Indio Solari. Los psicópatas serán los hombres del siglo XXI

“LOS PSICÓPATAS SERÁN LOS HOMBRES DEL SIGLO XXI”

 Enrique Symns entrevista al Indio Solari. Cerdos & Peces # 7. Diciembre 1986.

*

Está fuera del escenario. No es el cantante de ´Los Redonditos de Ricota´, es un serio y comprometido reflexionador de la realidad. El reportaje es en su casa, entre su colección de comix, sus escritos que vamos leyendo mientras hablamos. Escuchamos ´Oktubre´, comemos asado, tomamos whisky, prendemos el grabador, vamos conociendo al otro Indio Solari.

Te escuché decir que no creés en la aventura del hombre.

Parto del hecho de que el hombre común tiene una noticia muy parcial de la vida, es un prejuicio que se comparte con otros. Esta convención informativa depende de la altura que se ocupe dentro de la escala de rangos de este modelo imperial-maffioso. La lectura de la realidad que tenés, entonces, depende de las terminales de información a las que tenés acceso. La gente termina brindando obediencia a la información que el modelo sistémico le ofrece.

Aclarame el concepto de ´imperial-maffioso´ y ´modelo sistémico´.

Es un modelo que se ha ido alimentando de todas las interrelaciones. Fijate que el problema actual del estado de esclavitud del hombre depende exclusivamente de la ignorancia, el desconocimiento que se tiene sobre ese orden internacional maffioso. Lo llamo así porque los capitales que sustentan el sistema son lo que quedaron en pie después de la segunda guerra mundial. El dinero de la maffia en EE.UU reemplaza internacionalmente a las famosas bancas europeas…

¿El mundo está gobernado por una maffia, una sociedad ilícita y delictiva?

No si uno la ve como esa historia italiana de Don Corleone y toda esa patraña hollywoodense. La maffia es el sistema, el dueño del imperio, las corporaciones que gobiernan, y que gobiernan el mundo a través de la tecnocracia…

¿Cuál es el concepto de la ciencia desde ese punto de vista?

La religión oficial, hoy día, son la tecnología y la ciencia. Los científicos son empleados de fundaciones manejadas por la maffia y sus inventos serán utilizados por el poder para sus propios fines. La apuesta religiosa más grande que propone este orden sistémico es la supuesta aventura del hombre en el espacio. Este no es un plan nuestro, de la humanidad. Es un plan de las corporaciones, el hombre no va al espacio, va la maffia. Te tiran siempre espejitos, como a los indios, este espejito es el del hombre montado en una nave espacial, una vuelta por una sofisticada y cara Disneylandia…

¿Espejito, en el sentido de que cada hombre se proyecte en el cosmonauta?

No sólo digo eso. Creo que la propia tecnología va a rechazar al hombre del espacio. La tecnología se controla a sí misma; en computación, por ejemplo, se testea con computación. La tecnología ha creado un ámbito que rechaza al hombre. Por ejemplo, el kilo de flete en un taxi espacial te sale 10.000 dólares, un fornido astronauta yanqui de cabeza cuadrada pesa 75 kilos y vale 750 mil dólares. Con ese mismo caudal de peso y de dinero se puede mandar un súper comandante electrónico capaz de realizar ocho millones de tareas. La tecnología se ha hecho a imagen propia y semejanza de sí misma, no es el hombre la imagen sino otra máquina. Una máquina que resiste mejor que el hombre los cambios de presión, de temperatura, el vacío, las radiaciones. Vivimos la ficción a través del comix y del cine, el hombre será el cowboy del espacio y la nave su caballo. Yo creo que el hombre no va a ir, va a mandar eso a explorar el universo, pero él no va a ir. Al menos de esa manera.

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LA VANGUARDIA PSICÓPATA

Sin aventuras que lo incluyan, con un futuro dominado por la tecnología, casi ya de más, ¿cómo va a sobrevivir el hombre?

De prosperar en el tiempo este orden sistémico en el que vivimos, la personalidad más apta para la supervivencia es el psicópata. Quizá los psicópatas sean la desgraciada vanguardia de un nuevo sistema nervioso, aquel que va a poder soportar las rígidas tensiones del orden sistémico…

¿Quiénes? ¿Cómo son los psicópatas?

Para mí son héroes urbanos potenciales que no han tenido mucho éxito en su relación con los demás. No resulta aventurado pensar que el psicópata es un tipo de vanguardia, un nuevo modelo de personalidad que en el siglo XXI podría ser la expresión central de la naturaleza humana. Hay que tener en cuenta la poderosa influencia que el estado psicopático ejerce sobre esta sociedad. No veo a los psicópatas como casos extremos, es más, creo que muchos de ellos ocupan importantes jerarquías sociales: son políticos, militares, periodistas, actores, artistas, músicos de rock, homosexuales prominentes, ejecutivos de la televisión y ahí ves que aumenta el poder del psicópata según el lugar que ocupe en la jerarquía social. Los psicópatas que bajan línea desde su cargo social ejercen más poder que el psicópata cotidiano porque se transforman en la lectura oficial de la realidad…

Desde ese punto de vista la salud social sufre un canceroma, esos psicópatas enferman el mundo…

El problema de la enfermedad es complejo. El viejo chamán, que tenía el poder de comerse tu dolor, de absorber tus pecados a través de la semejanza, de ponerse tan loco como vos para saber qué cosas tenía que efectuar su cura. El chamán ha sido reemplazado por el psiquiatra o por el psicoanalista y ellos se encuentran con su propia incapacidad para manejar a los psicópatas actuales que son pacientes muy complejos, mucho más complejos que su curador. Son más experimentados en la locura que el terapeuta, que solo tiene informaciones. El paciente es un tipo mucho más aventurero, más avanzado que el terapeuta. Desde ahí, yo veo al psicoanálisis como una especie de sangría psíquica. El resultado es que el paciente es domesticado en sus vicios más interesantes. No se lo modifica sino que se lo desgasta y se lo transforma en un espécimen menos malo pero también menos de todo. Menos agresivo, pero menos brillante. Menos destructivo, pero menos voluntarioso. Menos reactivo, y también menos creativo. La terapia apunta solo a la mera reinserción del espécimen. Lo readaptan a la condición que, casualmente, lo enfermó y el paciente se adecua a aquello que aborrece.

¿Hay que convertirse en un psicópata?

La vida personal de uno se dirige en varias líneas hacia el porvenir, nadie está vivo en una linealidad, comprendiendo esto es posible integrar las informaciones que vas recibiendo y que, al mismo tiempo, sabés que te están moldeando. No me gustaría convertirme en un psicópata (ríe), yo preferiría que este sistema no prosperase. Hay que ir leyendo entre líneas las informaciones que el orden nos propone y desconfiar. Porque la ciencia, por ejemplo, no es prestada como un punto de vista más, o como un prejuicio compartido o una convención arbitraria que se comparte. No, la ciencia se instaura como un modelo tiránico de la verdad. Pero no hay que admitirlo. La ciencia es solo una óptica, un punto de vista, una lectura parcial de toda la estructura.

 USINAS MODERNISTAS

¿La alternativa contracultural de la década del 60/70 se presentó como una actitud de rechazo a ese orden sistémico?

Hubo un tiempo en que las ideas que se nucleaban alrededor del rock eran una comprensión ideológica del mundo y daba para mandar brasa unos a otros. Cuando la lectura primitiva fue modificada por lecturas más complejas y afinadas, como por ejemplo la creencia de que se pierde la espontaneidad cuando algo se institucionaliza, cuando algo se transforma en ideología, entonces el fenómeno pareció entrar en decadencia. Pero cuando se produjo la diáspora, la explosión de la individualidad, los jóvenes rechazaron la villanía acumulada por el orden sistémico y esto hizo que fueran a escarbar en las informaciones desechadas por el sistema, ya sea por pecaminosas o por erradas. Cuando se dieron cuenta de que el sistema de vida no les gustaba, fueron a escarbar en el tacho de basura de ese mismo sistema para ver si en lo desechado y prohibido encontraban la posibilidad de reencauzar el mundo. A partir de eso surgió todo el tema del reencuentro con los poetas malditos, con las religiones universalistas…

El modernismo actualmente rechaza la alternativa contra-cultural de los 60/70s, se dice ´70´ y parece que se dijera fracaso.

A pesar de que Oktubre, el disco que grabamos con Los Redondos, es solo un disco, tiene como planteo básico alinearse en cualquier otra dinámica que escape de la lectura postmodernista. Porque la postmodernidad es una lectura pseudo filosófica nacida en la misma usina de la industria del disco y difundida casualmente, en todo el mundo por los embajadores itinerantes cuya función es trasladar esa información. El postmodernismo es un punto de vista neoliberal, pretende que ya no hay un sistema de objetos y como consecuencia todo queda como está, a mí me parece descabellado. Allá ellos con su miseria, a mí me nefrega la modernidad. Entiendo sí que hay modas internacionales que salen de usinas en donde los creadores son expertos en marketing. Son estéticas superelaboradas pero consumistas. Como ese avance de la estética efectista llena de máquinas, chispas e impactos audiovisuales.

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Parece que siempre estuviéramos hablando de ELLOS, se asemeja a una paranoia descomprometedora de nosotros, ¿no hay complicidad de nuestra parte con ese sistema?

No se puede cargar al pobre humano esclavizado con la complicidad. Encima uno, por pertenecer a esa clase de paranoia social, por tener ese rol de ser indicador social. Toda esa sospecha que uno puede ejercer sobre uno es la misma que ejerce tu vecino porque, cuando te ve, lo que ve es un testimonio real del manipuleo. Los paranoicos, de cualquier tipo y rol, siempre tienen algún tipo de popularidad en el barrio porque terminan comportándose de acuerdo con su creencia. Ese hombre, ese pobre paranoico que se dedica a full time a la emoción, está recibiendo todo el tiempo una noticia ingrata sobre el estado de las cosas. Ese paranoico no es cómplice y mucho menos el otro, el que ni se entera, a ese no se le puede adjudicar ninguna clase de complicidad sistémica…

¿Es posible que este orden sistémico, como vos lo llamas, sea derrotado?

No estamos solos, no nos olvidemos de que en este cascote conviven con nosotros otros coetáneos que participan de una lectura similar a la nuestra. No me veo solo en esta pulsión, tengo la impresión de que es una pulsión internacional. Eso por un lado. Por otra parte ni bien la humanidad entre a desconfiar de la bonanza de este sistema, toda esa información que ha sido considerada marginal o alternativa, todo aquello que ha sido dejado de lado tomará importancia, se convertirá en central. Por ahora nada podemos decidir, ni vos, ni yo, ni nadie de nosotros. Ni siquiera lo puede decidir una cámara de diputados porque la independencia de un país es una ficción. La única que comanda el viaje es la maffia. Y sus brazos armados son los científicos. Los genetistas, por ejemplo, están convencidos también de que el hombre tal como lo conocemos hasta hoy no podrá sobrevivir mañana. La información extra genética, como suelen llamar ellos a la cultura, no le servirá al hombre para el futuro. Ellos proponen entonces intervenir directamente en la genética, hacer modificaciones en esa estructura para producir una mutación real, producir otro tránsito de procónsul al homo sapiens de un día para el otro. Y ahí surge otro problema: alguien va a arrogarse el derecho a elegir el modelo de ese experimento. Por ahora está todo mal. Los pueblos no se comunican con los pueblos, la comunicación es de Estado a Estado. Hay un filtro burocrático que separa a los hombres. La cuenta de la muerte se va engrosando. La vida es considerada un instrumento. Nada es un fin en sí mismo. Nadie puede cobrar su vida al contado, siempre hay que proyectar la vida dentro de un orden, nos obligan a firmar todo el tiempo cheques a favor de la muerte.

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Kaczynski, contra la militancia

I.-

Los cinco párrafos iniciales de La sociedad industrial y su futuro (Industrial Society and Its Future, 1995) diagnostican: la Revolución Industrial y sus consecuencias han resultado un desastre (´disaster´) para la humanidad [#1]; la expectativa de vida se extendió pero aumentaron las agresiones físicas y psicológicas sobre el ser humano, y creció el daño contra el mundo natural [#1]; la salida es una revolución que ataque los fundamentos económicos y tecnológicos de la sociedad industrial [#4]; una reforma no impediría que el sistema privara a las personas de libertad y de autonomía tal como lo hace hoy [#2]; el problema es poco menos que inabarcable, en consecuencia, el análisis se focalizará en aspectos que no hayan recibido suficiente atención [#5]. [1]

Un aspecto poco analizado y, según el autor, el que mejor pone en evidencia la locura (´craziness´) de la complejísima y molesta (´troubled´) sociedad moderna es la psicología del izquierdismo (´leftism´) [#6].

Es difícil definir ´izquierdismo´. Kaczynski se refiere a un movimiento fragmentario que en el pasado se identificó con el socialismo y que a fines del siglo XX incluye a políticamente correctos, a colectivistas, a feministas, a activistas por los derechos de gays (y de identidades sexuales diversas), a activistas en defensa de personas con capacidades diferentes (´disabilities´), a activistas por los derechos de los animales, y a un extenso etcétera. Ante la dificultad, delinea un tipo psicológico para, en las postrimerías del artículo (´article´), aproximarse a una definición de ´izquierdismo´ [#7]. [2]

Con la esperanza de convertirla en más accesible, reseño la psicología del izquierdismo según Kaczynski. Entiendo, por mi parte, que lo dicho de forma general en el artículo alcanza a lo que en Argentina se conoce como ´militancia´. Por paradójico que resulte, bastante tiene que ver la ´militancia progresista´ con la pervivencia del sistema tecno-industrial. En el cuarto apartado, ofrezco un ejemplo puntual de militancia mistificadora.

Kaczynski deja de lado el izquierdismo del siglo XIX y de comienzos del XX para concentrarse en el izquierdismo moderno [#8] cuyas principales tendencias psicológicas son ´el sentimiento de inferioridad´ y la ´sobresocialización´ [#9].

Los sentimientos de inferioridad –baja autoestima, depresión, derrotismo, culpa, autoaborrecimiento, sentimientos de impotencia, etc.- son decisivos en la dirección del izquierdismo moderno [#10]. Explican su anti-individualismo y su pro-colectivismo. El izquierdista no confía en sus propias habilidades ni para resolver sus problemas ni para satisfacer sus necesidades [#16]; confía, en cambio, en que la sociedad lo protegerá y le dará lo que necesite a él y a quienes dice defender. El izquierdista solo se siente fuerte como miembro de una gran organización o de un movimiento de masas [#19].

Por lo general, los activistas de izquierda –militantes- provienen de estratos sociales privilegiados. En su observancia de la corrección política, lindan con la paranoia a la hora de aceptar o de rechazar los términos usados para denominar grupos oprimidos (minorías) con los que se identifican pero a los que no pertenecen. [#11, #12].

El izquierdista –el militante- es un falso rebelde (solo aparenta ir contra los parámetros sociales) [#24]. La psicología del izquierdista se basa en adoptar principios propios de la corrección política –no violencia, no discriminación, igualdad (de etnias, de género), etc.-, en cumplirlos a rajatabla –con el costo que esa auto-imposición supone- y en denunciar que otros no los cumplen. De esa forma, los izquierdistas sostienen un discurso en pro de la moral establecida semejante al que pregonan, en general, los medios de comunicación y el sistema educativo [#28]. En muchas de sus ´luchas´ los izquierdistas abogan por la inclusión de grupos oprimidos –por ejemplo, la gente negra- a la sociedad y así, antes que por la autodeterminación, luchan por la consonancia de la vida de ese grupo oprimido con los valores del sistema tecnológico-industrial, uno de los orígenes de la opresión [#29].

Este cuadro es una generalización y precisaría de matices. Sin embargo, en aras de detectar la tendencia de la sociedad moderna, el izquierdismo es uno de los canales más fuertes en el incesante proceso de socialización que el sistema actual impone [#30, #31, #32].

Como dije, la mistificación del izquierdismo –de la militancia- consiste en tomar un problema que le pertenece a un grupo oprimido (estrato social o minoría) del que no forma parte para canalizar en esa acción, presuntamente a favor de otro, su frustración por la necesidad de poder no cumplida [#21]. En su aparente lucha por el ´otro´, encuentra un objeto de deseo para satisfacer su ambición personal.

Los problemas sociales y psicológicos de la sociedad moderna se originan en la imposición de una forma de vida totalmente diferente en relación a las condiciones bajo las cuales el humano se desarrolló. Entre otras no menos fundamentales [#47-#57], la imposibilidad de experimentar el proceso de poder es la más importante de las condiciones anormales de la sociedad moderna [#46]. Todas las sociedades han intervenido en el proceso de poder, pero en el sistema tecnológico-industrial esa interferencia es extrema y aguda y de allí los problemas psicológicos, la locura actual del mundo [#58].

En el mundo contemporáneo, el ser humano no puede ser autónomo en su ´proceso de poder´ y alcanzar por sí solo el bienestar físico y biológico (comida, vestimenta, vivienda, seguridad). La adquisición de estos atributos depende, como nunca antes en la historia de la humanidad, de la maquinaria social a la que pertenece. Ahora bien, como el proceso de poder –basado en la finalidad, el esfuerzo y el logro- es inherente al ser humano, los individuos se preocupan e interesan por llevarlo a cabo de alguna manera y al no tener la posibilidad de alcanzarlo en lo que respecta a sus necesidades reales y concretas (la subsistencia) dirigen sus esfuerzos a actividades artificiales denominadas sustitutorias (´surrogate activities´) -el deporte, el arte, la investigación científica, diversos hobbies-, actividades que sí son autónomas para el ser humano -a diferencia del esfuerzo para satisfacer necesidades primarias [#33-#45]. El sistema tecnológico-industrial le otorga ´autonomía´ al individuo si su acción responde a la satisfacción de una necesidad artificial; en el caso contrario, el de las necesidades reales, lo somete a su control.

El izquierdismo moderno –el progresismo- es, en parte, síntoma de la privación con respecto al proceso de poder [#58]. La militancia es una actividad sustitutoria mediante la cual el individuo se siente realizado al identificarse con una organización poderosa o con un movimiento de masas. La finalidad que alcance el movimiento será considerada como propia aunque su esfuerzo individual no haya sido relevante. [#83].

Hasta aquí los lineamientos generales. Hacia el final de su artículo, Kaczynski retorna al izquierdismo bajo la forma de una alerta destinada a quienes consideren inevitable la revolución contra el sistema tecnológico-industrial. El izquierdismo aparece analizado en los últimos veinte párrafos [#213 – #232] bajo el subtítulo: “The Danger of Leftism”.

Una traducción de esa alerta sería: el movimiento revolucionario contra el actual sistema puede atraer a izquierdistas ávidos de formar parte de una organización rebelde. Por eso, debe impedirse su entrada porque: a) la ideología de la revolución es (alguna versión del) anarquismo: el proceso de poder se cumple mediante bases individuales o pequeños grupos que buscan controlar las circunstancias de sus vidas (y, por eso, rechazan la tecnología que hace que pequeños grupos dependan de grandes organizaciones); b) el izquierdismo es colectivista: busca organizar la sociedad de forma completa, manejar la naturaleza (no defender su lado salvaje) y controlar la vida humana, y para eso necesita de la tecnología a la que no renunciará porque le resulta útil en la consecución del colectivismo [#213-#214]. El izquierdismo solo busca instalar otra versión del sistema actual.

“Algunos izquierdistas parecen oponerse a la tecnología, pero se oponen sólo mientras son marginales (´outsiders´) y el sistema tecnológico está controlado por no izquierdistas. Cuando el izquierdismo domina la sociedad, el sistema tecnológico es una herramienta en sus manos, y lo usan con entusiasmo para promocionar (´promote´) su crecimiento.” [#216]

Un problema que presenta el izquierdismo es que, al ser la militancia una ´actividad sustitutoria´ que le permite al individuo realizarse en su frustrado proceso de poder, el eventual militante nunca se encuentra satisfecho con su acción redentora y, por ende, siempre busca una nueva problemática en la que encauzar su energía para calmar su ambición [#219]. El militante –la afirmación corre por mi cuenta- parasita los problemas del sistema tecnológico-industrial porque a través de ellos siente que ejerce algún poder. Como diría Kaczynski, si el izquierdista viviera en una sociedad sin problemas, los crearía para poder actuar y expandirse en su ambición.

Su acción es evangelizadora. Como su moral –su corrección política- le impide competir en la sociedad como lo hacen los demás, el izquierdista cede al impulso de poder por medio de una salida moral aceptable según sus propios términos. Ingresa a un movimiento de masas o a alguna organización social con el fin de ´realizarse´ y de imponer sus ideas y sus concepciones al resto de la sociedad. En el cruce entre moralidad y colectivismo, Kaczysnki señala el rasgo totalitario del izquierdismo (totalitarismo cuasi-religioso: quien no admite ese valor moral, está en Pecado) [# 219 – # 221].

El izquierdismo –sintetizo- responde a un tipo psicológico que, en el marco de un gran movimiento, se interesa por un problema que no le corresponde (actividad sustitutoria) a cambio de satisfacer su necesidad de tener algún objetivo que alcanzar –rasgo inherente al ´proceso de poder´. Es injusto, dice Kaczynski, que esto redunde en una generalización porque existen izquierdistas que no caen en ese rango de acción: “Los que ascienden a una posición de poder en los movimientos izquierdistas tienden a ser los más ávidos, porque las personas deseosas de poder luchan más duramente para alcanzarlas. Cuando los ávidos de poder han tomado el control del movimiento, izquierdistas más moderados desaprueban interiormente muchas de las acciones de los jefes, pero no pueden oponerse a ellas. NECESITAN su fe en el movimiento y, por no poder renunciar a ella, prosiguen. Es verdad, ALGUNOS izquierdistas tienen el valor de oponerse a las tendencias totalitarias que surgen, pero pierden porque los ávidos de poder están mejor organizados, son más despiadados y maquiavélicos y han construido una base de poder sólida.” [#224]. Más allá de esta necesaria diferenciación, el cuadro inicial abarca una intensa mayoría. El izquierdismo es el mejor ejemplo de cómo el sistema tecnológico-industrial privilegia que las personas persigan finalidades artificiales y no reales –impedimento que, por ir contra la historia de la especie, provoca depresión, odio a sí mismo, hostilidad, etc. Esta lógica se retroalimenta al intensificarse la práctica de actividades sustitutorias que calmen dichos sentimientos de inferioridad. El sistema les otorga ´autonomía´ a los individuos en aquellas acciones que no ponen en peligro su sustentabilidad. (Por ejemplo: si a través de los órganos publicitarios -medios de comunicación, sistemas educativos- se reprueba ´la violencia´, eso sucede no para defender un valor moral sino para neutralizar un aspecto negativo que afecta la productividad del sistema.) La ´autonomía´ y la ´libertad´ existen en las actividades sustitutorias -arte, deporte, investigación, activismo, etc.- porque –y cuando- son inofensivas. [3] En lo que respecta al asunto primordial para los seres humanos –su subsistencia (comida, vestido, vivienda, seguridad)-, el sistema les confisca la libertad y la autonomía. Si uno considera a estos dos rasgos valores inalienables para la humanidad, el sistema tecnológico-industrial es pernicioso y debería ser destruido. En sí mismo, el tipo psicológico del izquierdista ejemplifica no solo el colapso del sistema –él como nadie persigue actividades sustitutorias al haber perdido el control sobre las actividades reales- sino que, además, es un impedimento principal para que el sistema industrial acabe. Focaliza en aspectos parciales y no ataca el origen del problema: el sistema en su totalidad. La ´solución´ del izquierdismo sería, en base al imaginario del colectivismo, otro sistema integrado y basado en una semejante tecnología omnipresente. La autonomía del humano continuaría perdida y se trataría solo de una fase distinta de dominación.

El planteo general de Kaczynski reviste, por supuesto, mayor complejidad. En temas sensibles e ineludibles como el de la ´autonomía´, tiene que reconocer que muchos humanos prefieren cederla en aspectos importantes, y obedecer a sus jefes, porque de esa manera y con poco esfuerzo obtienen los medios necesarios para subsistir –aun cuando en el transcurso de sus vidas esa sesión, que parece no tener riesgos, los conduzca al sin sentido, al sufrimiento, a la depresión, etc. La psicología izquierdista es la rémora más importante para evitar la dominación, aunque no la única.

Frente a tamaña complejidad, uno podría abrir la discusión acerca de la autoridad de Kaczynski para realizar su planteo ideológico-político. En dos oportunidades se refiere a la locura que merodea el mundo actual: “Cualquiera de los síntomas [mencionados] pueden ocurrir en cualquier sociedad, pero en la sociedad industrial moderna están presentes en una escala masiva. No somos los primeros en afirmar que hoy el mundo parece estar volviéndose loco.” [#45] [4] Una de las señales más firmes de la locura en el mundo es el izquierdismo [#6]. Esta aseveración conduce a la paradoja. Si en términos de Kaczynski -“El concepto de salud mental [´mental health´] en nuestra sociedad está definido porque el comportamiento de una persona esté de acuerdo con las necesidades del sistema y que lo haga sin mostrar signos de tensión.” [#119]-, calificar al izquierdismo de locura, podría suponer adquirir el punto de vista del enemigo, el sistema al que Kaczynski rechaza.

Las ´cartas-bomba´ –que mataron a tres personas e hirieron a más de veinte- condujeron, en el juicio que se le siguió, a que los tecnócratas lo declararan insano [esquizofrenia paranoide]. Si el mundo parece estar volviéndose loco –alguien podría argumentar- Unabomber es parte de esa locura. Habría que decirlo así: el entramado del sistema tecnológico-industrial es tan complejo que nada existe por fuera de él. Ni siquiera aquel que se dice disidente logra valerse de categorías que eviten la ´contaminación´ a la hora de establecer el diagnóstico sobre la organización del enemigo sistémico. [5]

¿No mutó Kaczynski con el paso del tiempo, a su pesar y contra las evidencias, en un nuevo militante izquierdista –presentado y visto como depresivo, hostil, con sentimientos de inferioridad- que recayó, más allá de una vida dedicada a la subsistencia en Montana, en la actividad sustitutoria de ir contra el sistema? Su terrorismo de ´lobo solitario´, ¿no copia al militante izquierdista que con su acción valida al sistema que lo deja hacer y lo absorbe?

La ambigüedad, la paradoja y la contradicción no escapan a la situación política de Kaczynski quien parecería haber caído en idéntica trampa a la que decide destripar. De una u otra forma, cartas, bombas y artículo son propios de la militancia. Sus afirmaciones –“Algunos izquierdistas [se rebelaron] contra uno de los principios más importantes de la sociedad moderna atrayendo la violencia física […] la violencia es para ellos una forma de ´liberación´ […] cometiendo violencia atraviesan las restricciones psicológicas… experimentadas en su interior.” [#30]- bien podrían caracterizar su propia acción.

Resulta extraño que el ermitaño de Montana no se hubiera anticipado a una estrategia obvia del sistema. Así como en su caso los publicistas y tecnócratas se apresuraron en disolver el planteo revolucionario y, de hecho y obviamente, difamado como fue, la discusión en torno del actual sistema tecnológico-industrial no se hizo carne en la sociedad, de manera semejante, la militancia izquierdista, junto a sus errores, colecciona un rosario de tergiversaciones a través de infinitos recursos. Es bastante difícil si no imposible afirmar que se está analizando al izquierdismo y no a sus simulacros mediáticos.

Entre tantos aspectos que en su estrategia cuidó, Kaczynski pareció olvidarse de un filón. El enemigo todopoderoso contaba, y cuenta, con todopoderosos constructos de publicidad y de propaganda. Lo sabía, aunque daría la impresión de que en su propio mundo de batallas intelectuales, hubiera olvidado que una vez colocado su artículo en importantes medios de comunicación –por ejemplo, The New York Times-, lo que seguía no era la discusión punto por punto del manifiesto en una asamblea universal, sino la difamación y la banalización. Su lucha individual es presentada como la acción de un bizarro o de un loco, o –en el mejor de los casos- de algún terrorista suelto que quiere algún tipo de revolución, y eso, aunque no sea exacto, entra a los ojos del ´humano normal´ en la bolsa de gatos del izquierdismo.

Lo aberrante y perverso del sistema tecnológico-industrial es que está internalizado en cada uno de los individuos que lo componemos. Aún aquellos que nos consideramos disidentes y que pensamos de forma semejante a Kaczynski, leemos e interpretamos a partir de parámetros que segundo a segundo el sistema fue sembrando en nosotros desde el momento cero de nuestra existencia.

Así, al día de hoy, y por más solvencia que su argumentación presente (aspecto que no es menor), el artículo de Kaczynski es poco menos que una curiosidad de museo.

Dicho todo eso –en un tema de este talante, la prevención intelectual es ineludible- en términos generales, encuentro absolutamente convincente el planteo de Kaczynski: el sistema tecnológico-industrial colapsó, el izquierdismo –el tipo psicológico del militante progresista- es una de sus manifestaciones (y uno de los pilares, tal vez, involuntario).

En respuesta a las preguntas previas, y a diferencia de los militantes de izquierda, Kaczynski preservó su activismo: i) no formó parte de un movimiento de masas al que se sumó por interés personal y, en consecuencia, ii) nada de lo que hizo estuvo orientado a colmar su ambición. La militancia de ese descendiente de polacos no fue en sí misma una actividad sustitutoria. Estuvo basada en la renuncia y en el despojo.

Fue un monje. [6]

{Fin de la primera parte.}

[1] Peligro. Si usted, eventual lector, por conocerse, por haber desandado tantas veces los pasillos de su intelecto, intuye que, a poco de comenzar a leer, el cerebro que lo corona generará el vapuleado argumento: ´así le hacés el juego a la derecha´, adopte esa previsión como señal de su intuición y desista de la lectura.

[2] La sociedad industrial y su futuro consta de 232 párrafos. Al izquierdismo están dedicados 46, el 20 %.

[3] La militancia existe porque es no peligrosa. Cuando el poder de turno la considera peligrosa para su continuidad, la militancia es atacada. Algo semejante ocurre con otras actividades sustitutorias.

[4] Desconozco a qué genealogía puntualmente se refiere Kaczynski, pero el diagnóstico del enloquecimiento progresivo de este mundo en su configuración actual es compartido por un importante número de ´desquiciados´. Como no dispongo de espacio para indicar sus semejanzas, recomiendo leer y escuchar en paralelo el artículo aquí reseñado y la conferencia que el psicoterapeuta chileno Claudio Naranjo dictó en Buenos Aires [24-04-2013]: “Conocimiento transformador”. En relación a la educación, la dominación, el lavado de cerebro, la publicidad optimista de vivir en un mundo maravilloso, la neurosis universal, la locura generalizada, la escasa productividad de la militancia y la crisis generalizada del sistema militar-industrial, Kaczynski y Naranjo coinciden. Detrás de sus posturas, dosis de anarquismo, autoconocimiento, filosofías orientales, etc.

[5] Podría confeccionarse una lista de suicidas que basaron su decisión en comprender que la vida en la sociedad actual carece casi de sentido. Otros –con una perspectiva semejante- no se suicidaron pero se inmolaron u optaron por el camino de la autodestrucción. Afirma Kaczynski en el párrafo 148: “El individuo cuyos actos lo llevan a un conflicto con el sistema está en contra de una fuerza demasiado poderosa como para conquistarla o para escapar de ella, por lo tanto es probable que sufra tensión, frustración, derrota. Su patología será mucho más fácil si piensa y se comporta como desea el sistema. En este sentido se está actuando en beneficio del individuo cuando se le lava el cerebro para que esté conforme.”

[6] Para la redacción de este texto, trabajo con la versión en inglés del manifiesto de Kaczynski acompañada por una traducción al castellano bastante discutible y que se encuentra disponible en la Red. Existe una edición española –editorial Isumatag, 2011- a la que no accedí y que supuestamente está avalada por el propio articulista. Es necesario considerar que tanto el texto inicial, como los detalles de la historia del activismo de Kaczynski, están mediados por las fuerzas de seguridad estadounidenses. En consecuencia, vale la prevención ante lo que se lee. En el final del documental alemán Das Netz [The Net, 2003], se sugiere que las versiones que conocemos de La sociedad industrial y su futuro distan de lo que en su momento quiso publicar y proponer el matemático. (Allí también se pone entre paréntesis los atentados con ´cartas-bomba´).

El fin de la educación [Sobre ´En las escuelas´ de G. Santos]

Nota-12-Escuela-01

´La educación secundaria, en Argentina, es una mierda.´

Apenas ocho términos resumen –y entiendo que con justeza- la historia que cuentan las 153 páginas de En las escuelas. Una excursión a los colegios públicos de GBA, el breve libro de Gonzalo Santos que en 2013 editó Santiago Arcos.

El volumen me llegó hará cosa de un mes, y bajo la forma de obsequio, de manos de alguien que ya había comprado un primer ejemplar, al que también donó, azorado por una lectura en la que recayó por recomendación indirecta de Tomás Abraham que venía hablando de otra cosa, en el algún acontecimiento que ignoro, y que en el medio de lo que parece que era una mirada negativa sobre algo, dijo algo así como, ´y eso que no estamos hablando de educación; para saber un poco más sobre eso, vayan y lean lo que escribió Santos´. Y esta persona fue y leyó.

A ese volumen –que me llegó hará cosa de un mes- lo tuve sobre una mesa adormilado, y entre ayer y hoy me lo leí de dos sentadas.

“¿Crónica? ¿Memoria? ¿Testimonio?”, se pregunta la solapa. “Difícil es establecer un género para En las escuelas… Excursión e informe… narrado desde la perplejidad de un docente dotado con saberes inútiles que, como armas herrumbradas, ceden ante el resplandor de las nuevas formas culturales que esgrimen algunos jóvenes: la violencia, la arrogancia, el desdén.” Eso dice la solapa.

Quien me lo regaló, entre sus comentarios, incluía la sorpresa de que Santos le pegara a quienes nadie osa tocar en esta historia: a los pibes. Preciso y cierto, aunque vale decir, en la santa volteada caen todos (con las excepciones habituales en cada rubro): padres, docentes, directivos, burócratas, tecnócratas e ideólogos del sistema y políticos; y abarca, además, las condiciones edilicias, la alimentación ofrecida, la seguridad y la tranquilidad mental del trabajador, negadas. En fin, la sociedad civil y el Estado, enteritos.

´La educación secundaria es una mierda en Argentina.´

Nunca Santos lo dice así, pero podría. Lo único que parece salvarse del caos que la gobierna –al menos en los colegios públicos bonaerenses, aunque extensible, no veo por qué no, a otras provincias y distritos, y al mundo occidental en su conjunto, si me apuran- lo único que parece salvarse –retomo- en esa abusiva forma de la nada, es el morlaco, el salario, la platita. Pero para esa zanahoria –que tampoco es ¡guau! qué linda- primero hay que sudarla.

Al salario más o menos digno se llega precio altísimo mediante: la destrucción de la autoestima, la recaída en la paranoia, el delirio, la depresión, el pánico y el refugio en las adicciones. Exactamente así no lo dice Santos, si bien lo desliza. A esa enumeración la acomodé yo, que también veo cómo se les va la vida, y entre ellos estoy, a miles de personas incapaces ya de sentir angustia al asistir a sus espacios de trabajo –en su mayoría insalubres, sucios, degradados y degradantes, asquerosos e inhumanos.

Es preciso decirlo como lo dice la solapa (y aunque lo diga para el Conurbano, la regla es amplia): en las escuelas “…se hunden las expectativas humanistas del Estado en su rol de educador de masas ante la resistencia manifiesta de los alumnos a ser domesticados”.

Santos les pega a todos incluyéndose a sí mismo. No le interesa enseñar, no tiene vocación. Dar clases para él es un trabajo más e intenta cumplir lo mejor posible su papel, hacer lo mejor que puede aquello para lo que se formó (si formarse es la palabra adecuada). Le fue imposible. Fracasó, como casi todos, plenamente. Sin hipocresías, sin atajos místicos sobre un clamor superior que llama al apostolado. Dar clases es un trabajo remunerado más, reconoce Santos, y no tendría por qué ser un infierno, aclaro.

Santos escribe la crónica sin moralinas. Escribe, en un plan amplio, porque se está inventando como escritor y, en lo concreto, porque quiere ganar con el libro un dinero extra para hacer un viajecito al exterior (no especifica si con su novia o sin ella). Es un escritor novel e incluye, de contrabando, uno de sus antiguos cuentos. Santos –gran lector de filosofía, según confiesa- escribe cuentos de ciencia ficción y en ese tren de imaginación en su testimonio habla del Ministerio Orwelliano de Educación, de los corderos pitagóricos que lo habitan que, en verdad, son los Simuladores Mayores que elaboran pomposas y orwellianas estadísticas –porque, deberían ustedes saber, el número, el guarismo, la cifra es el fin último de toda esta Gran Mentira, una magnífica simulación estatal urdida.

La ciencia ficción es la medida. Intuyo que no hay manera más clara y evidente de presentar esos espacios post-apocalípticos que a través de la distopía: mientras uno camina por sus pasillos siente que está entre el día después del bombardeo de las naves enemigas y el instante anterior a que la sirena antiaérea llame a la retirada masiva hacia los refugios.

Quiero que entiendan. Santos está hablando de la educación pública a la que usted manda su hijo, hija, a la que va su familia o cualquier otro vástago caminador engendrado. Y a los edificios que componen ese sistema -en los que usted encierra sus crías mientras trabaja como un enfermo para enriquecer a quien lo domina (este comentario corre por cuenta mía)- a esos edificios atroces Santos los denomina ´escuela-cárcel-club´, espacios del simulacro, de la payasada y de la pantomima.

Santos habla casi siempre de ´la educación pública´ pero también maneja, cómo no, información de ´la privada´. En ´la privada´ trabaja su novia –a quien conoció en un instituto de profesorado tan inútil como los trabajadores semi-profesionales que escupe- y esa novia le contaba que “…su directora no solo trataba mal a los docentes y los despedía si adherían a un paro o si quedaban embarazadas, sino que incluso a veces los mandaba a limpiar los baños”. [En las escuelas, # 52]

“Juro por mi vida que es cierto”, se lamenta Santos, después de contar esa verosímil bizarreada. Juro por mi vida que te creo, Santos, y doy fe de tu asco. O sea, en el peor de los casos somos dos, pero ojo, somos dos que también sospechan que, tal como están las cosas, de ese caos no hay salida, ni nada. Además -y no quiero deprimirte sino todo lo contrario porque significa que para tu posicionamiento de escritor las cosas van bien- te gustará saber, Santos, que tu libro, el mismo del que estoy hablando y al que se propone como crónica, informe, memoria, ese libro tuyo fue orwellianamente encontrado -por aquel que me lo obsequió- en un escaparate librero catalogado como ´ficción´. Así las cosas, por más que jures y patalees y que yo refrende (que es bien poco, por cierto), te van a comprar, pero no te van a creer nada.

´Es una mierda la educación secundaria en Argentina.´

Dejo a Santos por un momento y aporto tres granitos de mi cosecha.

Poco menos de un año atrás, un inspector del sistema de educación bonaerense (retirado y jubilado y que para no aburrirse estudiaba ´locución´ en el mismo Terciario en el que mi simulacro hacía sus didácticos esfuerzos) al detectar mi interés por el tema educativo, en el pasillo post-clase me propinó su opinión: ´al Sistema hay que pararlo, demolerlo, repensarlo y ¡desde cero!´.

Poco menos de una semana atrás, hablo ahora desde este presente, la bibliotecaria de una escuela pública bonaerense me confió –serena pero en el fondo desesperada- que quería sacar a su hijo de 9 años de la escuela a la que lo enviaba porque estaba harta de las arbitrariedades de los directivos, de la presión absurda de determinados padres sobre temas internos, harta -en definitiva- de ver cómo los espacios educativos financiados por recursos públicos responden a caprichos individuales -como mucho grupales- en base al amiguismo, al tráfico (berreta) de influencias y a otras atrocidades civiles, en las que por lo general se impone la pseudo-omnipotencia de esos bichos tan feos que son los humanos con un poco de dinero. (La bibliotecaria hablaba también de la necesidad de volver el sistema a cero.)

Después de mucho meditarlo –el tercer granito es una reflexión- hice carne en mí la feliz idea de que los estudiantes de los colegios públicos no consideran ´enemigos´ a sus profesores. Ni siquiera registran la profundidad del daño que muchos de ellos causan. Esos adolescentes, según entiendo, muestran como dice la solapa del libro, resistencia manifiesta a ser domesticados, y los entiendo. Por eso en mis clases los desaliento a que continúen yendo a la escuela. Las escuelas, hoy día, no están pensadas para educar. La inclusión y la contención –ideas ciento por ciento defendibles y valorables- precisan de otros espacios.

Las escuelas son cuevas –más o menos elegantes, más o menos lustrosas, más o menos hediondas- en las que se advierte el efecto destructor de una bomba de larga data activada. En Argentina la educación secundaria es una mierda porque sorbieron la yema y dejaron la cáscara, y en mi cortedad de entendederas, es un proyecto de las élites que trasciende a los gobiernos y que no detiene su marcha.

Le dejo la palabra final al autor (y los invito, lectores, a que compren el breve libro así por lo menos a fin de año, con las regalías, Santos se manda un ´viajecito al exterior´; y te aclaro, autor, que aquel que me lo obsequió, con su doble compra, te financió mínimo el taxi al aeropuerto, y espero que sepas agradecer y que no quedes como un mal educado). Son palabras de Santos: “Me hubiera gustado terminar con un mensaje un poco más optimista; pero a todos los futuros posibles los vislumbro preñados de más simulacro, más farsa, más violencia y más sonambulismo tecnológico. El libro, de un momento a otro, habrá desaparecido; y la escuela no tardará demasiado en hacerlo: como sucede con las palabras… comenzará a cambiar de significado –el proceso ya está en marcha- hasta que en un momento se habrá transformado tanto, que ya no será ´escuela´, sino otra cosa; aunque se la siga llamando por algún tiempo más con ese nombre.” [En las escuelas, # 58]

Cuál es el fin del actual sistema público de educación, es algo que deberíamos plantearnos y discutir. De otra manera seguiremos escribiendo ad infinitum crónicas peor o mejor escritas que intenten representar esa selva –porque digamos la verdad, las escuelas (excepto para la mirada acostumbrada de sus involucrados) a los ojos de la sociedad es una disaster area a la que nadie quiere acercarse y de la que todos queremos escapar más temprano que tarde.////

 Tandil – 10 y 11 de marzo de 2015

Aclaración: En un tema de tanta complejidad, parece necesario ofrecer un mínimo de información sobre quien opina