo, no era ese el camino. Ah, bostecé, y sí, Espectro, mirá vos… Sí, le dije, mirá Tano, y te lo digo con humor, cuando ´ustedes´ llegaron –y cumplí con mi brazo un semicírculo amplio-, cuando ustedes llegaron algo acá se cortó.

Como en Alter y como en Manaus, continuó imperturbable, la etérea doble o triple realidad se desprende de ese fuego cruzado entre intenciones, posiciones, imposiciones, soluciones, atravesado por la nada interesante forma actual de hacer turismo. La violencia y la sordidez donde dicen y venden que reina el amor y la paz. El placer del que va y ni sabe por qué va, y la opresión sobre el que está. Y entre Alter (con Santarém) y Jamaraquá la persistencia, de otra forma, de ese doblez. Decían algunos que vivían ´en la ciudad´, aunque era un pueblo, al río arriba -a las comunidades- había llegado una nueva droga causa de la ruina de un mundo anterior en contacto con lo natural. Ese enviado del mal era el celular (´smartphone) y su fatal acceso a internet. ´Antes´, decía el hippie dueño del albergue que comulgaba con nuestras vituallas, ´ibas a una comunidad y estaban en el mato, ahora están encerrados o enfrascados en la pantalla. Antes salían a cazar, hoy las únicas presas que les interesan son créditos.´ Era para considerar esa mirada apocalíptica, pero tenía lados ciegos.

Socorro me contaba, cuenta el Espectro, que había criado a sus hijos en el medio de un trabajo exagerado. Alimentaba al ´gado´ (ganado), ´torrava farinha de mandioca´, controlaba el goteo del jugo blanco de la siringa, el látex, en potecitos ubicados a los pies del árbol, hacía la comida, amamantaba, etc. En las mejores épocas, Bata y sus hijos se encargaban de las tareas afuera, en el mato; ella y las hijas de las cuestiones más caseras. Unos cinco años atrás, cuando el programa estatal ´Luz para todos´ llevó la electricidad, las cosas lentamente comenzaron a cambiar. Esa economía de subsistencia que se valía de la floresta alrededor, iba contra la idea de una Reserva natural y se les ofreció a las familias formar parte del eco-turismo regional. (Es una ironía, por supuesto, este control sobre la deforestación localizada de grupos que habitan esas tierras, y el descontrol en la tala de árboles de las empresas madereras y de los poderosos de la soja, tal como lo decíamos en la anterior crónica –se autocitaba larvariamente el Espectro.) Las familias deberían vender el ganado, desprenderse de las demás actividades de cultivo, comprar un barco y acondicionar la casa para recibir visitas, los turistas, que serían y que son la entrada principal de dinero junto con las artesanías en semilla y los productos del látex. En esa mudanza, entró el dinero. Es muy difícil poder prever, dice el Espectro, en qué derivará esa zona turística hoy día visitada pero no invadida. Desde fuera, dañaba un poco la vista la inversión en metálico y en esfuerzo para construir casas, galpones, cuartos, con ladrillos y cemento cuando tenían a disposición madera y paja –o cuando podrían tener opciones alternativas, como ladrillos ecológicos, que el Tano, me decía, había visto muchas veces en su viaje- que permitirían no inundar de productos extraños y agresivos. Pero, llegó el dinero. Socorro evalúa, después de décadas, poner una puerta con llave en la entrada del terreno porque la estrada, la ruta Trans-Tapajós que por ahí pasa, trae a lejanos desconocidos que no responden a los códigos del pueblo. Ella también edifica su casa con cemento y ya derivó una parte importante de sus ganancias en la adquisición de una flamante cama con su colchón y sus resortes. En un círculo de ganancia e inversión, todos trabajan para sostenerlo. Varias historias ruedan sobre los que, en familias ajenas, no quieren trabajar, entrar en ese circo de los turistas, por ´preguiça´ (por fiaca), por alcohol, por preferir internet, etc. Hay los jóvenes que trabajan y viajan horas y horas para estudiar. Hay familias que todavía usan su horno a madera y de metal para torrar la farinha. Hay otras familias que manejan la industria artesanal del látex (porque industria, industria era la que tenía por esa zona Henry Ford quien parece mereció que le construyeran un museo por su grande obra). Hay lideranzas parciales. Hay una gran mezcla de intenciones, orientaciones, deseos y proyectos. De Alter a Jamaraquá, un afuera y un adentro, que es una fábrica constante de extranjeros. Del blanco al nativo, del nativo al gringo, del gringo al blanco y al nativo, y así en un círculo de desconfianza que para ser detenido o calibrado se precisa de paciencia y de tiempo porque responde a largos períodos de opresión. Cuenta Socorro el caso de un foráneo que en vista del potencial de ese lugar paradisíaco -que lo es- instaló en silencio una posada –disfrazada de casa particular de descanso- a la que ofreció en el exterior (viste como es Tano) sin comunicarlo ni declararlo a la comunidad dueña de las tierras. Hasta la llegada de internet, acaso por eso se enojaban los del pueblo, los habitantes de las comunidades no supieron hasta qué punto otros hacían negocios en nombre de ellos. El secreto –aunque no hay tal secreto- es poder detectar en qué momento usted –vos, espectador de lujo aburrido y ladrón- va a ser convertido en extranjero (o va a dejar de serlo), no en el sentido burocrático y geopolítico, sino en el modo del ´absoluto otro´: al que se le quita, al que se le roba, al que se oprime aun cuando haya nacido vecino y grite los goles del mismo equipo, y el mismo idioma y eso. (No tenés espacio ni sabés cómo engancharlo, Espectro, pero cuánto te hubiera gustado contar que Socorro te agasajó con una buena porción de farinha de mandioca crujiente con trocitos de carne de ´viado´ -bambi- cazado por uno de los chicos de la familia a la que tuviste el honor de acceder, en el secreto de una carne cuyo nombre no se comunica a los turistas, te decía Socorro porque viado en portugués significa también puto y porque en el pasado, al parecer, un gay se enojó al escuchar que en la cena sería comido uno de su condición. Y comido es cogido o culiado en portugués figurado. No me importa que me mientan, decía el cada vez más grande Polo, porque eso también hace parte de la historia –y porque el bambi estaba delicioso. Pois é.)

El mundo social amazónico –y no solo- está impregnado por una manera de ´ver´ amerindia, al que la antropología denominó, hace no mucho, ´perspectivismo´. En el mundo –empezaban las tan habituales y dudosas clases plagiadas del Espectro que ni deseaba oyentes ni se interesaba por crearlos- en el mundo, te decía, hombre, animales y espíritus (de los muertos) todos son, en su base, seres humanos. Lo que cambia entre unos y otros es la ropa, su forma exterior. El mundo se presenta como un gran escenario en el que se libra una batalla entre los predadores y las presas –repito, todos humanos. Al ser humano un animal predador lo ve como una presa, y una presa como animal predador. Nosotros vemos a la onza (un tipo de leopardo) como felino de cuatro patas y al urubú (especie de carancho) como ave carroñera. Pero, en sus lugares de residencia, la onza y el urubú se ven a sí mismos y a sus semejantes como humanos que nos ven a nosotros, a su vez, como cerdos y así, y etcétera. El urubú, por ejemplo, ve en su carne podrida, pescado frito, y el jaguar en la sangre, aguardiente. Ese enfrentamiento hombre – animal remite a una escatología (cómo se piensa el después del fin) según la cual el mundo es la lucha entre vivos y muertos. La maquinaria social indígena está orientada a la protección continua de los vivos frente a los que se han ido. La muerte es, en su rasgo básico y para los ojos humanos con ropa humana, la metamorfosis en un animal. Es un eufemismo común decir ´virou animal´ para señalar su no-existencia actual. Entonces, hombres frente a animales en un mundo violento. Entre ellos hay una especie de acuerdo. Los hombres cazan y dan muerte a los animales (sus presas) para poder vivir. Los animales se cobran, a su vez, la vida de los hombres porque, en la conservación de su especie, necesitan humanos que entreguen sus espíritus. Es más, cuando un hombre muere se metamorfosea en el animal que más cazó. Pero el carácter mortal del hombre no surge de una culpa ni de una falta ni de una deuda con un ser superior. En el pasado –antes del fatal error- el hombre era inmortal ya que vivía en un ciclo de envejecimiento y de renovación constantes en comunión con los animales. Llegaba a la vejez y mudaba su piel –su ropa exterior- por la de un animal y luego por la de un humano y así. Esa continuidad se rompió cuando –las versiones son variadas- un humano distraído no cumplió con el mandato que se la había otorgado (no responder a tal entidad, por ejemplo) y a partir de ese descuido nuestra especie se enmarca en una vida que finaliza no con la metamorfosis sino con la muerte y en la que los animales (los espíritus) son nuestros enemigos. Somos mortales porque no fuimos suficientemente expertos. Esta mirada sobre la muerte incide en la organización social. Si bien existe la idea de una estirpe que justifica la pertenencia a una familia, a una tribu, a una comunidad, al estar separados el mundo de los muertos y el de los vivos, se impide usar el poder de los primeros como refuerzo personal. Al pertenecer al mundo de los muertos, se rechaza, por ejemplo, la herencia. Este obstáculo les da a las sociedades, en este caso amazónicas, cierto tono de igualdad social. La muerte es entendida fuera del bate parche contra el sujeto. El mundo de los animales –y de los espíritus- es visto por los humanos como el espacio de lo radicalmente distinto. Por eso se prohíbe atender a los llamados, a las voces, a los guiños de donde surgiría el error. El mato, la floresta, con todos esos enemigos es la representación más cercana que los amerindios, más atentos al grupo, tienen de la concepción occidental de Estado. Esa cosmovisión va contra la idea de concederle al otro absoluto el poder de vida ̸ muerte. La conexión, te lo confieso Espectro, con lo que venías contando se me escapa. Mi miró perplejo. Es obvio, como también para el profesional al que le robo esta exposición, que en esa mirada escatológica que protege al vivo de un muerto cuya soledad lo impulsa a querer llevárselo para el otro lado, hay bastante más lógica que en todo el psicoanálisis. Y, por lo tanto, se inmiscuye una manera distinta de narrar y de considerar la muerte. Morir es perder la batalla frente al desafío del espíritu. Si estoy solo en el mato, y un animal me habla, y le respondo, con esa palabra dirigida a un animal pongo solito en duda mi pretendida humanidad y así me coloco a un paso de ir a formar parte de aquel mundo que, además, está acá. Me lo imaginaba, aventuré, ´la sopa´. Pues claro. Es nuestra tradición occidental judeo-cristiana la que coloca del lado de la aberración, y hasta casi de crimen contra el Estado, la opción del suicidio. Un nativo amazónico diría otra cosa… Polo vio y se tiró, y tal vez esa fue la forma más rápida que encontró en su deseo de mudar de piel, de ser aquellos animales que nunca cazó. Realmente, no puedo creer lo que decís, ni si te sentís bien. Es ese un mundo -absurdo y lento espectador-, violento y paranoico que convierte en el mayor peligro para el humano a los espíritus, ex humanos que nos quieren en su bando y que escogen figuras animales (o de árboles) para tentarnos. Algo de ese mundo estaba en Manaus, en Santarém, en Alter, y acaso algo de ese perspectivismo amazónico, común a muchos indígenas americanos, deambule y abunde en las formas de ver dentro de Brasil. Acaso permita comprender el continuo deseo de extranjerizar al otro, de volverlo animal, cuando a los ojos de ´esos otros´, el que ve como animal es también otro animal… Y hasta menos poderoso. Sí algo así, indeseable espectador de lujo, concede afable el Espectro.

La soledad -continúa con la delgada luz de su obscura existencia no-humana- es uno de los peores fantasmas en un mundo en el que (casi) todo lo vivo es humano. Lo soledad es el terror de mirar, de pronto, a nuestro lado y de ver seres semejantes –por sus ropas- donde no los hay. El otro fantasma es la posibilidad de perder la propia humanidad por la ingesta de animales en cuya carne permanece una distinta forma espiritual de ser humano. Por eso, se excluye de la dieta a determinadas presas o se les impone rituales purificadores (en manos de chamanes). Pero esa posibilidad permanece y se manifiesta en la rechazada metamorfosis a medio camino del humano en animal: el caníbal (un imaginario que funciona aun cuando muchas sociedades amerindias sean caníbales). Y el caníbal es otro extranjero.

En las horas finales del viaje entre Manaus y Santarém, me vi, ataca el Espectro, inmerso en una fascinante aventura verbal. Un rato antes, estaba charlando en la proa con un morador de la zona que tenía que hacer, cada tanto, ese extenso trayecto. Hablábamos sobre las alejadas riberas del río. Me ayudó a detectar señales que, por mi cuenta, no hubiera alcanzado. Las pequeñas casas en la costa, precarias, de los pescadores y las más suntuosas de fin de semana. El valor, en esas tierras repletas de agua, no del auto, sino del barco. (Más adelante, pero no voy a abundar en esto, aparecerá una joven pareja que por esos días buscaba comprar su primer navío como un gesto definitivo de amor y de futuro.) La vida junto al río no era fácil. Las subidas y las bajadas, muy pronunciadas. Las tierras donde ahora había árboles en meses podía ser solo agua. Eso siempre hizo complejo construir rutas. Se rompían por la humedad (y, por los que tienen intereses con el flete de las balsas). Además, señaló, aquel trasatlántico de por allá –y a los lejos divisé el casco de una nuez- va a pasar dejando un oleaje que vuelve al río casi imposible de navegar. Minutos después, una pequeña barca de pescadores en el ocre de la caída del sol, se perdía subiendo y bajando entre las olas que el monstruo de bandera japonesa, a poca velocidad, pero estábamos en un río, ban-de-ra-po-nés, provocaba. Se esfumó, con el viento que arreciaba, la charla, y me escabullí a cubierta, bamboleado por el delicado tsunami del godzilla carguero, a buscar los últimos mates ahora ya bien río arriba. A los lejos se borroneaban las torres metálicas de Santarém.

A la primera cebada, un moleque, un niño de unos 10 u 11 años como Víctor tenía, se me acercó para indagar en eso sin sentido que estaba ocurriendo al mismo tiempo: cara, barba, atuendo, mochila, bebida y soutaque (acento) indescifrable en su origen. La charla, que fue vertiginosa, duró más de una hora. El factor sorpresa y primer tópico de conversación, que abarcó degustación para él y para el coro de cuatro primitas más pequeñas que acompañaban encantadas el show, fue la infusión. Luego vino la compleja geografía en la que intenté ubicar, en el aire, dónde quedaba Argentina y cómo era ese pueblo, aspecto que perdió por votación inmediata y directa frente a un trueque de palabras en portugués y en español –ya que eu había pasado, claro, la validación internacional de poder comunicarme con minúsculos falantes. El trueque fue una ronda en la que los niños, cada uno por turno y con Víctor a la cabeza, preguntaban cómo se decía ´allá´ una palabra relacionada a algún objeto o aspecto que nos rodeaba ´acá´ y que comprendía a la tía que, atónita, observaba el sainete. Víctor me contó de su devoción. En la escuela a la que él asistía –pública- las de inglés eran malas y no había clases de español. Esta negativa se le había impuesto como una desgracia. La escuela, según me dijo, no registraba compañeros de otras nacionalidades como colombianos, venezolanos cuyos padres vi -ahora le conté yo- trabajar en Manaus.

Víctor era un agudo investigador. De su cosecha, había determinado que en el mundo había algo errado en el uso que se hacía de la lengua. Ese mundo, claro, quedaba en Manaus, en su barrio, en su casa, y en su escuela, donde se había instalado la moda (´virou moda´) de hablar mal. Nadie sabía bien por qué –alrededor los oyentes concordaban con lo que decía- ahora era ´chicki´ o ´legal´ pronunciar cualquier cosa. Por ejemplo, las personas se acostumbraban a pronunciar ´manlaus´ y quien no registraba ese nuevo modismo era descastado. El mundo, según Víctor, estaba lleno de fenómenos extraños. Nada, sin embargo, tan aberrante –he aquí (lo tenía de nuevo de pie y ahora caminaba por el cuarto, exaltado) un segmento de esta crónica al que hallo sin igual- tan fascinante como aquellas criaturas cuyo mayor defecto ya no era hablar mal sino lisamente engullirse a los que hablábamos. Víctor no salió, en los primeros minutos, de su asombro al oír que en mi estadía en Manaus no había tenido la suerte de toparme con caníbales (óigase, cani-bá-les). En el futuro o en el pasado de ese infinito viaje, oiría o había oído a otro hablar sobre donde residían, cómo eran controlados por la policía y así, pero nada como los caníbales de Víctor. En pocos segundos, e impulsado por mi ignorancia, el joven director de escena, montó el espacio apropiado, en la cubierta del barco, para que se desarrollara la presencia, persecución y caza de esos terribles despiadados. Un caníbal, me decía Vìctor encarando la representación, se reconoce por dos rasgos: el caníbal nunca habla pero no porque no sabe (no se sabe si sabe) sino para no dejar ver entre los resquicios de su boca sus extensos ´dentes afiados´; dos: el caníbal corre despacio porque ´tem corpo mole´. No quedaba demasiado claro si lo del cuerpo atrofiado se debía a la dieta basada en sus hermanos o a la no necesidad de esforzarse para obtenernos. En todo caso, que corriera despacio (´devagar´) era una paradoja y un peligro. Parecía fácil ir contra él, lento y pesado, pero era necesario ser efectivo porque aunque corriera con lentitud si errábamos, éramos la cena. Ahí dispuso la representación de la terrible caza de no sé qué vecino o lugareño que decidió acabar con él porque el caníbal había matado a un niño del indefinido barrio. Este segmento gore –en un mundo lleno de acechos, como el amazónico- potenció la maestría narrativa del pequeño.

Pero había un aspecto triste en esa historia. Pasamos del costumbrismo tropical al tango, parece, intervine. Un tono oscuro teñía su voz. El Espectro no rio. Estábamos cerca de Santarém cuando la función de Víctor acabó. Las familias comenzaron a recoger sus cosas, el viento se volvió más frío, las redes desaparecieron, el silencio cortado por las despedidas rápidas imperó. Las luces estridentes del puerto. El lento camino al amarre. La llegada impiadosa de la noche. Y vos pensabas. Sí, pensaba que era algo que no dependía directamente de Víctor. Hay una injusticia social que determina que él nunca será el antropólogo que exponga ninguna teoría sobre los maltratados come-humanos, ni nunca pisará la sala de una universidad de arte o de cine o de lo que sea donde ese filme fabuloso de los caníbales manauaras podría ser rodado. El contexto es claro. El viaje en barco –donde lo conocí- era para mí un divertimento de treinta horas. Para las personas y familias que lo hacían era la única forma razonable, en términos económicos, de llegar de un punto al otro. La vuelta de Santarém a Manaus duplica el tiempo de viaje. Ida y vuelta insumen una semana dentro del navío. La ruta rápida, porque no hay carreteras, es o el avión –demasiado caro para el trecho y el grupo familiar- o una especie, para mí, de mitología o de fábula portuaria o de nueva capa de la realidad, y tan costoso como el avión: las veloces lanchas que hacen el recorrido en apenas horas. No las conocí ni las vi ofrecidas. Ese barco, en el que me escapaba, era la versión obligatoria del ´surf de los pobres´. Acaso Víctor no era pobre en un sentido extremo, pero sí en el suficiente para quedar fuera –casi con certeza- de ese esquema. Y te lo digo así, dice el Espectro, con el corazón abierto: las cosas están cambiando, algunos modos están mudando. Pero, en el estado actual, Víctor no tiene garantizados estudios en instituciones gratuitas, abiertas y públicas en un país en donde el orçamento (presupuesto) para cualquier cosa es multibillonario. Y esto no se debe al argumento de la proporcionalidad de usuarios o de destinatarios. Lo mencioné en una crónica anterior, se ufana sin brillo el Espectro. En educación superior, el Estado brasilero garantiza ese derecho solo al 1,5% de la población (en una sociedad en la que, por la reversa, el 99 % tiene acceso a las imágenes en un televisor). La discusión es amplísima y remite a qué se dice cuando se habla de ´la burrice do povo´, como si ellos fueran los responsable de ese estado de las cosas. O es más, como si ellos fueran los burros… Tal cual. Pero, al mismo tiempo, dice el Espectro, es necesario reconocer que entre los estados de Amazonas y de Pará, en detalles vistos y conocidos al pasar y al vuelo, se construyen hoy universidades que buscan abrir el juego de acceso para otras clases sociales y otros sectores desfavorecidos. (Sería bueno recordar, le digo al Espectro, que hablás de universidad como cifra del sistema educativo en general al que, de todas formas, no conocés en su complejidad.) Es bueno recordar que uso la idea de universidad como un símbolo de lo que sucede con la desigualdad social en general. Desde lo que veo, tengo la sensación de que en el fondo toda ha cambiado para nada cambiar en los últimos tiempos. Los números siguen bajos mientras la inversión aumenta exponencialmente en aras de, entiendo, privilegios. Fernando, el profesor en tantos otros aspectos democrático, repite el argumento que he escuchado hasta el hartazgo de porqué la universidad brasilera es elitista –como supongo que es y como se desprende de sus antiguos y exclusivos orígenes. No se puede pasar de ´la nada´ -esa nada sería la palabra que califica al sistema público de educación, según él- al acceso a la universidad de alumnos sin experiencia de lectura ni de escritura. Son necesarias etapas. Hasta este período se ha intentado reacomodar injusticias como la casa, la comida, la salud, después vendrá lo otro. La inconsecuencia, según entiendo, me dice que entiende el Espectro, de este planteo del poco a poco es que, por un lado, lo dije, los presupuestos que se destinan en cada campus y en cada universidad son altísimos y daría para muchos más alumnos. Hay turnos repetidos para un mismo grupo cuando podrían utilizar ese espacio para dos. Se prefiere becar muchas veces a pocos (iniciación científica, mestrado, doutorado), antes que pocas veces a muchos. Al reducir la entrada de personas, usted no solo reduce el número de egresados, sino que reduce la variedad de miradas porque, a mayor cantidad de minorías representadas, tantos otros profesores en pugna y con sus diferencias de perspectivas. A mi ver (y reconozco tener un conocimiento parcial y me estoy refiriendo solo a las Letras, a la literatura), eso incide en el nivel de los futuros profesionales que ´compiten´ con raleados compañeros en su construcción discursiva durante el período de estudio. Hasta la actualidad, hasta el momento en que funcionó el vestibular (la prueba de admisión), la parte más difícil era entrar, después por lógica mal o bien (aunque incluso las universidades se desentienden de algunos alumnos) quien está adentro termina, se gradúa. El extremo del delirio es que en muchos casos se entra a una carrera cualquiera porque es más fácil ´la prueba´. Letras es una ellas y encontrar gente apasionada por la literatura –el famoso nerd, ex ratón de biblioteca-, se encuentra, pero cada tanto. Si algún estudiante se arrepiente a partir del segundo año, aunque tal vez exista una reocupación de esa vacante, es muy difícil que se atienda a quien quedó fuera. En sistemas abiertos, también con sus graves problemas porque la crisis de la universidad es planetaria, la permanencia depende casi exclusivamente del estudiante (y de su familia). Todo eso me parece le da un tono de universidad privada a la brasilera (e inclusive de escuela secundaria) que va contra la tan cacareada excelencia que, tal como lo veo, es otro ejemplo de la doble realidad. Antes que en lo concreto, en sus producciones y en sus frutos, la excelencia está en el ranking que vaya a saber uno quién lo arma. Brasil ya instaló que la USP es la mejor en América Latina. Cuando pregunto a los que la conocen qué pasa dentro, las respuestas no son tan alentadoras. Deberían dejarse de especulaciones y de remiendos como el sistema de cuota que garantiza un determinado número de ingresantes de minorías como los negros –me parece racista justamente porque confirma la diferencia- y abrir las aulas. Abrir las aulas y ver el universo de candidatos que tienen, y decidir qué hacer sobre los que desean ir. Y en ese caso, auxiliar a quienes presentan problemas económicos, etc. Es como si hubiera un pesimismo previo –tal vez surgido del conocimiento de causa que ellos tienen y que vos no, Espectro, acoté- sí, pero que siempre pone la palabrita ´fin´ de esa película en un selecto montón de blancos sin nervio. Y en ese proceso, Víctor –lesionados sus derechos- se vuelve un extranjero.

Fernando, languidece su voz por momentos el Espectro, no aceptaría nada de lo que he dicho. Para él debería suceder, como dicen que sucede, primero la etapa de lo concreto, y de lo espiritual, luego. Me perdonen las fuerzas superiores, decía el Espectro, atendiendo a las arañas que poblaban mi pequeño departamento, aunque él nunca era tan sacrílego, pero y repito, esa negativa por la incapacidad de unos y por la excelencia de otros, es elitista. En vano usé con él su propio discurso. En las charlas con el dueño hippie del albergue había aparecido aquella cuestión ´del acceso sí, del acceso no´ a la tecnología y a internet por parte de las comunidades alejadas de las poblaciones más influyentes. Fernando creía que cada comunidad debía resolver si quería o no la instalación de antenas, la entrada del servicio, etc. Con respecto a la universidad solo me encargué de invertir el argumento. ¿Por qué, entonces, no se les ofrecía a esos otros ´el servicio´ educativo superior y dejaban a ´los pobres´ decidir, elegir, si querían estudiar o no? En la cancha se ven los pingos, rifaba con su léxico no siempre abundante el Espectro. La sensación es que los blancos brasileros han clausurado como guardianes la entrada a la universidad y han optado ´hablar´ en el lugar de esos otros que no ven cumplido su derecho como ciudadanos. Esa es la idea de mi tocayo DaMatta en Carnavais, malandros, heróis, no es así. Sí, en los setenta. Él ve un rasgo central de la jerarquizada cultura brasilera en el constante y paternalista hablar de la clase media por ´el otro´, por ´el pobre´, por ´el oprimido´. Como es el interesante caso del ´perspectivismo´, productivo, novedoso, respetuoso, basado en el trabajo de campo en Amazonas del antropólogo Eduardo Viveiros de Castro -el autor de esa tesis, discípulo de DaMatta y etcétera- pero que no deja de ser un blanco hablando sobre minorías. Al día de hoy, ¿no existirían condiciones para que nuestros amerindios, por ejemplo, estudien, investiguen, escriban, si así lo desean, sobre ellos mismos o sobre los que les venga en gana? ¿Reconoce la UFAM, universidad amazónica, que más lógico que convertirlos en ´objeto de estudio´, es hacerles valer el derecho de ser, mínimo, ciudadanos brasileros? El derecho como carta de triunfo. Exacto, como el ancho. Si tengo un derecho es porque lo puedo ejercer y usar para vencer. Te dijeron pero no te acordás cuándo… Me acuerdo, me acuerdo. Era otro profesor pero con este sí me peleé, casi. Y de él nunca hablé. Era del PT y le ataqué a Dilma. Pero su dato vale. En este año 2013, en la UFT (Universidade Federal de Tocantins), se graduó la primera médica surgida de la población amerindia en la historia de la blanca universidad brasilera. Que entró por el sistema de cuota, Espectro. Sistema que confirma la obsesiva cerrazón de las puertas y, por supuesto que lo voy a decir, pelaba en solitario. ¿Qué mayor argumento a favor de la urgente y necesaria apertura de las universidades que la importación de médicos cubanos –Cuba tiene 11 millones- a un Brasil con 200 millones de habitantes (problemática que permitió, cómo no, aflorar aquellos viejos vapores racistas en suelo brasilero)?

Descubrí esa distancia con Fernando la noche en que fui, por él, invitado a una cena en la que, como no podría ser de otra forma, confiesa el Espectro, provoqué una situación ´a dos aguas´ entreverada con el sabor de un delicioso pescado. A diferencia de otras regiones más conservadoras, en el norte brasilero reina un olor distinto. Está el contexto violento, pero también un microclima social menos tenso con cruces, con rupturas de barreras, raras en otros espacios. Estamos, entonces, en Alter, en un recoveco de la entrada de Alter, en verdad. Es de noche, los grillos y hasta las cigarras trasiegan, el clima es perfecto, el viento una caricia.

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Estamos en la casa, en el medio de la floresta, de Luciana (antropóloga) y de Hermes (músico de curimbó). Luciana vive en el pueblo y da clases en Santarém en la UFOPA (Universidade Federal do Oeste do Pará), una de las nuevas universidades que se construyen en aquella zona mediante el programa REUNI (Reestruturação e Expansão das Universidades Federais). El conflicto sobre el temita educativo –en mí late y late oculto que van a esgrimir el argumento del ´luego, luego´- llegó rápido. Luciana pintó una situación algo bizarra, como era de esperar, basada en profesores que no saben qué hacer frente a alumnos que se muestran desinteresados y que van poco y que no leen y que tal vez intuyan el delirio cuando en el país que construye estadios inútiles, ellos tienen clases, como las tienen contaba Luciana, dicen que de forma provisoria, en un hotel que hace las veces de edificio universitario. En esa conversa, tercié y acusé a la organización excluyente y jerarquizada. Pero, a sus ojos, me manqué, confiesa el Espectro. Luciana argumentó que el vestibular correspondía y solo permanecía en las universidades más conservadoras y que las puertas habían sido abiertas gracias a la implementación del ENEM. Detiene su charla el Espectro y me alcanza el recorte de un papel arrugado y mal impreso que ahora copio.

Criado em 1998, o Exame Nacional do Ensino Médio (Enem) tem o objetivo de avaliar o desempenho do estudante ao fim da escolaridade básica. Podem participar do exame alunos que estão concluindo ou que já concluíram o ensino médio em anos anteriores. O Enem é utilizado como critério de seleção para os estudantes que pretendem concorrer a uma bolsa no Programa Universidade para Todos (ProUni). Além disso, cerca de 500 universidades já usam o resultado do exame como critério de seleção para o ingresso no ensino superior, seja complementando ou substituindo o vestibular.

Pero, ¿se abrió?, según vos. Eso –dice el Espectro- es lo que intentaba colocar en una conversación de la que más temprano que tarde me salí porque estaba comenzando a ser grosero –o grosero fue el comentario de esa querida antropóloga sobre o argentino sem jeito. No lo sé. Ser invitado a una cena en Brasil cuando usted es un desconocido es algo que ocurre muy pocas veces y me salí. Me fui, me escabullí mentalmente por las ramas de los árboles del patio antes que avanzar con una discusión que parece tocar –que toca- el corazón de los privilegios en la sociedad brasilera… Aunque, reconozco, en ese intercambio de ideas, era posible que ella tuviera razón. (Pero… abrir, abrir, no se abrió.) Había y hay en toda esta ardua cuestión innumerables variables. En una charla posterior, Luciana –quien, por supuesto, no quedó muy convencida de porqué indagaba el Espectro- reconoció que rige una especie de desconcierto en el destino de los estudios superiores brasileros. Todavía nadie sabe bien cómo ni porqué existe un proyecto en funcionamiento de duplicar (otro nivel más) la organización del sistema: a la vieja forma y manera europeas, se le superpone ahora la remozada norteamericana que hace de la escuela secundaria una preparatoria…

Problemas, problemas y me pregunto, espectador, si en lo que respecta a la educación y a tantos otros temas no es uno de esos problemas la extensión. ¿La del territorio? Sí, la de la organización de la União. Tenés ganas de tener razón y decir que por esa infinita extensión todos son un poco extranjeros en este suelo. Tengo pero no hoy, dice el Espectro. Aquí ya está fresco y para contarte me queda apenas un final simple pero sincero sobre vivir en una tierra infinita y sus cimbronazos y sus cacareos. En aquella conversación, al comienzo mal arriada y entre el pescado, conocí la batalla sobre la que todo desconocía. Dos años atrás, en el 2011, en el estado de Pará se implementó un plebiscito para decidir si el territorio sería dividido en tres regiones. La causa principal se desprendía, es previsible, de la diferencia por el volumen de los impuestos volcados al fisco. La decisión de la mayoría fue contraria al separatismo. Los paraenses experimentaron dos situaciones. Vieron cómo mientras en el boca a boca y en el día a día, la mayoría sugería que iría a votar a favor, en la votación ganó el ´no´. La segunda, sospechan, la incidencia de los medios de comunicación. Hacia ´afuera´ la acusación a los medios cariocas y paulistas de ignorar, o por lo menos, de no dar la importancia requerida. Hacia el ´interior´, hacia el mundo local, la fuerza de una mídia que, de manera ilegal, permanece en manos de la politiquería básica. Es un ejemplo lateral que vale para ilustrar lo que sucede ´allá´. Se levanta de su silla, y de forma inexplicable, el Espectro, y dice. Hoy, con ustedes, José Sarney. Aplausos. Consagrado presidente pseudo-democrático por la muerte temprana de Tancredo Neves en 1985, en la actualidad es un poderoso legislador [PMDB] por el estado de Amapá y conforma la lista –junto con su hijo y con su hija, una familia literalmente política- de diputados o senadores brasileros que tienen algún tipo relación con la mídia y que ni piensan en abandonarlo. A pesar de datos que desmienten la independencia entre medios y poder político, se había sentado y gesticulaba, según la ´Agência Repórter Social´, solo el 5 % de los 1059 diputados electos entre 2007 y 2010 reconoció tener relación o con una radio o con una cadena de televisión. En Amazonas y en Pará, vecinos de los estados Maranhão y Amapá donde rige la familia Sarney, su fama de caudillo que dirime a los tiros la política (se dice sobre un susto que se llevó Lula) y las rencillas con la prensa corre con una lista de chismes que no necesito repetir y que tal vez sean comunes a otras mitologías y que retrotraen la situación –como en otros grupos sociales latinoamericanos, solo que vale recodar estamos en el territorio de una potencia mundial- con cierto optimismo, al siglo XIX.

Esta potencia construyó su poder en base al territorio. Por eso el separatismo es el fantasma mejor conjurado de Brasil, en un Estado que ve cómo la extensión cuasi inabarcable a la que se enfrenta pone en jaque su capacidad de actuar. Es el separatismo, se puede suponer, el origen de la desconfianza mutua e histórica entre los sureños gaúchos y el resto del país, sobre todo, los estados centrales. En Brasil, se sabe, el poder ha sido habitualmente ´café con leche´. Se resuelve entre el lácteo Minas Gerais y el cafetero São Paulo. Y Rio Grande do Sul tiene en su tradición aquel deseo de independizarse de la União -Guerra dos Farrapos [1835-1845]- que dejó una cicatriz visible. Y esa desconfianza interestatal es una rueda: norte, sur, centro, nordeste cada grupo se reconoce y se desconoce recíprocamente.

Extensa, interminable, tu croniquita de hoy, Espectro. Como los caminos aquí, absurdo espectador de lujo. Varias veces en el viaje me pregunté por qué frente a esas distancias no se da o se vuelve a dar en Brasil el desarrollo del tren, de un tren de pasajeros –porque de carga hay- que comunique este continente. No los de la carioca y hermosa Estação Central, no los del São Paulo inmensa, otros trenes sí que conecten espacios diversos. Dice –se dicen tantas cosas- que anda dando vueltas un proyecto para ramales de alta velocidad por la región del centro. No para el norte, no para el lejano norte. Mis últimos días en Alter do chão, abunda el Espectro, los pasé alejado de la playa, a unos dos quilómetros de la pequeña villa, y descansando en una comunidad verde de la que me reservo el nombre… Como si a alguien le importara, te digo. La comunidad estaba antes de la entrada al pueblo y esa distancia permitía quedarse más ´en casa´. Caminar por la floresta, bajar al minúsculo y privado brazo del río, deambular entre los árboles, pensar, fumar, pensar y volver al amigo mate. En la tarde de mi despedida, un viajero alemán que andaba de acá para allá con una bicicleta –acá y allá, eran el norte y el nordeste brasileros- fue quien me dijo que él había oído, y nadie más en el grupo ni en la mesa tenía ese dato, sobre un tren de pasajeros turístico lindo e interesante, en un vago mundo exterior. No irás a mentirnos que ahí empezaste a pensar en Polo, abrevié. No exactamente. En Polo empecé a pensar después, a la noche y al otro día, y de forma muy vaga, con muy pocos datos, con mi memoria flaca, y con la dispersión del que viaja. Estaba en Santarém. Volvía a Manaus. Eran las ocho de la noche y esperaba el ómnibus hacia el aeropuerto. Había llegado a ese punto, una intersección de dos grandes calles con más tierra que cemento y con una rotondita de circunvalación que sola daba miedo. Llegué a ese punto por una triple referencia de candidatos diferentes y a cubierto de dato falso. Y te cagaron. No hace al caso. En el viaje en la línea 306 de Alter a Santarém… la empresa se llamaba ´Borges´, en ese viaje, mi despedida del humano pantano se nutrió de una agradable charla con dos artesanos, ella de Portugal, él de Irlanda, que no pararon de hablar de dinero y que se escandalizaban por mi ´escolha chicki´ del aeropuerto. Ella tenía la cabeza totalmente rapada con una trenza de su propio cabello restante haciendo de corona. Rostro ovalado, aceituna. El muchacho irlandés rompía un poco la armonía y se esforzaba por ser afable con la afabilidad de un punk borracho. Veo que ella te gustó, Espectro… Soy inmaterial y puro espíritu, indeseable espectador, no te pierdas. De ese colectivo me bajé –las artesanías que la chica portuguesa producía, el desacomodado señor no parecía manyar mucho en el brebaje, eran alucinantes. Me bajé y busqué mi lugar. Mientras aguantaba la llegada del que me llevaría allá, al aeropuerto, una moça, con su familia a un lado, una moça de unos doce o trece años, pintada con su piel morena dentro de minúsculos retazos de tela, se apiadó –entre los piropos de los que pasaban, las cervezas (fueron una tres) que le ofrendaban, y la distraída vigilancia de su familia- se apiadó y se olvidó de las veces que me vio que la miraba y me dijo fundida al imperio de la noche que todo lo gobernaba, senhor, o ónibus não vai passar, não. Entre el cansancio y la resignación, entre el moto-taxi, la ruta, la noche profunda, los quilómetros y la demora en llegar, llegar, llegar, me acordé levemente de Polo. Pensé en lo que él podría haberle sacado a ese conductor encascado, pensé en las historias imposibles de ferroviarios abrasilerados, pensé en si no debería haber escuchado más dentro de aquel hotel y de cómo él lo hubiera hecho –desde ya, Espectro, que no sé vos, pero él no hubiera pagado-, pensé en que más que del otro lado, porque lo dijo, cuando se refirió a la sopa, no hay ni un lado ni un otro lado, la cosa, si lo es, era el visitante, el perpetuo extranjero.

En el inicio de El Visitante -con el transcurrir de los capítulos, ese marco ficticio parece que se pierde- se sugiere por una radio que el protagonista, el investigador, sufre del síndrome del ´visitante inoportuno´ que ataca a las personas que pasaron sus veinticinco años y que no han podido encaminarse, decile proyecto de vida, decile cualquier cosa que te distraiga de ponerte a pensar posta. El personaje encarna un outsider, alguien que nunca se siente en su lugar. Un marginal. Desde El otro lado [1993-1994] a El visitante [1995], Polo pasó en un salto lógico del fantástico (y del policial porque en el fondo estaba Philip Marlowe) a la ciencia ficción (entre el Subiela de los ochenta y La sonámbula, y volviendo a El Eternauta). Polo dejó de ser guionista, y más atento a los tiempos, se convirtió en el sobreviviente de una época que se sabe ida pero no se sabe cuándo. El tipo –que ha filmado todo durante mucho tiempo- observa esas viejas cintas en vhs que son su memoria con el recóndito deseo de ordenarlas. Los espectadores vemos a un periodista (categoría que le hinchaba las pelotas usar, según su pudorosa confesión, para denominar su trabajo en tevé) que es un espectador de su propio trabajo. La historieta es el ambiente donde vive y no lo que él (mal) produce. El tipo está encerrado en su departamento. El exterior es indeterminando y amenazante. El aire es nocturno y la música, nerviosa. La radio habla de controlar, de neutralizar aquel síndrome. Por instantes, en la presentación, camina por una playa vacía con la arena, el agua y el cielo de un rojo sangre apocalíptico, rojo que se concentra en el final de los títulos en el ojo de Polo de donde salen las letras del nombre del ciclo. Ciborg-Polo. Lo más importante ahí es el ojo, dice el antiguo Espectro a quien ya nada detendría. Polo decía haber visto demasiado, haber visto cosas que habría preferido no ver. En una vida con rasgos surrealistas, Polo decía que buscaba ´ver´: ´estoy tratando de ver como se hacen las cosas bien. No tengo, un mensaje, un modelo o una ideología…´. Su búsqueda era darle a la persona en su cotidiano una comunicación basada en un ´intento de mirada´. Para él, el mundo es lo que cada uno ve del mundo, es encontrarle la belleza a lo real… Es el ojo y es, claro, el oído. Polo confesaba no poder olvidar las historias que oyó. Esas historias habían pasado de ser la razón de la escritura a ser estruendos que no le dejaban escuchar su voz.

Oyó y vio lo que no se debería ni ver ni oír. La entrega de los premios Martín Fierro, en 1994, es un momento estelar [Ver minuto 32]. El otro lado recibe el premio al mejor programa periodístico frente al pope menemista Mariano Grondona, por ejemplo, y Polo y el grupo de realizadores y de productores suben al escenario más como una banda que como otra cosa. Y de hecho, eso eran. Polo dice lo de la ´sopa´, se ríe de estar ahí entre tantas figuras y recuerda que muchas imágenes que se ven el ciclo sucedieron antes, en noches y en lugares semejantes. Con ´la sopa´ (no hay dos lados) le responde indirectamente a Sofovich –hola, Gerardo- (inexplicablemente en este momento el Espectro se para y hace un gesto, anti-gualicho, para usar sus propias palabras), interventor de ATC, quien le sugiere al joven descartar el título El lado oscuro y poner lo del otro lado. Sofovich dice sugerir eso porque en el trabajo de Polo había luz. Nada más absurdo. Fue al lado oscuro, o sea acá, y, sin dudas, no había luz.

Entre el primero y el segundo programa Polo, del 93 y 94 al 95, se da un giro que es como el rulo inicial, en los noventa, de esa representación volcada a la exhibición del vacío personal que (en una de sus aristas) sería potenciado por internet. En un capítulo de El Visitante, a esa altura la cámara lo seguía a capricho, Polo se pasea por el barrio, observa el auto chocado del vecino, admira un jardín común y silvestre, etc., camina un poco e ingresa a su casa en la que unos amigos, y su amigo conviviente que acaba de llegar del laburo, se toman unos mates y no entienden nada. La progresión de preguntas que son como las letanías de El Visitante -cuándo empecé a caer, cuándo empecé a oír, cuándo empecé a llegar, cuándo fue que empecé a viajar, cuándo fue que elegí un rumbo, cuándo fue que decidí quedarme, cuándo fue que deje ser un visitante– creo –especulás al extremo Espectro-, creo, decía, que marca ese camino del que cuando llegó al cotidiano, a la propia vida, a la indistinción del conflicto porque todo puede ser visto desde otro punto de vista, o contado distinto, cuando él llegó ahí, y dejó de ser un visitante porque conocía ya todas las historias, y cuando no se protegió frente a todo eso con cinismo, explotó.

¿Quién fue Polo? Un personaje. Me recuerda al también judío y también indagando en los bajo fondos de los secretos, de esa, para Polo, póstuma película de Aronofsky, Pi de 1998. Un personaje de Arlt. Erdosain que se suicida en el tren. Pero Polo no es el fracasado Remo. Uno, rebelde y conspirativo no-personaje, de Macedonio. Un detective de Walsh. O también la manifestación más clara de la encarnación del espíritu de Walsh en un ser humano con máquina de escribir y todo. Porque a Walsh también lo terminaron mal. A uno se lo fumó la dictadura y al otro su vástago en versión sudaca, el neoliberalismo. Y Polo con su cámara fue un Peter Watkins asureñado. Quebró todo con poco. Permite el delirio de varios (una extensa lista de herederos y de usurpadores). Polo fue su trabajo en Fierro y en Radiolandia (la del corazón donde conoció al de policiales Enrique Sdrech) junto con Pablo de Santis, guionista después en la tevé (y en la investigación estaba Marcelo Birmajer). Polo fue el diario Sur (del Partido Comunista donde había militado y de donde se choreó la máquina que es parte de su imaginario) y Página12. Fue su primer trabajo en televisión en Rebelde sin pausa, y el mito de que una estrella de la farándula –era fachero Polo- se lo llevó un fin de semana a Mar del Plata. Y fue decir que el silencio en las entrevistas le venía de Roberto Galán y del yo me quiero casar… Polo era el que sin hablar hacía llorar al entrevistado. Fue la cara resplandeciente de un grupo que trabajó mucho para sostener el proyecto. Y fue un Polo que terminó sus días solo, durmiendo –cuando no estaba en el Tigre- en la calle. Como diría alguien, la obra de Polo y Polo son demasiado grandes como para ignorarlos.

Y ¿qué le pasó a Polo?, según vos, Espectro. Vio. Pero los registros no van a decir nada. Escuché dislates en chistes, que no dan para el contexto, sobre la yeta de haber sido ´Premio Revelación´ en los Martín Fierro; la anécdota de algún boleto casi-capicúa sin gracia y ridícula. Les faltó, muchachos, relacionar las tres pelis de Dean con los tres años y los ciclos de Polo y sus inicios televisivos en Rebelde sin pausa, como para reafirmar el asuntito del fierro chifle aleatorio. Igual, y en concreto, algunas respuestas sobre lo que le pasó deben estar en ese libro –El buscador [2005]- del que conozco apenas las primeras hojas. Y con lo que leí es suficiente, como lo son las dos paginitas iniciales de de Santis en un prólogo titulado, como para no pavear con su postura, “La vida realˮ, ese miedo a que se siga instalando el mito ´Polo´ sobre el que, dice entre paréntesis, “…(los cassettes que circulaban de mano en mano, el carácter a veces extraño de los mundos que abordaba, la muerte joven: todo colaboraba)…ˮ… para crearlo. Y suficientes para que tengas razón, aporté indiferente.

En junio del 2001, a menos de cinco años de la muerte, Carlos Polimeni publica en Página/12 ˮEl otro lado de Poloˮ, en razón del MAM (Museo de Arte Moderno, Buenos Aires) proyectar una selección de los mejores programas en homenaje a esa ´revolución audiovisual´. También y por supuesto, Polimeni recoge el enigma: “Nadie entendió nunca el final de Polo…ˮ. Desliza la idea del suicidado por la sociedad a la que no le pone un nombre concreto y dice ´la sociedad´: la vida de Polo y sus programas fueron “…emblemas en… una generación que fue saltando de la política al arte, del arte a la mística y de la mística al vacío.ˮ Y antes del vacío, y en la indagación del vacío, las drogas. Esa nota anticipa documentales que se rodaban por la época. Uno de ellos estaba a cargo de Gustavo Alonso –En la vereda de la sombra, del futuro 2005. Alonso, además, era parte de la cátedra -oh, academia; oh, periodismo- ´Mirada Polosecki´. Su documental comunica con escalofríos el click en Polo, el click en la cara en la charla y en la pantalla de Polo. Del oscuro y brillante del inicio, al que entre infinitas hipótesis el éxito, el premio, el dinero, las drogas (decían thc), las malas influencias, las peleas con el grupo, todo lo fue conduciendo a ser automatizado que respondía lo que el otro necesitaba para contar. Conoció los sutiles mecanismos del habla y se valía de ellos como de pequeñas llaves que abrían puertas tras puertas, tras puertas, tras puertas. Dicen que el personaje se lo había comido. Le dijeron psicótico y adicto. Pero Polo, lo dije mil veces, fue el que vio. Vino. Entró a las sombras. Vio e hizo su obra. Le puso su firma inolvidable. (Habrá querido volver). Y se fue a un nuevo anfiteatro. Otro documental, cuenta Polimeni, que se rodaba por entonces era el de Horacio Ramos (del que no encontré registros). Ramos resalta. Polo cambió la historia de la televisión (argentina). Evidente es su influencia posterior sobre los jóvenes estudiantes que se pasan de mano en mano los videos caseros de esos programas como objetos de culto y de aprendizaje. Polimeni –que podría hacer brotar con su comentario a de Santis y no solo por el gerundio- firma: “Polo enseñando a hacer televisión desde la tumba.ˮ Se tomó el palo. Fue un artista que vio que aquí parece el caldo cocinado. ¿Aquí? Y-se-tomó-el-palo. Ese final en el Tigre, entre las plantas, los bichos, el río y el amigo innombrable y por la familia odiado, ese final con las supuestas teorías conspirativas que Fabián traía, y con esa historia del túnel y de los nazis, él que era judío, y con sus últimas salidas a espacios nocturnos en los que veía corrupción y decadencia por todos lados, y de… ¿Espectro? Es que hace tanto sentido con el visitante -continuó en su fiebre- con el que ve, con el que se va a ´la naturaleza´ (que es otro invento, pero es más lindo), retoma el punto (¿habrá visto, como los chamanes, las ropas exteriores en los animales?). Y se toma el palo. Puede ser, dije desconcertado.
3
Y para mí todo eso se potenció entre el agua, el calor, el río, la pegajosa humedad, el verde, las plantas y su leve recuerdo, en la comunidad de Alter, y en el exterior inmediato y concreto, inmutable pasando y pasando, como si nada fuera incierto, ese ómnibus Alter-Santarém, con ese nombre que complotaba… Es un normal y común apellido tradicional portugués, Espectro. En su exposición, Vivieros de Castro (a quien imité sobrado, en un doble robo porque el dato del antropólogo se lo debo a Fernando), tiene como objetivo explicar qué es la muerte como ´quase acontecimento´. En ese camino, dice lo que ya dije sobre la muerte en el mundo amerindio y dice que en la muerte -aquello que sucede en lo real, pero también en lo virtual porque permanece presente en las anécdotas de los que van solos al mato y son toreados por una situación de casi muerte, una amenaza aleatoria de algo- en esas situaciones de casi muerte, del que vive para contarlo, está el surgimiento de la narración, de las mitologías y, supongo, de las religiones y de lo que llamaríamos literatura y de todo el resto. La narración, dice el antropólogo, se da porque casi morimos y vivimos para volver a contarlo. Y porque somos mortales, contamos que casi morimos para reafirmar que estamos vivos. Si fuéramos inmortales no necesitaríamos nada, ni contar, ni salir al mato, nada. Ahí lo nombra a él en una exposición, por otra parte, con pocos nombres propios. Como en ese cuento de Borges, dice, de esos señores inmortales, dice, creo que es en “Las ruinas circularesˮ, pero no lo recuerdo, y sigue. El antropólogo confunde dos cuentos y no al azar. De ninguna manera al azar. Vos decís que el recuerdo de la selva y allá en el norte, la firma Borges sobre el costado del colectivo. Digo que, mirado bien, Polo se acerca a ese mundo de lo anti-estatal que es el parentesco, él se mete en los grupos, en las familias, de orígenes que no eran sanguíneos en su mayoría, se mete ahí que es en verdad donde están las infinitas luchas con el mundo de los muertos, si lo mirás en la mirada amerindia, se metió, se fue al mato y no se protegió. Una onza le habló, él le respondió y ahí se mancó y dejó de ser humano. O se convirtió un tiempo en caníbal hasta que mutó. El propio antropólogo hace chistes al pasar con que dentro del Estado ´el fisco´ es un felino suelto en el mato (la ciudad una selva) y no sé si la hace pero la sugiere que la policía sería lo más peligroso, digamos la onza, digamos la sucurí. ¿Qué animal sería la tele? Entonces, cuando Borges en ese cuento de las ruinas mezcla la selva con la ciencia ficción no andaba lejos. Para nada, me dice el Espectro. Dice la leyenda que Polo conoce a Eduardo -al que sería su amigo final en la etapa del Tigre- ´amigo de soltería´ dice irónicamente Polimeni, durante la filmación del último programa que hizo de El Visitante. Se había divorciado por esa época de su mujer y madre de su única hija. Pasó de la ciencia ficción a la (relativa) selva atigrada. Dicen que compró una isla y la puso a nombre de Eduardo. Dicen que este lo quería llevar a una secta. Más bien parecen prejuicios contra el amigo. Como sea, la conspiración en la locura, o no, de Polo está y no sé mucho más. En la real, Polo hace el mismo movimiento que hace en el cuento Borges. Y si lo mirás más amplio, la selva, la ciencia ficción, la conspiración, la memoria infinita, en Borges la biblioteca, en Polo su versión fílmica. Polo el que vio y Borges ciego (y ciego como era el visitante sin su cámara). Polo también como el personaje de esa novela –que Borges nunca escribió, ¡por favor!, Espectro- y que publicó dos veces. En esa novela, y así en el mundo Polo, predomina la noche. Y está el misticismo (porque Borges también se puso a los jueguitos conspirativos y se perfilaba de profeta o de sacerdote literario) y el final disolvente. Muy interesante, pero tengo sueño, Espectro, vos decís que vio… Digo así: podés ver ciertas cosas si las enfocás desde un determinado ángulo. Y eso es, por ejemplo, algo que Piglia olvida, aunque lee siempre muy bien, como nadie, a Borges. La ciencia ficción y Polo es otro que también hay que pensar, espectador, pero se necesita saber más y ahora no es el momento.

[Septiembre 2013 – Manaus – Santarém – Alter do Chão – Jamaraqua ̸ Región Norte – Brasil ]

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Mancaos I. El caos en Manaus y la culpa de Cristina. [2013]

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En un rincón del centro de Manaus, entre la Praça Matriz y el inicio de las callecitas del viejo puerto se yerguen, con las fuerzas que le restan, los despojos de una iglesia. Nunca vi en otra ciudad de la América Latina conocida, y más sorprendente aún en un Brasil saturado de religiones, un templo abandonado, descascado, dejado a la suerte de las alimañas que, por otra parte, se las ingeniaron también para ocupar puestos de gobierno. La fealdad, el descontrol y el sálvense quien pueda –si usted es extranjero, potenciados- reinan. La ciudad tiene sin dudas sus encantos –se trata solo de encontrarlos-, pero lo que salta a la vista es la paradoja y el sin sentido. Capital de un estado rodeado e inmerso en el agua, es previsible que su terminal de ómnibus sea pequeña, pero no es su tamaño el problema. Es la improvisación, es el abandono edilicio, es la falta de interés de los vendedores y las tres ventanillas escasas para una urbe con casi tres millones de habitantes. Es, finalmente, la mayor contradicción que se construye unas diez cuadras antes del edificio ´rodoviário´ azul. Con tan solo un equipo jugando en la Série B del campeonato brasilero, Manaus logró hacerse con una de las sedes de la Copa del Mundo 2014. Ahí, y con ese bizarro fin, se edifica la Arena da Amazônia rodeada de barrios cuya felicidad por el monolito debe ser bastante ambigua. Belém, capital del vecino Pará, de mucha mayor tradición futbolera discutió, se enojó y recalcó el absurdo poniendo sobre la mesa viejas rencillas provenientes de la época en la que ambos estados eran un único territorio. Cóctel explosivo, las preguntas asaltan: ¿quién va a controlar el amor a primera vista entre la afluencia de turistas a los partidos de la Copa y los amigos de la ventaja callejera? ¿La contradicción entre el abandono edilicio y la inversión desmedida en un estadio luego inútil y en la remodelación del aeropuerto no estallarán por los aires? ¿Reconocerán solo en aquel momento que es una enorme locura y una gran irresponsabilidad que Manaus acostumbrada a ser la puerta de entrada al mundo amazónico pase a ser parada obligatoria de miles de fanáticos? ¿En qué derivará esa situación a la que se pueden sumar anticipadamente las protestas y las reivindicaciones ´Black Block´? Este aleatorio testigo –a quien dos jóvenes pasajeros en un ómnibus que se desplazaba justamente entre el nuevo estadio y la vieja Terminal le preguntaron si era un terrorista que haría detonar la bomba cuando abandonara el colectivo- estuvo ahí y de ahí huyó. A causa de su barba y de otras excentricidades, escuchó esas y otras tantas deliciosas frases de las que los dos siguientes textos son apenas un compendio.

Manaus – zona portuaria antigua

Hiere mi pupila, en esa noche de inicios de septiembre, el diente dorado sobre el que rebota la luna desconfiada del río -del espléndido, barroso y sin riberas Amazonas- por el que sereno el Bartolomeu II navega y con él, nuestros destinos. Los pasajeros duermen en decenas de redes penduradas. Despierto y me balanceo con el frío en mis espaldas. Por la tarde, había intercambiado algunas palabras con el dueño de la dentadura en la que el oro anticipaba el desorden fulgurante con el que surgirían mis recuerdos. Su diente en la noche era el desvelo y el gesto para enceguecerme y confundir, en mi memoria, los destellos. La fuerza del metálico en Manaus, donde reina sin esfuerzo, la mala pata de ´la tía´ -me contaban- que en un viaje perdido en el tiempo y en un barco semejante llevaba, casi sin saberlo, en polvo, medio quilo de oro hasta que lo engulló el buche sediento de los de negro, y la fuga de metálico en otras tierras, en otros tiempos, en aquel hotel del que espanto el recuerdo, y bajo otros cielos, acaso como este negro en el que, de pronto, aquel brillo dorado proyecta fragmentos –la maraña de fragmentos de lo que ahora cuento.

Esa noche, horas antes del desvelo, estoy –me dice el Espectro- sentado en la parte superior del Bartolomeu II al arbitrio del viento cuando, de pronto, me veo rodeado por dos nuevos amigos brasileros. El primero de los viajeros vive en Boa Vista (Roraima), una ciudad ejemplar, bonita y ordenada a dos horas de la frontera con Venezuela hacia donde obcecadas multitudes van para comprar y consumir todo porque todo, incluso la gasolina, es más barato en ese suelo. El otro –a partir de ahora, el Ingeniero- es un ingeniero agrónomo que gasta las treinta horas desde Manaus (Amazonas) a Santarém (Pará) con su esposa y con su perro, y con su auto en la bodega, porque pasó en un concurso público y su trabajo está, entonces, en la ciudad que será puerto. Y me explica, de esa manera comienza la charla, me explica lo que desde hace tiempo me vienen explicando. Dos son los problemas de Brasil y, sobre todo, del norte al que, por su tarea, dice el Ingeniero, conoce bien: la corrupción política y la ´burrice do povo´.

Manaus, afirma el Espectro, es una de las ciudades que más renta genera en el país. Cifra más, cifra menos, es notorio que el trabajador local dispone del suficiente dinero para viajar y para consumir. Pero no todos son, por ahí, cielos. A los pasajeros que disfrutan del inicio de sus vacaciones en aquel barco, se oponen historias menos acogedoras como la de una madre que debe viajar, por no se sabe qué burocrático vericueto, para tramitar su ´Bolsa familia´, uno de los relativos triunfos del actual gobierno, y después retornar al barrio, en la antigua Manaus, caliente, empolvado, ganado por la pedra y por su mercadeo. {La postura favorable de Luis Nassif sobre la compleja ´Bolsa Familia´}

Manaus –ciudad portuaria, al final de cuentas- es un centro de corrupción en el que el metálico en metálico gobierna y la tarjeta de crédito –no las Ferraris- es un lujo demasiado prolijo para esos devaneos. La capital del estado Amazonas era, en el pasado, zona franca. Muchas empresas estaban y están ahí radicadas. Los productos eran más baratos por la exención de impuestos. Sin embargo, el negocio no iba bien. Atraía demasiados revendedores y contrabandistas y dieron de baja el privilegio. La poderosa São Paulo, sobre todo, veía sus intereses disminuidos y, entonces, una parte importante de lo que hoy se produce en Manaus –el 25 % del total brasilero- acaba siendo enviado para el estado más rico del país para que más tarde regrese al contexto amazónico con los impuestos necesarios para el lucro general y con el valor adicional del transporte por río –en un final de orquesta que lleva el costo de vida al límite de los infiernos.

En Manaus las calles, como aquella iglesia, me confiesa el Espectro, están destrozadas. El centro de la antigua ciudad, entre la Praça Matriz y el puerto, es un laberinto de infinitas veredas cubiertas por pequeños locales informales de venta de los más variados objetos y que, por la noche, se ven envueltos en lonas coloridas sodomizadas por ex sogas de marineros. Entre ellos se despliega un sistema de transporte pésimo, con conductores violentos, con cobradores encantados de divertirse a expensas de los extranjeros. Una profesora de Santa Catarina que vivió mucho tiempo en la ciudad, me aseguró, que eso sucede con cualquiera que no sea de la región (y él piensa, y no dice, que el tan mentado hombre cordial brasilero nunca salió de los libros) y reflexiona que es difícil comprender por qué ese destrato a los turistas que eligen rifar en esa ciudad el propio vacío existencial con el excedente de su dinero.

Así, aun en, o a causa de ese marco degradado, los maltratados usuarios citadinos disponen para su natural esparcimiento de más de media docena de shoppings. Uno de ellos, mole de cínico cemento, promociona su exclusiva decoración en homenaje a la fauna, flora y cultura amazónicas, con muebles, pisos y luces acabados en colores y en materiales de artesanías regionales, y con su logo que rescata el famoso encuentro de las aguas entre el Negro y el Solimões donde –dicen- nace el Amazonas. En contraste, la proliferación de tecnología en la desvencijada Manaus, y en el Bartolomeu II, en manos de niños, adultos ancianos y perros es un ejemplo contante y sonante de la escasa incidencia de los telúricos homenajes.

Corrupción política e ignorancia ciudadana, dos argumentos que oí durante el largo viaje de forma repetida. Sobre lo primero, me dice el Espectro que le dijo al Ingeniero, es difícil (o bastante obvio) delinear ahora cuál sería la solución porque la corrupción parece ser intrínseca al sistema y entonces… El ingeniero concuerda. Sobre lo segundo, se podría intentar –y me parece fundamental, acota- una profunda revuelta educativa que convirtiera en democrático el acceso a unos estudios que, en tierras brasileras, son meros privilegios.

Para que tengas una idea, se compadece de mi ignorancia el Espectro, en Manaus la municipalidad (´prefeitura´) gasta hoy en día unos R$ 90 mil por cada parada de ómnibus local reformada –reforma que hay que entender como unos techos de acrílico que no son capaces de maquillar las cientos de personas hacinadas, por ejemplo, a lo largo de la avenida principal Getúlio Vargas listas para que los conductores ejecuten su mental video juego. Uno de esos infernales destinos colectivos es Ponta Negra donde -me cuenta el Espectro que le contaba la profesora de Santa Catarina- usted puede encontrar la sin igual idea de una playa sobre el Rio Negro. Conforme al ritmo natural, el río sube y baja, avanza y se retira. La ´prefeitura´ invirtió millones en la fabricación de la playa sobre una terraza artificial de arena y, por si esto fuera poco, y ante la ausencia efectiva de ´playas´, instaló río adentro una red para que los bañistas no cayeran en el fondo del cauce. Los yacarés, por su parte, optaron por ignorar los límites humanos y se pasean ufanos. Los visitantes –rodeados de varias motos acuáticas de dudosa utilidad- al no poder sumergirse en el agua, eligen la cerveza y resuelven a las trompadas el hastío de la tarde. Sea por los yacarés, sea por los pugilatos, la playa acaba en frecuentes y prolongadas clausuras. En su última reapertura, en abril de este año, los visitantes dejaron como regalo, en los primeros trece días, más de cien (100) toneladas de basura dentro del predio. [ LINK. No hay en internet disponibles notas de otros medios sobre la basura en Ponta Negra. Como en Rio Preto ´TV Tem´, en el norte ´TV Amazonas´, ´TV Tapajós´ y al infinito los tentáculos de la Rede Globo.

Luiz Fernando –que vive en Baurú (São Paulo) y que paga una universidad privada y que se hospedaba en el mismo hostel que la profesora y que el Espectro- estaba en la ciudad a medias para descansar, a medias para continuar con un proyecto de investigación sobre la organización interna de comunidades desfavorecidas. Su plan era comparar las ligaciones comunitarias de las favelas de Rio de Janeiro, por ejemplo, con las de los estados del norte de Brasil. En su visita a una pequeña localidad ribereña a unos 30 min. de Manaus, en barco y por el Rio Negro vio que, en una región plagada de tecnología, los habitantes no disponían ni siquiera de un teléfono público. Esa misma comunidad le pidió al municipio –a la ´prefeitura´ que construye paradas de ómnibus ya existentes, que inventó una playa para caimanes, que tiene en su suelo al estadio mundialista obsceno- un profesor o maestro que llevara la escuela que no tenían. El pedido fue denegado… por falta de presupuesto. Después de cada atardecer, esos ciudadanos, se reúnen en grupos para reponer entre ellos un derecho social robado por las ratas del gobierno.

Crédito Luiz Fernando

Crédito Luiz Fernando

Aquella noche en el barco, retoma el Espectro, al inicio de la conversación me presento como ´argentino´, un dudoso galardón cuyo efecto humorístico, o agresivo, es –digamos- repetitivo. En este caso el mensaje sardónico tuvo un objetivo más explícito. ´Ah, sí, Argentina, opinó el Ingeniero, el país en el que para desgracia de vocês gobierna Cristina´. En paralelo al fútbol, parece ser el único dato extra que se tiene, en estos parajes tropicales, de aquel pueblo sureño. El dato es un parámetro paradójico. Por un lado, en el norte se está lo suficientemente lejos como para que ´Argentina´ sea algo así como una tierra ignota. Por el otro, la repetición de esas señales aquí y allá y más allá marca la inmaterial presencia de la voz de los medios de comunicación dominantes en la palabra del ciudadano brasilero. Lo medí y le dije, me dijo el Espectro envuelto en una nube de su palheiro inacabable, que le proponía un juego. Las reglas son dos y son sencillas. Planteamos un problema social, político, etc., y digo, imitando a tu enemiga, ´lo que Cristina diría´. Y el Ingeniero aceptó el juego.

Viajamos en un barco que pertenece a una empresa privada y que, como tantas otras, explota las vías del Río Negro, del Río Solimões y del Río Amazonas de forma arbitraria. El pasaje no tiene precio fijo, no existe control alguno sobre lo que se lleva, sobre cuántos pasajeros suben. Dentro del navío hay dos baños para trescientas personas. El agua para consumir es dudosa. La comida cara e incomible. La limpieza, un cuento. Arrejuntadas viajan familias, madres con hijos pequeños. Existen límites morales para casi todo (no se puede dormir de a dos en las redes), pero la administración de la empresa vende cerveza a unos señores que, de pronto, se consideran en la balada y beben hasta caerse de borrachos para despertarse al día siguiente y continuar bebiendo. Eso no es lo peor y no es todo. Los borrachos son tan atildados que deciden depositar sus anhelados vómitos en las escasísimas piletas de los raros baños que tiene el navío. Pero, como un crimen cometido a cada segundo, esos mismos pasajeros y otros tantos a coro encuentran divertidísimo lanzar la basura y los restos de comida por la borda hacia el indefenso río –ignorando con esmerada prolijidad los dos o tres tachos de basura que invaden la cubierta. Esas empresas navieras –intervengo, dice el Espectro- podrían ser públicas y generar a los estados o al gobierno federal réditos y, además, permitiría un control mayor sobre los desmanes ambientales. Entonces, en Argentina, con todas las contradicciones posibles del mundo y del universo que nos rodea… Cristina diría que es necesario establecer una lucha a nivel político… No creo, me cuenta el Espectro que lo interrumpe el Ingeniero: Cristina los atrasó, ¿no es cierto?

El juego es, me dice el Espectro, un diálogo entre miradas incompatibles: una espectral, en la que el imaginario sobre la sociedad brasilera –a esta altura, apocalíptico y simétricamente opuesto al caribeño y desprejuiciado que en los países del sur se tiene (tendrías que hablar más sobre eso, Espectro)- se cruza con los retazos de una realidad transitada y viajada; la otra –tal vez más espectral aún- en la que ´Argentina´ es la construcción que ofrecen los medios de comunicación. Si contra algo –y de forma deliberada- fue la ´mídia´ hegemónica en Brasil, es contra ´la imagen´ del gobierno K (en una tradición anti-argentina de larga data ahora atravesada por el miedo a ´las izquierdas´ [sic] latinoamericanas y que Cristina parece descuidar sin fisuras al citar, no hace mucho, el falso mea culpa de O Globo). Eso explica que el ingeniero ignore los desastres del gobierno kirchnerista en política de transportes y su contra-argumento remita solo a ´la mala imagen´ de la presidente. Como todas las sociedades, le reconozco y sin abundar en datos concretos, me dice el Espectro, el país austral presenta innumerables problemas. La diferencia entre la clase política de Brasil y la de Argentina es mínima o nula. Sin embargo, le digo, desde hace unos años en el imaginario –insiste el Espectro cada vez más imperceptible en la noche que se cierra sobre la memoria de su relato-, en esas fantasías mentales, en aquello que nosotros creemos que somos, se abrieron discusiones, con uno u otro tipo concreto y serio de influencia en ´lo real´, que en este país hermano son todavía silencio –idéntico al que esgrime ahora el Ingeniero- apenas quebrados por los antiguos clamores del junio piquetero.

Durante el viaje -segundo problema del juego-, en oficinas, negocios, posadas, uno se choca con mapas impresos por Greenpeace en los que aparece la región amazónica y en rojo la indicación de las zonas deforestadas que crecen exponencialmente cada año. El rojo avanza como la sangre de la naturaleza en una lucha ciega en la que se imponen los intereses ganaderos, sojeros y madereros. En la región, las cuatro por cuatro Hilux pululan. El dinero y la prepotencia se enseñorean. El avance comenzó en el estado de Mato Grosso y no ceja.

Accedí a la versión oral de una historia que -corta el Espectro- no pude comprobar hasta ahora y que es otra de las tantas mitologías terribles que pueblan el norte. Según un camionero, en estos días jubilado, por la necesidad de una salida para la soja y para demás productos, se había asfaltado un largo trecho de una ruta amazónica. En un determinado paraje transitable, los dueños de balsas que tenían su negocio apegado al traslado de camiones a través del río, destruyeron el camino con el delicado fin de mantener sus prebendas. Este tipo de arrestos individuales –sumados a las historias de grupos que cobran peaje (´pedágio´) en rutas nacionales, estaduales o locales para beneficio propio- es un ejemplo indirecto, pero contundente, se ofusca, de cómo en muchas situaciones en Brasil el Estado, hiper controlador en tantos otros sentidos, se ausenta.

Más adelante conocería una capa adicional de la tragedia contra la floresta. Fernando, un profesor universitario de filosofía con quien hablé durante el viaje, me contó, me cuenta el Espectro, que uno de los mayores problemas para poder detener el avance de la deforestación -además del metálico con el que sueldan bocas- es que si se legisla contra la tala de árboles se afecta a los pequeños productores que necesitan de nuevos espacios, en su lugar de residencia, para cultivar, criar ganado, etc. Con una situación tan compleja, la ventaja cae del lado de los indeseados. Por eso, frente al poder de terratenientes que exportan, y que se rinden ante Monsanto, y que agreden a la naturaleza y al suelo para extremar rendimiento, y así Amazonas se reduce, Cristina –quien arruinó todo, aporta el Ingeniero- diría, insisto, dice el Espectro, que ese poder de latifundistas debería ser discutido. Intento resumirle la mal-llevada y ambigua lucha por ´la 125´. Él –ingeniero agrónomo universitario y con un posgrado- ignora el tema. Ahí, entonces, y antes me guardo los argumentos del affaire Repsol, YPF, Texaco, Chevron con el que, si él los tuviera, el jueguito ´Cristiana mata monopólicos´ se hubiera ido al carajo, añado el tercer momento del juego, y le digo que Cristina diría la necesidad de una ley de medios. Oh, vocês argentinos não tem jeito, ironiza meu companheiro. Y se me ensombrece el talante pensando que es posible que no tengamos arreglo.

En eso se resumen las cientos de charlas que provoqué –y en casi todas fracasé- con mis ´corpos astrales´ hermanos brasileros, recuerda el Espectro. Lo que me interesa, me dice el Espectro que le dijo a su interlocutor (el ciudadano de Boa Vista hacía tiempo que estaba en silencio), repito, me interesan los imaginarios: cómo nos pensamos y cómo pensamos que nos piensan y cómo pensamos a los otros a partir de cómo pensamos que nos piensan. Olvídense si lo que sucede en mi país (o en otros países de la región) es bueno, es malo, es neutro, le decía con cuidado al ingeniero que, de pronto, bebía su séptima cerveza. El meollo es saber si en algún momento el pacto riqueza, política tradicional, justicia, militarismo, medios de comunicación monopólicos, educación elitista -todo cocinado a fuego lento en el horno de ´la herencia de la dictadura´, ¿sobre el que Cristina diría?, se ríe el Ingeniero- va a ser discutido en el corazón de una sociedad brasilera que oscila en el borde de que cualquier intento de diálogo político cotidiano sea considerado una agresión a la nación que cobija. Es clara la diferencia entre latinos-hispanos con los que he hablado -a mexicanos, colombianos, venezolanos, chilenos, cuando se les pregunta cómo ven, cómo imaginan la vida en su país, lanzan, por lo general, pestes (lo sé, son todos viajeros migrantes)- y el modo brasilero de intentar encontrar el camino para sin decir mucho, decir que, aunque podría estar mejor, tampoco se está pésimo. La clave para salir indemne y sin agresiones de una charla, en estas tierras, es apelar a la consabida frase: tudo é muito complexo, difícil de enxergar [o sea, ver] porque o país é inmenso e tals…

El ingeniero bebe y me observa pensar lo que no digo y pienso, me dice el Espectro. Bebe y bebe y termina la cerveza y lanza por la borda –y con ella sus convicciones- la lata vacía que, después de lloriquear en la baranda, se va a dormir con el río y con la noche. No dije más, me dice el Espectro.

Arrullado por la red que era mi cama, el reflejo dorado del diente metálico me desveló y aquellos fragmentos y los destellos y, entonces, pensé en el caos cuyo centro era Manaus y en la culpa de Cristina y en cómo contar ´el caos´ y ´la culpa´ en estos tiempos.

Fernando –aquel profesor abierto al ríspido diálogo político y para quien, vale como ejemplo, la primordial medida en Brasil, y concuerdo y repito, es ley de medios- me comentó esa tesis que sintetiza a los ojos brasileros ´el problema de Argentina´ en un trauma. Según él, o según la tesis, Argentina es un país o una sociedad traumatizados (´tem recalque´) por no poder ser lo que creímos ser (argumento que en el fondo apunta a remarcarnos que nuestros vecinos sí lograron eso que no se sabe bien qué es). Como trueque de reconocimiento –tu absurdo paternalismo, Espectro- le concedo a Fernando el recuerdo de la sentencia del francesito Malraux robada a algún amigo esquecido que decía que era Buenos Aires la capital de un imperio que nunca había existido. Y creo que en las diferentes inflexiones de la palabra ´imperio´ surge ese mutuo desconcierto, tal vez absolutamente recíproco, tal vez un poco sesgado y dicharachero del lado brasilero como el gracioso equívoco de O Globo de los últimos días al confundir, en un mapa de un segmento deportivo, la geografía argentina con la del suelo chileno.

Tengo la impresión, interrumpo, que esa, Espectro, no es la historia que me querías contar. Por supuesto, aunque tampoco te he estado mintiendo. Entre el sueño de ´el imperio bienestar´ y el anhelo de ´el imperio cultural´ -que hasta ahora ni pasan de emporios ni mucho menos- debe andar la medida de esa horma entre dos pueblos pendejos. Sí. Te quiero contar la otra verdad. Te quiero decir por qué y de qué estaba, en el Bartolomeu II, huyendo. Te quiero contar qué sucedió en Manaus. Pero necesitaba instalar ´el trauma´, necesitaba reconocer que contar aquí (el delirio y) el caos tal vez no sea otra cosa que una incontrolable proyección la verborragia desde un interior colectivo y traumatizado -y a los ojos de los otros, hasta con culpables identificados. Y, entonces, necesito volver a aquel cuarto, a aquel hotel y al humo que no me dejaba ver las caras. Y a los microbios, y a los malucos, y a los caníbales, y a las onzas, y a las cobras, y a las pirañas. Y a la tarde del jueves 29 cuando llegué, y a la caótica y entrañable Manaus, esa ciudad en la que se entra a mil cosas… se sale de pocas.

[Septiembre 2013 – Manaus – Río Amazonas – Brasil]

Brasil, un sutil y delicado apartheid

“Os pequenos querem ser grandes, os grandes querem ser maiores, os maiores não sei, nem eles sabem o que querem ser.ˮ 

Antônio Vieira [Lisboa 1608 – Salvador de Bahia 1697]

“Resta algo da ditadura em nossa democracia que surge na forma do Estado de exceção e expõe uma indistinção entre o democrático e o autoritário no Estado de direito.ˮ

Edson Teles, “Entre justiça e violência: Estado de exceção nas democracias do Brasil e da África do Sulˮ, O que resta da ditadura: a exceção brasileira [2010]

Este lunes cuatro de agosto [04-08-2013] a las 22 hs., Bruno Torturra, periodista, y Pablo Capilé, productor cultural, visitarán el programa de análisis y debate ´Roda Viva´ transmitido por la TV Cultura (Brasil). Torturra y Capilé son el dúo al comando de esa nueva forma de hacer periodismo que se despertó durante las protestas en Brasil y que es conocida como Mídia Ninja [Narrativas Independentes, Jornalismo e Ação].

Mídia Ninja llega a la televisión en el momento de más profunda (falsa) calma del descontento social brasilero. TV Cultura –el espacio elegido- está, podría afirmar, en las antípodas de Rede Globo. ´Roda Viva´ fue el programa que primero acogió a los representantes de Passe Livre allá por fines de junio, cuando todo se incendiaba. Ese programa sentó, también, en el centro del escenario a Slavoj Zizek que andaba por Brasil vendiendo su nuevo libro sobre Hegel y que dio una hora y media de memorables respuestas. [09-07-2013]

Una de las frases estrellas de Zizek, aquella noche, se resume en la siguiente hipótesis: la revolución (o las revueltas) sucede no cuando el descontento es generalizado con todo el mundo en la miseria, la ruina, etc., sino cuando se ha generado una expectativa sobre una eventual mejora social y esa promesa no se cumple.

Nada parece describir mejor la situación local.

En los primeros días del 2012, mientras preparaba mis libros para mudarme a Brasil, leía religiosa e ingenuamente diarios on-line como para ponerme a tono con ´las noticias´, por ejemplo, la Folha. Con preferencia durante los fines de semana aparecían en primer plano dos indicaciones psicodélicas: el mapa con el aumento de la violencia ´delictiva´ en las grandes ciudades (aka São Paulo); el absurdo contador –o clasificador- de clase social.

El juego era así: usted completaba con una serie de variables económicas y de empleo unos casilleros y el sistema le devolvía a qué clase social pertenecía o creía pertenecer. Adivine. Adivinó. El resultado, como en un horóscopo, era siempre positivo, siempre más arriba, siempre en ascenso. Un paulista anfitrión durante algunos días en mi paso por Sampa, hace un par de meses, me contó que había realizado el test con el salario mínimo, sin casa propia, sin auto, sin electrodomésticos y el resultado había sido -¡claro que adivinó!- clase media.

Si revisan la web ahora verán que las noticias sobre números y ascensos y menos pobreza y más clase media y un extenso etcétera, pululan por los buscadores según entiendo con una dosis considerable de verosimilitud. El discurso del ascenso de clase social –en un país en el que, desde una mirada intuitiva, es difícil encontrar la clase media– pertenece al carro de la victoria del PT (en la sucesión Lula, Dilma) y ha sido tomado como bandera tanto por los trabajadores como por ese grupo de la pequeña burguesía cuyo horror máximo es ser confundido con ´los pobres´, con ´los negros´, con ´o povão´.

Los tecnócratas –que incluye a gran parte de los investigadores sociales y a los periodistas- han dividido al país en cinco castas: A, B, C, D, E. Se habla de cada una de ellas como si fueran entidades animadas. ´Hoy en día la clase C quiere, busca, desea…´; ´lo que las clases A y B reclaman´ y así por delante. Ese sistema de castas que plantea la vida social casi como si fuera un juego virtual en el que hay que avanzar de nivel, responde a una variable fundamental en la comprensión de la sociedad brasilera: su intrínseca e histórica organización jerárquica basada en el simple principio de domesticación que usted, si visita este país por más tiempo del que insumen unas alienadas vacaciones, puede tener todavía el placer de experimentar al oír o al intuir la pregunta marca-territorio –¿sabe usted con quién está hablando? (Lectura recomendada Roberto DaMatta, Carnavais, malandros, heróis, 1979).

Con orígenes en la época de la colonia y con eje en la esclavitud (siglos XVII al XIX), hoy esa jerarquía –que no es más que la opresión y la dominación simbólica y económica sobre ´el otro´- aparece cristalizada por la pervivencia de la sombra de la dictadura que se instaló en 1964 que comenzó a irse en 1979 y que, según los libros oficiales, parece haber terminado en 1989 –momento en el que toma el poder Collor de Mello, un esperpéntico producto neoliberal del marketing televisivo.

El humus de esa formación social históricamente jerárquica, sumado al conservadurismo irracional y destructivo de la dictadura, sumado al discurso ´progresista´, sobre todo desde los medios, que fogonea sin parar la salida de la ya a esta altura poco deseada clase C para pasar, ascender (¿?) a las clases A y B genera un estado tal de susceptibilidad que cualquier ente que no sea blanco caucásico, con acento de los estados centrales (Minas Gerais, Rio de Janeiro, São Paulo, Paraná) y con bastante dinero, es poco menos que nada en esta sociedad.

Desconozco y no me interesa, en este momento, ahondar en los criterios que se utilizan para determinar la pertenencia o no a cada clase. (Al respecto pueden leer, si les apetece, esta nota, y no olviden dar una mirada a los comentarios de los lectores anteriores y de paso ¡prueben suerte en ´la rueda de la fortuna´ de las clases sociales!) Como pueden ver ahí, el factor desequilibrante es el económico centrado en el consumo de bienes materiales. Un segundo grupo de rasgos responde al nivel educativo con el aliciente que para la sociedad –en puntos- significa lo mismo tener dos televisores que haber cursado por algún período de tiempo en la universidad.

¿Qué se esconde en esa inconsecuencia de cruzar datos del consumo de objetos con el acceso a la educación? Se esconde, en principio, una gran ironía y una gran injusticia.

Más allá del crecimiento de las cifras de las matrículas, más allá de los esfuerzos legales para garantizar porcentajes de ´cuotas de negros´, más allá de los programas de becas, en la actualidad la Universidad pública –el caso más drástico- está destinada solo a blancos pertenecientes a familias con dinero -entiendo que entienden que hay excepciones.

Si uno quisiera comenzar a tomar dimensión del abismo entre ricos y pobres, blancos y negros (repito, con los matices que ustedes sabrán agregar) debe observar la Universidad brasilera. Según los datos otorgados por el Censo 2010, existen 2377 instituciones de Educación Superior de las cuales 2099 son privadas. Esto implica que, en el nivel de los que buscan graduarse, en un país de 190 millones, existen 6,5 millones de estudiantes con la siguiente división: 4,7 millones asisten a las privadas, el millón y medio restante a las públicas. En conclusión, el mítico número del 1 % de la población brasilera que ve cumplido su derecho a la formación superior, no es un mito. Como podrán suponer, quienes concurren a una universidad privada disponen del dinero suficiente para pagarlo y eso implica que pertenecen -casi siempre- a las clases del tope de la pirámide.

En las ciudades capitales de los estados la situación puede variar y, de hecho, varía aunque apenas. En el interior de São Paulo –donde vivo- la universidad estadual, que se sostiene con el dinero aportado por todos los ciudadanos, se las ha ingeniado para conformar un plantel docente y de estudiantes sin (casi) ningún brasilero negro y con una notoria escasez de estudiantes de las clases sociales menos favorecidas. (En el colmo de la perversión, muchas de las personas a las que el sistema les tiene prohibido de forma implícita o explícita el ingreso a la universidad para estudiar, son –sin embargo- contratadas para trabajar en la seguridad, en la limpieza, en el mantenimiento, etc.- dándole a todo el ambiente un tufillo de distopía inconfundible). La diversidad étnica estaría representada, en todo caso, por alumnos negros extranjeros quienes, por otro lado, son discriminados en sordina justamente por ser un tipo de extranjero no demasiado bien visto ni valorado.

Es casi imposible demostrar lo que afirmo. Conozco a una persona negra con sus raíces africanas intactas, con su cultura siempre presente, con su conversación diferente, con todo su ser negro que año tras año ve como la oportunidad efectiva de entrar a estudiar a la Universidad se le frustra. ¿Cómo demostrar que la evalúan para dejarla fuera? ¿Qué otras herramientas que no sea la justicia podría uno usar aún a sabiendas de que eso –aquí- es cavarse la tumba en vida y con las puntas de los dedos?

Desde hace tiempo intento convencerla de contar su historia. Al día de hoy, sus promesas me hacen pensar que nunca voy a obtener ese testimonio. El año pasado en un episodio confuso, un profesor de una universidad pública frente al pedido por parte de esta persona de una charla de consulta estrictamente académica, le respondió con un chiste en el que le sugería que se sentara para esperarlo como en el pasado esperaba su tormento el esclavo.

A los pocos días la Universidad –en una neurosis que alcanza el cinismo- festejaba el ´Día de la conciencia negra´ [20 de noviembre]. La persona que había sido vejada por el comentario de ese profesor se acercó a las autoridades y les comunicó el caso. La invitaron con un café. La escucharon hablar un rato. El profesor sigue hoy cobrando su salario.

¿Cuál es la relación de Mídia Ninja con toda esa locura racista que atraviesa la sociedad brasilera? Ninguna. Ninja nació como una forma de enfrentarse a los medios hegemónicos de comunicación eje de los discursos xenófobos y que, por su énfasis en el ascenso económico, disparan el sentimiento fascista de gran parte de la población.

Aun así, en pequeños detalles -que supongo surgen más de los seguidores y de los adeptos que de los propios Ninjas en acción- aparecen contradicciones. Representan ´la voz del pueblo´ (ese viejo recurso de las elites brasileras, según DaMatta, de ´hablar en lugar de´) y aparecen fascinados por la posibilidad de ser reconocidos por el periodismo tradicional. TV Cultura podría ser considerado, como dije, un espacio alternativo dentro del concierto mediático, pero sus panelistas provienen de medios de comunicación hegemónicos y nada plurales.

Una situación híbrida semejante ocurrió cuando durante las protestas de junio el hackeo de la cuenta de twitter de Ninja –que le impidió transmitir on-line- llegó a los oídos y a las páginas del diario New York Times con la resultante de una agitada celebración virtual vernácula.

En el colmo del descuido para un medio de comunicación alternativo –cuya novedad, de todas formas, lo disculpa- un Ninja –uno de los varios- en una transmisión de protestas que estaban siendo observadas por miles de personas de Brasil y otras tantas de América latina de habla hispana realizó ao vivo chistes sobre ´los gringos´ (´los extranjeros´) que no entendían nada de lo que estaba pasando. Los reclamos de mayor pluralidad en las redes sociales se hicieron oír.

La jerarquía y el gueto, incluso entre personas que buscan quebrar parámetros opresivos, son comunes en estas tierras.

El Anónimo, un amigo de los márgenes, me bautizó ´el Espectro´. Soy invisible. No existo. Ser extranjero, sin ser de Estados Unidos o de algún respetable país europeo que no se llame Portugal, es poco menos que una desgracia. Y si ese extranjero es argentino, es la peste. En cualquier charla uno debe dar por perdido los primeros diez o quince minutos en los que –el guion corresponde a O Globo y a las empresas de publicidad- los chistes recorren todas las miserias y las desgracias de ser aryenchino. En medio de la Ocupación de la Câmara dos vereadores en Rio Preto, relato una entre cientos de anécdotas posibles, alguien que participaba del movimiento, después de mi presentación, se me quedó mirando mientras repetía: ´sí, sí, argentino, argentino, como Messi y Tévez que juegan bien al fútbol, pero tienen esos ojitos tan de mogólicos, ¿no?´ En otro momento me hubiera peleado. En otro contexto lo hubiera increpado. En este contexto, en el que creo poder entender qué es lo que sucede, no.

En la historia personal del Anónimo está la eterna sospecha –para él convertida en ´com certeza´- de que la desgracia en su vida comenzó el día que fue echado del trabajo sin mayores explicaciones –punto de inflexión para perder familia y todo lo demás- por ser negro. Oí su narración por lo menos tres veces. Y siempre remarca que de entre todas las opciones, por no ser blanco, él fue la primera, la ineludible. Para el Anónimo, el brasilero blanco y con dinero es directamente un ´nazi´.

El Anónimo sabe, y concuerda conmigo, que, en el interior del rico São Paulo, la diferencia entre un negro y un extranjero es nada.

  Símbolo BOPE, policía militar de exterminio

Todo el asunto, por supuesto, debe ser tomado con cuidado. Existen varios niveles. El primero responde a los blancos y ricos (clases A y B) quienes tienen toda la renta y manejan espacios simbólicos como los medios de comunicación y las universidades cuyos discursos –en lo básico, no se diferencian. (Fue patético ver cómo muchos profesores universitarios se garantizaban el trabajo futuro de tecnócratas en la televisión enarbolando las opiniones que querían ser oídas, es decir, que eran pagadas para ser dichas durante las protestas de junio).

En ellos, en la elite económica, pervive con mayor fuerza el deseo de la jerarquía y en ellos anida con mucha claridad el discurso genocida de la dictadura contra todo lo que sea diferente: negro, gay, extranjero, comunista, nordestino, favelado, y siguen las categorías.

Sin embargo, el mundo donde viven no es de fantasía. La Constitución de 1988 –de transición a la democracia- es un gran negociado de los grupos políticos entrantes con los militares salientes para evitar el juicio contra estos últimos y mantener la amnistía y, lo que es peor, para dejar abierta por artículo constitucional (número 142) la posibilidad legal de que esas fuerzas intervengan si la seguridad nacional lo considera necesario. Esta es la historia de cómo la Constitución brasilera garantiza la legalidad de un golpe de estado. Un libro ineludible para entender esto es O que resta da ditadura: a exceção brasileira [2010].

En el límite entre la clase medio-alta y la clase media y media-baja aparece todo un grupo de ciudadanos progresistas que accedieron a algún estudio superior y que niegan y que enfrentan el proyecto nazi e higienista de la elite. En ese exacto lugar se evidencia la mayor contradicción y a eso me refiero en mi crítica a ciertas posturas de algunos militantes de los movimientos sociales brasileros. Ellos establecen su lucha de tal forma frente a los poderosos que, en última instancia, las batallas que se inician ahí acaban por ser la guerra, y esa guerra –observada desde afuera- parece ser solo el deseo de ocupar el lugar simbólico de dinero y de poder que no ocupan en el presente. Tienen buenas intenciones, pero su relación con los verdaderos necesitados en esta historia –los que están en el fondo de la estructura social- está cortada.

Incluso en los partidos de izquierda puede verse claramente ese divorcio. Nadie mejor que ellos para tener la perspectiva de qué se necesita en Brasil: la inclusión de los desfavorecidos en la lucha de los obreros. Sin embargo, el divorcio es patente y casi insalvable. Nuevamente aparece la formación universitaria como una barrera –la mayoría de los militantes no son trabajadores sino estudiantes- y, desde la base social, quien estudia es objeto de toda la desconfianza posible. Ese grupo de líderes está accediendo a un bien al que ellos nunca accederán y el corte es, por ahora, insalvable. Aunque parezca una locura, pero es comprensible, en muchos, demasiados contextos, ser universitario es un estigma, es vida de playboy -desde los márgenes, un ´otário´.

Los movimientos sociales en Brasil y Midia Ninja son, entonces, ejemplos palpables de la paradoja: existe una voluntad de acabar con la desigualdad social y de quebrar ese invisible apartheid que espolvorea todas las relaciones humanas, pero la mirada todavía está dirigida, con un poco de obnubilación, hacia arriba y no hacia abajo.

Si la lucha no es solo para defender la prebenda de los blancos que están quedando fuera del reparto de la torta simbólica de dinero y de poder, en consecuencia, debería apuntar a buscar tres salidas mínimas de democratización: apertura de las universidades (fin del vestibular, el filtro inicial que escoge a los pocos estudiantes agraciados), fin de la amnistía legal y apertura de los juicios a los militares (modificar la Constitución para cortar el poder militar implícito), ley de medios de comunicación (ir contra los monopolios).

Con un país con la universidad para el 1 %, la televisión para el 99 % y con la base legal de una Constitución que defiende un estado cuasi-militarizado –en el libro O que resta da ditadura los autores indican que las torturas durante la democracia aumentaron en relación con las décadas anteriores y que, por ende, es necesario hablar de ´semi-democracia´-, la referencia al apartheid es algo más que una mera figura retórica tomada de la historia reciente para establecer una analogía impactante.

Edson Teles –en el artículo que cito como epígrafe- compara el estado de excepción en la democracia de Brasil y en la de África del Sur –donde Mandela luchó a brazo partido para salir con los menores traumas posibles del apartheid– sin decir nunca de forma explícita que los rasgos de una podrían ser válidos para describir a la otra. El argumento que Teles presenta, pero no hilvana, es que el estado de excepción –que permite el control del soberano sobre la vida, rasgo clave del mencionado apartheid- surge de un lugar indeterminado entre la política y lo jurídico de tal forma que su presencia puede darse incluso durante un proceso democrático permitiendo que el autoritarismo –aun cuando lo jurídico no lo demuestre- permanezca por acción u omisión de la propia política.

Es indudable que en los últimos diez años, en muchos aspectos, la vida de los ciudadanos brasileros mejoró. Es cierto que, en los últimos meses, todo aquello que queda por mejorar impulsó un cambio de actitud y politizó a la sociedad. Es cierto que parece nacer ahí, a largo plazo, un proyecto distinto de país. Es cierto que Mídia Ninja es una parte del oxígeno para ese largo plazo. El problema es que, tal como están las cosas, una enorme porción de ciudadanos –y tiene toda la pinta de ser la de siempre- está quedando fuera de la discusión.

Con muchas ganas entrego estas vanas palabras para que el futuro las niegue y las convierta en polvo. Habré sido ciego. Habré cometido un exabrupto. Habré sido un irracional aryenchino que no entiende nada de nada.

Y estaré contento.

Por ahora, como Espectro, veo otra cosa.

[De Las crónicas del Espectro – SJRP – SP – BR – 03-08-2013]

Dedicado al Hippie, al Anónimo, al Frankie