Virtuales Gurúes Impostores [2017] por Tribuna Hacker

Ese libro no comprende hoy en día ejemplares físicos, pero de todos modos compartimos esta lectura. Dice Pablo Lozano en su nota ´Perdón Roberto: Virtuales Gurúes Impostores´ publicado por Tribuna Hacker [26-10-2022]: “…hoy queremos cumplirle a Roberto hablando de Virtuales Gurúes Impostores, su libro de 2018, que es realmente una joya que debería leer cualquier persona que quiera leer una historia que incluye traición, vedettismo, contradicciones, peleas, hackers, nerds, peronistas, anarcotroskokirchnoperonistas, anarquistas de todos los colores, escrita de una manera infumable que de pronto se torna agradable al paladar. Como el quinto trago de whisky.”

Observación importante: Lozano no menciona en su nota al hacker que inspira la historia y a quien, por mi parte, solo nombro dentro del libro una vez comenzada la narración; Germán Doin estuvo relacionado con ese impostor aunque por supuesto no es él, vale aclarar.

Observación secundaria: es un gran acierto calificar a mi estilo de ´infumable´ (yo diría, ´insoportable´ porque apunta a un zumbido constante, molesto que entorpece la concentración, que la violenta) .

Entre Massuh y Aguer, la ciencia ficción católica de monseñor Capanna

Los homenajes ofrecidos a Pablo Capanna (1939- ) en estos últimos años están sin dudas asociados a su agotamiento discursivo. Todo lo que publicó como ensayista y crítico no les permite a sus epígonos generar otros ensayos ni otros textos críticos, sino apenas provocar la genuflexión con la esperanza totémica de que ese gesto les traslade algo de su pericia. En ese sentido, así como es difícil dudar de ésta, también es razonable cuestionar la perspectiva que la sostiene. La postura de llamar a su catolicismo ´humanismo cristiano´ es por lo menos ingenua si consideramos los datos que les presentamos a continuación.

¿Anticipará la pereza imitativa de Proyecto Syrco?

La mitología personal de Pablo Capanna incluye una anécdota que le cuenta a Carlos Gardini en revista Minotauro (N° 1, 1983, 2da época), acerca del origen de El sentido de la ciencia-ficción (1966). Hacia mediados de los años sesenta Capanna asiste a un seminario académico sobre experiencia religiosa dictado por Víctor Massuh a quien le presenta como monografía un texto dedicado a H. P. Lovecraft cuando nadie –se ufana- conocía a este heterodoxo. A Massuh le interesa el texto y tiempo después recomienda al joven a una editorial que buscaba publicar un libro sobre ciencia ficción y lo rechazan:

“Yo veo a este señor [Héctor Giovannini, director de Editorial Columba] y le hablo de la posibilidad que me mencionó Massuh [de escribir un libro sobre el género], pero [Giovannini] me dice que lamentablemente el libro lo iba a hacer Borges. Yo guardo mis papeles… Después resultó que Borges tenía mucho trabajo y a los dos o tres meses dijo que no.” (Minotauro N° 1, p. 53) 

   La distancia entre Borges y un joven profesor es en principio desmedida –uno y otro no parecen comparables ni sustituibles- sin embargo, frente a la negativa del escritor, Capanna toma la posta y redacta el libro en menos de un año.

   Es probable que algo de aquel material que no conocemos de Borges se corresponda con los párrafos que le dedica a la ciencia ficción, junto con Esther Zemborain de Torres Duggan, en Introducción a la literatura norteamericana (1967). La comparación rápida entre ambos textos destaca perspectivas opuestas. En esos párrafos, el gnosticismo de Borges celebra, por ejemplo, la ciencia ficción de Alfred Elton Van Vogt y de Lovecraft, mientras que en El sentido de la ciencia-ficción el catolicismo de Capanna cae pesadamente sobre la narrativa de Van Vogt (´mala, embrollada´, indica) e incluso llega a decir que la “obra [de Lovecraft] no pertenece estrictamente al género”.

   Años más tarde, en una entrevista motivada por la reedición de aquel libro ahora llamado Ciencia ficción. Utopía y mercado (2007), Capanna modifica la ficción de origen. Omite la competencia, y dice recordar que Leonor –la madre del escritor- se lo leyó a Borges y que éste atacó su tono académico valorando el contenido. “Que Borges dijera que era bastante completo era casi como que dijera que era bueno. Para mí fue un elogio.” (“El futuro llegó hace rato”, Página/12, febrero de 2008)

   El factor común entre estas versiones no coincidentes es una paradoja. El heterodoxo Lovecraft es la llave simbólica que le posibilita publicar a Capanna: este, una vez terminado el libro, lo expulsa del género en un gesto arbitrario para la historia de la ciencia ficción. En un sentido semejante, Capanna apela al elogio del gnóstico Borges para justificar su tarea, pero ni entonces ni nunca le reconocerá al autor de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” [1940] el poder de su amplia ciencia ficción hermético-gnóstica. Este silencio –uno de sus mayores yerros intelectuales-, y la expulsión del escritor norteamericano del género, demuestran que su credo católico tenía y tiene para él más peso que la ciencia ficción.

   El rechazo al ocultismo y a los esoterismos se advierte en la lectura distorsionada del gnóstico Philip Dick cuyo “…´misticismo´ –herético, para un cristiano como yo- no convencía…” (Capanna, Idios Kosmos, 1995, p. 136). El abordaje condicionado se repite con otros heterodoxos, y parece tratarse de una demarcación de territorio –o de una neutralización- antes que de una interpretación entusiasta.

   La línea católica sostiene la producción filosófico-teológica y crítica de Capanna desde el espaldarazo inicial del Víctor Massuh, se advierte en La Tecnarquía (1973), libro que indaga en la civilización técnica, está en los artículos sobre ecología publicados durante los setenta en la revista Criterio, así como en su conferencia “Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial” en el seminario ´¿Adveniente cultura?´ del Consejo Episcopal Latinoamericano (1986), hasta alcanzar Natura. Las derivas históricas (2016), volumen que dice referirse a las versiones de ´naturaleza´ y que es una homilía.

   Retornemos a editorial Columba. Hacia marzo de 1966, fecha de la ´Nota Preliminar´ que lo encabeza, El sentido de la ciencia-ficción está terminado; en octubre de ese mismo año lo imprimen. La conexión con Massuh y la posterior redacción se inicia al menos en 1965. Mientras preparan la impresión, a mediados de 1966, ocurre el golpe de Estado que lleva al poder a Onganía; un mes después sucede contra la UBA la violenta intervención conocida como ´La noche de los bastones largos´ (29/07/1966). Con estas condiciones, el intelectual católico Massuh acepta dirigir el Departamento de Filosofía, hecho que lo marca y que se proyecta hacia una nueva instancia cuando, durante la última dictadura cívico-militar, se convierte en embajador ante la Unesco donde llega a ocupar cargos directivos (1978-1983).

   Es difícil determinar si estos claroscuros empañan la tarea intelectual de Massuh y, por extensión, la de Capanna. Tal vez podríamos aceptar el mal de época para el primero y en lo que respecta al divulgador ítalo-argentino comprender que tanto su crítica de ciencia ficción como su saga filosófica están basadas en una matriz teológica –tecno-católica- y dejar que cada uno saque sus conclusiones.

   Sin embargo, tenemos algunos otros datos a mano.

   Entre los antecedentes mencionados por Capanna para uno de sus últimos libros, Natura (2016), están, por un lado, los artículos sobre ecología de los años setenta en la revista católica Criterio (“…que suele expresar de modo informal el punto de vista del episcopado” [1] y que mantuvo a partir de 1976 una posición compleja, reclamando la intervención del ejército para detener a los grupos revolucionarios, pero rechazando la violencia extrema [2]); y, por el otro, ´el librito sobre la New Age´, es decir, El mito de la Nueva Era. Vino viejo en odres descartables (Ediciones Paulinas, 1993), pequeño volumen que ataca una y otra vez a las espiritualidades no-católicas.

   Ese librito es amigo de otro del mismo año, a cargo de otra editorial católica, Claretiana, llamado Contactos extraterrestres, volumen con 64 páginas, tapa verde, blanca y roja.

   Contactos extraterrestres fue publicado dentro de ´la serie Tercer Milenio dirigida por Monseñor Héctor Aguer, obispo Auxiliar de Buenos Aires´. En el pie de imprenta el censor Aguer da su ´nihil obstat´: “nada obsta a la Fe y Moral católicas para su publicación”. Y el ´imprimatur´, la autorización de impresión, recae en manos del Monseñor Doctor Eduardo Mirás, vicario general del arzobispado de Buenos Aires.

La contratapa advierte:

“Frente a los múltiples planteos que presenta esta nueva corriente cultural denominada ´New Age´ o ´Era de Acuario´, es necesario poner en claro las ideas que exponen los seguidores de esta forma de ver la vida y… dar un enfoque cristiano crítico a la visión filosófica que éstas sustentan. Con la presentación de esta colección ´Tercer Milenio´, dirigida por Mons. Héctor Aguer, se pretende desarrollar y a la vez esclarecer en sus distintas publicaciones, la perspectiva cristiana para esta cantidad de corrientes seudo religiosas apoyadas en estas ideas y que han llevado a numerosas personas por caminos verdaderamente peligrosos.”

   No es aquí lugar para desandar la leyenda negra de Monseñor Aguer, que fue expuesta en detalle en el libro de P. Morosi y A. Lavaselli, El último cruzado (2018). Tal vez sea suficiente indicar -como muestra- que a inicios de los años setenta, mientras estaba dentro de la parroquia La Redonda del barrio de Belgrano, jóvenes feligreses agrupaban bajo el nombre Triple A, a los sacerdotes Aguer, Amado y Aloisio (p. 41).

   Por eso cuando en la contratapa de 1993 se mencionan ´caminos peligrosos´, esos caminos podrían ser para los editores los del comunismo. En La Tecnarquía de 1973 los enemigos del catolicismo eran para Capanna hippies, nihilistas y marxistas. En Natura, editado por la Universidad de Quilmes, le pone otro nombre: “El ateísmo alogénico [Allógenes = gnosticismo] prefiere afirmarse por la vía de la profanación, el sacrilegio, la blasfemia. En el caso de que sea algo más que una provocación hacia los creyentes, es un acto de rebelión contra un Dios cuya existencia niega…” (p. 199)

   En Contactos extraterrestres el ataque arrecia contra ambos: “Al igual que los movimientos gnósticos de todos los tiempos, [la New Age] niega la responsabilidad personal, pues sostiene que no hay mala voluntad en ninguno de los actos humanos, sino apenas ignorancia.” (p. 12). En continuidad, afirma que “…el nuevo siglo ya ha comenzado en 1989, como sugiere acertadamente la encíclica Centesimus Annus. El último de los regímenes totalitarios, el que quiso convertirse en la Iglesia del Ateísmo, ha caído sin estrépito, sin que se produjera esa terrible guerra nuclear que temimos…” (p. 37-38)

   Al amparo editorial de monseñor Aguer, Capanna ataca a los ateos: comunistas, anarquistas (nihilistas / gnósticos), socialistas, esotéricos, espirituales (hippies), observadores de ovnis. Su ultracatolicismo le hace cometer la falacia de asociar ´gnosticismo / esoterismos / nueva era (era de acuario) / ovnis´ atravesando con la misma bala una filosofía y un producto de la cultura de masas.

La virulencia de Capanna contra los gnósticos -a los que conoce bastante mal- se explica recursivamente por la conexión histórica y conceptual con anarquistas, comunistas y ´hippies´. En el comienzo de la era cristiana, al menos una corriente gnóstica, disidente frente a lo que sería el catolicismo, adoptó una vida comunitaria no jerárquica en la que los roles se intercambiaban, donde las mujeres alcanzaban el mando; eran grupos no urbanos, por lo general vegetarianos, que meditaban y que, basados en la espiritualidad oriental, consideraban a Jesús más un chamán que una divinidad (Elaine Pagels, Los evangelios gnósticos, 1979). Aquellos gnósticos disputaron con los católicos, perdieron y fueron declarados herejes.

   La imaginería gnóstica –atenta a mundos concéntricos, dioses abúlicos y torsiones temporales- incide en el desarrollo de la ciencia ficción; de allí que la perspectiva católica de Capanna rechace esta vertiente, argumentando sesgadamente que el género se conecta de forma casi exclusiva con el método científico consolidado a partir de la Revolución industrial. El factor cientificista es el disfraz de su credo católico.

   Dicho esto, repregunto: ¿es plausible conectar los puntos sombríos de Massuh, la beligerancia confesional de Aguer y la tarea intelectual de Capanna?

   En principio no de modo directo, aunque es necesario considerar que los humores de homilía más que de divulgación disuelven la seriedad de todo el espectro de sus investigaciones. Cuando Capanna ataca, lo hace ciego si el enemigo es el gnosticismo o el marxismo.

   Un ejemplo de esto es la figura de un científico invocado en una conferencia de 2019 en la Universidad de Córdoba, “Superhombres y post-humanos” -me refiero a J. B. S. Haldane (1892-1964). Para Capanna, el científico Haldane –que era marxista- sería el primer eslabón de la manipulación genética, entroncando en la actualidad con el transhumanismo (y con la biotecnología). Esta innovación que sin duda podría ser discutida, tenía un matiz racista, según deja entrever el conferencista.

   Ahora bien, la exposición de Capanna toma otra dimensión si consideramos que Haldane desarrolló una hipótesis sobre el origen de la vida a partir del paradigma de la acción de los virus, en tanto materia inerte que inmersa en el caldo primordial genera formas de vida. El detalle negativo de esta hipótesis coevolutiva para Capanna es que se trata de una tesis contraria al creacionismo cristiano, y por eso subraya e insiste con la manipulación genética.

   Lo insólito es que esta tergiversación respecto de Haldane -y que se repite con otros temas- ocurre frente a un público académico. La responsabilidad del coro se advierte también en el caso de la ciencia ficción. Su erudición parece ser tal que ¿quién sería capaz de contradecirlo?

   Contactos extraterrestres fue publicado en mayo de 1993. El imprimatur le fue otorgado por el arzobispado porteño el 28 de diciembre de 1992. Acaso las andanzas por el Río de la Plata de un crítico ultracatólico escudado en su interés por un género popular, mantengan cierto carácter indeterminado entre la atrocidad y el chiste (nada) inocente.//

Notas:

[1] P. Morosi – A. Lavaselli, El último cruzado. Aguer, 2018, p. 87.

[2] Ver este artículo

{Versión inicial de este texto}

Los mercaderes de la luz en La Nueva Atlántida (1627) de Francis Bacon y la configuración de la ciencia ficción moderna

El filósofo y político inglés Francis Bacon nace un 22 de enero de 1561 en Londres y fallece el 9 de abril de 1626. Al momento de su muerte, y en el marco de una extensa producción intelectual que anticipa sin desarrollar el método científico, deja inconclusa una pequeña obra utópica conocida como La Nueva Atlántida (The New Atlantis).

edición anotada de Losada, 1941

Un grupo de navegantes que parten de la costa peruana hacia China, por el Mar del Sur, pierden el rumbo y se topan con una isla desconocida, rodeada de nubes. Los viajeros son recibidos por humanos que han logrado organizar su sociedad de un modo ideal apoyándose en el conocimiento y en el desarrollo de diversas ciencias tanto para la producción de alimentos como para la conservación de la salud, sin contar un sinnúmero de artificios: aparatos que vuelan, que establecen comunicaciones a distancia, que funcionan solos (autómatas), que reproducen sabores artificiales, y largo etcétera.

Luego de una cuarentena acotada a tres días, y con la circulación restringida a ciertos espacios de la isla, los asombrados visitantes escuchan de boca de sus anfitriones que el origen de esa sociedad se remonta a la época del nacimiento de Cristo cuando reciben una revelación de las Sagradas Escrituras judeo-cristianas por una vía diferente a la que conoció, en particular, Europa.

Aceptan los habitantes originarios de la isla durante aquella epifanía el mandato de establecer una casa del conocimiento denominada Casa de Salomón, estratificada con distintos roles. Quienes ensayan nuevos inventos son ´exploradores´, quienes los aplican ´inoculadores´, quienes recogen la información camuflados con otras nacionalidades por el mundo, ´los mercaderes de la luz´ y así.

La Nueva Atlántida parece fusionar, con un pie en la tradición y otro en la renovación, el espíritu de la ciencia moderna con los conocimientos más consolidados del hermetismo y de la alquimia.

Aun cuando su antecesora en más de un siglo, Utopía [1517] de Thomas Moro, conserva para sí el galardón de ser el punto de partida de la ciencia ficción moderna, es innegable que el transcurso de los siglos renovó la fuerza de la fábula de Bacon que no casualmente comienza en costas sudamericanas.

El nivel por momentos delirante de experimentación en la isla, nada tiene para envidiarles a los actuales biotecnólogos, excepto en un detalle: los integrantes de la Casa de Salomón buscaban el bien común.

Dos fragmentos referidos a Bacon y a la influencia increíblemente actual de su obra, me permiten cerrar estos apuntes conmemorativos:

“La técnica moderna inspirada en el control y el dominio de la naturaleza (Francis Bacon) se transforma en la tecnología o tecnociencia en control y dominio de la sociedad.ˮ (Daniel Cabrera, Lo tecnológico y lo imaginario. Las nuevas tecnologías como creencias y como esperanzas colectivas, Editorial Biblos, 2006, p. 160).

“La ciencia experimental que Francis Bacon profetizó nos ha dado ahora la cibernética, que ha permitido a los hombres que pisen la luna y cuyas computadoras son, si la frase es lícita, tardías hermanas de los ambiciosos redondeles de Lulio.” (Borges, “Ars Magnaˮ, Atlas [1984]) ////

Aclaración: este breve texto sobre La Nueva Atlántida está relacionado con una investigación más amplia referida a la ciencia ficción, Mil años de ciencia ficción hermética latinoamericana [1492-2500]

El tenebroso paraíso que habitamos, según la ciencia ficción gnóstica de John Carpenter: Escape from L.A. [1996]

A tanta gente le disgusta el término o calificativo ´posmoderno´, que su uso es cada vez más esporádico. Este ostracismo poco tiene que ver con su pretendida vaguedad o falta de eficacia. Hacia 1986, en Después de la gran división, Andreas Huyssen sugería que “los cuatro fenómenos… de la cultura posmoderna” eran el imperialismo, las mujeres (el feminismo), la ecología y el encuentro con otras culturas (la diversidad como eje). Esta perspectiva expansiva que ponía el acento en discutir la dominación, aparece hoy borroneada por el apocalipsis neo-tecnológico cuyas raíces imperiales, de todos modos, son indisimulables. Destellos de esa discusión lanza la premonitoria Escape from L.A. [1996], película de ciencia ficción gnóstica que recrea la noche en la que la humanidad finalmente sufre una hecatombe sin retorno.

El éxito de Halloween [1978] parece haber forzado a John Carpenter [Carthage, 1948] a ocupar la celda del cine de terror, incluso contra la evidencia de una amplísima producción fílmica. Sus películas de ciencia ficción son buen ejemplo de esa valía ya que, en conjunto, montan una compleja maquinaria discursiva alrededor del poder y de la política, sostenida por una pulida estética de cine clase B.

   La película Escape from L.A., estrenada en 1996, subraya la mencionada complejidad oscilando, al igual que gran parte de la cultura de masas, entre posiciones conservadoras y miradas críticas, pero añadiéndole en este caso Carpenter un nuevo nudo al ambiguo lazo apocalíptico de su ciencia ficción.

   El film tiene sus orígenes en 1981 cuando Escape from New York pone en escena por primera vez al mítico Snake Plissken (Kurt Russell), personaje con parche en el ojo y serpiente tatuada en el abdomen, héroe de guerra contra el comunismo que había peleado en Leningrado y que luego de convertirse en el militar más joven en recibir una condecoración, la dilapida robando el Tesoro Nacional de los Estados Unidos.

   En aquella aventura de New York, Snake había tenido a su cargo rescatar al presidente. En esta nueva oportunidad, varios años después y con 27 crímenes sobre sus espaldas, recibe la orden de restituir a una díscola integrante de la familia presidencial.

   Estamos en el año 2013. La ciudad de Los Angeles es una isla amurallada que funciona como una prisión a la que son deportados por la policía militar todos los que no cumplan las normas vigentes: “No se fuma, no se bebe, no hay drogas, no hay mujeres a menos que estés casado. No hay armas, no hay lenguaje obsceno, no hay carnes rojas. La tierra de la libertad…”- remata un militar.

   El actual presidente de los Estados Unidos, mientras era candidato, había acusado a la ciudad por su violencia y su corrupción, refiriéndose al puño de Dios, a un nuevo Armagedón, a un castigo divino parecido al de Sodoma y Gomorra que caería sobre Los Angeles tal como sucedió el 23 de agosto de 2000 cuando un terremoto 9.6 en la escala de Richter la destruyó y aisló. Una vez cumplida la profecía, la constitución fue emendada, el cargo de presidente convertido en vitalicio y la capital fue trasladada de Washington DC a Lynchburg, el pueblo del primer mandatario.

   La orden que recibe entonces Snake en esta segunda vuelta por parte de los militares es ir hasta una derruida L.A. plagada de pandillas a recuperar un prototipo capaz de controlar la energía mundial y de desactivar “…un taxi en Buenos Aires, España entero…, el planeta por completo……enviándolo a la edad de piedra”.

   A cambio de la misión, Snake habría de quedar en libertad. En caso de rechazarla, moriría por el virus que le habían inoculado. “Diseñamos virus, Plissken. La ola del futuro. El virus Plutoxin Siete. Genéticamente desarrollado. Colapsa el sistema nervioso. 100% letal. Caerás. Sangrarás…”.

   Snake acepta, pero no parece impresionado. Nunca intenta contagiarle el virus a ningún enemigo ni se crispa sobre su suerte al oír, en el final de su aventura: “El virus Plutoxin Siete no te matará en diez horas, es mentira. Es otra propaganda del gobierno.”

   El mismo estado militarizado que controla la moral, los medios de comunicación y que requiere los servicios de alguien considerado un delincuente para resolver problemas de seguridad internos, dispone de la tecnología suficiente para desarrollar pretendidos virus letales así como también hologramas y entornos virtuales.

   La realidad virtual explica la desaparición del prototipo robado por Utopía, la joven hija del presidente, quien deprimida por la muerte de su hermana, crea un entorno ideal al que hackea y en el que se filtra Cuervo Jones, un revolucionario latinoamericano que la convence de robar el artefacto y de ser su novia. Los rastros de esa irrupción en el entorno les permiten a los funcionarios del gobierno descubrir la conjura.

  El objetivo de Cuervo Jones, miembro de Sendero Luminoso y líder de Justicia Mescalito, es invadir Estados Unidos, con cubanos, colombianos y brasileños como aliados. Con boina y barba, su apariencia es la de un Che Guevara con tonos pastel. Se desplaza por L.A. en un auto descapotable con una bola de boliche en su parte trasera.

   Al enfrentarse con Plissken intenta cazarlo usando un par de boleadoras. Su eslogan, repetido por Utopía, es que la invasión será ´el día cero de un nuevo mundo´. En el bando contrario, hablan de la ´venganza de una sociedad preindustrial´.

   Pero lo que claramente ha encallado en una etapa preindustrial es Hollywood. Los Angeles, afectada por la lluvia ácida y por los rayos UV de un sol que nunca vemos, muestra  aquí y allá las ruinas de Capital Records, de los estudios de la Universal, calles típicas destruidas como Mulholland Drive y Sunset Boulevard. En medio de ese desastre, una clínica al mando de un médico loco busca satisfacer el deseo de los adictos a las cirugías, monstruosos exponentes del desvencijado jet set hollywoodense.

   Si la industria del entretenimiento de L.A. ha perdido su fe, en los Estados Unidos la religión se impone sin matices. El presidente vitalicio es un falso profeta que cuando se siente en peligro se retira a orar. Utopía denomina al gobierno de su padre, ´teocracia corrupta´. La narración está en su conjunto sostenida por una estructura apocalíptica, entre la catástrofe natural y la hecatombe tecnológica. El sesgo religioso es en términos generales cristiano, con un residual hereje. Para una perspectiva amplia como la de Elvio Gandolfo, Carpenter sería un ´incrédulo eficaz´ que usa la religión como herramienta narrativa, aunque lo cree también un marxista a quien ´la caída de esta sociedad lo tendría sin cuidado´. (“John Carpenter: ser fiel a la historia”, El libro de los géneros, 2007, p. 259).

   Sea como fuere, el discurso y la imaginería religiosas son punto de apoyo para revisar la tensión en Escape from L.A. entre una mirada conservadora -no hay opción al imperio, ni revolución posible- y posiciones más abiertas.

   Grupos feministas habían criticado, al momento de su estreno en 1978, que en Halloween el personaje psicótico matara adolescentes mientras mantenían relaciones sexuales, salvándose únicamente la ´chica virgen´. Ese rasgo machista, con aires de moralina religiosa, se superpone a la recurrencia de que en la mayoría de sus películas el hombre es el que lleva la acción –es literalmente el protagonista- si bien, y la salvedad es muy importante, por lo general es una mujer la que lo guía hacia la resolución.

   En particular, Escape from L.A. pareciera estar a medio camino entre esa perspectiva masculinista y una aventura más potente y no tan bien recibida, como el matriarcado marciano que Carpenter recrea en el año 2176 en Ghosts of Mars [2001].

   Snake Plissken es igual a un macho del siglo XX -´se ve tan retro´, dice una militar, mientras otro acota ´¡oh, aquellos buenos viejos tiempos!´- pero como otros héroes carpenterianos es asexuado y su figura se aleja del imaginario de Hollywood.

   En Escape from L.A. uno de los únicos acercamientos potencialmente heterosexuales, acaba rápido y mal. Mientras recorre L.A., Snake se cruza con una joven que promete cuidarlo y leerle el futuro, y a la que él le presta poca atención. En un anticlímax preciso, apenas ella termina de contarle a Plissken que eligió vivir en L.A. porque ´la verdadera cárcel es el Imperio´, un pandillero (o revolucionario) la mata de un disparo. Con un comentario a destiempo Snake le susurra que esa ciudad es un ´paraíso oscuro´ [´dark paradise´].

   Esta rúbrica hereje sale de boca de Plissken, un innegable mesías de signo inverso. Su nombre –´snake´- y su tatuaje en el abdomen remiten a la tradición de los gnósticos ofitas (o naasenos) que consideraban a la serpiente -Satanás- un ser iluminado.

   El mesianismo muestra una de sus caras en la bacanal de despedida de la banda revolucionaria antes de la fallida invasión al continente. Plissken –que ha sido detenido por los guardias- es enviado a un estadio, o circo romano, a una muerte segura. Cuervo Jones, como Poncio Pilatos, le pregunta a la multitud qué hacer. La respuesta es obvia, y Snake se salva gracias a su habilidad y a un temblor de tierra.

   En la batalla final, el motivo mesiánico reaparece. Plissken derrota a Cuervo Jones y logra recuperar el prototipo atacándolo con una flota de parapentes -de nombre Santa Ana- que descienden como ángeles nocturnos lanzando fuego y alquitrán.

   El apoyo aéreo, fundamental para cumplir con éxito la misión la recibe -según la recurrencia antes mencionada- de una mujer que ha mutado.

   Hershe Las Palmas, conocido como Carjack Malone, era un viejo compañero que, como Judas, había traicionado a Snake Plissken mandándolo a la cárcel. Su cambio de nombre está asociado a su nueva identidad. Carjack no existe y sí Hershe, una transexual que lidera en L.A. una pandilla que quiere destruir a Cuervo Jones.

   En la escena de reencuentro para pactar la ayuda, Snake reconoce a Carjack / Hershe –representada por una actriz afro-americana- por su estereotipada voz masculina. Aun así, y para asegurarse de conocerla verdaderamente, le revisa con rapidez, prestancia y algo de morbo la entrepierna donde Carjack acostumbraba a guardar su arma de reserva.

   La relación Plissken / Hershe sintetiza la faceta hereje –gnóstica- por donde se filtra la esperanza de un nuevo vínculo entre dos fuerzas andróginas -una transexual femenina y un macho atípico- en una isla post-apocalíptica. En los aspectos restantes, reina el escepticismo. Snake sentenciará con la misma frase tanto su reencuentro con Hershe como la desconexión final: “mientras más cambian las cosas, más permanecen igual”.

   Plissken devuelve el prototipo. El presidente ordena emitir por cadena televisiva ´la solución final´, es decir, el apagón de los países que están a punto de invadir a los Estados Unidos. Pero el prototipo no funciona, es un artefacto que repite el audio de un ´mapa de las estrellas de Hollywood´. El presidente ordena fusilarlo delante de las cámaras. Las balas traspasan al holograma generado por el aparato que los militares le habían dado al propio Snake para escaparse de L.A. Escondido en las inmediaciones, el verdadero decide desconectarlo todo. Un militar a lo lejos se lamenta: “Presiona ese botón, y 500 años de valioso trabajo habrán terminado. Nuestra tecnología, nuestro estilo de vida, toda nuestra historia. Tendríamos que empezar todo de nuevo.”

   Plissken desestima la frase del funcionario e introduce la clave pretendidamente diabólica -666- desactivando el mundo y salvándole de paso la vida a Utopía atada a una silla eléctrica. Con un fósforo, lo que suponemos que es la mano de Snake enciende un cigarrillo ´American Spirit´ y alguien sopla. En la más absoluta oscuridad, una voz anuncia: ´Bienvenidxs a la raza humana´ [“Welcome to the human race”].

   Imposible saber quién emite –o registra- el anuncio del reseteo de la humanidad en ese inaudito punto cero sin tecnología activa. Sí podemos reconocer que con esa oscura fábula Carpenter nos recuerda una vez más que, desde hace siglos, una de las fuentes críticas más potentes de la ciencia ficción es la vertiente gnóstica.///

* La versión inicial del escrito es de 2010 y pueden descargarla aquí

Queso de lágrimas de artista. Pandemia y biotecnología [19/5/2020]

La tecnología 5G, en el eje de mentidas y desmentidas sobre sus efectos inmediatos, presenta otra cara no menos compleja a largo plazo, favoreciendo el desarrollo exponencial de la bioingeniería, ¿solución universal pospandemia o vehículo ideal hacia un sombrío futuro transhumano?

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Las intervenciones críticas referidas a las consecuencias de la pandemia provocada por la Covid-19 son innumerables. Una parte importante se concentró en las tensiones relacionadas con el poder político y su reajuste. A fines de febrero, el grupo comunista Chuang alertaba sobre la “crisis secular del capitalismo”, refiriéndose a “un desastre ecológico y microbiológico generalizado” que redundaría en ´un estado perpetuo de crisis y atomización´ [“Contagio social: guerra de clases microbiológica en China”, 26/02/2020]. Una de las voces que amplió esa perspectiva fue la de Paul B. Preciado quien, partiendo de la actual redefinición de la biopolítica -las tecnologías del poder operando sobre cuerpos y subjetividades en contexto de pandemia-, apuntó a la radicalización de una ´gestión biotecnológica´ en el marco más amplio de ´nueva gestión semiótico-técnica digital´ centrado en la biovigilancia [“Aprendiendo del virus”, El País, 28/03/2020]. Este análisis, publicado por un medio corporativo, estaba de todos modos pasos atrás de la cruda llaneza del blog ´Contra Toda Nocividad´ que ese mismo día de marzo hacía público su suelto -“El coronavirus como excusa para imponer la virtualización de la vida y el transhumanismo” [28/20/2020] cuyo lema principal -´lxs nuevxs diosxs del mundo [son] lxs biotecnólogxs´- es aquí y ahora el fermento.

Meses antes de la explosión de la Covid-19 en Wuhan (China), se encendieron las alarmas acerca de la peligrosidad de la nueva tecnología de la comunicación e información conocida como 5G, en reemplazo de la actual 4G, denunciando las pésimas consecuencias para la salud y para el ambiente en general. Los dos argumentos principales apuntaban a la proliferación exponencial de satélites rodeando al planeta y a la red de nuevas antenas para garantizar la conectividad que adoptará la frecuencia de las operadoras de televisión.

   Los publicistas de las compañías impulsoras de la tecnología 5G desmintieron las acusaciones o trabajaron para silenciarlas. Argumentaron lo obvio: el daño no podía ser demostrado [Amit Shagra, “Is 5G Technology Really Dangerous?”, 23/10/2019 – Davidson Institute of Science Education dependiente de Weizmann Institute of Science, Rehovot].

   Al día de hoy la discusión se ha convertido en una trampa a la que es mejor evitar para concentrarse en otras aristas referidas a la relación de la nueva tecnología 5G con una situación claramente excepcional. Esta perspectiva implica reconocer que esa tecnología es fundamental en la consolidación de proyectos del futuro próximo -internet de las cosas, hiper-conectividad (ciber-vigilancia), inteligencia artificial, robótica, bioingeniería; comprender que esos proyectos responden a un reajuste de intereses corporativos de amplísimo espectro; y ponerle nombres y anécdotas al asunto.

   Remontémonos al año 1984. En una de las primeras charlas, sino en la primera charla TED [por Tecnología, Entretenimiento y Diseño] de la que se tenga noticias, el gurú digitalista Nicholas Negroponte [1943- ] presenta al mundo de los negocios la pantalla táctil. Este galardón fue para él una llave de oro a la que luego sumó su poder acumulado al comando del Laboratorio de Medios del MIT [Massachusetts Institute of Technology], su capacidad para generar un best-seller como Ser Digital [Being Digital, 1995] y su aventura tercermundista imponiendo la millonaria empresa ´una computadora por niño´ (en Argentina, Conectar Igualdad), entre muchas otras iniciativas, creando así la ilusión de ser un visionario al que es importante prestarle atención.

   Podríamos ilustrar su sagacidad corporativa y su imaginación desbordada, recordando por ejemplo que en Ser digital preveía no solo un futuro repleto de hologramas domésticos         -“En algún momento del próximo milenio, nuestros nietos o bisnietos mirarán un partido de fútbol (si es que aún se llama así), corriendo la mesa ratona  (si es que aún se llama así) y haciendo que jugadores de veinte centímetros desarrollen el partido en el living (si es que aún se llama así)…” [Ser digital, “RV 20/20”, p. 128]- sino que además discutía la conveniencia o no de transmitir información codificada en bits, por medio del aire o de fibra óptica. Las ventajas de esta última –decía en 1995 con una acidez hoy de mal gusto- eran exponenciales en relación al éter, incluso si a éste se le añadían “…sectores del espectro [aéreo] que antes se evitaban, aunque más no fuese porque esas frecuencias pueden dejar fritos a los inocentes pajaritos…” [Ser digital, pág. 32].

   Las especulaciones sobre la conectividad en la aldea digital fueron disolviéndose en el aire y mutando, hasta que veinticinco años después de ese mal chiste, y al tiempo que comenzaba a operar la tecnología 5G en España, durante el mes de junio de 2019, en una entrevista para el diario El País, el gurú sorprende distanciándose del alboroto general. Dice Negroponte: “El 5G no es tan importante como lo están vendiendo. Es solo un cambio incremental sobre el 4G. El hito fue el 3G…”. Para nombrar lo nuevo, lo ´rompedor´, habrá que pensar en la lejana fusión nuclear o con mucha mayor certeza en la revolución de la bioingeniería: “Tendremos humanos genéticamente modificados y corregiremos los errores de la naturaleza.” Los objetivos serán prolongar la vida y la juventud; hacer andar a los discapacitados; “eliminar las enfermedades raras” [El País, 20/06/2019].

   Esta nueva obsesión no era aleatoria ni momentánea. En un video del año 2016, en el canal de YouTube ´El futuro es apasionante´ -gestionado por la empresa Vodafone y por el diario El País-, asistimos a su defensa de la posibilidad de que en poco tiempo la educación surja de la ingesta de píldoras con nanorobots que se trasladarán por el torrente sanguíneo hasta alcanzar los capilares que conectan las neuronas, colocando saberes (idiomas, artistas, ciencias, destrezas), recuerdos, sensaciones, imágenes, incluso sabores, olores. Aseguraba además –un entusiasmado Nicholas- que esas nuevas tecnologías permitirían producir a gran escala alimentos sin necesidad de suelo, agua o animales. “Necesitaremos nada –aire- para obtener vegetales y carne.”

   Pero ¿qué deberíamos entender por biotecnología?

   Entre las probables respuestas la más ajustada a esta historia es la de Christina Agapakis, directora creativa de Gingko Bioworks, e involuntaria discípula de Negroponte. Según cuenta Agapakis en el video promoción ´Hackear bacterias para fabricar cualquier cosa´, disponible en el mismo canal ´El futuro es apasionante´, Gingko Bioworks es una compañía dedicada al diseño de organismos y para eso trabajan a nivel celular replicando el ADN (de lo que sus clientes deseen reproducir) en microbios, bacterias, fermentos, intentando que esos micro-organismos sean capaces de producir cuero, seda, tinturas, pigmentos, etc. El objetivo estético-empresarial que persigue esta compañía fundada por cinco egresados del MIT no es ya ´ser digital´, sino ´ser material´, poder recrear la realidad.

   Esas búsquedas experimentales tienen instancias idílicas, como recuperar el olor de flores extintas, y altamente extrañas como la faceta creativa de la joven Agapakis quien a partir de la información genética de las lágrimas del artista Olafur Eliasson fermentó queso –pero ni siquiera esos malabares ocultan las contraindicaciones de la manipulación genética.

   La bioingeniería opera en conjunto sobre alimentos, medicamentos y pesticidas. En este  sentido, Agapakis recuerda que Gingko Bioworks se asoció con Bayer para generar bacterias capaces de producir nitrógeno en la raíz de las plantas, volviendo obsoleto el fertilizante. Si es posible, la alteración habrá ocurrido gracias a la manipulación genética de la semilla y a la co-presencia de otra multinacional –Monsanto- a la que la afabilísima directora creativa nunca nombra.

   La cuestionada magia biotech- sustenta la agroindustria, modelo de explotación con un prontuario tan frondoso que algunos incluso le achacan ser uno de los vectores de la actual pandemia. En el lejano 1992, Edgardo Lander marcaba ya los peligros de la investigación biotecnológica transnacional en la producción de alimentos y medicamentos, indicando que no existían límites claros “…cuando se trata de manipulación genética destinada a curar enfermedades, o [a responder] a determinadas normas sociales de cómo deberían ser los seres humanos…” [La ciencia y la tecnología como asuntos políticos. Límites de la democracia en la sociedad tecnológica. Editorial Nueva Sociedad, Venezuela].

   La biotecnología es uno de los pilares de ese ideal transhumanista y transgénico que tiende a una fusión más eficiente de organismos vivos con la nueva fuente tecnológica que permite modificar y manipularlo todo. Esto significa que los anhelos transhumanistas aproximan dos mundos: las tecnologías biomoleculares atentas al ADN de las cosas, y las nuevas tecnologías de la comunicación que trafican el ADN de la información, los bits.

   En la trama de la nueva gestión biotecnológica que acabamos de esbozar, la tecnología 5G es un factor funcional tan importante como otros. “La extensión planetaria de Internet, la generalización de tecnologías informáticas móviles, el uso de la inteligencia artificial y de algoritmos en el análisis de big data y el desarrollo de dispositivos globales de vigilancia informática a través de satélite…” [Paul B. Preciado, “Aprendiendo del virus”] conforman el marco de excepción para un evento tan singular y peligroso que rompió las normas, incluyendo las de la experimentación.

   La pandemia puso a los departamentos de biotecnología de las universidades en movimiento con el fin de acelerar testeos o pruebas de diverso tipo y lanzó a las empresas de biotecnología a nivel global a ofrecer medicamentos que habían desarrollado o a especular con la posibilidad de encontrar la vacuna contra el virus.

   Si nos referimos a la vacuna, lo primero que debemos saber acerca de las empresas de biotecnología es que muchas son de gestión mixta público-privada (quebrando la distancia con las universidades a las que entrevera seriamente en cuestiones éticas), algunas cotizan en las bolsas más importantes del mundo y la mayoría realizan pruebas en animales.

    De los ochenta proyectos en marcha para encontrar la vacuna, la mayor parte utiliza la bioingeniería y apenas el 5% aplica el viejo método de inactivación del virus. El dato curioso –que tal vez aplaque el optimismo de Negroponte- es que la versión candidata a funcionar fue desarrollada por Sinovac Biotech, mediante el método antiguo de inactivar para inocular y generar anticuerpos (por ahora en macacos Rhesus).

   Las impresionantes corporaciones biotecnológicas son dueñas por supuesto de los fármacos –y los profármacos-, como el ´Remdesivir´, un antiviral desarrollado por Gilead Sciences, efectivo contra el ébola y que frente a la Covid-19 por momentos parece funcionar; o el ´Alfa 2B´, desarrollado en conjunto por Cuba y China, que equilibra en el organismo la producción de interferones, moléculas relacionadas con las citoquinas que son proteínas encargadas de enviar señales para que las células respondan, reparando tejidos o generando reacciones inmunológicas, y que han ocasionado las letales ´tormentas´, una inflamación exagerada frente al nuevo virus que lleva al colapso.

   Otro de los medicamentos utilizados contra la Covid-19 también había demostrado éxito con enfermedades como el ébola. Se trata de REGN-EB3, un biofármaco desarrollado por Regeneron Pharmaceuticals, compañía que más allá de la eficacia de sus medicamentos, resulta interesante por un galardón obtenido meses antes de la pandemia.

  Según un artículo publicado por un economista a inicios de 2019, a lo largo del 2018, Regeneron había recibido el visto bueno de asesores de la bolsa de valores de New York que recomendaban, a potenciales inversores, comprar esas acciones a bajo precio con la expectativa de multiplicar a futuro lo invertido. ¿Cuál era el potencial? Entre otros aspectos, el articulo indicaba que los asesores sabían que Regeneron desarrollaba ´investigaciones y tratamientos en base a citoquinas´, y esto era por supuesto muy importante [“Regeneron Pharmaceuticals le apuesta a la biotecnología” http://www.hyenukchu.com 26/01/2019].

   ¿Cadena irracional de conexiones? ¿Conclusiones apresuradas? ¿Oscurantismo argumentativo frente a quienes habrán de salvarnos? Todo puede ser, incluso aceptar sin chistar el halo de santidad que la urgencia le dio a las compañías de bioingeniería, más ´rompedoras´ que las de la nueva tecnología 5G. Como intuía el antaño gurú digitalista, lxs nuevxs diosxs, lxs biotecnólogxs, fermentan el actual apocalipsis en sus probetas mutantes.///

{Puede leer el texto publicado originalmente en Revista Colofón aquí}