Escritos Paranoicos / Polosecki – Sálmacis, 2024 – [Presentación de formato E-book, 329 páginas]

Nueva edición, año 2024, corregida y ampliada. Además de los escritos ya conocidos, esta edición incluye “Una traducción imposible”, un texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar, el texto de contratapa, el índice y finalmente un video descriptivo con más información.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

***

Entre Massuh y Aguer, la ciencia ficción católica de monseñor Capanna

Los homenajes ofrecidos a Pablo Capanna (1939- ) en estos últimos años están sin dudas asociados a su agotamiento discursivo. Todo lo que publicó como ensayista y crítico no les permite a sus epígonos generar otros ensayos ni otros textos críticos, sino apenas provocar la genuflexión con la esperanza totémica de que ese gesto les traslade algo de su pericia. En ese sentido, así como es difícil dudar de ésta, también es razonable cuestionar la perspectiva que la sostiene. La postura de llamar a su catolicismo ´humanismo cristiano´ es por lo menos ingenua si consideramos los datos que les presentamos a continuación.

¿Anticipará la pereza imitativa de Proyecto Syrco?

La mitología personal de Pablo Capanna incluye una anécdota que le cuenta a Carlos Gardini en revista Minotauro (N° 1, 1983, 2da época), acerca del origen de El sentido de la ciencia-ficción (1966). Hacia mediados de los años sesenta Capanna asiste a un seminario académico sobre experiencia religiosa dictado por Víctor Massuh a quien le presenta como monografía un texto dedicado a H. P. Lovecraft cuando nadie –se ufana- conocía a este heterodoxo. A Massuh le interesa el texto y tiempo después recomienda al joven a una editorial que buscaba publicar un libro sobre ciencia ficción y lo rechazan:

“Yo veo a este señor [Héctor Giovannini, director de Editorial Columba] y le hablo de la posibilidad que me mencionó Massuh [de escribir un libro sobre el género], pero [Giovannini] me dice que lamentablemente el libro lo iba a hacer Borges. Yo guardo mis papeles… Después resultó que Borges tenía mucho trabajo y a los dos o tres meses dijo que no.” (Minotauro N° 1, p. 53) 

   La distancia entre Borges y un joven profesor es en principio desmedida –uno y otro no parecen comparables ni sustituibles- sin embargo, frente a la negativa del escritor, Capanna toma la posta y redacta el libro en menos de un año.

   Es probable que algo de aquel material que no conocemos de Borges se corresponda con los párrafos que le dedica a la ciencia ficción, junto con Esther Zemborain de Torres Duggan, en Introducción a la literatura norteamericana (1967). La comparación rápida entre ambos textos destaca perspectivas opuestas. En esos párrafos, el gnosticismo de Borges celebra, por ejemplo, la ciencia ficción de Alfred Elton Van Vogt y de Lovecraft, mientras que en El sentido de la ciencia-ficción el catolicismo de Capanna cae pesadamente sobre la narrativa de Van Vogt (´mala, embrollada´, indica) e incluso llega a decir que la “obra [de Lovecraft] no pertenece estrictamente al género”.

   Años más tarde, en una entrevista motivada por la reedición de aquel libro ahora llamado Ciencia ficción. Utopía y mercado (2007), Capanna modifica la ficción de origen. Omite la competencia, y dice recordar que Leonor –la madre del escritor- se lo leyó a Borges y que éste atacó su tono académico valorando el contenido. “Que Borges dijera que era bastante completo era casi como que dijera que era bueno. Para mí fue un elogio.” (“El futuro llegó hace rato”, Página/12, febrero de 2008)

   El factor común entre estas versiones no coincidentes es una paradoja. El heterodoxo Lovecraft es la llave simbólica que le posibilita publicar a Capanna: este, una vez terminado el libro, lo expulsa del género en un gesto arbitrario para la historia de la ciencia ficción. En un sentido semejante, Capanna apela al elogio del gnóstico Borges para justificar su tarea, pero ni entonces ni nunca le reconocerá al autor de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” [1940] el poder de su amplia ciencia ficción hermético-gnóstica. Este silencio –uno de sus mayores yerros intelectuales-, y la expulsión del escritor norteamericano del género, demuestran que su credo católico tenía y tiene para él más peso que la ciencia ficción.

   El rechazo al ocultismo y a los esoterismos se advierte en la lectura distorsionada del gnóstico Philip Dick cuyo “…´misticismo´ –herético, para un cristiano como yo- no convencía…” (Capanna, Idios Kosmos, 1995, p. 136). El abordaje condicionado se repite con otros heterodoxos, y parece tratarse de una demarcación de territorio –o de una neutralización- antes que de una interpretación entusiasta.

   La línea católica sostiene la producción filosófico-teológica y crítica de Capanna desde el espaldarazo inicial del Víctor Massuh, se advierte en La Tecnarquía (1973), libro que indaga en la civilización técnica, está en los artículos sobre ecología publicados durante los setenta en la revista Criterio, así como en su conferencia “Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial” en el seminario ´¿Adveniente cultura?´ del Consejo Episcopal Latinoamericano (1986), hasta alcanzar Natura. Las derivas históricas (2016), volumen que dice referirse a las versiones de ´naturaleza´ y que es una homilía.

   Retornemos a editorial Columba. Hacia marzo de 1966, fecha de la ´Nota Preliminar´ que lo encabeza, El sentido de la ciencia-ficción está terminado; en octubre de ese mismo año lo imprimen. La conexión con Massuh y la posterior redacción se inicia al menos en 1965. Mientras preparan la impresión, a mediados de 1966, ocurre el golpe de Estado que lleva al poder a Onganía; un mes después sucede contra la UBA la violenta intervención conocida como ´La noche de los bastones largos´ (29/07/1966). Con estas condiciones, el intelectual católico Massuh acepta dirigir el Departamento de Filosofía, hecho que lo marca y que se proyecta hacia una nueva instancia cuando, durante la última dictadura cívico-militar, se convierte en embajador ante la Unesco donde llega a ocupar cargos directivos (1978-1983).

   Es difícil determinar si estos claroscuros empañan la tarea intelectual de Massuh y, por extensión, la de Capanna. Tal vez podríamos aceptar el mal de época para el primero y en lo que respecta al divulgador ítalo-argentino comprender que tanto su crítica de ciencia ficción como su saga filosófica están basadas en una matriz teológica –tecno-católica- y dejar que cada uno saque sus conclusiones.

   Sin embargo, tenemos algunos otros datos a mano.

   Entre los antecedentes mencionados por Capanna para uno de sus últimos libros, Natura (2016), están, por un lado, los artículos sobre ecología de los años setenta en la revista católica Criterio (“…que suele expresar de modo informal el punto de vista del episcopado” [1] y que mantuvo a partir de 1976 una posición compleja, reclamando la intervención del ejército para detener a los grupos revolucionarios, pero rechazando la violencia extrema [2]); y, por el otro, ´el librito sobre la New Age´, es decir, El mito de la Nueva Era. Vino viejo en odres descartables (Ediciones Paulinas, 1993), pequeño volumen que ataca una y otra vez a las espiritualidades no-católicas.

   Ese librito es amigo de otro del mismo año, a cargo de otra editorial católica, Claretiana, llamado Contactos extraterrestres, volumen con 64 páginas, tapa verde, blanca y roja.

   Contactos extraterrestres fue publicado dentro de ´la serie Tercer Milenio dirigida por Monseñor Héctor Aguer, obispo Auxiliar de Buenos Aires´. En el pie de imprenta el censor Aguer da su ´nihil obstat´: “nada obsta a la Fe y Moral católicas para su publicación”. Y el ´imprimatur´, la autorización de impresión, recae en manos del Monseñor Doctor Eduardo Mirás, vicario general del arzobispado de Buenos Aires.

La contratapa advierte:

“Frente a los múltiples planteos que presenta esta nueva corriente cultural denominada ´New Age´ o ´Era de Acuario´, es necesario poner en claro las ideas que exponen los seguidores de esta forma de ver la vida y… dar un enfoque cristiano crítico a la visión filosófica que éstas sustentan. Con la presentación de esta colección ´Tercer Milenio´, dirigida por Mons. Héctor Aguer, se pretende desarrollar y a la vez esclarecer en sus distintas publicaciones, la perspectiva cristiana para esta cantidad de corrientes seudo religiosas apoyadas en estas ideas y que han llevado a numerosas personas por caminos verdaderamente peligrosos.”

   No es aquí lugar para desandar la leyenda negra de Monseñor Aguer, que fue expuesta en detalle en el libro de P. Morosi y A. Lavaselli, El último cruzado (2018). Tal vez sea suficiente indicar -como muestra- que a inicios de los años setenta, mientras estaba dentro de la parroquia La Redonda del barrio de Belgrano, jóvenes feligreses agrupaban bajo el nombre Triple A, a los sacerdotes Aguer, Amado y Aloisio (p. 41).

   Por eso cuando en la contratapa de 1993 se mencionan ´caminos peligrosos´, esos caminos podrían ser para los editores los del comunismo. En La Tecnarquía de 1973 los enemigos del catolicismo eran para Capanna hippies, nihilistas y marxistas. En Natura, editado por la Universidad de Quilmes, le pone otro nombre: “El ateísmo alogénico [Allógenes = gnosticismo] prefiere afirmarse por la vía de la profanación, el sacrilegio, la blasfemia. En el caso de que sea algo más que una provocación hacia los creyentes, es un acto de rebelión contra un Dios cuya existencia niega…” (p. 199)

   En Contactos extraterrestres el ataque arrecia contra ambos: “Al igual que los movimientos gnósticos de todos los tiempos, [la New Age] niega la responsabilidad personal, pues sostiene que no hay mala voluntad en ninguno de los actos humanos, sino apenas ignorancia.” (p. 12). En continuidad, afirma que “…el nuevo siglo ya ha comenzado en 1989, como sugiere acertadamente la encíclica Centesimus Annus. El último de los regímenes totalitarios, el que quiso convertirse en la Iglesia del Ateísmo, ha caído sin estrépito, sin que se produjera esa terrible guerra nuclear que temimos…” (p. 37-38)

   Al amparo editorial de monseñor Aguer, Capanna ataca a los ateos: comunistas, anarquistas (nihilistas / gnósticos), socialistas, esotéricos, espirituales (hippies), observadores de ovnis. Su ultracatolicismo le hace cometer la falacia de asociar ´gnosticismo / esoterismos / nueva era (era de acuario) / ovnis´ atravesando con la misma bala una filosofía y un producto de la cultura de masas.

La virulencia de Capanna contra los gnósticos -a los que conoce bastante mal- se explica recursivamente por la conexión histórica y conceptual con anarquistas, comunistas y ´hippies´. En el comienzo de la era cristiana, al menos una corriente gnóstica, disidente frente a lo que sería el catolicismo, adoptó una vida comunitaria no jerárquica en la que los roles se intercambiaban, donde las mujeres alcanzaban el mando; eran grupos no urbanos, por lo general vegetarianos, que meditaban y que, basados en la espiritualidad oriental, consideraban a Jesús más un chamán que una divinidad (Elaine Pagels, Los evangelios gnósticos, 1979). Aquellos gnósticos disputaron con los católicos, perdieron y fueron declarados herejes.

   La imaginería gnóstica –atenta a mundos concéntricos, dioses abúlicos y torsiones temporales- incide en el desarrollo de la ciencia ficción; de allí que la perspectiva católica de Capanna rechace esta vertiente, argumentando sesgadamente que el género se conecta de forma casi exclusiva con el método científico consolidado a partir de la Revolución industrial. El factor cientificista es el disfraz de su credo católico.

   Dicho esto, repregunto: ¿es plausible conectar los puntos sombríos de Massuh, la beligerancia confesional de Aguer y la tarea intelectual de Capanna?

   En principio no de modo directo, aunque es necesario considerar que los humores de homilía más que de divulgación disuelven la seriedad de todo el espectro de sus investigaciones. Cuando Capanna ataca, lo hace ciego si el enemigo es el gnosticismo o el marxismo.

   Un ejemplo de esto es la figura de un científico invocado en una conferencia de 2019 en la Universidad de Córdoba, “Superhombres y post-humanos” -me refiero a J. B. S. Haldane (1892-1964). Para Capanna, el científico Haldane –que era marxista- sería el primer eslabón de la manipulación genética, entroncando en la actualidad con el transhumanismo (y con la biotecnología). Esta innovación que sin duda podría ser discutida, tenía un matiz racista, según deja entrever el conferencista.

   Ahora bien, la exposición de Capanna toma otra dimensión si consideramos que Haldane desarrolló una hipótesis sobre el origen de la vida a partir del paradigma de la acción de los virus, en tanto materia inerte que inmersa en el caldo primordial genera formas de vida. El detalle negativo de esta hipótesis coevolutiva para Capanna es que se trata de una tesis contraria al creacionismo cristiano, y por eso subraya e insiste con la manipulación genética.

   Lo insólito es que esta tergiversación respecto de Haldane -y que se repite con otros temas- ocurre frente a un público académico. La responsabilidad del coro se advierte también en el caso de la ciencia ficción. Su erudición parece ser tal que ¿quién sería capaz de contradecirlo?

   Contactos extraterrestres fue publicado en mayo de 1993. El imprimatur le fue otorgado por el arzobispado porteño el 28 de diciembre de 1992. Acaso las andanzas por el Río de la Plata de un crítico ultracatólico escudado en su interés por un género popular, mantengan cierto carácter indeterminado entre la atrocidad y el chiste (nada) inocente.//

Notas:

[1] P. Morosi – A. Lavaselli, El último cruzado. Aguer, 2018, p. 87.

[2] Ver este artículo

{Versión inicial de este texto}

Acerca de cómo “El alfabetismo informático y el sueño cibernético” [1987] de Ivan Illich, desintegra al último Byung-Chul Han

El premonitorio texto que leerán a continuación fue una conferencia dada por Ivan Illich a comienzos de 1987, con toda la lucidez de quien se iría de este mundo habiéndose presentado como amigo y profeta. En Los ríos al norte del futuro [2005] pueden intuir de qué modo Illich preveía una inminente distopía futura en la que finalmente el ser humano habría de ser totalmente controlado casi sin resistencia. En su comunicación de 1987, ya detectaba que en la ´interface´ ser humano / computadora (en un contexto educativo) estaba la semilla para que ´muchos sean transformados en zombis, convertidos en el manipulandum que piensan ser´.

   La inquietante anticipación de Illich parece –por otro lado- un potente antídoto frente a ciertas miradas repetitivas acerca de las nuevas tecnologías, como por ejemplo las del francés Éric Sadin o en particular del germano-surcoreano, Byung-Chul Han. Luego de La sociedad del cansancio [2010], las hipótesis y diagnósticos de Han parecen haber recaído en extraños efectismos anti-tech (algunas advertencias contra sus nuevos libros están en la web). Es por esto tal vez que los comentadores locales del ´éxito de ventas´ apenas si alcanzan la categoría de progres snob.

Leamos a Illich, por favor.

Ivan Illich

El alfabetismo informático y el sueño cibernético [1987]

El alfabetismo tecnológico se inscribió, como el año anterior, en el orden del día de esta conferencia que reúne a maestros, ingenieros y científicos. “Técnica e imaginación” es su tema esta vez. La imaginación trabaja día y noche. Les hablaré de ella a la luz del día, ante la pantalla fluorescente de la computadora. Sólo hablaré indirectamente de la arriesgada habilidad ante el teclado, las teclas de función, la “ventana” plagada de letras que nos lleva a sentirnos un poco torpes. Por útil que pueda ser, considero ante todo este pseudoalfabetismo como una condición para conservar nuestro sentido del humor en un mundo programado. No hablaré de la máquina y de su lógica cibernética más que en la medida en que provocan un estado mental vagamente emparentado con el sueño. Cómo permanecer despierto en la época de la computadora, es lo que me interesa.

   Resulta esclarecedor distinguir entre las tres modalidades según las cuales una técnica actúa sobre la condición humana. Entre las manos del ingeniero, los medios técnicos pueden ser herramientas. Está confrontado con una tarea, y para realizarla elige una herramienta, la mejora y la maneja. Por otra parte, las herramientas, a su manera, afectan las relaciones sociales. Una red telefónica engendra una nueva actitud hacia la gente con la que se habla sin verla. Por último, todas las herramientas constituyen en sí mismas poderosas metáforas que influyen en el espíritu. Esto es cierto tanto para el reloj como para el motor o la máquina; lo es también para la página cubierta de signos alfabéticos como si fueran una cadena de bits. Hoy dejaré de lado los dos primeros efectos de la herramienta, el que procede de su manejo técnico y el que se produce sobre la estructura social. Concentraré el análisis sobre la cibernética como metáfora dominante, y sobre la computadora como aparato potencialmente anestésico. Pero, antes de ir más lejos, quiero clarificar bien mis intenciones: no trataré aquí del poder inquietante de la computadora desde un punto de vista general y universal. No me preguntaré aquí sobre el efecto que puede tener la computadora, como metáfora, sobre los jóvenes japoneses que, durante 11 años, estudiaron tres horas diarias los ideogramas kandji. Quiero orientar nuestra discusión a la adecuación entre la metáfora cibernética y una mentalidad particular, el espacio mental característico de Europa, de Occidente, que durante un milenio fue modelado por el alfabeto y por el texto alfabético en cuanto metáfora dominante. Tres razones justifican que me limite así: primero, hablo ante todo como historiador; segundo, sólo estudio la función de los caracteres alfabéticos en la medida en que son la fuente de axiomas posmedievales típicamente europeos que se admiten sin ningún examen; y, finalmente, deseo que discutamos juntos sobre el impacto de la metáfora informática, no desde el punto de vista sociológico sino como fenómeno histórico y literario.

   La ciencia clásica la creó gente que consignaba el sonido de las palabras que usaba para debatir sobre la naturaleza. No le debe nada a los chinos que, durante milenios, han expresado gráficamente abstracciones mudas. Todavía no hace mucho, los letrados primaban en las ciencias de la naturaleza. La ciencia moderna es pues el producto del espíritu alfabetizado, en el sentido en que Milman Parry o Walter Ong comprendían este término. La máquina universal que inventó Turing en 1935-1936 representa una singularidad en este espacio mental. Vamos a ver cómo la metáfora cibernética propuesta por Norbert Wiener modificó la topología mental del espíritu alfabetizado. Para designar este modo de pensamiento y de comunicación en los entusiastas de la metáfora cibernética, Maurice Berman inventó una excelente fórmula. Llama a este estado el “sueño cibernético”. Desde la publicación, en 1981, de su Reenchantment of the World [El reencantamiento del mundo], muchos de ustedes conocen seguramente a Berman. Actualmente prepara una nueva obra, que tratará del “cuerpo en la historia”. El artículo que entregó sobre este tema al Journal of Humanistic Psychology permite augurar algo bueno.

   Berman ve despuntar el crepúsculo de las certezas implícitas que modelaron el espíritu literal clásico. Hace notar los numerosos esfuerzos desplegados por pensadores para liberar modos de conciencia y de observación alternativos. De una u otra manera, éstos se protegen con el paraguas de la New Age y, según Berman, la mayoría tiene algo en común: anima a sus adeptos a entregarse al sueño cibernético.

   Llega a esta conclusión en su artículo tras haber pasado revista a un conjunto de autores norteamericanos que han captado la atención del gran público y que tienden a presumir de científicos desencantados. Sin embargo no desconoce la enorme diferencia de lenguaje, de estilo, de lógica entre Douglas Hofstadter, Frank Capra y Ken Wilber, Jeremy Rifkin o Rupert Sheidrake. Delimita hábilmente sus términos predilectos respectivos: “paradigmas holográficos”, “campos morfo-genéticos”, “tiempo real”, “orden implícito”. Demuestra de manera convincente que todos se precipitan en la misma trampa —ésa en la que, hacia el final de su vida, Bateson se dejó atrapar al reducir el cuerpo a sólo un elemento de un proceso mental monista.

   Todos estos autores terminan, en cierto momento, pretendiendo ofrecer un enfoque epistemológico de la realidad que constituiría una alternativa a la conciencia mecanicista, empírica, sin valores, que cada uno de ellos imputa a la “ciencia actual” o a la “institución científica”. Sin embargo, siempre según Berman, estos autores no hacen nada semejante. Todos, aunque cada uno se exprese en términos que le son propios, establecen interconexiones entre un conjunto de conceptos relacionados con la teoría de la información y crean así un sistema de referencia abstracto, desencarnado, puramente formal, que identifican con lo que sucede en su espíritu. Esto es, según Berman, el “sueño cibernético”, que zambulle al espíritu en un estado susceptible de plegarse a cualquier situación. Para Berman, con el sueño cibernético la lógica de tres siglos de ciencia mecanicista encuentra su forma terminada. Por mi parte, yo diría más bien que ese sueño constituye una “singularidad” —como un hoyo negro es una singularidad en el espacio-tiempo.

   Berman cuenta la experiencia de una de sus amigas, Susan. Me impactó tanto que no puedo dejar de contarla en detalle. Susan enseñaba en un colegio de Florida del Norte. Muchos de sus estudiantes tienen una computadora. Cuando Susan les deja un tema para trabajarlo, éstos se precipitan a sus máquinas. Introducen en ellas las palabras clave del enunciado de Susan, recogen la información correspondiente en bases de datos, la pegan en fila, y someten esto a Susan como su trabajo personal. Una tarde, Frank, uno de sus alumnos, se quedó con ella después del curso. Esa semana los estudiantes habían tenido que hacer una exposición sobre la sequía y el

hambre en el África subsahariana. Frank quería mostrar a Susan la cosecha de datos que había sacado de su computadora. En cierto momento ella lo interrumpió para preguntarle: “¿Y tú, Frank, qué piensas de todo esto?” Frank la fijó con la mirada vacía y acabó respondiendo: “No entiendo lo que quiere decir”. En ese momento el foso entre ellos apareció. Michel Foucault habría hablado de hueco epistemológico. Veamos qué piensan respectivamente.

   Para Susan, una formulación es una palabra y detrás de cada palabra alguien traduce su pensamiento. Además, Susan no puede traducir su pensamiento sin vestir con carne lo que expresa. Cuando enuncia “hambruna desesperada” siente algo, lo que no sucede cuando, por ejemplo, cita una cifra. Para Susan, las palabras que forman una frase son como los tablones de un puente que la vinculan con lo que sienten los otros. Para Frank, las palabras son unidades de información: las encadena y obtiene un mensaje. Su coherencia objetiva y su denotación precisa, eso es lo que le importa, y no sus connotaciones subjetivas. Manipula nociones abstractas y programa el uso de la información. Su percepción está encerrada en su cráneo. Ante su pantalla acorrala redundancias y ruidos. Los sentimientos, las significaciones sólo podrían provocar ansiedad, miedo o ternura, por lo tanto las disminuye y permanece neutro. El tratamiento del texto informático es el modelo que le impone su modo de percepción. En la idea que se hace de sus sentidos y de su ego, los primeros son “perceptivos” y el segundo “propioceptivo”.

   Susan (tomada ahora como un tipo ideal) es un sí mismo que se encarna perceptualmente. Sus palabras surgen de la masa de carne y sangre, del bosque de sentimientos y de significados que sumergen todo lo que dice. Puede enseñar porque esos sentimientos y esos significados los disciplinó sin desvalorizarlos. No sin esfuerzo formó su Descartes y su Pascal interiores para que se vigilaran mutuamente; para equilibrar el espíritu y el cuerpo, lo mental y la carne, la lógica y el sentimiento.

   Frank, como lo veo, es emblemático del estado perceptivo inverso. Se abstrajo del pantano de los sentimientos. Aprendió a despegar, a abandonar la atmósfera densa; opera en el vacío de un espacio sin gravedad. Al haberse acercado a la computadora, cayó en las redes del pensamiento operacional. La fórmula de Turing lo llevó al sueño cibernético. Puede planear por encima del Sahel, observar la tierra agrietada, el camello que muere de sed, registrar al ascenso de la desesperanza y la hostilidad. Su espíritu es una cámara que no deforma los signos porque les opone un dique. Espera que Susan lo califique sobre los datos que captó en la pantalla y encadenó en un “texto”.

   Susan y Frank son dos personas. Son responsables de su propio estado de espíritu. Susan puede mantener su rumbo entre la sentimentalidad romántica y la lucidez crítica, entre las sandeces y las connotaciones delicadas, elige deliberadamente la estela tradicional de los autores en que quiere inscribir sus metáforas. Cuando habla emplea palabras que fueron escritas; cuando piensa descifra silenciosamente el nombre de las cosas. Esta referencia constante al alfabeto la diferencia del prealfabetizado e, igualmente, pero de manera muy diferente, de Frank. Él también es responsable de lo que hace. Cuando habla usa la metáfora cibernética como una herramienta analítica que descuida más cosas de las que modela. Puede tomarla a broma. Así como Fromm evocaba la tubería psíquica, Frank puede decir a su computadora que bombee en la fuente, que llene el tema. Pero es también susceptible de dejarse ir, de permitir que esta metáfora engulla todas las demás, y finalmente de caer en el estado que Berman llama el sueño cibernético.

   Confrontadas entre sí, las dos mentalidades pueden volverse ideología. Conocí a varias Susan para las que el alfabetismo se volvió una ideología anticibernética. Si se evoca la computadora, esta gente reacciona como los integristas en relación con el comunismo. Para estos adeptos de la cruzada contra la informática, una excursión en la tierra de la computadora que comporte un libre ensayo de piloteo de los mandos constituye una balanza necesaria para preservar su salud mental. Aquellos de entre ustedes que estudian el alfabetismo informático descuidan a veces su importancia en cuanto medio de exorcizar el embrujo paralizante de la computadora. Conozco, desgraciadamente, muchos Frank a los que la computadora transformó en zombis    —un peligro que, ya hace más de 25 años, preveía lúcidamente Maurice Merleau-Ponty—. Evocaba “[…] la ideología cibernética, [donde] las creaciones humanas se derivan de un proceso natural de información, pero concebido sobre el modelo de las máquinas humanas”. Este pensamiento “operativo” conduce a la ciencia a imaginar al ser humano y la historia, a “construirlos a partir de algunos indicios abstractos”, y, para los que se  embarcan en este sueño, “el ser humano se vuelve verdaderamente el manipulandum que piensa ser”. Cuando describía a Susan y a Frank hablando, separados por un abismo epistemológico, tuve cuidado en no decir que estaban “cara a cara”. Para retomar la formulación de Merleau-Ponty, el cuerpo de Susan está “en el suelo del mundo sensible […], la centinela que se mantiene bajo sus palabras y sus actos”, mientras que el cuerpo de Frank es el instrumento sin rostro del “sistema de información”. Es imposible que se encuentren frente a frente. Para Frank sólo puede haber “interfase” con alguien que comparte su mentalidad. Cuando pienso en la fijeza vacía de la mirada que la pantalla induce en quien la utiliza, no puedo escuchar decir sin rebelarme que hay “interacción” (interface) entre el ojo y la máquina. No había un término para designar esto hasta que Merleau-Ponty escribió su ensayo, en 1961. MacLuhan lo forjó sólo 10 años después, y no se necesitó más de un año para que el verbo ´to interface´ se usará en psicología, en ingeniería, en fotografía, en lingüística. Espero que Susan sea una amiga que busque el rostro de Frank. Quizá ponga su vocación en esta búsqueda.//

[Referencia: este texto es una exposición realizada por Ivan Illich ante la segunda Nacional Science, Technology and Society Conference on “Technological Literacy” organizada por el programa “Science Through Science, Technology and Society”, de la Universidad del Estado de Pensilvania, Washington, D. C, en febrero de 1987, y está incluida en el libro En el espejo del pasado. Conferencias 1978-1990. (Obras reunidas, volumen 2, págs. 594-599). La traducción tomada de este volumen por momentos parece vacilante. He realizado mínimos cambios.]

Escritos Paranoicos / Polosecki -Sálmacis, 2024- [Ebook]

Nueva edición año 2024, corregida y ampliada. Incluye “Una traducción imposible”, texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar el índice.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

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¡No, no, Capanna, no! Acerca de Natura. Las derivas históricas (2016)

Si algún calificativo le cabe a Pablo Capanna es el de pionero. Su temprano interés por la ciencia ficción, por la arquitectura de la sociedad industrial (y por la ecología), su acercamiento a figuras como Cordwainer Smith, Philip Dick, James G. Ballard, Andréi Tarkovski, su obsesión por una divulgación amable para los lectores… Sin embargo, sus valiosos aportes contrastan con una solapada perspectiva confesional que poco o nada tiene de innovadora tendiendo a distorsionar sus objetos de estudio.       

Hay cuestiones que pertenecen claramente al siglo XX: las reseñas atentas de libros; los eventos generados para propiciar su presentación; los intelectuales con obras de largo aliento fáciles de asimilar y que muestran a quien las lea con mínimo interés que –montadas a caballo de la divulgación- no dicen lo que parecen querer decir.

   Ese decir / no decir en el caso testigo de Capanna corresponde al sesgo confesional, presente ya en su opera prima, El sentido de la ciencia-ficción [1966], y sustrato de su segundo libro: “La fe y la práctica católicas -reconocía años atrás- son parte de mi identidad, si bien traté de no ponerlas en evidencia para que el lector no se sintiera invadido… El primer librero marxista que hojeó La Tecnarquía no tardó en darse cuenta.” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, Revista Colofón, 13/12/2015].

   La existencia de La Tecnarquía data de 1973 y es el epicentro filosófico-teológico del que décadas después brotaría Natura. Las derivas históricas: “Tengo un libro de gran alcance –apuntaba en 2009- sobre la idea de Naturaleza a través de la historia… Es un libro inédito que vengo trabajando desde hace veinte años. Se me fue un poco de las manos [al] relacionar… la historia de las ciencias, de la filosofía y la historia esotérica, con la idea de Naturaleza”. [“Pablo Capanna, el exégeta”, en Literatura prospectiva, 21/07/2009]

   El antiguo proyecto de Natura, indicado como ´historia de las ideas´, permaneció inédito durante tanto tiempo que incluso Capanna temió no verlo nunca impreso, al punto de imaginárselo póstumo. Hacia 2015 resumía la aventura: “…tardé mucho en concluirloporque no acababa de precisar cuál sería su tesis… Un día todo pareció ´cerrar´… El origen remoto de Natura está en La Tecnarquía. Cuando apareció este libro recién se empezaba a hablar de ecología, y sentí que era una de sus carencias. Los tres artículos que le dediqué en Criterio son el germen… A eso vino a sumarse la experiencia de escribir durante quince años en el suplemento Futuro… Cuando irrumpió el posmodernismo me puse a escribir [ya que] descubrí que había un nexo… con lo que había investigado para la biografía de [Philip] Dick [Idios Kosmos, 1991] y el librito de divulgación sobre la New Age [El mito de la nueva era, 1993].” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, 2015].

   La indagación de Natura es de algún modo contrapunto de lo que a inicios de los años setenta postulaba en su segundo libro, a saber que “…en el medio urbano de la tecnarquía, la naturaleza ha desaparecido del horizonte vital humano…”. Según la síntesis del propio Capanna, “…la idea [occidental] de Naturaleza proviene de cuatro vertientes distintas: la griega (la diosa Naturaleza), la bíblica (la Creación como artefacto), la gnóstica (el mundo como ilusión) y la hermética (el hombre, amo del mundo).” Por lo tanto, “…Natura propone una analogía con los movimientos telúricos para describir los choques de esas cuatro matrices que se dan en las grandes crisis históricas, como la del siglo XIV (que da origen a la modernidad) y la del siglo XX, que le pone fin. Estos procesos abarcan unos 1800 años, pero más de la mitad del libro está dedicada al siglo XX y lo que va del XXI. El esoterismo [es] un factor importante… La interacción entre ciencia, religión, filosofía y esoterismo permiten ver bajo otra luz ciertas instancias históricas, incluyendo la irrupción actual del nihilismo.” [“Las editoriales pueden llegar a ponerse groseras”, 2015]

   ¿Qué significa para Capanna ´nihilismo´? Sencillamente la negación de la fe católica, en cuya defensa pergeñó pacientemente su diatriba.

   Natura. Las derivas históricas es un volumen de alrededor de 200 páginas, dividido en seis capítulos más un ´epílogo incierto´, enmarcado por un deslucido e innecesario prólogo de Diego Golombek y por una contratapa a cargo de un ´miembro de número de la academia nacional de historia´ que no alcanzan a ocultar ni a reorientar el dislate.

   Las cuatro concepciones de ´naturaleza´ -antes mencionadas- poseen denominaciones específicas: “En adelante –dice Capanna- llamaremos Physis a la naturaleza de los griegos y Ktisis a la Creación bíblica. Usaremos el nombre Allogenes para referirnos a la ajenidad gnóstica y Anthropos para la magia hermética.” (Natura, p. 27)

   De modo general nuestra sociedad no está organizada en torno ni de una diosa naturaleza, ni de una naturaleza creada por una divinidad. Esto significa que, descartadas Physis y Ktisis, la puja entre esas cuatro concepciones se redujo a dos. Así, “…el siglo [XXI] se inició cuando se consumaba la derrota de la corriente apadrinada por el hermetismo [Anthropos], que había gozado de una hegemonía de cinco siglos. La crisis que estamos atravesando está dominada por ideologías de matriz gnóstica [Allogenes].” (p. 27)

   Esa batalla había enraizado tiempo antes, durante el siglo XIX: “La cultura [decimonónica] que hacía gala de su actitud maníaca respecto del progreso, se volvía irremediablemente depresiva cuando se ponía a escrutar el horizonte cósmico de la historia. La sombra de Allogenes parecía asechar a quienes trabajaban por el triunfo de Anthropos.” (p 113) Para Capanna contrastaban efectivamente lo sombrío y lo depresivo del gnosticismo con “…la Creación… don de Dios… acto gratuito de amor…” (p. 39).

   Esa filosofía de la historia –una teodicea- es codificada en el capítulo quinto, jerga mediante: “La modernidad se construyó con el sello antrópico, que heredó del hermetismo [el humano como mago / científico  que domina la naturaleza], y alcanzó su máxima expresión en el ideario de la Ilustración. Al margen de ésta… el Romanticismo y la teosofía introdujeron una cuña alogénica que con el tiempo acentuaría la tensión entre ambas matrices… Aun cuando en el contexto transmoderno Allogenes invoque a una Physis desencantada por la ciencia, si se enfrenta a Dios es porque lo ve como el demiurgo, obstáculo que tiene que remover si aspira a imponer su espiritualidad. Considerando estos movimientos tectónicos, el antisemitismo y el anticristianismo, que explícitamente se encarnaron en el nazismo y el stalinismo, se nos presentan… como las ofensivas de una guerra de religión en la cual Allogenes apuntaba a destronar a Anthropos y a deshacerse de Ktisis.” (págs. 156-157)

   En el “Epílogo incierto” Capanna resuelve a su modo esas peculiares batallas religiosas: “La posibilidad de que se revierta el proceso del desencantamiento y renazca la arcaica veneración por la naturaleza [Physis] es remota… En cuanto a Anthropos, su eclipse es demasiado reciente como para que imaginemos su restauración… El triunfo de Allogenes es circunstancial, aunque sería imprudente pronosticar el fin de su ciclo. El pesimismo alogénico nunca dejó de estar presente en las grandes fluctuaciones históricas…” (p. 198) Y remata: “…aún queda en pie la tan vapuleada Ktisis [creacionismo bíblico]… Un eventual regreso a la escena… no dependerá de que la religión vuelva a instalarse en el eje de la cultura y la vida social… Una recuperación de Ktisis como matriz filosófica [no] tendría por qué ser incompatible con una epistemología agnóstica que fuera consecuente.” (p. 200)

   ¿Qué fuera ´consecuente´ con qué? Con la fe católica, por supuesto, a la que Capanna defiende de los embates gnósticos. A continuación, las palabras de un devoto: “El ateísmo alogénico –hoy triunfante, según el autor- prefiere afirmarse por la vía de la profanación, el sacrilegio, la blasfemia. En el caso de que sea algo más que una provocación hacia los creyentes, es un acto de rebelión contra un Dios cuya existencia niega…” (p. 199)

   La asociación ´gnosticismo / blasfemia / sacrilegio´ remarca la impunidad intelectual de quien nos invitó a leer sobre las concepciones de la naturaleza a lo largo de la historia y nos ofreció una homilía paranoide con sectarios cuestionando la divinidad en la que él cree.

   Natura tergiversa al gnosticismo, una matriz de pensamiento considerada hereje por la ortodoxia católica y que, en su planteo más básico, no niega la existencia de una divinidad superior, sino que suspende el juicio suponiéndola desconocida (escondida, inaccesible). La simplificación a la que somete al gnosticismo es tan extrema que Capanna indica un único lado de la cuestión, recayendo al menos en una inconsecuencia (descontando, por supuesto, que la separación entre hermetismo y gnosticismo no es tan clara como sugiere).

   Si bien en cierto que una de las vertientes del gnosticismo acaba por entroncar con cierta teosofía de sesgo nazi (el ideal del superhombre es un punto de coincidencia), también es justo señalar la otra faz de esta historia y es que la corrosiva epistemología gnóstica propició pensadores libertarios permitiendo en general el desarrollo del anarquismo.

   El mismo Capanna reconoce al pasar que Mijail Bakunin en Dios y el Estado [1882] toma al modo de los ofitas –aquellos gnósticos que consideraban a la serpiente un ser iluminado- a Satanás como el primer librepensador (págs. 44-45). Esta rápida y volátil conexión libertaria debilita la perspectiva católica de un supuesto historiador de las ideas que encierra al gnosticismo en la negación, la oscuridad, la depresión.

   En un sendero semejante, Capanna yerra de plano al borrar la incidencia del gnosticismo en la contracultura hippie de matriz mística: “De manera anacrónica, se quiso adecuar aquellos tratados [descubiertos en los rollos del Mar Muerto en 1945] al clima libertario de los años sesenta, exaltando a los gnósticos como humanistas, demócratas y feministas, nada de lo cual habían sido.” (p. 155) Sin espacio aquí para el debate, quien desee profundizar ese punto, lea Los evangelios gnósticos [1979] de Elaine Pagels (incluido por Capanna en la bibliografía) e interiorícese sobre la vida en comunidad, sin jerarquías, con igual rol de mando para las mujeres, que llevaron adelante algunos grupos gnósticos, menos abrumados por la realidad natural de lo que Capanna quiere hacernos creer.

   Natura deja la sensación de una excesiva simplificación frente a un tema complejísimo, rozando a pesar de su megalómano archivo la mera chismografía contra gnósticos como Carl G. Jung, Martin Heidegger, Friedrich Nietzsche –para mencionar algunos.

   Esa complejidad, acentuada por la desmesura argumentativa, acaba por embarrar su propio terreno teológico. Según el resumen que arriesga referida a las distintas crisis de sentido a lo largo de la historia, la primera sucede “…a comienzos de nuestra era, cuando la cosmovisión bíblica comenzaba a desplazar a la pagana”. El gnosticismo aprovecha el resquicio al plantear por qué existe ´el mal´ en un mundo signado por una divinidad asociada al bien. La respuesta cristiana surge de san Agustín quien ubica al mal fuera de la obra divina, restringiéndolo al campo ético y denominándolo un misterio, ´mysterium iniquitatis´ (p. 32), asegura Capanna. Pero –importante salvedad tripartita- esta categoría no era de Agustín, tenía algunos siglos de existencia y aparecía en la segunda carta del converso Pablo de Tarso a los tesalonicenses, como referencia al mal absoluto que busca usurpar el lugar del mesías. Ese desliz teórico subraya sus límites intelectuales.

   Capanna podría haber acertado con conceptos teológicos como el citado si hubiera leído por ejemplo a Ivan Illich [1926-2002], un filósofo austríaco que –al igual que él- se apoyaba en La legitimación de la Edad Moderna de Hans Blumenberg para pensar la concepción de naturaleza en la modernidad y que en sus últimas charlas decía algo a tono con lo que parece discutir Natura: “…al cambio de significado del término naturaleza entre los tiempos clásicos y modernos [lo señaló] la historiadora Carolyn Merchant en… The Death of Nature (La muerte de la naturaleza) –comenta Illich. Una certeza había en la antigüedad: la naturaleza era viva… En el siglo XII tal idea se vio afectada por el sentido de la contingencia. La naturaleza entera yacía en manos de Dios… Merchant argumenta que con semejante elevación se crearon las condiciones para que, una vez fuera de las manos de Dios, pudiera la naturaleza perder su cualidad más esencial: su pulso vital. A partir de este punto, si miramos el encumbramiento de las ciencias naturales y de las ciencias en general durante los siglos XVII y XVIII, encontramos que investigan una naturaleza que no sólo ha quedado fuera de las manos de Dios, sino que ha perdido… su vitalidad. Una ciencia que estudia el funcionamiento de una naturaleza que ya no está viva [plantea] una cuestión bien moderna: ¿cómo explicar, cómo hablar sobre la vida en una naturaleza y entre cosas naturales que no han nacido, sino que han sido… matemáticamente programadas?” [Ivan Illich – David Cayley, Los ríos al norte del futuro, 2005]

   El pasaje deja en claro que un teólogo de formación católica puede llevar adelante una discusión semejante a la de Capanna, sin pedir la restitución institucional de ninguna fe.

   Es lícito especular por lo tanto que la lectura de ese panfleto católico que es Natura requiere considerar, por un lado, el primigenio volumen La Tecnarquía (dedicado a la civilización industrial como dominio de la naturaleza) y, por el otro, un texto casi nunca mencionado por Capanna –me refiero a la conferencia “Crisis de la racionalidad. El discurso esquizoide del mundo postindustrial”, en el marco del seminario ´¿Adveniente cultura?´ [CELAM. Consejo Episcopal Latinoamericano, 21 al 27 de abril de 1986].

   En esa exposición, Capanna les advierte a los creyentes: “El contraste entre la racionalidad utilitaria que impera en la vida pública y la elección irracional de los valores privados produce un estilo de vida donde predominan la disociación, la fragmentación, la contradicción; en el plano de la salud mental, la esquizofrenia se convierte en la enfermedad del futuro.” Destaca luego entre los principales responsables de esos males al gnosticismo usando términos semejantes a los de Natura: “La irracionalidad moderna o postcristiana –aseguraba- procede del nihilismo que resulta del arrasamiento de los valores cristianos…, se complace con la incoherencia lógica y vivencial, y se precipita en las totalizaciones arbitrarias como formas de evasión.” En consecuencia, lo que “…se proyecta sobre la cultura no es tanto el conflicto ciencia / religión sino pseudociencia / religiosidad inmadura. Esto, que constituye un grave desafío pastoral, también atañe a los intelectuales y profesionales laicos. Si no quieren caer en una esquizofrenia refleja (religiosidad ritualista y adopción acrítica de pautas importadas) tendrán que pensarsu fe con más profundidad, aprender a pensar científicamente los problemas que incumben a la ciencia e integrar la racionalidad tecnológica… con los valores de nuestras culturas.”

   Podrá parecerles un tono extraño, pero es un Capanna auténtico bregando por un tecno-catolicismo sano, maduro, inverosímil… Cuando en 1986 se refería a ´los valores de nuestras culturas´ apuntaba a los intrínsecos valores católicos de la región austral jaqueados también por el gnosticismo, el nihilismo o como lo denomina en Natura, ´la anomia´: “Las crisis culturales pueden durar un tiempo indefinido, pero en algún momento acaban… Aquellos que anuncian que después de la modernidad solo viene la anomia tratan de convencernos de que ya no quedan alternativas…” (p. 18).

   Natura confirma la necesidad de tener siempre presente que cuando leemos textos de Capanna, incluyendo sin ninguna duda a sus escritos sobre ciencia ficción, nos enfrentamos con un vocero del catolicismo que defiende consecuente y acríticamente a la ciencia oficial.

   Esa singular impronta ideológica -que rubricó al gnóstico Philip Dick como meramente esquizofrénico- es razón suficiente para cuestionar su mirada sobre un género literario hereje que acaso haya nacido justamente del ambiguo, blasfemo y brillante gnosticismo.//

{Artículo publicado por primera vez en junio de 2019}

Sor Juana y la ciencia ficción, o las consecuencias de una crítica paranoica [2011]

SOR JUANA Y LA CIENCIA FICCIÓN, O LAS CONSECUENCIAS DE UNA CRÍTICA PARANOICA

Más información sobre Sor Juana y la ciencia ficción

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En el siguiente artículo me propongo indagar cuál sería el resultado de releer la obra –con eje en el poema “Primero sueño” (1685)– de Sor Juana Inés de la Cruz (Virreinato de Nueva España, ¿1648/1651?-1695) a partir de la ciencia-ficción (cf). En la “Primera Parte” especifico el protocolo de lectura. Considero como altamente productivo re-narrar (“volver a contar”) las lecturas, las interpretaciones y ciertos textos de la monja jerónima en base a rasgos codificados por la cf a través de datos laterales y/o fragmentarios –un acercamiento de índole “paranoico”. La hipótesis se estructura como una “ucronía” (qué pasaría si Sor Juana hubiera escrito cf) convertida en “historia”: Sor Juana escribió, al menos, un texto de cf. “Primero sueño” contiene in nuce dos elementos con descendencia en la producción posterior de cf en Hispanoamérica: el viaje astronómico (espiritual) y la tradición hermética (el ocultismo). El ocultismo funciona como puerta de entrada para pensar ese poema de cf y su relación con el género (gender/genre) en la configuración de un “ideal andrógino”. En la “Segunda Parte” ensayo mi propuesta de relectura paranoica. Reviso “Primero sueño” por medio de un tópico de la “ciencia ficción barroca”: la indeterminación en la distinción “original” (realidad empírica) / “copia” (realidad virtual). Este análisis intenta demostrar que el poema se inserta en una tradición de cf que privilegia el viaje a través del mundo interior (inner space) de un complejo cuerpo cyborg en detrimento del viaje astronómico (outer space). En ese recorrido, el cine de cf posmoderno es determinante.

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“Muy a menudo, el artista fracasado que vive reprimido en el espíritu del crítico busca un desahogo entretejiendo una novela crítica, o sea [proyecta] sobre el autor una luz ajena a él, que altera su figura, modernizándola… El crítico utiliza… esas aproximaciones, como un hábil cocinero sus salsas y especias, para disfrazar los manjares.”

Mario Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica

Breve prólogo

La historia que narraré a continuación tiene su primera, en realidad su penúltima, estación unos tres lustros atrás –mediados de la década del noventa- en Ciudad de México y remonta sus orígenes hasta las postrimerías del siglo XVII cuando dicha ciudad formaba parte de un entramado geopolítico más complejo y extenso cuyo nombre era Virreinato de Nueva España. En aquel momento, lo que hoy aparece como ´continente americano´, no estaba fragmentado en norte, centro, sur. Ese Virreinato abarcó América Central, las islas del Caribe, las Filipinas y una parte de los actuales Estados Unidos de Norteamérica, amén de México.

En Ciudad de México, hace ya varias centurias, durante la segunda mitad del siglo XVII, vivió y escribió la novohispana Sor Juana Inés de la Cruz, una mujer única en muchos sentidos. Seguramente, muchos de ustedes han accedido a fábulas en las que el más lejano futuro se pinta como el más remoto pasado, mundos donde los seres extraordinarios son monstruosamente ambiguos -¿producto de una vertiginosa evolución, ejemplares de una sin igual regresión?-, mundos donde las fronteras nacionales -como las conocemos- han dejado de existir y han sido reemplazadas por demarcaciones imperiales. Por lo general, la ciencia ficción [cf] se encarga de esas nuevas cartografías. En este caso en particular, la cf permitirá que nos acerquemos a una figura –para nosotros remota- con una fuerza tal que aún hoy en día alienta que se piense a través de ella, una figura siempre dispuesta a tentarnos con desplazar los límites de la interpretación. Sin tomar en cuenta restricciones a priori ni de tiempo ni de espacio, leer a Sor Juana como si fuera una escritora de cf tal vez genere la oportunidad de revisitar un amplio corpus de textos latinoamericanos en los que –silentes- laten diversos futuros.

Primera Parte

Jesusa, Juana, cf: reescritura y paranoia

“Corre el… bienaventurado año 2000… el (PAN) Partido reAcción Nacional ha llegado al poder en México y restablecido la moral, y las buenas costumbres…. Cualquier semejanza con la vida real es virtual. (La escena se desarrolla en la celda de Sor Juana en el penal de Almoloya. A la izquierda el escritorio… con libros, instrumentos antiguos de geometría, pluma, tintero y una mini computadora Apple de las primeras que salieron al mercado. Al centro abajo un catre individual y arriba una macro pantalla de video. […] Sor Juana revisa muy divertida la carta que enviara Salinas a los medios de comunicación en noviembre de 1995. En la pantalla grande se proyecta el texto y una foto del ex presidente vestido de Sor Filotea.)” (Jesusa Rodríguez 1)

Estos son los primeros párrafos de “la pastorela virtual” Sor Juana en Almoloya que la mexicana Jesusa Rodríguez publicó en Debate Feminista en 1995. En ese mismo año se cumplían tres siglos de la muerte –ocurrida en 1695- de una de las escritoras más importantes de la América hispánica de todos los tiempos. En su satírica reapropiación política de Sor Juana, Rodríguez realiza una serie de gestos significativos.

El primero, y fundamental, es pensar la realidad socio-política de su país por medio de una ´Sor Juana futura´ (año 2000). El segundo es mostrar a Sor Juana presa de un poder reaccionario –y a la vez cínico (dota, por ejemplo, a la monja de un cascajo tecnológico)- que ha orquestado un complot del que no se conoce exactamente la causa. El tercero es la estrategia de Sor Juana de resistir mediante la reescritura de sus propios textos: “¡Ya sé!, voy a contestar la carta de aquel ex presidente. A nadie se le ocurrió responderla… La titularé: ´La Respuesta Zopilotea´” (Rodríguez 1). La ´reescritura´ evidencia otro rasgo central en Sor Juana. En el recorrido de Filotea (el destinatario de la famosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz) a Zopilotea se conjugan la metamorfosis (humano / animal [´zopilote´]) y el cambio de identidad (hombre travestido); se disuelven las dicotomías de gender; se desestabiliza la configuración patriarcal de la sociedad. [1] Rodríguez lee en las metamorfosis, el travestismo y la provocación al mundo masculinista estrategias de la monja jerónima. El quinto subraya la discusión en torno de la validez o no de la invención de la subjetividad en ´manos´ ajenas. En la versión de Rodríguez (5), Sor Juana se burla de una supuesta biografía sobre Octavio Paz-biógrafo a su vez de ella- de la que se inferiría su “androginia espiritual”. Juana fue sucesivamente categorizada –ella aventó esas hipérboles- como ´prodigio / monstruo, etc., y más tarde como ´figura masculina / lesbiana / andrógina´ para dar cuenta de su ´anormal´ intelecto.[2]

Este catálogo de operaciones cobija un factor común. Con mayor o menor pertinencia, las cuatro últimas confluyen en la primera caracterizada por el habitual ´futuro´ de la cf. No interesa tanto aquí qué hace Rodríguez, sino cómo mediante esa reapropiación genera un prisma inédito para leer o releer vida y obra de la monja.[3]

La hipótesis central de este trabajo reviste la forma de una ´ucronía´: qué hubiera pasado si… se hubiera considerado a Sor Juana como la primera escritora de cf en el continente americano. En particular, ¿qué pasaría si decidiéramos leer el poema Primero sueño [el Sueño] (1685 aprox.) desde los parámetros de la cf? [4] Una empresa de este talante, requiere de precisiones.

Ya en 1998 Emil Volek señalaba que si bien la figura de Sor Juana había sido asaltada desde diversos paradigmas (católico, modernista, feminista), permaneció irreductible a toda sistematización.[5] Su planteo alertaba no desde el escepticismo, sino desde la prudencia teórica frente a ´lecturas totalizadoras´. En lo que respecta al Sueño, Rosa Perelmuter (129-136) en su recorrido por la bibliografía entre los años 1920 y 1930 advierte que en aquel momento se estipulaba que “apenas queda [nada] por decir” sobre el poema. Hoy en día, la ingente literatura crítica dedicada a ese texto y a su autora hace imposible, o al menos dificulta, abarcar un plausible estado de la cuestión. Por eso, y con el riesgo de no ser exacto, parto del siguiente supuesto: dejando a un lado las menciones al paso, no existe un texto crítico cuyo objetivo haya sido pensar porqué es posible leer Sor Juana desde la cf y qué se deriva de ello. Perelmuter recuerda que quienes en las primeras décadas del siglo XX clausuraban las interpretaciones sobre el Sueño, ponían como condición -para renovar las lecturas- que aparecieran papeles hasta allí ignorados. No existen tales ´nuevos papeles´, sí otros modos.

En su ´pastorela´ Rodríguez reescribe fragmentos de la obra –y de la vida- de Sor Juana al mismo tiempo que hace del personaje ´Sor Juana´ la autora de esas reescrituras, y recursivamente, autora de la ´pastorela virtual´. La reescritura, inserta en una perspectiva de gender como la de Rodríguez, permite volver a contar los mitos heterosexistas de la cultura occidental. Un mito surgido de la cf posmoderna –el cyborg– es clave para comprender esta propuesta metodológica.[6] Según sostiene Donna Haraway en su célebre “Manifiesto para cyborgs”, la ´escritura cyborg´ es la tecnología propia del mito cyborg, un mito sin origen, negador de cualquier pureza, engendro híbrido que como ´herramienta crítica´ genera “…cuentos contados de nuevo… que invierten y que desplazan los dualismos jerárquicos de las identidades naturalizadas” (Haraway 300). [7]

Aplicado a Sor Juana, este protocolo de lectura tiene como fin volver a contar el Sueño (y en otra instancia, la Respuesta y otros textos pertinentes) desde la cf para más adelante revisar las mitologías que rondan su figura (aquel catálogo de la ´singular, única, rara, monstruosa´). La meta no es captar ´lo real, lo verdadero´ sino recorrer y reescribir desde ese género las múltiples capas de sentidos que los comentaristas, incluso con Juana en este mundo, depositaron sobre su biografía y sus escritos. Es un efecto de lectura que interpela a los textos sorjuanescos y a las infinitas interpretaciones. Un importante corpus de textos críticos contemporáneos detecta, pero no lo explicita, que existiría una productividad intrínseca –aunque no esencial- de indagar el ´objeto Sor Juana´ por medio de recursos y procedimientos de un género literario codificado siglos después. Tradicionalmente las lecturas críticas estructuradas en base a paradigmas genéricos como el fantástico y el policial tuvieron mayor aceptación –la excepción podría verse en determinados ámbitos norteamericanos- en detrimento del uso de la cf para organizar sus lecturas.[8] Este corrimiento del eje hacia la cf tiene una consecuencia ulterior.

El método de volver a contar –en este caso ´el mito Sor Juana´- necesita de fragmentos, de esquirlas, de datos laterales, en una apuesta crítica que roza por momentos la paranoia. Lo que puede parecer una ´broma´, es un principio rector. En 1987 en una entrevista con Ricardo Piglia, Thomas Disch (21) sugería que “tal vez la paranoia sea un rasgo específico de la ciencia ficción… un terreno fértil para las construcciones delirantes…”. Cuatro años después, se publica la transcripción de una clase en la que el propio Piglia (4-5) propone una nueva categoría narrativa. La ficción paranoica es un género que se desprende, mediante una exasperación de rasgos, de otros géneros populares confluentes como el policial y la cf. Piglia se centra en el primero, pero sus postulados bien pueden aplicarse, por hibridez genérica, a la segunda. La “ficción paranoica” surge de la tensión entre a) la amenaza: en las sociedades modernas las subjetividades, recluidas en lo privado, se constituyen contra un otro absoluto representado por el ´enemigo´, y b) el delirio interpretativo: esa amenaza latente hace que el sujeto con conciencia paranoica considere que todo orquesta “una suerte de mensaje cifrado ´que [le] está dirigido´”. Esos dos movimientos marcan la constitución de un género narrativo y operan en el planteo de una “crítica paranoica”.

Supongo (con el fin de organizar un protocolo de lectura, no de corroborar) que hubo ´un silencio deliberado´ sobre la relación Sor Juana / cf. Se trata de un ´complot´ disfrazado de ´olvido´ que llevó a los críticos a no mencionar la cf ni a tomar dicho género popular como herramienta crítica para abordar a Sor Juana (víctima y hacedora, a su vez, de conspiraciones). Probablemente, esta re-narración paranoica conducirá a un delirio crítico. Pero, como sugiere Piglia, “[en] el delirio interpretativo [hay] también un punto de relación con la verdad” (5).[9]

El Sueño como cf: viajes astronómicos y tradición hermética

El primer problema es resolver si el Sueño es un poema de cf. La afirmación inicial sería “no”. La cf es un género popular al que hay que asociar, como otros, con la aparición de una cultura de masas, con la extensión del público lector, y para este género en particular, con la consolidación de la ciencia en un sentido moderno. Esto sucede, sin entrar en detalles, durante el siglo XIX. Aún así, es muy común asistir a reconstrucciones de la ´pre-historia´ del género. Pablo Capanna (Ciencia ficción 69 y ss.) revisa algunos precursores de la cf e ironiza por la proliferación de antecedentes en la pluma de críticos interesados –en aras de un supuesto texto primario- en llevar lo más atrás posible el origen: la Biblia; un texto egipcio del s. III a.C. que narra un viaje en búsqueda de un libro mágico; los mitos platónicos; un largo etcétera. El primer antecedente algo más sólido para Capanna sería Luciano de Samosata quien durante el siglo II d.C. escribió Vera historia (narración de un viaje a la Luna) e Icaromenippus (recreación del mito de Ícaro). El mencionado Luciano tuvo una larga descendencia que alcanza a H. G. Wells y a Jules Verne en el siglo XIX, pero por sobre todo influyó en los “viajes extraordinarios” de Johannes Kepler –el Somnium astronomicum (1630 aprox.)- y en el del jesuita alemán Athanasius Kircher Iter exstaticum coeleste (1656). Para completar este breve esquema, junto a las narraciones fantásticas (de viajes con afán de conocimiento) habría que mencionar la obra de los utopistas del Renacimiento quienes, atravesados por la existencia de un “nuevo” continente, elucubraron sociedades distantes, armónicas, etc. El ejemplo paradigmático es Utopía [1516] de Thomas More.[10] Ambas tradiciones comparten los elementos especulativo, político y crítico: ´un mundo no-propio´ (ficcional) cuestiona la configuración social del presente empírico del escritor.[11]

Un detalle común para estas genealogías sobre la proto-cf, y no debe sorprender que así sea, es la ausencia del nombre de Sor Juana Inés de la Cruz. Pero, ¿existiría alguna razón para nombrarla? Por transitividad, si el Iter exstaticum coeleste de Kircher es considerado un texto de proto-cf, sin muchos contratiempos, podría también el Sueño engrosar la lista con el mínimo argumento de tener como probable fuente el texto de Kircher y, acaso, el de Kepler (Octavio Paz 476). Pero como aclara Capanna en Ciencia ficción. Utopía y mercado, las historias de la cf están mediadas por taras nacionales: para los franceses se iniciaría con Jules Verne, para los ingleses con Mary Shelley, para los norteamericanos con Edgar A. Poe y así. Nadie reclama a la Décima Musa, excepto los críticos mexicanos quienes, de todas formas, sólo la nombran. Miguel Ángel Fernández (“Breve historia de la ciencia ficción mexicana”) ubica al Sueño entre las primeras obras mexicanas en rondar la proto-cf. Gabriel Trujillo (“La fundación del porvenir”) –interesado en la poesía de cf mexicana- también menciona como primera a Sor Juana. Ross Larson (“La literatura de ciencia ficción en México”) y Ramón López Castro (Expedición a la ciencia ficción mexicana) demarcan el inicio de la cf en ese país con Sizigias y Cuadraturas lunares [1775] del franciscano Manuel Antonio de Rivas. López Castro comenta que en ese texto pionero confluyen Bergerac, Swift y Kircher, y aclara que la influencia de este último era ya evidente un siglo antes en Sor Juana, pero no la considera autora de cf. La “Chronology of Latin American Science Fiction, 1775-2005” (Molina-Gavilán et al.) determina que la cf latinoamericana se inicia con el citado texto de Rivas.[12] No hay más para decir, excepto una referencia textual indirecta sobre la conexión Sor Juana / cf.

Según Luis Cano (75 y ss.), la cf en Hispanoamérica se inicia con las obras de Juana Manuela Gorriti y Eduardo Ladislao Holmberg (segunda mitad del siglo XIX). Relaciona a la primera, por su matriz romántica, con la tradición del esoterismo, del ocultismo y de la alquimia; y ubica al segundo, más cercano al positivismo, entre los adeptos de teorías sociales de corte científico, como el darwinismo. Cano considera que Holmberg inaugura el género con el relato “Horacio Kalibang y los autómatas”, pero ejemplifica la novedad de cruzar ciencia y ficción en América Latina con la nouvelle Viaje maravilloso del señor Nic Nac [Nic Nac]. Señala en este texto la influencia -además de Flammarion- de los sueños de anábasis y de las expediciones astronómicas codificadas en los textos de Athanasius Kircher. Aclara que este autor fue introducido en el continente por Sor Juana, reenvía para más datos al análisis de Paz sobre el Sueño y detiene allí sus cavilaciones (Cano 86, nota 32).

Esa indicación lateral reactiva un tema al filo de clausurarse. Durante su análisis del Sueño, Paz se arroga ser el primero en detectar que, por medio del Iter exstaticum coeleste de Kircher, Sor Juana accede a una tradición que unifica “los viajes astronómicos” (viaje al espacio exterior) con los “sueños de anábasis” (elevación del alma) propios del corpus hermeticum (476-478).[13] Es decir, en el Sueño confluyen el ´viaje astronómico´, la ´elevación del alma´ y el ´hermetismo´, elementos que se continúan siglos después en la producción de cf en Hispanoamérica. Gorriti y Holmberg iluminan, en retrospectiva, rasgos de lo que terminaría configurándose como cf en un sentido moderno. Cano –con el fin, intuyo, de mantener el equilibrio de su hipótesis- asocia ocultismo con Gorriti y positivismo con Holmberg. Cuando se refiere al uso del ´viaje´ en la obra de este último lo desconecta de las ciencia ocultas. En su introducción a los Cuentos fantásticos, Antonio Pagés Larraya (39-43) recuerda que Holmberg estuvo interesado en el espiritismo. El esoterismo tiene una función determinante en el relato del viaje astronómico. Holmberg subtitula Nic Nac como “fantasía espiritista”.[14] Nic Nac cuenta el “viaje imaginario del protagonista al planeta Marte… realizado sólo por su espíritu-imagen, según el curioso método que le enseña el médium Seele: privarse de todo alimento hasta que el espíritu se desprenda totalmente de la materia” (Pagés Larraya 59). Este tema requiere de un mayor análisis. No hay médium en el Sueño (la mexicana rompe con el tópico del guía del hermetismo) y los alimentos en una y otra historia cumplen roles diferentes. Aún así, la conjunción entre ´viaje del espíritu / alma´ (el cuerpo permanece en reposo) asociado al ´ocultismo / espiritismo´ remite a la tradición que nace con Sor Juana y que se desliza de manera subterránea por siglos.[15]

Disjecta membra: cf, ocultismo, androginia, utopía y Sor Juana

Uno de los paradigmas recurrentes para leer a Sor Juana es el “feminismo”. Arduo en sí mismo, este modus crispa a los teóricos cuando el objeto de estudio corresponde a una episteme de signo diferente. Hay posturas escépticas: “Sor Juana no fue un subalterno y tampoco fue la portavoz de una heterodoxia que combatía el status quo y… ni siquiera se la puede considerar –si es que tal movimiento anacrónico es viable- como ´la primera feminista de América´” (David Solodkow 142). Otras se interesan más, como la de Rodríguez, en ´usar´ la figura de la monja para pensar desde una perspectiva de gender ambos contextos socio-políticos, el de producción (siglo XVII) y el de recepción (siglo XX/XXI). En esta dirección oriento mi propuesta de índole recursiva: ¿de qué manera, ocultismo incluido, la cf reafirma una perspectiva de gender y hasta dónde una mirada de gender potencia los rasgos de cf del Sueño?

Cuando me refiero a gender –una categoría que ya tiene para sí extensas bibliotecas- estoy aludiendo al planteo de las feministas norteamericanas acerca de la necesidad de no descuidar que ´la asignación de roles sexuales´ es ideológica y no natural.[16] La relación con los ´géneros literarios populares´ surge de la posibilidad de evidenciar esas asignaciones por medio de las negociaciones simbólicas que se establecen hacia el interior de los mundos narrativos. La mayor parte de los géneros populares resultan útiles para pensar el constructo social. Por varias razones que expongo en otro escrito la cf ha resultado el género (genre) más adecuado para desarmar la supuesta naturalidad de los roles sexuales (Lépori).

El final del Sueño, “y yo despierta”, indica la fuerte presencia de la subjetividad femenina en el poema. Ese “yo” no aparece únicamente en el cierre. Perelmuter (85-92) demuestra que ´la hablante lírica´ organiza el discurso poético con distintos usos de la primera persona (“mi”, “digo”, “pues”, etc.). En el contexto de vida de la monja, esto lanzaba un desafío: ¿puede una mujer conocer? La respuesta encierra una negociación.

Sor Juana distingue ´cuerpo /alma´ y estipula que el alma cognoscente es asexuada: “la separabilidad del alma racional… en sincrética versión hermético-neoplatónica [sustenta] la igual capacidad de mujeres y varones para acceder al conocimiento” (Femenías 9). Si se toma como parámetro el Sueño, cuando el alma sin sexo reingresa a un cuerpo de mujer, produce “una nueva clase de sujeto: el sujeto racional= mujer” (9). Esa unión podría ser considerada como contradictoria. La solución es una negociación: “la única posibilidad… de las mujeres para acceder al conocimiento fue la de negación de su sexo y la homologación al modelo masculino” (Femenías 13). Para Sor Juana ser mujer sabia era fundir en un cuerpo de mujer un ´alma asexuada´ que respondía a los cánones masculinos de racionalidad. Así, para justificar el saber, el escribir y el disentir de la mujer subsumida al doble sistema patriarcal civil y religioso en la sociedad virreinal, Sor Juana propone como ideal un ´sujeto andrógino´ que no desestabiliza pero que interpela al mundo falogocéntrico.[17] Jean Franco coincide. En el Sueño “el alma inquisitiva no es tanto neutra como una combinación de lo masculino y lo femenino” (70). La lucha de Sor Juana por defender su posición intelectual se materializa en la construcción de “un espacio utópico” en el que su “conocimiento y [su] poesía… pueden ´apartarse´ de las rígidas jerarquías de género”. En el “espacio utópico”, en ese no-lugar, se concreta el ideal andrógino. Ambos componentes, utopía y androginia, son consecuentes con una perspectiva de cf.[18] El impulso utópico conlleva una fuerza crítica para revisar los binarismos cristalizados en la asignación de roles sexuales en lo que respecta al acceso al saber en la sociedad virreinal y genera un no-lugar ideal para que se geste ese sujeto andrógino.

Aquí comienza a jugar un elemento intrínseco a la cf de Sor Juana. La configuración del ideal andrógino se relaciona con la tradición hermética de cuño neoplatónico heredada de Kircher. Como demuestra Linda Egan, la “androginia psicológica” de Sor Juana está directamente asociada al hermetismo (3).[19] El corpus hermeticum, y en particular el saber alquímico, estipulaba que “los contrarios esenciales… se hacen andróginos cada vez que hay concepción y nacimiento en la naturaleza” (Mariano García, “Androginia” 259). Ese corpus permitió que el ideal perviviera a lo largo de los siglos contra los intereses de la ortodoxia católica. [20] “The greatest freedom of gnosticism is the freedom to think” (Egan 14). El sujeto andrógino en Sor Juana es una herramienta para ir contra la opresión intelectual y de género y aparece como correlato objetivo de un corpus que otorga libertad de pensamiento. En consecuencia, como si fueran disjecta membra, mi lectura reúne esos elementos en un mismo constructo con epicentro en Sor Juana[21]:

  • en los inicios de la cf latinoamericana aparecen los viajes (astronómicos y del alma) junto con el ocultismo (Cano);
  • el ocultismo y el hermetismo favorecieron la pervivencia del ideal andrógino (García);
  • el ideal andrógino habita durante el siglo XIX la literatura romántica y en el siglo XX encuentra asilo en las narraciones de cf (García)[22];
  • si se considera que Sor Juana escribió un poema de cf, el Sueño (Lépori);
  • se comprende porqué como estrategia se configura en ese poema el ideal andrógino para defender el derecho de las mujeres a conocer (Femenías);
  • en qué sentido el ocultismo ocupa un lugar central en la construcción de ese ideal (Egan);
  • y de qué manera el ideal andrógino se conjuga con el impulso utópico (Franco).

Cada uno de los componentes -´ocultismo, androginia [23], impulso utópico y cf´- deambulaba aislado o en pares a lo largo de la bibliografía. Reunirlos permitió ajustar con mayor solidez la conexión cf / Sor Juana más allá de la especulación sobre las ´fuentes´.[24]

Hacia una definición génerica (gender / genre) del Sueño

En el apartado anterior trabajé con la licencia de argumentar a favor del Sueño a partir de postulados que, en muchos casos, responden a un recorrido más amplio por la obra de Sor Juana (aún cuando el Sueño y la Respuesta son centrales en la construcción de un ´espacio utópico´ que justifica el acceso de la mujer al conocimiento). Esta pequeña falla –todo entramado narrativo sufre de un punto ciego- tiene su primera instancia de reparación en una mayor concreción en lo que respecta al Sueño. A modo de transición, cierro esta “Primera Parte” evaluando el poema a la luz de una definición específica del género y espero dejar el camino allanado para en la “Segunda Parte” abocarme a leerlo específicamente desde la cf.

La clásica definición de Darko Suvin [1978] resulta adecuada a la hora de definir el Sueño como un poema de cf si consideramos la recontextualización de Cano en Intermitente recurrencia para la literatura en Hispanoamérica. Según Suvin, la cf plantea una hipótesis ficticia y la desarrolla con rigor científico con el fin de oponer un nuevo orden al conjunto de normas preestablecido. Lo ´nuevo´ (novum) provoca el extrañamiento cognitivo al cuestionar en términos ficcionales la configuración de la realidad empírica (Cano 15-16). Carl Freedman, continuador de Suvin, sugiere ampliar el alcance de la idea de cognición. Lo cognitivo excede lo científico en el sentido moderno (18). La cf busca generar un efecto (cfr. Barthes) de extrañamiento. La teología, la psicología, la filosofía, la medicina, el hermetismo, el neoescolaticismo, etc., podrían formar parte de la cognición.

Cano parte de Suvin y propone tres rasgos específicos de la cf vernácula (25-73). El tercero es el uso de ´la analogía temporal´. Los autores latinoamericanos –el Sueño no es la excepción- han preferido un tiempo presente antes que la remisión al pasado o al futuro dentro del universo ficcional. El primer rasgo –“empleo de un discurso que intenta reconstruir, imitar o parodiar las características… aceptadas como propias del discurso científico”- se aplica a un poema que compendia los saberes al alcance de la sociedad novohispana. El segundo rasgo –una “actitud crítica dirigida… a la evaluación de los proyectos o procedimientos científicos”- parece el más adecuado para determinar la singularidad del Sueño. En la América hispánica esa actitud estuvo históricamente asociada al cuestionamiento de ´trasplantes´ de paradigmas foráneos (científicos y no) a la realidad local.

En el Sueño no se critica el uso de un corpus determinado de saberes -tendría que haber sido abiertamente ´hereje´. El ´efecto de extrañamiento´ surge, en principio, de aspectos formales (su complejidad sintáctica y secuencial) y de contenido (las infinitas referencias hermético-mitológicas), pero se materializa en un ´nuevo orden´ nacido de una hipótesis desestabilizadora: cómo sería una sociedad en la que, además de hombres dominantes y mujeres dominadas, existiera otra categoría de sujeto cognoscente, el andrógino. Lo ´nuevo´ (novum) es discutir la potestad de saber, pensar y escribir en base a esa hipótesis: ¿quiénes tienen el poder, por qué y cómo se podría poner eso en entredicho? [25] La tradición hermética, un corpus de conocimiento permeable a “otras interpretaciones”, es el elemento cognitivo que sin levantar excesivas sospechas habilita la construcción de un “espacio utópico” en el que pueda desarrollarse el sujeto andrógino que garantice a hombres y mujeres acceder al saber. El Sueño, entonces, evidencia la interacción dialéctica entre cf (genre) y perspectiva de gender tal como en muchas de otras narrativas de cf posteriores. [26]

Segunda Parte

Professor O´Blivion: – “The battle for the mind of North America will be fought in the video arena, the Videodrome. The television screen is the retina of the mind’s eye. Therefore the screen is part of the physical structure of the brain… Therefore, television is reality and reality is less than television.”

Videodrome (1983), David Cronenberg

En la “Primera parte” cobró especial importancia la tradición hermética en la lectura del Sueño como poema de cf en razón de su incidencia en la construcción de un “espacio utópico” que habilita a hombres y mujeres por igual para acceder al conocimiento. En esta “Segunda Parte”, sin dejar de lado el ocultismo, indagaré mediante el funcionamiento de algunos tópicos genéricos en qué sentido es un poema de cf. Convertiré la ´ucronía´ (qué hubiera pasado si…) en ´historia´: el Sueño es un poema de cf y Sor Juana una escritora inscripta en el género. Me propongo relativizar la aserción habitual: el Sueño cuenta un viaje o ascenso del alma. A causa de cierta complejidad en la exposición –argumentar a favor de Sor Juana y de la cf requiere de torsiones- me parece necesario adelantar algunas conclusiones.

El conjunto de tópicos que utilizo para analizar el Sueño pertenece a la producción de cf cinematográfica de los últimos treinta años (cf barroca, neobarroca, posmoderna). El primer tópico (indiferenciación ´original/copia´) permite advertir que en el Sueño el alma no se libera totalmente del cuerpo sino que, por el contrario, lo toma como un inmóvil y ´artificioso´ teatro de operaciones en el que escenifica su viaje intelectual. En el poema las acciones ocurren en el interior de un cuerpo cyborg -que se relaciona con el ideal andrógino especificado en la “Primera parte”- pero que va aún más allá. El cuerpo posee una configuración maquínica interna tanto en sus funciones vitales como intelectuales. Hay, por un lado, un sistema mecánico que le permite al cuerpo seguir funcionando dormido y, por el otro, hay un sistema de percepción intelectual que se construye como si fuera una maquinaría fílmica de copia y de reproducción. A la realidad externa se accede mediante los simulacros generados por esa maquinaría óptica y proyectados en el interior del sujeto. Lo que leemos como el Sueño es el resultado de una puesta en escena en un espacio repleto de imágenes monstruosas que danzan, se articulan, ascienden y descienden. A medias arena circense, a medias campo de batalla, la lucha por el acceso al conocimiento sucede siempre en un interior de cuerpo cyborg inmóvil aunque por momentos creamos volar y llegar a las esferas superiores.

El Sueño y la ciencia-ficción barroca: real /virtual

La reapropiación de Rodríguez de la figura de la monja por medio de su ´pastorela virtual´ desactiva todo intento esencialista de reconstruir la existencia ´real´ de un sujeto. El par ´real / virtual´ (“Cualquier semejanza con la vida real es virtual”, afirma Rodríguez 1) reenvía el análisis hacia una categoría estética ineludible a la hora de hablar de la monja jerónima: el ´barroco´. Si en un plano meramente nominal se considera, por ejemplo, que Kepler -autor del Somnium astronomicum, un relato de proto-cf, origina lo que Severo Sarduy (55-83) denomina ´cosmología barroca´, ¿cuál sería la productividad para el caso Sor Juana de asociar su cf embrionaria con una filiación barroca?

Carlos Gamerro –quien se dedica a escritores rioplatenses contemporáneos- distingue entre ´escritura barroca´ (v. gr., Quevedo) y ´ficción barroca´ (v. gr., Cervantes). En la escritura el interés recae en el artificioso engarce de conceptos antes que en la remisión a un referente concreto. En la ficción el artificio surge no de la sintaxis ni del juego con los significantes sino de la indeterminación a nivel de la estructura narrativa que impide reconocer en qué plano se desenvuelve el personaje -si en el de su ´realidad´ o en la ficción dentro de la ficción. Gamerro analiza las ficciones barrocas de Borges, Bioy, Onetti, Cortázar, etc., y cierra el volumen con un Apéndice en el que recorre un subgénero de la ficción barroca: la “ciencia ficción barroca”. Casi exclusivamente cinematográfica, la cf barroca es un cúmulo de notas al pie a la obra del hiper-plagiado Philip Dick. [27] La cf de Dick plantea un tema barroco determinante en la posmodernidad: la disolución de la diferencia ´original / copia´.

En principio, mucho tiene que ver el Sueño con la escritura barroca y poco con la indeterminación ´original / copia´ y con la puesta en escena de esa disquisición ontológica. Sin embargo, si se consideran tópicos de la cf barroca reciente se puede entender en qué sentido el Sueño posee en ciernes rasgos del género. Al igual que con Holmberg y Gorriti, hay que operar retrospectivamente: desde la cf actual se realiza una arqueología del género en Sor Juana.

La barroca “linterna mágica”: natural combustible de la paranoia interpretativa

Antonio Domínguez Leiva en su artículo “El barroco cinematográfico” recorre la inextricable relación entre dos maquinarias de la representación: el cine, en tanto arte de masas, y el barroco, una estética de lo espectacular anclada en el siglo XVII (y con continuidad hasta el presente) que–como aquel- hizo del simulacro su producto predilecto. Los puntos de contacto son múltiples, pero existe un detalle fundamental sobre el origen barroco del cine. Con mayor o menor precisión hay consenso en que la “linterna mágica” es uno de los antecedentes directos del cinematógrafo. Ese artefacto barroco surge a mediados del siglo XVII y el inventor es un viejo conocido nuestro: Athanasius Kircher.[28] Sor Juana –lectora del jesuita- se refiere a la “linterna mágica” en el Sueño (verso 874). Podría remarcar que Sor Juana anticipa el desarrollo del cinematógrafo y, si no la primera, es una de las primeras en referirse al proto-cine de este lado del Atlántico. Pero lo interesante del asunto excede la cita de la novedad técnica. Para comprender su importancia, se debe contextualizar en qué circunstancias aparece la “linterna mágica” en el interior del poema.

Cronenberg I: cuerpo inmóvil / mente activa

Suspendan por un momento la incredulidad y convoquen a la memoria filmes de cf barroca. Aunque existen innumerables factores narrativos, en ese tipo de ficciones el mundo virtual, indiferenciado del mundo empírico, se sitúa en la psique de un individuo. Un ejemplo paradigmático para pensar la peculiaridad del Sueño es eXistenZ (1999) de David Cronenberg. En este film el mundo virtual es el de un videojuego. Una de las condiciones para participar de ese mundo, a posteriori indiscernible del real, es un cuerpo inmóvil que funciona como intermediario. Se accede a la realidad virtual a través de un bio-puerto al que se le conecta un ´cordón umbilical´. El ingreso a ese otro mundo requiere de una cuasi-igualdad de género: es necesario que el cordón penetre el bio-puerto, un orificio artificial, ubicado en la espalda del individuo a la altura de la cintura (las escenas de conexión no dejan dudas sobre ´la penetración´). El origen de la realidad virtual es una mujer. Allegra Geller, diseñadora del videojuego ´eXistenZ´, es caracterizada como una “diosa” que permite a los usuarios entrar en “trance”.[29] La divinidad virtual pasa mucho tiempo sola en un cuarto diseñando juegos, lo presenta al público en el interior de una iglesia y es víctima de un complot.[30] El mundo de Cronenberg parece la concreción del anhelado por Sor Juana. Las mujeres gobiernan, ahora, el acceso a un espacio deseado (de vida, de placer, de conocimiento) y si bien formar parte de la realidad virtual no supone una femenización de la psique, poder ingresar –invirtiendo la estrategia sorjuaniana- requiere de una androginización de los individuos marcados como hombres en su materialidad corporal. Tal vez de un modo menos evidente que en otros filmes (Videodrome, 1983; The Fly, 1986), Cronenberg trabaja en eXistenZ con la problemática del sujeto cyborg. En el Sueño (y en la Respuesta) el ideal andrógino justifica que una mujer, frente al universo masculinista, también pueda conocer. El andrógino –a través del cual Sor Juana discute la estructura binaria de la configuración de género (gender) en lo que respecta a ´poder conocer´ en el contexto virreinal- aparece representado en el poema por el sujeto que sueña en cuyo interior corporal cyborg se batalla por esa posibilidad. En el próximo apartado retomo la problemática del cuerpo.

¿En el Sueño se narra un ´viaje del alma´ o, como en eXistenZ, una actividad psíquica interior? Consideremos la síntesis comentada de Franco.

[El Sueño] suele leerse como el vuelo del… alma liberada de sus ataduras corpóreas gracias al sueño, como un intento de alcanzar el conocimiento absoluto del mundo mediante la visión panóptica (´platónica´) intuitiva; cuando esto fracasa, el alma intenta alcanzar el mismo fin mediante una progresión ordenada a través de las categorías aristotélicas. La segunda búsqueda se interrumpe porque el alma no puede comprender los fenómenos más sencillos de la naturaleza, aunque persiste su deseo de saber. Al llegar la luz del día y despertar el yo, el oscuro mundo interior de la fantasía incorpórea desaparece en esa luz diurna…(64)

La interpretación tradicional, basada en la escisión cuerpo / alma de raíz hermético-neoplatónica, sustenta las palabras de Franco. En el Sueño el cuerpo entra en letargo, el alma se libera y va hacia las altas esferas para llevar adelante su batalla epistemológica. Pero esta afirmación es correcta solo parcialmente. La tradición hermética muestra variantes narrativas que se alejan del tópico del ´vuelo del alma´. Garth Fowden cita el fragmento de un texto de mediados del siglo II d.C. (Cyranides) que evidencia, en el contexto de una discusión sobre la inmortalidad del alma, qué relación guarda esta con el cuerpo

But the soul is its own master; for when the body is at rest on its bed, the soul is reposing in its own place (in the air, that is to say), whence we received it; and it contemplates what it happening in other regions. And often, feeling affection for the body in which it dwells, it foretells good or ill years before it comes to pass –in what we call a dream. Then it returns to its own habitation and, waking it [the body] up, explains the dream. From this let it be clear to you that the soul is immortal and indestructible…(Fowden 88)

Dejando a un lado el contenido del sueño como “premonición”, el fragmento muestra semejanzas con el poema de Sor Juana. Se apela a la distinción micro / macrocosmos: el hombre dentro de la habitación, el alma dentro del cuerpo. Mientras el cuerpo inmóvil está en la cama, el alma descansa en el aire y contempla lo que sucede ´en otras regiones´. Pero el alma no sale de la habitación ni vuela. Sale del cuerpo, reposa sobre él y le comunica lo que ha visto. Lo que el alma ve, es el contenido del sueño. En ese fragmento el alma, “its own master”, mantiene contacto con el cuerpo, aunque funciona sin necesidad de él.

En el Sueño la acción ocurre en un continuum –entre las funciones vitales y la intelección- en el interior del sujeto dormido. El alma no asciende excepto a un extremo mental. El cuerpo dormido se convierte en el mejor estado para que el alma discurra con mayor libertad sobre cómo conocer y que pueda ver lo que durante la vigilia, por estar ocupada en asuntos terrenales, le es imposible. Paz, por lo demás un lúcido comentarista del poema, nunca resuelve si se trata de un viaje por el exterior o por el interior (470-472). Dice que el alma peregrina “por las esferas supralunares”, pero cita a Festugiére: “hablan [los autores] de éxtasis y de ascensión celeste, [pero] tienen clara conciencia de que… se trata de… un fenómeno psicológico…” (479). Paz, tal vez en aras de la simpleza, descuida una arista fundamental: el cuerpo está inmóvil, el viaje es interior.[31] Indaguemos estas dos aserciones.

Viaje por el interior del cuerpo cyborg: cuerpo mecánico / cerebro cinematográfico

En el Sueño, como en un film de cf contemporánea, las peripecias ocurren dentro del sujeto (aun cuando por momentos tengamos la sensación de recorrer el mundo empírico exterior). Los 975 versos del poema conforman un arco que va desde la llegada de la noche en el mundo y del sueño para el cuerpo hasta el triunfo del sol con el amanecer y el despertar del sujeto. Durante ese lapso se narran los avatares del alma por acceder al conocimiento. El contenido del viaje hizo correr –y con justicia- ríos de tinta y, es el eje del poema. No es mi interés repetirlos, sino detenerme en las transiciones vigilia / sueño y sueño / vigilia para ver cómo es y qué sucede en ese interior cyborg.

El arribo definitivo del sueño ocurre hacia el final del primer tercio del poema (versos 191-291). No se advierte una escisión tajante entre cuerpo y alma. El alma aparece “suspensa/ del exterior gobierno” (v. 191-192) “del todo separada/ no” (vv.197-198) de los “sosegados huesos” (v. 199). El cuerpo es “un cadáver con alma,/ muerto a la vida y a la muerte vivo” (v. 202-203) sustentado por el corazón, “reloj humano” (v. 205).[32] Las funciones vitales mínimas permiten que el cuerpo mantenga latente su fuerza para despertarse y, a la vez, le posibilitan al alma actuar. El sueño llega a través de una simbiosis química en el interior de un cuerpo inmóvil representado como una maquinaria: “vital volante” (v. 206), “arterial concierto” (v. 207), “respirante fuelle” (v. 212), “pulmón, que imán del viento es” (v. 213), “claro arcaduz blando” [“arcaduz”: caño o acueducto y también recipiente de metal] (v. 216) , “alambicó quilo el incesante/ calor” (v. 243-244), “científica [o centrífica] oficina” (v. 235), “templada hoguera” (v. 253), etc. Según Paz, esas referencias son parte de “un eco literario: la poesía del siglo XVII usó y abusó de las metáforas científicas…” (487). Me parece más factible considerar la imaginería alquímica. El verbo ´alambicar´, en la familia de palabras de ´alambique´, es una de las pruebas más notorias.[33] El hermetismo del que se nutrió Sor Juana justifica esa suposición. La tradición alquímica, en principio una actividad manual, pergeñó una imaginería en torno de la transmutación de los metales, su refinamiento en oro y plata, con el fin de simbolizar una purificación espiritual (Fowden 89-90).

En el Sueño el cuerpo es cyborg por el sistema digestivo mecánico-alquímico recién mencionado y también por la actividad desarrollada en la parte superior.[34] El estómago envía los humores destilados hacia el cerebro que le permiten a la “fantasía” formar “imágenes diversas” para mostrárselas al alma (vv. 234-265). La “fantasía”, como el Faro de Alejandría, un portento de la óptica, reproduce en su espejo los objetos más lejanos incluyendo las abstracciones[35]

así ella [la fantasía]… iba copiando/ las imágenes todas de las cosas,/ y el pincel invisible iba formando/ de mentales, sin luz, siempre vistosas/ colores, las figuras/ no sólo ya de todas las criaturas/ sublunares, mas aun también de aquéllas/ que intelectuales claras son estrellas,/ y en el modo posible/ que concebirse puede lo invisible,/ en sí, mañosa, las representaba/ y al Alma las mostraba. (El Sueño, vv. 280-91)

En ese ´cuerpo muerto en vida´, y con la asistencia de la “fantasía”, el alma emprende su “vuelo intelectual” (v. 301), un vuelo interior. [36] Sor Juana remarca que existe una sutil ligazón entre el alma “juzgándose casi dividida” (v. 297) y la “corporal cadena” (v. 299). El alma se eleva metafóricamente

…a la mental pirámide elevada/ donde –sin saber cómo- colocada/ el Alma se miró… pues su ambicioso anhelo,/ haciendo cumbre de su propio vuelo,/ en la más eminente/ la encumbró parte de su propia mente,/ de sí tan remontada, que creía/ que a otra nueva región de sí salía. (El Sueño, vv. 423-434).

El alma “casi” separada “creía que salía” hacia una nueva región, pero ha ascendido a la ´mental pirámide´.[37] En ese nuevo estadio de intelección puede ver con sus “intelectuales bellos ojos” (v. 441) “lo criado” (v. 445). Se conjugan la función de la “fantasía” y la del alma: “La luz con que la fantasía pinta las figuras mentales es la luz del alma racional: este es otro rasgo que Sor Juana comparte con los neoplatónicos, que atenuaron las diferencias entre la fantasía y el entendimiento.” (Paz 489). La “fantasía” copia y reproduce. Egan, quien a continuación habla del vuelo del alma, sugiere que en el Sueño “we can see, as in a videotape, the way the mind’s ´fantasía´ (fantasy, or imagination) forms ´imágenes diversas´ (diverse images) of the Cosmos and shows them to the soul” (41).

Ahora sí. En el interior de ese cuerpo proto-cyborg la mención de la “linterna mágica” pierde su carácter eventual. El invento de Kircher es mencionado hacia el final del Sueño. El cuerpo comienza a despertarse, el alma culmina su trasiego. El aparato de video que copia –la “fantasía/Faro”- es secundado por “la linterna mágica” en las cavidades del cerebro:

Y del cerebro, ya desocupado,/ las fantasmas huyeron/ y –como de vapor leve formadas-/ en fácil humo, en viento convertidas, su forma resolvieron./ Así linterna mágica, pintadas/ representa fingidas/ en la blanca pared varias figuras,/ de la sombra no menos ayudadas/ que de la luz: que en trémulos reflejos/ los competentes lejos/ guardando de la docta perspectiva, en sus ciertas mensuras/ de varias experiencias aprobadas,/ la sombra fugitiva,/ que en el mismo esplendor se desvanece,/ cuerpo finge formado,/ de todas dimensiones adornado, cuando aun ser superficie no merece. (El Sueño, vv. 868-886)

Sor Juana alienta la analogía de la linterna mágica con la factibilidad técnica del cinematógrafo en el interior del sujeto. Sobre una blanca pared (la pantalla) por medio de luces y sombras (el claro oscuro de la proyección) se representan con ´docta perspectiva´ (manteniendo la proporcionalidad renacentista) figuras que aparentan poseer las dimensiones de un ´cuerpo real´ cuando ni siquiera merecen ser superficie. Dentro del cerebro hay dos sistemas de copia y reproducción: el Faro y el dispositivo semejante a la “linterna mágica”. Estos mecanismos ópticos parecen explicar la necesidad de mantener activo el cuerpo. Se requiere de una mínima actividad corporal para conservar en la memoria lo que después es discurso.

Si mi lectura es aceptable, así como en eXistenZ la acción transcurre en la mente de los personajes (la narración sucede allí dentro), en el Sueño asistimos a una eventual filmación / proyección en el interior de la mente de un sujeto inmóvil. Esto deriva en una dificultad a la hora de interpretar. ¿Es posible diferenciar entre aquello que el alma ve o intuye y las “fantasmas” -las imágenes oníricas[38]– que se proyectan en el cerebro? ¿O en realidad la resultante del viaje intelectual se corresponde con lo que proyecta la “linterna mágica”? Según Paz (471) el “poema es demasiado arquitectónico y complejo para ser confundido con un ´sueño´…” Estoy de acuerdo. En apoyo de esta idea valdría recordar el pasaje del texto hermético citado por Fowden: lo que el alma ve en otras regiones mientras el cuerpo duerme es denominado ´sueño´ (“dream”). Y más aún, aunque en el Sueño existiera una distinción entre lo que se sueña y el viaje intelectual, abogaría por entender que en el final del poema “las fantasmas” que abandonan el cerebro no son el contenido de un sueño alternativo sino lo que el alma ve. El vocablo “fantasmas” está asociado -inclusive en términos etimológicos- a lo que percibe “la fantasía” (aunque en la tradición las “fantasmas” remitan a los sueños espurios). Además, se da una simetría de vocabulario entre el comienzo y el fin del sueño. El “vapor” (v. 870) utilizado para referirse a las imágenes que se disuelven en el despertar, se relaciona con los “vapores tan claros” (v. 256) que con la llegada del sueño le permiten a la “fantasía” funcionar. Esta servidora asiste a un alma que, cuando duda sobre cómo organizarse para conocer, apela a ´las categorías´ calificadas por la voz poética como “artificiosas” (v. 581) y “mentales fantasías” (v. 586).

En consecuencia, lo que consideramos como el núcleo del Sueño -pero puede extenderse al resto del poema- sería el producto de la captación de un gadget cinematográfico ´instalado´ en un sujeto en ese momento inmóvil. Al leer, estamos viendo lo que se proyecta en la cámara oscura. El poema en su conjunto es una sucesión de imágenes virtuales proyectadas en el cerebro del sujeto (de allí la importancia del cuerpo). Tal vez en eso resida su carácter barroco. Los fragmentos, las digresiones y las volutas narrativas remiten a un montaje cinematográfico no clásico. Simulacro barroco y simulacro cinematográfico se aúnan en el Sueño.

Cronenberg II. Un sueño virtual: monstruos, circo y televisión

Suponer para el Sueño un tópico de cf barroca -la disolución de la distinción original / copia- me permitió subrayar otro tópico concomitante: ´el viaje´ sucede en el interior de un cuerpo inmóvil, el alma racional discurre con lo que le facilita la fantasía y con la abstracción de lo que acopió en sus experiencias previas. Es complejo sostener que mientras leemos el Sueño no sabemos en qué nivel de la realidad transcurre la acción. El final “y yo despierta” restituye el mundo empírico al que por consenso se considera ´real´. Pero como antes indiqué, el devenir del Sueño confundió a comentaristas que descuidaron remarcar que la salida o elevación del alma era pura retórica.

En el poema se accede a la realidad empírica no por ´la visión a vuelo de…´, sino a través de la copia y de la proyección de un constante flujo y reflujo de imágenes en el interior de un sujeto. En ese discurrir cinematográfico se está siempre entre simulacros, entre “mentales fantasías”. Las imágenes alegóricas y simbólicas remiten sin cesar a imágenes previas y así ad infinitum. El arsenal alegórico-mitológico y las referencias a las categorías epistemológicas instalan una segunda realidad superpuesta a la eventual realidad empírica. El papel de la tradición hermética también en este caso es determinante. Sor Juana toma la concepción hermética de Kircher de ´la cadena del ser´ que estructura al mundo en un continuum (divinidad, ángel, hombre, animal, vegetal, mineral) y accede así a la realidad empírica mediante “el lenguaje simbólico de las cosas” (Franco 62). En el Sueño, la alegoría (cuyas imágenes nunca tienen una significación estable) cumple una doble función: “hacer visibles asuntos de fe… demasiado abstractos, y… ocultarle al vulgo ciertos temas, como lo hicieron los egipcios…” (Franco 61). Sor Juana pone en juego una forma distinta de comprender. El hermético sufre una especie de paranoia: ve en los símbolos de las cosas mensajes cifrados. Genera sentido con lo que ´el vulgo´ considera datos inconexos. La concepción de la ´cadena del ser´ desactiva la idea del vuelo y permite suponer que leemos el poema como si se tratara de un ascenso aunque permanecemos en el interior mental.[39] A continuación reformulo apenas la sinopsis del Sueño para especificar a qué puesta en escena asistimos cuando leemos:

Es de noche, un sujeto se dispone a dormir dentro de una habitación a oscuras. Su cuerpo cae bajo el sopor. El alma se libera de las tareas habituales y, ayudada por la fantasía, analiza a través de todas las cosas de qué manera se accede al conocimiento. Ve, copia y reproduce con sus intelectuales ojos ´videoformes´. Lo que se encuentra en la habitación -desde los libros (su contenido mitológico incorporado previamente, su materialidad concreta de objeto) pasando por las paredes hechas con algún mineral y las alimañas que la habitan, hasta el propio cuerpo- le es útil para discurrir por toda la cadena del ser. Cada cosa es símbolo de otra. En el recinto hay una ventana por la que entra luz no visible para los sentidos corporales, pero sí para el alma que reconoce su procedencia de los ámbitos superiores.[40] Semeja su complejo análisis un ascenso y un descenso. Cuando entra la luz diurna, el cuerpo despierta, el alma vuelve a lo cotidiano.

Esta síntesis hace innecesario suponer vuelo alguno. Todo lo que se requiere para indagar y analizar está al alcance de la mano o del gadget que registra. Esos ojos intelectuales pueden recorrer en giros sin abandonar completamente el cuerpo como si se tratara de un Faro. Esa virtualidad del mundo exterior construida en un sujeto cyborg con órganos intelectuales de percepción que funcionan como un mecanismo que registra, reaparece –con las variantes obvias- en otro film de cf posmoderna. El artífice, Cronenberg.

En Videodrome (1983) -recomendaría releer el epígrafe de esta “Segunda Parte”- conspiran dos fuerzas con el fin de obtener el dominio de la mente humana. Luchan en una ´arena´ virtual. Una fuerza conservadora busca aniquilar a quienes consumen pornografía por televisión filtrando en videos snuff (sexo más muerte real) un tumor maligno. La otra se propone la liberación de esa amenaza y está comandada por el profesor O´Blivion quien sólo existe en las mil horas de video (administradas por su hija) que dejó antes de morir. Él sostiene que el ser humano ha llegado a un estadio en el cual la pantalla de televisión se ha convertido “en la retina del ojo del alma” modificando el cerebro. La realidad generada por la televisión es superior a la realidad a secas.[41]

En Videodrome todo cuerpo es cyborg por su ´retina mental televisiva´, por su sometimiento a fuerzas tecnológicas o por su incipiente androginia.[42] Este film impulsa una reconsideración de la importancia del cuerpo. El cuerpo cyborg asediado por el fluir catódico es un ´dromo´, arena y campo de batalla en el que se lucha por la dominación del sujeto. En el Sueño, el cuerpo invadido por las copias del Faro y por las ´fantasmas´ de la linterna mágica es también un ´dromo´. En este caso, se trata de un escenario en el que se batalla por el derecho a conocer. Margo Glantz habla de circo (53). El camino “en busca del conocimiento [del Sueño], mediante ascensos y descensos, [es] un mester de cirquería y… hasta una teratología, la que se implica en el juego de las metamorfosis que sor Juana toma prestada de Ovidio.” El escenario del Sueño (el interior del sujeto) parece el espacio virtual de un circo. Se encuentran en él las atracciones más extrañas: un faro, una linterna mágica, una galería de monstruos y de seres metamorfoseados. Según Glantz la primera parte del Sueño “…apunta hacia un tratado de teratología construido por sor Juana… que parece volverse autorreferente” (57). La irrealidad de lo circense y del compendio freak ilusiona al lector con escapes, salidas, acrobacias y un vuelo. Más allá de las citas culteranas que parecen ponernos sobre la pista de una tradición intelectual sobria, el interior del ´dromo´ bulle como un circo romano. Con un tono diferente al de las extremas personalidades de Cronenberg, en el Sueño Sor Juana también invoca a personajes alegóricos monstruosamente metamorfoseados. [43] La galería de ´adorables perversos´ incluye al voyeur Acteón convertido en ciervo y descuartizado por espiar a Diana, a la incestuosa Nictimene quien –como Anaïs Nin- cumplió la fantasía de acostarse con su padre, a la deliciosa e insaciable Almone que unificaba en sus amantes sexo y muerte. Esta teratología es, por supuesto, consecuente con la imaginería de la cf. Sean presentadas como negativas o positivas, las transformaciones y las mutaciones hacia el interior de un texto de cf indican un nuevo tiempo. En Sor Juana, señalan la lucha por un tiempo que ha de venir.[44]

Inner space y ciencia-ficción barroca posmoderna

La cf barroca me ha permitido convertir en una aserción plausible que el Sueño es un poema de cf. Como ya señalé con Volek, es necesario andar con cuidado al proponer paradigmas teóricos para abordar la polisémica y esquiva Sor Juana. Por el afán de argumentar a mi favor pude haber incurrido en interpretaciones hiperbólicas o en ciertos misreadings. Las tentaciones de ´falsos amigos teóricos´ pululan por doquier. De todas formas, si la productividad textual surge de supuestos explicitados, la única condición es mantener la rigurosidad. En ese sentido, antes de avanzar hacia el final del escrito me interesaría atacar mi propio planteo.

La hipótesis del ´viaje interior´ no convierte per se al Sueño en un poema de cf. La literatura fantástica abundó en ficciones que situaron la acción en el plano mental en sustitución de la realidad empírica. Esto se advierte tanto en el romanticismo como en el fantástico producido a lo largo del siglo XX. Voy a poner un ejemplo no inocente.

En el relato “Las ruinas circulares” de El jardín de los senderos que se bifurcan (1941) [Ficciones (1944)] de Jorge Luis Borges, un hombre se propone soñar a otro desde cero, en su más mínimo detalle, e introducirlo en el mundo real. Ese hombre, un mago, utiliza los sueños para componerlo y se preocupa de ir poco a poco, órgano por órgano. Como resultado obtiene un ser “inhábil y rudo y elemental” como les sucedía a los demiurgos de las cosmogonías gnósticas (Borges, “Las ruinas circulares”, 453). En el final, el mago reconoce que él también es una apariencia y que es soñado por otro. Gamerro ubica a ese relato entre las ´ficciones barrocas´ borgeanas (45-46). Ahora bien, ¿a qué género pertenece “Las ruinas circulares”? Si la respuesta es a la “literatura fantástica”, entonces podría defenderme argumentando que fantástico y cf son configuraciones genéricas contiguas, y más aún, podría citar a Cano: “…la cf de Hispanoamérica se ha asimilado a la escritura de lo fantástico…” (55).[45] Pero esto echaría por tierra parte de lo construido hasta aquí. No existirían razones concretas para focalizar más en la cf que en el fantástico a la hora de leer el Sueño.

Supongamos que esa no es la respuesta. Progresivamente y con el transcurso de los años, se hizo cada vez más evidente que Borges no sólo se había interesado por ciertos tópicos de la cf, sino que además había reescrito textos de cf con recursos propios de otros géneros (Carlos Abraham). Cano (190-209) propone un marco más amplio: la cf en la literatura de Hispanoamérica después del modernismo fue obliterada. Su ejemplo capital, el cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan” de Borges, se hace extensivo al resto del volumen homónimo. Varios de los relatos allí compilados trabajan con tópicos de cf reducidos a su mínima expresión. En “Las ruinas circulares”, dice Cano, el tópico de cf que subyace es la creación artificial de vida (208). A esa pertenencia genérica, le sumo que Borges compara lo que realiza el mago con la acción de los demiurgos en las cosmogonías gnósticas. Los gnósticos tuvieron acceso a los libros de la tradición hermética (Fowden 114). El interés por crear vida artificial es gnóstico y pertenece, además, a la rama alquímico-hermética de la concreción del ´homunculum´. Nadie ignora el lugar que ocupa en la imaginería borgeana la figura del ´golem´.[46] Mi tesis parece defendida: cf, ocultismo (alquimia), viaje interior (los sueños) y androginia (tema complejo en Borges, pero en todo caso su mago procrea unificando los roles madre / padre) van de la mano.

Y aunque resulte inverosímil, Borges con su invocación del tópico de ´vida artificial´ en un texto de cf ilumina un término alquímico utilizado por Sor Juana cuando cuenta cómo el ´alma´ retrae la atención al sentirse asombrada por la diversidad de objetos vistos:

…aun no sabía/ recobrarse a sí misma del espanto/ que portentoso había/ su discurso calmado,/ permitiéndole apenas / de un concepto confuso/ el informe embrión que, mal formado,/ inordinado caos retrataba/ de confusas especies que abrazaba… (El Sueño vv. 543-551) [énfasis añadido]

Como en el relato de Borges, en el poema el sujeto sueña en su interior la creación de un ´ser´ que culmina como un informe embrión. El mancebo del mago de las ruinas circulares no supera la categoría de simulacro (el anfiteatro circular en ruinas también es, de paso, un ´dromo´). El embrión de Sor Juana originado en el interior de un sujeto andrógino (ambos, embrión y androginia, tópoi alquímicos) no logra transformarse en hombre, es decir, no puede ser un pleno producto del entendimiento de todas las cosas.[47]

¿Borges y Sor Juana? Esta arbitraria e inesperada pareja me conduce hacia la parte final del escrito a la vez que me retrotrae a los ´falsos amigos teóricos´. La figura de Borges, cuya posmodernidad reconozco es por lo menos discutible, convierte en viable una lectura post– de Sor Juana. El factor común es la cf. Este género popular en su desarrollo mantuvo una estrecha relación con el posmodernismo. Para el caso de Borges, dicho género podría ser la clave que permitiera justamente explicar su carácter post-.[48] En lo que respecta a Sor Juana, y por razones obvias, es mayor el número de críticos que con cautela deslizan su eventual ´modernidad´ que los que abogan por asociarla con posturas posmodernas.[49] Aún así, hay datos indirectos a favor de esa lectura: la recepción de Sor Juana por Rodríguez; la conexión –ideal andrógino mediante- entre lo cyborg y la configuración maquínica del cuerpo en el barroco; las semejanzas tópicas entre el Sueño y los filmes de cf barroca que en términos de Domínguez Leiva es ´neobarroca´; y, en particular, a lo que me referiré ahora, la coincidencia entre el ´viaje interior´ en el Sueño y el giro en la cf a partir de la década del sesenta con la ´New Wave´.[50]

Contra el agotamiento en la producción de cf de las décadas anteriores, la New Wave registró los cambios sociales de los años sesenta: el uso ´espiritual´ de drogas, la búsqueda de una nueva trascendencia, la incidencia de la peculiar religiosidad ´new age´, etc. (Broderick 48-56). Una figura representativa para entender este giro es James G. Ballard.[51] Voy a tomar, sin embargo, un camino alternativo.

En 1965 el crítico norteamericano Leslie Fiedler da una conferencia –convertida, luego, en un artículo famoso, polémico y hoy bastante olvidado- con el título “The New Mutants”. Ese artículo tiene, entre otras, la virtud de ser uno de los primeros en usar el prefijo post– para designar “la nueva época” surgida a partir de los años sesenta y, por sobre todo, es uno de los que inauguran el abuso de la parafernalia de la cf (el ´mutantes´ del título) para decir que han llegado nuevos tiempos (veinte años después Haraway haría algo semejante con el cyborg). Su contenido es denso y lo analizo en otro escrito. Aquí me interesa un aspecto. Con cierto pesimismo Fiedler señala que el pasaje de la modernidad –asociada a la expansión territorial y económica iniciada en el Renacimiento con los viajes de exploración y conquista (el capitalismo)- a la posmodernidad puede detectarse en el fin del afán de acumulación. Lo que prima en este nuevo mundo de mutantes es desconexión (jóvenes sin interés en el trabajo ni en los estudios), drogas, dilución de la masculinidad, ausencia de una idea de progreso, culto a las personalidades esquizofrénicas

In any case, poets and junkies have been suggesting to us that the new world appropriate to the new men of the latter twentieth century is to be discovered only by the conquest of inner space: by an adventure of the spirit, an extension of psychic possibility, of which the flights into outer space -moonshots and expeditions to Mars- are precisely such unwitting metaphors and analogues as the voyages of exploration were of the earlier breakthrough into the Renaissance… (Fiedler)

Tomando como referente la obra de William Burroughs, en esa nueva época post– quedan de lado los viajes a la Luna y la conquista del espacio exterior (análogos a las naves españolas y portuguesas del siglo XVI) y se privilegia una indagación del “inner space”, de la vida interior, de la aventura del espíritu. Esta constatación de Fiedler antes que celebrar –su texto es riquísimo y contradictorio- critica la nueva época. Se refiere a los mutantes como a los nuevos irracionales, los nuevos bárbaros. Fiedler supone que en la década del sesenta han reaparecido fuerzas no-racionales de la mano de tradiciones religiosas que no provienen de Occidente o que estaban allí antes de la llegada de ´los blancos´.

The post-modernists are surely in some sense “mystics,” religious… but they are not Christians […] …his religion… claims to be derived from Tibet or Japan or the ceremonies of the Plains Indians, or is composed out of the non-Christian submythology… (Fiedler)

No hay una mención explícita al esoterismo, pero en el sincretismo caótico del ´new age´ todo habría de ser procesado. Esa nueva forma de espiritualidad que se manifiesta en una cf interesada por explorar el espacio interior del sujeto está asociada a corrientes religiosas que van contra la ortodoxia. Uno de los ataques –no programático- a la ortodoxia religiosa es la ambigüedad sexual de esos mutantes. En su artículo, Fiedler habla de nuevos tiempos, tan nuevos que hacen inimaginable que alguna vez se hubiera dado una conjunción semejante entre cf, discursos religiosos no ortodoxos, metamorfosis y mutaciones, identidades sexuales diversas y vida espiritual. Imposible. Un sueño.

Breve póslogo

La conspiración. En Jesusa Rodríguez, una forma de comprender desde la asediada Sor Juana parte de la sociedad actual. En Piglia –al complot se suma la paranoia- un delirio relacionado con el saber. Artefactos conspirativos y paranoicos como las películas de cf neobarroca, en especial las de Cronenberg, fueron útiles para pensar diversas instancias del Sueño. Las conspiraciones de Videodrome no pasaron desapercibidas a la escasa crítica que desde hace tiempo acepta tomarse en serio un film de cf para evaluar la compleja configuración del sistema social de estos últimos cuarenta años.[52] Fredric Jameson en La estética geopolítica afirma que “el cine de conspiración asesta una salvaje puñalada al corazón de todo esto”. Y con todo esto se refiere a la lógica inasible del capitalismo tardío: “…en la actividad conspiratoria las formas cambiantes del poder expresan la organización económica del capitalismo multinacional” (22).

Con apenas un año de diferencia Piglia (1991) y Jameson (1992) piensan las narrativas finiseculares por medio del par “conspiración / paranoia”. Coincide Jameson: “Nada se gana con estar convencido de la definitiva verosimilitud de ésta o aquella hipótesis conspiratorias; pero en el intento de aventurar hipótesis… se encuentra el principio de la sabiduría.” (23). En su análisis de Videodrome, a partir de las vicisitudes del protagonista Max, víctima, detective, victimario en recursivas conspiraciones, Jameson detecta de qué manera se desarrolla el ´ideologema´ de la “paranoia”. Se suceden desplazamientos estructurales en los que “los actores físicos sig[uen] siendo… ´los mismos´, mientras que sus funciones sustanciales cambian incesantemente debajo de ellos” (55). Así como Jameson entiende las narraciones conspirativo-paranoicas, he esbozado esta propuesta de crítica paranoica. El ´volver a contar´, basado en el mito cyborg (Haraway) y en las narrativas paranoico-conspirativas, permite leer Sor Juana desarmando el complot que llevó a que nunca se escribiera sobre ella como si fuera una autora de cf.

Por supuesto, cyborg, paranoia y conspiración están relacionados. El cyborg u organismo cibernético concreta la fantasía de un ser, a la vez humano y máquina, imposible de diferenciar de un ser humano biológico. Esta indeterminación conduce a la paranoia, tantas veces visitada en los relatos de cf, de ser dominados por entes no completamente humanos. La propuesta de Haraway a nivel identitario invierte la carga de la prueba. Todos somos cyborgs y el problema está en las narraciones estructuradas en base a binarismos que nos constituyen como sujetos: las ´víctimas´ del complot son quienes viven enmarcados en esas dualidades jerárquicas. La única manera de reconocerse cyborg es volver a contar la historia, renegar de los orígenes preestablecidos, aceptar la fluctuante hibridez y mantenerse ´paranoicos´ para no ser presas de narraciones esencialistas. Por el lado de la crítica paranoica, las pretensiones de invertir la carga de la prueba son más acotadas, pero tienen un objetivo semejante. Existen muchos más textos de cf de los que se aceptan. Junto a las particularidades genéricas del policial y del fantástico -en textos ficcionales y/o críticos- conviven en promiscua mezcla rasgos de cf. Y es en la mezcla, en el collage, en la suma de fragmentos donde la cf se define.[53] Sólo se harán evidentes esos retazos si se asume el riesgo de intentar re-narrarlos por medio de un paradigma crítico que permanezca alerta al más mínimo dato válido y utilizable. El error ocurrirá, en todo caso, si no se es capaz de reunir un número suficiente de datos, es decir, si no se es efectivamente paranoico.

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Notas:

[1] Agradezco la invitación, y las sugerencias, a Juan Carlos Toledano Redondo. Es factible su observación: detrás de “Zopilotea” aparece una referencia política hacia los “zapatistas”. Además, me gustaría mencionar la atenta lectura de Luis C. Cano. De su lateral referencia al ocultismo en Sor Juana surgió la posibilidad de este análisis.

[2] El capítulo sexto –“De la excepcionalidad a la impostura: Sor Juana Inés de la Cruz ante la crítica (1700- 1950)”- de Perelmuter (Los límites de la femineidad en Sor Juana) otorga una mirada integral sobre lo que se ha especulado en torno de esa rara avis. Una de las más habituales es qué hubiera pasado si Sor Juana hubiera vivido en el siglo XIX, XX, etc. Mi sugerencia ucrónica se distancia de ese conglomerado de suposiciones inversas.

[3] En la ´pastorela virtual´ no se menciona Primero sueño. Rodríguez complementa su tarea artística realizando una performance teatral no tradicional del poema con los 975 versos como texto.

[4] En este artículo, extenso a pesar de intentar un planteo acotado, no habrá lugar para revisar desde la cf el texto que Octavio Paz (538) denomina la ´versión en prosa´ del Sueño: la Respuesta a Sor Filotea [la Respuesta] (publicada en 1700). Ver nota 45.

[5] Sigo esa discusión con más de una década de existencia a través de una reactualización en la revista Katatay por medio del artículo de Emil Volek “Trabajo crítico y metáforas barrocas”.

[6] En su análisis de Sor Juana en Almoloya, Amalia Gladhart (6) establece que “Haraway’s suggestive image of the cyborg -part human, part machine- might find an analog in Rodríguez’s Sor Juana…”.

[7] La grafía en castellano es ciborg: “ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos” (Diccionario Real Academia Española). Surge de la imaginería de la cf. Sobre su etimología en conexión con el Sueño, ver nota 35.

[8] Este punto de vista no desestima trabajar con géneros concomitantes a la cf. No sostengo una pureza genérica.

[9] Este desarrollo continúa un planteo embrionario acerca de la paranoia aplicada a la re-narración desde la cf. Ver la sección final de mi artículo citado en la bibliografía.

[10] Para otra recensión, ver “Science Fiction Before the Genre” de Brian Stableford. En las secciones siguientes, siempre que sea posible, hablaré de cf en lugar de proto-cf por cuestiones de comodidad (o de pertinencia).

[11] Todo el volumen Arqueologías del futuro de Fredric Jameson es útil para pensar la relación utopía y cf, además de presentar en particular el análisis de la utopía de More como origen del género literario.

[12] Rivas tuvo problemas con el Santo Oficio a causa de su escrito. En el título de la obra aparece ´sizygya´, término de la tradición hermética (ver nota 27). Más adelante quedará en claro que lo que la ortodoxia católica tachaba de hereje -hermetismo, gnosticismo- era un corpus que apuntaba a la libertad de interpretación.

[13] El tema del hermetismo es amplio y ríspido. Recomiendo The Egyptian Hermes de Fowden. En lo que respecta a Sor Juana, una gran porción de la bibliografía se encarga de desandar ese tópico. Acerco una mínima definición: “…el Corpus Hermeticum, [es una] serie de textos recopilados entre el año 100 y 300 d.C. y… atribuidos a Hermes Trimegisto… donde se propone la salvación religiosa por medios místicos y no racionales que suelen apelar a procesos de síntesis de diversas polaridades…” (García, “Androginia” 259).

[14] Pablo Crash Solomonoff (17) duda si Holmberg practicaba o no el espiritismo, pero señala el uso en sus ficciones. El término ´fantasía´ y no ´ciencia´ junto a espiritista marcaría cierto distanciamiento. Tiene otra entidad ´fantasía´ en Sor Juana. Volveré sobre esto en la “Segunda parte”.

[15] Me permito un excursus: “Textos en los que desde el pasado late silente el futuro”. La tríada ´Sor Juana, ocultismo, cf´ permite releer el canon de la cf hispanoamericana. Abandono, por un momento, el ocultismo para referirme a dos textos que rozan la cf y que ´se comprenden mejor´ si se supone que Sor Juana y cf van de la mano.

En 1963 la escritora chilena Elena Aldunate publica “Juana y la cibernética”. El relato anclado en el presente trabaja con un tópico de la cf: la rebelión de las máquinas. En realidad, no hay tal rebelión sino la fantasía que el poder mecánico despierta en Juana, la protagonista -una obrera con un trabajo alienante- quien un viernes, en vísperas de Año Nuevo, se queda encerrada en la fábrica. Juana es virgen. La soledad del encierro y su propia soledad en la vida la conducen al deseo irrefrenable de acoplarse a una máquina cuyo émbolo enloquecido la posee con la fuerza de un ´superhombre´. La alienación reside en fantasear que la fuerza implacable y mortal del metal la liberará. Detrás de ese amor maquínico emerge una identidad cyborg. Su amor / muerte escenifica los efectos destructivos de la sociedad capitalista patriarcal que dispone del cuerpo de la mujer mediante la violencia. Este análisis esquemático podría extenderse, pero me gustaría resaltar otros aspectos. No parece muy complicado atisbar detrás de la protagonista una referencia a la figura de Sor Juana y no sólo por el nombre: “…de todas sus compañeras de trabajo, venía a sucederle a ella ese percance idiota. A ella… que vivía sola. A ella, que en sus cuarenta y cuatro años no conociera el amor… […] Ella, una mujer no demasiado religiosa, sin tantos prejuicios, no tan fea…, no sabía físicamente lo que era un hombre…” (Aldunate 21). La Juana de Aldunate posee características –es linda, es poco religiosa, es célibe (en otro momento, después de bañarse, se recoge su “corto cabello” en la nuca)- que podrían coincidir con algunos rasgos de Sor Juana (amén del celibato). E incluso hay un dato significativo. Más allá de las dudas sobre la fecha de nacimiento de la mexicana, si se acepta 1651, muere ella aproximadamente con 44 años -la misma edad que Juana la cibernética tenía al momento de entregarse a la máquina. Como la de Aldunate, Juana de Asbaje finaliza sus días bajo el poder de una poderosa maquinaria.

En 1998 el escritor argentino César Aira publica una novela con un leve tono de cf titulada (apenas una particular coincidencia) El Sueño. La acción transcurre alrededor de un convento de monjas donde se prepara una conspiración. La trama presenta algunas otras pistas que permiten fantasear con un homenaje muy al estilo Aira a la figura de Sor Juana: la muerte por epidemia de decenas de personas (las monjas prestan un lugar para velarlas), las monjas como robots travestidos con hábitos, etc. Y como dato sorprendente, la última página del texto indica que la novela se terminó de escribir el 24 de abril de 1995, trescientos años y una semana después de la muerte de la monja jerónima. (Sobre la androginia en Aira, ver Mariano García, Degeneraciones textuales).

[16] El género es “una forma de los modos posibles de atribución a los individuos de aquellas propiedades y funciones que aparecen –imaginariamente- como dependientes de la diferencia sexual. Esta forma es siempre relacional y se refiere a relaciones entre acciones o prácticas que devendrán masculinas o femeninas según los modos históricos y culturales. En este sentido, debe entenderse al género como un conjunto entrecruzado de prácticas (lingüísticas, figurativas, raciales, sexuales, de clase, de edad, etc.) que producen mujeres y varones.” (Margarita Roulet 71-72).

[17] El sujeto andrógino legitima la acción de la mujer borrando las determinaciones materiales del cuerpo femenino. Es el límite del ´feminismo´ de Sor Juana. (Femenías 13).

[18] Franco titula rondando la cf. El volumen se denomina plotting women (´las conspiradoras´) y su artículo Sor Juana explora el espacio. Es sintomático que cuando se refiera a las escritoras místicas, Franco indague su producción comparándolas con la literatura fantástica, pero cuando aborda Sor Juana no considera viable remitirse a la cf.

[19] Sobre la relación entre “Filosofía y feminismo en Sor Juana…” ver el artículo de María Isabel Santa Cruz.

[20] Franco especifica que Kircher no introducía ideas herejes, las compendiaba para su análisis.

[21] Menos ´Sor Juana´, por razones obvias, el resto de los elementos participan de un ícono de la cf creado a partir de disjecta membra: a) ocultismo (Agrippa, Paracelso, Alberto Magno), b) androginia y c) cf se fusionan en Frankenstein de Mary Shelley (1818). En la “Segunda Parte” me refiero a la creación de vida artificial.

[22] En cuanto a la cf argentina, Cano y García (“Androginia”) van por carriles paralelos. Si se los cruza, el resultado es interesante. Para Cano, Gorriti y Holmberg inauguran la cf. Según García, esos autores introducen los primeros personajes andróginos en la literatura argentina. Si bien los textos literarios de referencia no siempre coinciden, la correspondencia es significativa. El factor común para la androginia y la cf es el ocultismo.

[23] Ver Helen Merrick, “Gender in Science Fiction”.

[24] Para una mirada tradicional sobre ´fuentes´, ver Georgina Sabat de Rivers “El Sueño…: tradiciones literarias y originalidad”.

[25] Jameson remarca con insistencia que el futuro en la cf no anticipa sino que ´des-familiariza´ el presente cultural.

[26] Que Sor Juana sea la ´primera´ es importante. Algunos corolarios: a) la cf Hispanoamericana comienza con una mujer b) esto retrotrae los inicios de historias y cronologías por lo menos un siglo, c) dos características de esa primera obra: i- es poesía, ii- en primera persona, d) no comparte el género (genre), pero sí el “yo que cuenta” con el clásico inaugural de la cf en inglés: Frankenstein, f) la escritura femenina parece impulsar la perspectiva de gender hacia el interior del género, g) no es un rasgo distintivo de la cf, aún así propondría la perspectiva de gender como una manera de graduar la cf en un arco que va desde una cf anti-esencialista a otra más conservadora con una zona de grises que combina ambas instancias, h) en esa zona de grises se pueden presentar ataques a la oposición binaria “nosotros/otros” (buenos/malos, capitalistas/no-capitalistas, cultos/incultos, etc.) y dejar intacta la configuración de género o, como en el Sueño, socavar esa configuración sin una crítica explícita y abierta al sistema.

[27] Philip Dick se interesó por el hermetismo, el gnosticismo, etc. En América Latina, además de Rubén Darío y de Leopoldo Lugones entre otros (Cano 90 y ss.), el uruguayo Levrero mixtura cf con parapsicología (Martínez). El ocultismo vía Sor Juana tal vez no modifique su hipótesis, pero le permitiría a Martínez sumar a la línea argumentativa de Dick una nueva línea latinoamericana. Por otro lado, acerca del interés de Dick por el hermetismo y el gnosticismo recomiendo Idios Kosmos de Capanna. Hasta tal punto llega esa confluencia que –producto probablemente del azar- Capanna (Idios Kosmos 96) cita una carta en la que Dick se autodenomina la mitad de un ´sizygya´, término hermético que designa la pareja macho / hembra (andrógina) que ´engendra´. Ese término aparece en el título del texto ya citado de Rivas (ver nota 12).

[28] Domínguez Leiva (1023) y Roman Gubern (14-15) lo dan como el inventor de la linterna mágica. Es un dato de la tradición no confirmado. Kircher podría ser solo el divulgador.

[29] El ingreso a lo virtual construido como si fuera un viaje causado por una droga pesada es otro de los subtextos del film. En el Sueño, el dormir está asociado al uso de drogas naturales: “natural beleño” (v. 868). Galeno representa a quien compone remedios con “mortífero veneno” (v. 521) y consigue una “admirable triaca” (v. 538). El término triaca alude a un antídoto basado en el opio.

[30] En la parte final del film, el juego que se testea en la realidad empírica es Trascendenz, diseñado por un hombre (´eXistenZ´ forma parte de él). Allegra participa de un complot realista para matar a quien afecta a la humanidad. La última línea de diálogo deja irresuelto si Trascendenz es “real” o si se trata de un juego dentro de otro.

[31] Cuerpo cyborg inmóvil, viaje interior, cf barroca aparecen en el segundo film de Duncan Jones, Source Code (2011), de dudoso casting y de pésima trama terrorista. A su favor tiene el uso de un dato científico que funcionaría en Sor Juana: el cerebro, aún después de muerto el cuerpo, percibe y registra. Su primer film, Moon (2009), complementa con (pseudo) viaje astronómico el arco que va desde el outer space al inner space.

[32] Javier Lorca (67-73) señala la relación en la imaginería de los siglos XVII y XVIII entre el cuerpo humano como máquina que funciona por sí misma (´autómata´) y la consideración del reloj como un ´mecanismo de mecanismos´ (que a su vez permitía pensar la figura del demiurgo, frente a la máquina del mundo, como la de un relojero).

[33] En la parte final del poema se menciona el “natural vaso” (v. 843) como sucedáneo del alambique. Sobre la filiación alquímica de vaso (ver nota 47).

[34] Esta configuración podría explicarse con la imaginería barroca del cuerpo y del mundo como ´máquina´ y hasta podría remitir a la ´monodología´ de Leibniz con su analogía mecánica de la comunicación cuerpo / alma. Sor Juana repite incesantemente que el mundo es una maquinaria (El Sueño, v. 165, v. 471, vv. 770-780, etc.) (ver nota 32). Por otro lado, personifica la Tierra a la que presenta repleta de “senos” (El Sueño, v. 91. V. 97, v. 628, v. 716) como si afianzara la idea de la Madre Naturaleza (ver nota 47). Estas feminización de la Tierra se clausura con la aparición de la bella, atrevida, exultante y guerrera Aurora, una andrógina amazona que lucha contra la noche. Para las amazonas y la androginia en Sor Juana, ver Egan (31 y ss.). En el uso de esa andrógina figura mitológica, Egan advierte una anticipación posmoderna (ver nota 49). Aporto un dato lateral. Se menciona muy poco el señalamiento de Robert Graves (Los mitos griegos I, # 100.1, 405) quien apunta que la voz amazon no significa ´mujer sin un seno´. Amazon es una voz armenia que remite a sacerdotisas de la diosa luna. Las amazonas son, entonces, ´las mujeres luna´. No tiene el sentido ´procedentes de…´, pero entendido así el vocablo gana en riqueza semántica. ¿Hay film de cf relacionado? Sí. En un registro hiper-paródico, Amazon Women in the Moon (1987).

[35] Si nos remitimos a la etimología de ´cyborg´ emergen otros sentidos. Kybernétes (griego) significa “piloto de nave” (en latín, gubernator). En varios pasajes, Sor Juana se refiere al recorrido del Alma como navegación. En el primer fracaso por conocer, recoge la atención (´las velas´) pero no puede impedir que el barco se destroce contra la “mental orilla” (Sueño, vv. 540-580). El Alma, entonces, es un kybernétes. Esto se relaciona, además, con la función del Faro de Alejandría de reflejar las lejanas naves y disuelve desde otro punto de vista la idea del ´vuelo´. Yendo aún más lejos, la cibernética en un sentido moderno (la autorregulación de los sistemas mecánicos y/o animales) fue desarrollada a partir de las investigaciones de Norbert Wiener en los años cuarenta. En God & Golem,Inc. (1964) Wiener, entre otras cuestiones, sugiere una herencia mágica de la cibernética cuyo tradición se remonta a la idea cabalística del hombre jugando a ser Dios con la construcción de un autómata (golem) y cuyo antecedente intermedio es el autómata bautizado ´robot´ por el checo Čapek en R.U.R, obra de teatro de 1920. ¿Casualidades? Praga es el factor común para estas dos últimos ´criaturas´. Sobre el golem ver la mención posterior en Borges.

[36] La referencia es, nuevamente, la cf barroca. Tanto en la novela Ubik (1969) de Philip Dick como en su no reconocida versión cinematográfica Abre los ojos (1997) de Alejandro Amenábar (la sugerencia sobre la semejanza entre ambas ficciones es de Gamerro 201) los sujetos viven ´vidas reales´ por medio de un sistema que interviene y conserva sus cuerpos muertos mientras le transmiten una vida mental que es un sueño o una variante de él. Por supuesto que los objetivos –vamos a decirlo así- de los tres textos son diferentes, pero en su situación básica cuentan el discurrir de una mente en el interior de un cuerpo muerto o en el límite de estarlo.

[37] “No hay que olvidar… que el paisaje del poema es mental.” (Paz 491)

[38] El carácter onírico del cine es otro lugar común de la historia del arte.

[39] Dentro de la concepción de ´la cadena del ser´, el hombre como “bisagra engarzadora” (el Sueño, vv. 659) y “compendio que absoluto/ parece al Ángel, a la planta, al bruto” (el Sueño, vv. 692-693) también alienta a una hibridez cyborg.

[40] En base a la distinción micro / macrocosmos, la ventana que supongo para la habitación replica la existencia de los ojos intelectuales en la parte superior del sujeto.

[41] El afán redentor de padre e hija se materializa convirtiendo a Max, el protagonista, en un agente del bien y, sobre todo, ´salvando´ a parias afectados por la televisión. Esa tarea se desarrolla en “Cathodic Ray Mission”. En esta lucha por lo virtual, esa institución es una “mission” (misión) y su símbolo es un corazón rojo atravesado por un rayo catódico. Tal vez mera coincidencia, Cronenberg alude a la orden jesuítica a la que pertenecía Kircher.

[42] Quienes como Max ven las imágenes fatales de Videodrome, experimentan la transformación de su estómago en una gran vagina.

[43] A la recurrencia de personalidades raras [queer], habría que añadir el juego con los fluidos corporales en el interior del sujeto (recordar la mención coprofílica del “quilo”, v. 243). Este aspecto merece un mayor desarrollo. Por otro lado, ignoro en qué contexto Elías Trabulse prefigura esa conexión, pero sugiere y me interesa: “En Sor Juana encontramos –como Anaïs Nin lo notaba en sí misma- el cotidiano tornar… [etc.]” (citado por Perelmuter 9). Para una perspectiva de lo monstruoso aplicada a la Respuesta, ver Solodkow, “Mediaciones del yo y monstruosidad…”.

[44] Sobre la relación entre las figuras mitológicas y la construcción de una genealogía autorreferencial para defender su saber, ver Franco.

[45] Es una hipótesis que no puedo desarrollar aquí. Me gustaría reformular la propuesta de Paz -la Respuesta es la versión en prosa del Sueño– y decir: en términos génericos, la carta es la versión en clave fantástica del poema de cf.

[46] En Siete Noches (1980) Borges incluye dos textos que cruzan sus caminos: “La pesadilla” y “La cábala”.

[47] La mención en el verso 558 del “pequeño vaso” que no alcanza a contener todo lo visto, se une a la idea del embrión informe y remite también a la alquimia. En esta tradición, asociada a la minería, la Madre Tierra aparece como útero y/o vaso (vas) en el que se desarrolla el embrión mineral (la piedra preciosa). El crecimiento de la piedra tiene su correlación espiritual iniciática. Ver Eliade Herreros y alquimistas.

[48] Desarrollo esto en Lépori. Sobre la posmodernidad de Borges en relación con la cf, ver Cano.

[49] Sobre la ´actitud moderna´ en ciernes de Sor Juana, ver Paz (502-503), Femenías (11), Santa Cruz (161). Acerca de lo posmoderno, las menciones son menos evidentes al menos en la bibliografía consultada por mí. Egan (31) sugiere esa conexión. Ahora bien, y se trata de una apreciación que por el momento solo puede tener carácter de nota al pie hasta mejor análisis, podría aventurarse que una vez aceptada la cf como protocolo de lectura del Sueño los embates posmodernos son, si no deseables, esperables. Sor Juana usa la primera persona para la voz que enuncia en su poema de cf construyendo una subjetividad cuya contraparte es la autobiográfica Respuesta. Algunos críticos consideran que el género posmoderno “autoficción” (fabulación de sí) remonta sus orígenes a Luciano de Samosata, comúnmente citado entre los antecedentes de la cf (el personaje de sus aventuras fantásticas lleva el nombre ´Luciano´). Sobre Luciano, cf, autoficción y posmodernismo sigo la mención de Ignacio Lucia dedicado a analizar al escritor Raúl Damonte (Copi).

[50] Un film de cf –Innerspace (1987) de Joe Dante- permite detectar cuánto hay de cf germinal en aquel texto de fines del siglo XVII. Si bien es una parodia, en Innerspace el espectador comparte el punto de vista de un hombre que, miniaturizado en un experimento, recorre el interior de un cuerpo humano. Ese interior no es semejante al cuerpo que concebía Sor Juana por razones obvias, entre ellas, la de la circulación de la sangre.

[51] “La ciencia ficción debería olvidarse del espacio, de los viajes interestelares… Los mayores adelantos del futuro inmediato no tendrán lugar en la Luna ni en Marte sino en la Tierra, y es el espacio interior [del hombre], no el exterior, el que ha de explorarse.” (Ballard citado por Lorca 128).

[52] Mi afirmación se circunscribe a la Argentina por no tener el pulso de otros espacios de estudios literarios.

[53] Ver “Discontinuidades genéricas en la ciencia ficción: La nave estelar de Brian Aldiss” (Jameson, Arqueologías del futuro 303-317) para pensar en qué sentido el collage es intrínseco a la constitución del género.///

[Roberto Lépori]

Raúl Aguiar. Cartografía de la ciencia-ficción escrita por mujeres en Cuba [2011]

// Este artículo formó parte de la edición #23 de Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos. [ISSN: 1535-2315], julio-agosto de 2011, dedicada a la ciencia ficción caribeña (Cuba, Venezuela, Costa Rica, Nueva España) Pueden descargarlo en pdf//La historia de la ciencia-ficción escrita por mujeres en Cuba comienza en 1979, cuando Daína Chaviano ganó la primera convocatoria del Premio David para autores inéditos, en la categoría de ciencia-ficción, con su libro Los mundos que amo. Abría con esta colección de cuentos una nueva manera de enfocar el género, desde una perspectiva mucho más intimista y cercana a lo mitológico, a través de un lenguaje sensual y de alto vuelo poético, con claras influencias de los libros de von Däniken, H. R. Tolkien, Mary Stewart, Ray Bradbury y algunos escritores del boom latinoamericano, en especial Julio Cortázar. (La influencia de Cortázar se nota sobre todo en su libro El abrevadero de los dinosaurios en que a la manera de las Historias de cronopios y famas, Daína Chaviano, de una manera lúdica, ofrece un serie de minicuentos fantásticos experimentales muy al estilo cortazariano, como el que lleva por título “Instrucciones para seducir a un dinosaurio”).
    Si el relato Los mundos que amo presenta claras referencias a las especulaciones de von Däniken con respecto a los OVNIS y sus “hipótesis” del paleocontacto, en los siguientes libros de la autora como Amoroso planeta, Historias de hadas para adultos o Fábulas de una abuela extraterrestre, Daína se va perfilando como una escritora atípica de un tipo de ciencia-ficción híbrida, mezcla de ciencia-ficción con magia, erotismo, parapsicología, la fantasía heroica y los mitos celtas, bíblicos o precolombinos. En su cuento “La anunciación” escribe: 
    
    Un apagado ruido la despertó. 
    Se inclinó con rapidez para recoger el tejido y cuando alzó la vista, la sorpresa y el miedo la paralizaron. Había un hombre en su habitación; sin duda, un extranjero. 
    De alta talla, su cabello blanquísimo caía suelto sobre los hombros. Y sus ojos despedían destellos rojizos. 
    Su vestimenta resultaba aún más inverosímil que su persona. Llevaba la túnica ajustada al pecho con un cinturón de oro. Zapatos refulgentes como bronce bruñido, cubrían sus pies. Algo así como una esfera transparente, semejante a un halo, rodeaba su rostro. 
    El desconocido tomó la aureola entre sus manos y la colocó cuidadosamente sobre una silla antes de hablar. 
    –Salve, llena de gracia. El Señor sea contigo. (En Amoroso p. 116). 
    
    Sacado fuera de contexto, las descripciones que emergen en este ejemplo parecen provenir de alguno de los cuentos que componen las Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, sobre todo en aquellos relatos donde se describen a los marcianos. Sin embargo es un relato erótico que recrea el mito de la visita del arcángel Gabriel a la virgen María, y la explicación en clave de ciencia-ficción al milagro de la “fecundación” de la madre de Jesús. 
    Gracias a Daína Chaviano el público cubano pudo leer por vez primera El Hobbit y El señor de los anillos, de H.R. Tolkien, ambos libros editados y con sendos prólogos escritos por la autora. La mayor influencia de Tolkien o de Mary Stewart en los textos de Daína se descubre en algunos de sus relatos más interesantes como “La dama del ciervo” (en Historias p. 65-99), donde aparecen muchos personajes clásicos de la literatura gótica y la mitología celta, o en su novela Fábulas de una abuela extraterrestre, con uno de los universos fantásticos más complejos creados dentro de la ciencia-ficción cubana. 
    A tal punto la propuesta de Daína Chaviano era tan diferente a la del resto de los autores que muchos (entre los cuales me incluyo, debo reconocerlo) clasificaron despectivamente esta manera de hacer como ciencia-ficción rosada, en contrapartida con la llamada por esta misma época ciencia-ficción metálica que practicaban otros narradores de los 80, centrados en la faceta tecno-especulativa de sus temáticas, y en algunos casos, los menos felices, también influidos por el realismo socialista de los escritores soviéticos. 
    En esta primera etapa, correspondiente a la década de los 80, se perciben algunas influencias de la ciencia-ficción tradicional en los argumentos, sobre todo en los de exploración espacial y el contacto con extraterrestres. Prevalece una visión utópica del futuro y exaltación de los sentimientos positivos como el amor o la solidaridad humana. Sin embargo aparecen por primera vez en la ciencia-ficción escrita en la isla elementos de magia y fantasía heroica, así como el desarrollo de los temas del paleocontacto y la recontextualización de los mitos y cosmogonías. 
    Más o menos dentro de la misma línea de Daína Chaviano se desarrollan los cuentos de Chely Lima quien, en coautoría con Alberto Serret, publicaron en 1983 el libro Espacio abierto, donde se nota también un cuidado y madurez en el lenguaje para relatar historias muy cercanas a la escritura realista, pero con la dosis mínima de extrañamiento requerido, casi en el límite del género. 
    En su cuento “La más bella envoltura” (a esto me refiero en lo formal), Chely Lima describe la aparición de un extraterrestre en el contexto del campo cubano y de cómo es alojado por una familia de campesinos:
     
    Me llamo Ra, igual que el dios del Sol. Es muy lindo, muy lindo mi nombre. Alicia lo sacó de un libro de Historia Antigua. Porque yo me parezco al sol, dice, tengo luz por debajo de la piel, y me sale por los ojos, que son lo más vulnerable del cuerpo humano. Y tengo fuego adentro, aunque es un fuego manso como la vaca del corral, un fuego que calienta y no quema. Y a ella le gusta sentirlo. Y a mí también me gusta ella, y su calor, que es más bien frío, y su olor, que huele como las orugas. No, como las orugas no, como las flores esas del potrero, amarillas igual que mi nombre: Ra. Ayer salimos temprano y fuimos caminando hasta el río. Es ancho el río. Y ella me dijo: podemos bañarnos desnudos, a mí no me da pudor. La gente debería andar desnuda por el mundo, y el mundo andaría desnudo por la gente y todo sería más lindo aún, y las gentes no se ocultarían las cosas y qué bien. Dijo. Eso dijo. Y yo me quité la ropa y ella se me quedó mirando con esos ojos tan lindos. (En Espacio p. 22-23). 
 
    Este tema, un tanto recurrente para la época, perseguía la elaboración de una “ciencia-ficción netamente cubana” y casi todos los escritores de los 80, incluyendo a Daína Chaviano (“Una denuncia absurda”, en Reloba) publicaron al menos un cuento con esta temática. El resto de las narradoras de esa generación, solo aparecen esporádicamente con algún que otro cuento en antologías o publicaciones periódicas. Es el caso de Ileana Vicente, también fundadora del taller Oscar Hurtado, Ileana Hernández y Olga Fernández, una periodista más conocida por su narrativa infantil e investigaciones históricas. 
    Un caso especial es el de María Felicia Vera, integrante del taller Julio Verne, de Playa, que ganó en 1988 el Premio David compartido con Yoss, con su libro El mago del futuro, un libro inclasificable, más cercano al surrealismo poético que a la fantasía científica, lo que demuestra hasta qué punto las fronteras del género estaban diluidas para los críticos, jurados y editores en aquel momento. Valga como muestra este párrafo de su cuento “Detrás de la puerta”:
     
    Siente algo ajeno en sus hombros. Un vaho caliente la recorre desde la cintura hasta la nuca; da un giro y de nuevo el espejo. La piel de la figura refleja, supura, se desmorona; los ojos carcomidos ruedan por el suelo. Las risas, el grito de ella, la cancioncilla, el goteo del agua, todo mezclado y ella tiembla; espera que todo sea un sueño. (En Recurso p. 86). 
    
    En el año 1990 se premia por última vez el concurso David de ciencia-ficción y el premio es otorgado a Gina Picart Baluja, por su libro La poza del ángel. Ese mismo año se sienten en nuestro país los embates de la caída del bloque socialista, y como consecuencia sobreviene una gran crisis editorial que no permite la publicación de su libro tal como estipulaban las bases el concurso. La poza del ángel viene a ver la luz cuatro años después, por la colección Pinos Nuevos. Un libro interesante, de lenguaje preciso y en ocasiones poético, nos ofrece ocho cuentos que se desarrollan en diferentes épocas históricas, y lo mismo roza el tema de la ciencia-ficción como el de los poderes sobrenaturales o la parapsicología. Dos de los cuentos más interesantes del cuaderno son “Mimesis S.A.” que se recrea en el tema del autómata indiferenciable del ser humano, y “Los delirantes”, una historia muy bien escrita que supuestamente transcurre en España, en el siglo XVI, y es contada por un médico responsable de un asilo de dementes y que al parecer cuenta bajo su cuidado a dos extraterrestres. Como se observa en el siguiente fragmento, las alusiones a estos seres son mínimas y están descriptas por un narrador deficiente, que los intuye extraños, pero no comprende la naturaleza real de los personajes: 
    
    Mis otros dos pacientes eran de la especie más rara e inconcebible que imaginarse pueda. Llegaron poco después que la mujer, traídos por un venerable sacerdote en cuya parroquia habían aparecido un buen día asustando a la gente con sus cuerpos recubiertos de una piel fina que brillaba pálidamente en la oscuridad. El sacerdote los retuvo un tiempo y a duras penas logró que hablaran algunas palabras en castellano. Trató de convertirlos a la religión de Cristo, pero los aldeanos comenzaron a quejarse de que los forasteros eran brujos que hacían morir sus vacas y rociaban granizo sobre sus cosechas. Lo que ocurrió en realidad fue una corta temporada de tormentas y una plaga del ganado producto de algún envenenamiento natural de los pastos, pero ya se sabe cuan fácilmente se exaspera la ignorancia ante los golpes de natura, así que el buen cura, temiendo un motín de la plebe enfurecida, trajo a sus protegidos hasta esta ciudad, donde alguien le habló de mi casa como el lugar más seguro para ellos. (En La poza p. 54).
     
    La segunda etapa de la ciencia-ficción escrita por mujeres en Cuba es un período crítico, agravado por la caída del bloque socialista y los problemas económicos que incidieron, entre otros muchos aspectos, en una grave crisis editorial. En estos años muchos escritores y artistas emigraron hacia otros países. Con la salida de Cuba de Daína Chaviano, Chely Lima y María Felicia Vera, las únicas tres escritoras con libros publicados, el campo de la ciencia-ficción queda con Gina Picart como única representante del género femenino durante toda la década, al menos en Cuba. Esta escritora, Gina Picart, va a preferir los elementos históricos o míticos para desarrollar sus historias, con pleno desinterés por los gadgets tecnológicos de la ciencia-ficción tradicional. Se trata de una ciencia-ficción del pasado, más que del futuro. A diferencia de las escritoras de la generación anterior, no teme escoger protagonistas masculinos para algunas de sus historias, y logra hacer a estos caracteres verosímiles y no estereotipados. También se caracteriza por un tono más sobrio en el tratamiento de las emociones y conflictos humanos. En su segundo libro, El druida, publicado en el año 2000, Gina Picart abandona la ciencia-ficción para dedicarse por entero a la recreación histórica, en este caso, de las leyendas y mitos celtas, un tema en el que demuestra poseer un amplio bagaje de conocimientos. 
    Hay que aclarar que en 1999 aparece en Argentina una antología de cuentos cubanos de ciencia-ficción titulada Polvo en el viento, cuya selección y prólogo estuvieron a cargo de Bruno Henríquez. En esta antología aparece solamente una escritora, Maité Luis Ruiz, con su cuento “Aférrate a los sueños” (p. 35-43), pero este relato más bien es de corte fantástico tradicional, cruzado por un discurso erótico lírico sin ningún elemento explícito que permita incluirlo dentro del género de la ciencia-ficción, y recuerda la forma de hacer de Maria Felicia Vera, con una temática muy cercana a lo onírico. 
    En los años que siguen al inicio del nuevo siglo, surge una nueva ola de escritoras cubanas de ciencia-ficción. Esta tercera etapa, que va desde el año 2000 hasta la actualidad, se caracteriza sobre todo en que disminuye un tanto la preocupación de las escritoras por utilizar los elementos poéticos dentro del discurso. Ellas tienen mayor interés en utilizar un lenguaje fluido, en función de la trama, que adquiere así un tempo más rápido. También presentan una visión distópica del futuro. En algunas autoras se recrean ambientaciones cercanas a las corrientes ciberpunk o biopunk, con gadgets propios de estas tendencias pero sin convertirlos en centro, solo como un recurso necesario pero menor, para desarrollar los conflictos humanos, mucho más importantes. El personaje protagónico lleva la acción principal del relato. Aparecen los sentimientos negativos de intolerancia, falta de solidaridad, cinismo, propios de un mundo deshumanizado. En muchas de sus historias, aunque no en todas, prima el pesimismo como visión generalizada de los personajes. 
    Entre las escritoras más importantes de esta tercera etapa podemos mencionar a Anabel Enríquez Piñeiro, Haydeé Sardiñas, Ida Mitrani, Elaine Vilar Madruga, Yadira Álvarez y Laura Azor, entre las más conocidas y con mayor cantidad de obras escritas del género. Otras han incursionado en la ciencia-ficción de manera ocasional con algún que otro cuento como Evelyn Pérez, Mariela Varona, Jamila Medina, Yasmín Portales, Yeny Mila, Zullin Ellejalde, Janin Ruiz y Olga Montes Barrios, por solo citar algunas. 
    Parte de estas autoras comienzan a ser conocidas vía Internet, a través de la revista virtual argentina Axxón. Este es el caso de Nora Calas, quien desde los 90 reside en Chile. Duchy Man es una pintora que comparte intereses con la fantasía, la ciencia-ficción, la cultura asiática y el gótico desde los años 90. Ha publicado también en Axxón y alguna que otra antología de fantasía y ciencia-ficción. Cuentos sobre todo de un imaginario pictórico, a leerlos nos parece estar asistiendo a una cascada de acuarelas donde la misma trama queda diluida entre colores y formas. Su cuento “Electric Geisha” es un magnífico ejemplo de ello:
     
    Abrió las treinta y dos cajas de laca, metidas una dentro de la otra hasta el infinito. La última, cubierta por un paño dorado sobre el piso negro, apenas fue tocada. Tenía los dedos pintados de rojo. Siguiendo las rígidas órdenes enunciadas desde la puerta trasera, sólo debía yacer sobre su espalda y dejar que las manos extrañas le corrieran encima. (p. 13). 
    
    Una de las voces femeninas más importantes del género en la actualidad en Cuba es Anabel Enríquez Piñeiro. Fundadora del Grupo de Creación “Espiral” del Género Fantástico, obtiene el premio Calendario de CF 2005 con su cuaderno de relatos Nada que declarar, y ese mismo año el primer premio de cuento de ciencia-ficción de la revista Juventud Técnica. Lo interesante en la obra de Anabel Enriquez es que la escritora no teme adentrarse en el aspecto especulativo-científico o tecnológico para desarrollar sus historias. De todas formas, para ella este aspecto no es el más importante, tan solo la excusa para explorar problemáticas sociales y familiares, como en su cuento “Nada que declarar” donde describe una especie de familia de “balseros” espaciales, en un futuro sombrío y muy cercano a la antiutopía o el estilo ciberpunk: 
    
    Padre entregó toda una vida de ahorros a cambio de este hueco en la cámara de reciclaje de desechos. Cierto que es mínimo el espacio. Anela, Soulness y yo sentimos calambres en los brazos, tensión en el cuello y la respiración caliente de uno sobre los otros. Pero, qué más pedirle al viejo. Sus manos, despellejadas por el azufre, depositaron temblando los dos megacréditos en las palmas enguantadas del capataz del espaciopuerto. Temblaban porque temía que se frustrara el viaje por algún imprevisto y perdiéramos toda posibilidad de un segundo intento; temblaban por la emoción de cumplir su sueño de vernos partir de aquel infierno y retornar al origen; temblaban porque la fiebre de las canteras consumía sus nervios periféricos. No pudo siquiera despedirnos. El día antes de la partida del trasbordador fue llevado junto a su cuadrilla hacia las recién abiertas minas, unos diez kilómetros al norte de la granja, donde los sismos habían reventado nuevas vetas de estaño. Por suerte ya ninguno de nosotros volverá a “lamerlas”. No tendremos que temer a las erupciones que chamuscan la piel, ni a las fumarolas de azufre que queman los ojos y pudren los pulmones en las granjas mineras de Io. (En Nada p. 57). 
    
    También de Anabel Enríquez Piñeiro es su magnífico relato “Deuda temporal”, donde encontramos el clásico tema de la paradoja de los gemelos de Einstein pero ahora visto desde la óptica femenina, en la relación de una hija y su madre astronauta, y el desfasaje temporal que se establece entre ambas. En este fragmento la hija describe como se ven físicamente, la primera va envejeciendo cada vez más, mientras la madre se mantiene joven a lo largo de los años: 
    
    Tu pelo, uno o dos centímetros más largo, quizás; tu piel ¿más bronceada que la última vez? Tersa sí, como una cáscara brillante, sin un pliegue, sin una cicatriz, sin las obligadas zanjas que flanquean los labios a los cuarenta. Mi cara, en cambio, puede servir de soporte a una carta de astronavegación. Enumerar las arrugas en meridiano y paralelos. Ubicar dónde los cúmulos globulares, dónde los agujeros de gusano, dónde los agujeros negros. En mi cara hay espacio para todo el universo. (En Nada p. 5).
     
    Haydeé Sardiñas y Evelin Pérez son escritoras que fundamentalmente se desenvuelven en otros géneros como el realismo o literatura infantil, con los cuales han ganado premios y publicado libros, pero en ocasiones se atreven a escribir cuentos de ciencia-ficción y sus historias son bastante cercanas a la corriente ciberpunk, sobre todo en su vertiente biológica, también conocida como biopunk. 
    Uno de los cuentos de ciencia-ficción más interesantes de Haydeé Sardiñas se titula “O”. En este los seres humanos han perdido la capacidad de procrear, y los escasos sujetos que pueden reproducirse son aislados como especímenes en laboratorios para extraerles los óvulos y espermatozoides y así evitar la extinción de la humanidad. El personaje principal es una de las encargadas de velar por sus vidas: 
    
    La belleza debe ser agotadora, pienso. Ellos yacen, existen como las flores (ya no hay flores) y nosotros revoloteamos como las abejas (tampoco hay abejas), alimentándolos como a bebés, extrayendo sus óvulos y espermatozoides, para intentar obtener hermosas porcelanas in vitro, y recuperar lo que fue la raza humana. Las hembras ovulan regularmente, varias veces al mes, con ayuda de hormonas que empiezan a afectar su salud. Wendy se ha convertido en una especie de masa sin forma donde solo relucen sus ojos increíbles y la princesa de las nieves, Segurochka, parece a punto de derretirse. (En Crónicas p. 30-31). 
    
    También con un interés especial por los temas “biológicos” y otros de la ciencia-ficción más tradicional, se encuentran las escritoras Niurka Alonso e Ida Mitrani, quien ya tenía un extenso currículum científico y literario, con premios y publicaciones de poesía y cuento infantil, cuando decidió incursionar en la ciencia-ficción. Fundadora de varios talleres, Mitrani decidió incorporarse al Taller Espacio Abierto como una aprendiz más del género, tratando de aunar sus dos grandes vocaciones. 
    Viana Barceló no escribe ciencia-ficción. Sin embargo su cuento “Efecto Mariposa” podría incluirse en cualquier antología del género por su aproximación a la actual teoría del Caos: 
    
    Carlos era ladrón, ratero, carterista y seis meses después de morir debió haber asaltado a Víctor Valencia en una parada desierta mientras esperaba la 473 y matarlo de una puñalada. Desde entonces Víctor Valencia espera la muerte con impaciencia. Ya tiene 153 años y ha sobrevivido a su esposa, a todos sus hijos y nietos, a cuatro bisnietos y dos tataranietos. Pero la muerte, en medio de tanto ajetreo, pasó por alto que al asesino de Víctor Valencia lo mató una mariposa amarilla que revoloteaba en un drugstore de Manhattan aturdida por el dulzor de los jarabes. (p. 37). 
    
    Con una atrayente estructura “Efecto Mariposa” es un ejemplo de los acercamientos que desde la narrativa realista rozan algunas de las temáticas afines al género. 
    Yasmín Portales, en su cuento “La noche del león y los pájaros de fuego”, de una manera un tanto críptica, ofrece una historia en paralelo donde la afición por el deporte ocupa un lugar destacado en la cultura y el amor, no importa si es terrestre o alienígena. 
    Otro ejemplo de esta vertiente sería el cuento erótico “Anna Lidia Vega Serova lee un cuento erótico en el patio de un museo colonial” de la escritora holguinera Mariela Varona en el cual, como su propio título anuncia, en el contexto de una lectura pública de un relato erótico, aparecen pantallas de videobeam por cada participante donde se emiten las fantasías sexuales que el cuento suscita en sus cerebros hasta terminar en una especie de orgía multitudinaria donde se dan cita todas las tendencias sexuales, aún las más extremas: 
    
    Ya no sé a cuál pantalla mirar. La mía es asquerosamente descarnada, cínica, sociológica y aséptica. La de las viejas es asquerosamente grosera y prejuiciosa. La de los personajes importantes es asquerosamente intelectual. La mejor, para mí, sigue siendo la de la Serova, porque es la única que invoca un placer torrencial, mientras su voz felina mantiene el hechizo que hace funcionar el resto de las pantallas. (p. 4). 
    
    Un caso bastante interesante es el de la también holguinera Jamila Medina, que nos ofrece un cuento titulado “Magic Room” construido al estilo rizoma, donde cada frase remite a múltiples conceptos, rupturas de lenguaje, líneas de fuga, enumeraciones y simbología iconográfica como posibilidades abiertas dentro del universo infinito de la narrativa post-Internet: 
    
    Sin declinar ser otra adicta, entré en la red. Los infinitos pejes y las infinitas bibliotecas virtuales y los hipervínculos hacia esa literatura y hacia los blogs que sofreían esa y cualquier literatura se dilataron en anaqueles por mis venas. Cliqueé al azar y empecé fervorosamente a saltar como un salmón de una página a otra, poniendo huevos de comentarios en todas las que lo permitían [«ha muerto kcy klbrt?, el guitarrista de Hawthorne Heights?, se le trababa la lengua (haw), quería llegar a las alturas (heights), en paz denscanse?, se murió durmiendo»]. (p. 16). 
    
    El género del minicuento se ha desarrollado con fuerza en Cuba en los últimos años, sobre todo gracias a concursos como El Dinosaurio, que premia los mejores minicuentos en múltiples categorías, y una de ellas es la de ciencia-ficción. Esto es un aliciente para que varias narradoras prueben sus fuerzas en el género, como Zullín Elejalde y Yeny Mila, quien ganó el último premio colateral del concurso El Dinosaurio con su microrelato de ciencia-ficción “Menephilus Calxys en Sajari”: 
    
    En horas de la mañana de este domingo, un ejemplar de Menephilus Calxys fue visto en las cercanías del poblado de Sajari. Expertos del Consejo de Investigaciones Científicas aseguran que esta nueva especie de insecto se alimenta de material calcáreo y le bastarían tres años para destruir toda una ciudad. Debido a la gravedad del caso, la Organización para el Bien del Hombre (OBH) solicitó el apoyo del Ejército, cuya fuerza aérea respondió con gran inmediatez y precisión. Una lluvia de misiles cayó sobre el territorio de Sajari y en solo tres horas, no quedaba lugar donde el insecto pudiera refugiarse. Según declaraciones de Falcon Martinelli, vocero de la OBH, entre los cientos de cadáveres se encontró el Menephilus Calxys, el cual ha sido depositado en una urna de vidrio como prueba al mundo de que, al menos este ejemplar, ya no representa una amenaza para la Humanidad. (HAP). (p. 26). 
    
    Es de lamentar que el concurso El Dinosaurio correspondiente al año 2011 se haya visto obligado a cerrar la categoría de minicuento de ciencia-ficción, un premio que sin dudas era un aliciente para muchas escritoras de probar sus armas en este difícil subgénero. 
    Sin embargo existe otro género narrativo por el que se han sentido atraídas en los últimos años algunas de las narradoras y es la ciencia-ficción asociada a la literatura infantil. Un ejemplo es Janin Ruiz Hernández quien escribe sobre todo novelas y cuentos de fantasía heroica, aunque en los últimos tiempos realiza algunos intentos narrativos de ciencia-ficción, y ha escrito algunos de ellos destinados al público infantil. Otro ejemplo de ciencia-ficción escrita para niños es el de Olga Montes Barrios, quien en el año 2007 publicó un pequeño cuaderno titulado ¿Por qué no nos visitan los extraterrestres? Habría que citar también a una reconocida escritora cubana de literatura infantil como Susana Haug Morales, quien no teme llevar a alguno de sus personajes en un viaje por otros planetas como sucede en su libro Secretos de un caserón con espejuelos. Estas escritoras solo escriben cuentos de ciencia-ficción o incluyen algunos elementos del género de forma muy esporádica, como un recurso más dentro de su producción narrativa y no se consideran a sí mismas escritoras de fantasía científica.     El caso de Yadira Álvarez, Laura Azor y Elaine Vilar es totalmente diferente: ellas sí se consideran a sí mismas escritoras a tiempo completo de fantasía y/o ciencia-ficción. Son integrantes del taller literario Espacio abierto, especializado en el género fantástico, fundado en el año 2009, aunque ya provenían de otros grupos del fandom nacional. 
    Laura Azor, bióloga de profesión, se decanta por lo que se ha dado en llamar en Cuba “ciencia-ficción verde” con temáticas relacionadas a la biología y los ecosistemas alienígenas. Un ejemplo de ello es el magnífico relato “Se aleja el invierno... ”, donde una exploradora espacial queda varada en un planeta y para subsistir se ve obligada a interactuar con una de las especies depredadoras dominantes: 
    
    Pronto llegará la primavera. Los machos ya están entrando en celo y luchando entre ellos. Estoy segura de que puede leerse orgullo y admiración en mis palabras. Son mi familia, y están cambiando rápido. Eran pequeños y frágiles cuando los vi por primera vez. Maya está cavando hoyos por todo el pantano. Son sus genes, le invitan a buscar un nido. Pero no admitirá una competencia como la que yo represento. Casi puedo sentir sus mandíbulas en mi carne. Ese es mi destino, soy su líder. Al menos he podido enseñarle a alejarse de los humanos. Ella lo sabe, los cuidará bien. (p. 42). 
    
    En el año 2009 Elaine Vilar publicó una cuentinovela de tema post-apocalíptico titulada Al límite de los olivos, que recibió mención en el Premio Calendario 2006 de ciencia-ficción:
     
    Al cumplir los diez años, tras la muerte silenciosa de mis padres, fui trasladada del Continente Viejo a una de las pocas Casas de Amparo en Caribdis. Vagamente rememoro las impresiones terribles del viaje. El contacto con la realidad marcó para siempre el espíritu de la criatura que una vez fui. Todo cuanto ocurría a mi alrededor se me antojaba descomunal y amenazante. Mi madre y sus cuentos de hadas, sus leyendas sobre la Tierra idílica no eran más que un pantano donde se acumulaban el hambre y la sed de los exiliados, y el peso aplastante de la certeza. Quizás, ella nunca supo nada, pero yo cargué con su legado. (p. 14) 
    
    Con una clara influencia de sus antecesoras Daína Chaviano y Chely Lima, y con hartas lecturas de novelas de fantasía épica, las historias de Elaine Vilar, como sucedía con las de Chaviano, son una mixtura feliz de ciencia-ficción con elementos mágicos, fantasía heroica y mitos celtas. Las historias de estas tres autoras, muy heterogéneas en cuanto a temáticas, tienen una gran calidad y resultan bastante interesantes, sobre todo en el tratamiento de los personajes, principalmente femeninos, casi siempre protagonistas. 
    También integrantes del taller Espacio abierto, aunque todavía con obras incipientes se encuentran Victoria Isabel Pérez Plana, Claudia Alejandra Damiani y Grisel Antelo Martínez. A través del concurso de ciencia-ficción de la revista Juventud Técnica se han dado a conocer otras autoras como Maylín Lozano García, Gretel Valdivia y Lidia Soca Medina, quien cuenta con varias menciones recibidas en años consecutivos. 
    A manera de resumen, podrían establecerse ciertas características específicas que, a lo largo de la historia del género en la isla, han definido y diferencian la ciencia-ficción cubana escrita por mujeres de la elaborada por sus homólogos masculinos. En el aspecto formal, un mayor cuidado del lenguaje, voluntad de estilo con recursos a lo poético, y gran precisión a la hora de describir los ambientes y caracteres. Mayor profundización en la psicología de los personajes, sobre todo los femeninos y los infantiles. El aspecto especulativo, científico o tecnológico del argumento no es lo más importante en comparación con los conflictos e interrelaciones sociales, familiares o de pareja. 
    Estas han sido algunas de las características que hemos notado en la obra de las escritoras cubanas de ciencia-ficción. Es muy probable que en el futuro cercano aparezcan nuevas autoras con libros publicados, ya sea de novelas o cuentos. Lo que sí parece innegable es que la ciencia-ficción, como género literario, ha ido evolucionando con los años y ya no tiene, al menos en nuestro país, ese “estigma” de una literatura escrita solo por hombres y centrada por ello en ciertas formas escriturales e intereses específicos. Nuestras escritoras de ciencia-ficción nos permiten ampliar ese espectro que va desde los temas escogidos, el tratamiento de las relaciones entre los personajes, sus conflictos y la manera de resolverlos, hasta la psicología y la manera de enfocar los sentimientos humanos que, una vez que aprendemos a escuchar todo lo que tienen que decirnos, resultan menos simplistas y mucho más enriquecedores. 

Bibliografía 
Azor Hernández, Laura. “Se aleja el invierno... ”. Qubit, boletín digital de literatura y pensamiento ciberpunk 46 (mayo 2010): 35-42. 
Barceló, Viana. “Efecto Mariposa”. Qubit, boletín digital de literatura y pensamiento ciberpunk 45 (abril 2010): 35-37. 
Chaviano, Daína. Los mundos que amo. La Habana: Ediciones Unión, 1980. 
Chaviano, Daína. Amoroso planeta. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1983. 
Chaviano, Daína. Historias de hadas para adultos. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1986. 
Chaviano, Daína. Fábulas de una abuela extraterrestre. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1988. 
Chaviano, Daína. El abrevadero de los dinosaurios. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1990. 
Enríquez Piñeiro, Anabel. Nada que declarar. La Habana: Casa Editora Abril, 2006. (Premio Calendario de ciencia-ficción 2005). 
Haug Morales, Susana. Secretos de un caserón con espejuelos. La Habana: Editorial Unión, 2002. 
Henríquez, Bruno, ed. Polvo en el viento. Antología de la ciencia ficción cubana. Buenos Aires: Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 1999. 
Lima, Chely, y Alberto Serret. Espacio abierto. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1983. 
Luis Ruiz, Maité. “Aférrate a los sueños”. Polvo en el viento. Antología de la ciencia ficción cubana. Ed. Bruno Henríquez. Buenos Aires: Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 1999. 35-43. 
Man Valderá, Duchy. “Electric geisha”. Qubit, boletín digital de literatura y pensamiento ciberpunk 45 (abril 2010): 13-14. 
Medina, Jamila. “Magic Room”. Qubit, boletín digital de literatura y pensamiento ciberpunk, 46 (mayo 2010): 16-19. 
Mila, Yeny. “Menephilus Calxys en Sajari”. Qubit, boletín digital de literatura y pensamiento ciberpunk 46 (mayo 2010): 26. 
Montes Barrios, Olga. ¿Por qué no nos visitan los extraterrestres? La Habana: Editorial Unicornio. 2007. 
Picart Baluja, Gina. La poza del ángel. La Habana: Ediciones Unión, 1994. 
Picart Baluja, Gina. El druida. La Habana: Ediciones Extramuros, 2000. 
Reloba, Juan Carlos, ed. Contactos (antología). La Habana: Editorial Gente Nueva, 1988. 
Sardiñas de la Paz, Haydee. Crónicas del mañana. 50 años de cuentos cubanos de ciencia ficción. La Habana, 2009. 
Varona, Mariela. “Anna Lidia Vega Serova lee un cuento erótico en el patio de un museo colonial”. La gaceta de Cuba 1 (enero-febrero de 2002): 3-6. 
Varona, Mariela. Cable a tierra. La Habana: Unión, 2003. 
Vera, María Felicia. Recurso extremo. La Habana: Editora Abril, 1988. 
Vilar Madruga, Elaine. Al límite de los olivos. La Habana: Ediciones Extramuros, 2009. 

Raúl Aguiar - Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, La Habana, Cuba

Borges rabino

Reseña de Borges y la Cábala. La búsqueda del verbo de Saúl Sosnowski. Buenos Aires, Modesto Rimba, 2017, 110 págs. “Prólogo” de Beatriz Sarlo.///

Hace algunos años leí Borges y la cábala. La búsqueda del verbo en la traducción al portugués -Borges e a Cabala. A busca do verbo- que en 1991 ofreció al lector brasileño Editora Perspectiva en su Coleção Debates, número 240. Este avatar paulista del texto de Sosnowski comparte su contenido en gran medida con la novedosa versión que a inicios de este año 2017 dio a luz la editorial porteña Modesto Rimba.

  Comienzo por el núcleo del libro para luego detenerme, siempre con ambas ediciones a la vista, en algunas cuestiones periféricas.

  El volumen propiamente dicho abre con un “Pre-texto” que recoge el prólogo del autor a la segunda edición de 1986, a cargo de editorial Pardés. En esa ocasión, a tres meses de la muerte del escritor, Sosnowski retoma la conferencia dedicada a la cábala, e incluida en la serie de charlas denominada Siete noches [1977], en cuyo sexto encuentro Borges, contra el imaginario popular de antigualla de pases y conjuros, destaca la vigencia del corpus cabalístico como ´metáfora del pensamiento´. 

   La indagación obsesiva en las diversas variantes de un texto y la búsqueda incesante del Verbo reúnen la empresa del cabalista y la del poeta, procurando darle algún sentido al escurridizo mundo a través de las letras y de los caracteres que lo conforman, dice Sosnowski. “Des-cubrimiento / re-velación son términos que acercan el ejercicio de las letras al sostén de una ética y una práctica que anhela una totalidad que intuye inaccesible”. Y añade: “Si a través del verbo el cabalista ansía llegar… al Absoluto, en Borges, la meticulosamente montada ficción hecha de azares… se inscribe en un propósito más modesto: un orden literario que organiza el caos…”.

   El primer capítulo “Convergencias/Divergencias” sienta las bases de la tarea: “…este trabajo intenta mostrar la filiación que existe entre ciertos textos ´Borges´ y la Cábala en cuanto a la aceptación del Verbo como instrumento de creación y no como mero símbolo arbitrario para designar los elementos de la realidad.” 

   La idea básica es que la Toráh –el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia- son obra de una divinidad todopoderosa y que, en consecuencia, indagar en cada una de las ínfimas partes que la componen -como hace el cabalista con su materia prima las veintidós letras del alefato- supone adentrarse en los secretos del idioma divino, origen de la creación. Ilustra esta concepción la narración talmúdica que cuenta la advertencia que recibe un escriba de la Toráh de ser extremadamente cuidadoso con su tarea porque un error en una letra podría acarrear la destrucción del mundo. 

   Esas son las convergencias. Existen también las divergencias.

   La divinidad utiliza el lenguaje o el Verbo para crear (´hágase la luz´). El poeta con su verbo recrea a partir de lo existente. Rebuscar el sentido en los intersticios de las palabras es afanarse por desentrañar el misterio de la creación. Ahora bien, si el creyente busca secretos divinos en la escritura con el anhelo de allanar el camino hacia una comunión mística con el Creador, el poeta que es Borges –afirma Sosnowski- deja de lado motivaciones teológicas y se centra en los mecanismos interpretativos y compositivos, alentando a enfrentar los textos literarios como el resultado de una inspiración mecánica en la que no interviene el azar. En la variante borgeana, ensayar infinitas combinaciones textuales no nace de la fe sino de la necesidad de justificar la presencia humana sobre la Tierra, un plano vivencial a priori sin sentido.

   El segundo capítulo “El verbo cabalístico” se concentra ´en la visión que los cabalistas tienen del lenguaje´ para ´un mayor esclarecimiento de los textos de Borges´.

   Cábala –kabbaláh- significa ´tradición´ y también ´recepción´ en tanto recepción de las tradiciones religiosas y de los secretos de las Escrituras. La cábala no es un dogma, sin embargo en sus largos siglos de pervivencia mantuvo preocupaciones y concepciones básicas: la Toráh –el objeto de estudio de los cabalistas- es un texto que incluye todo aspecto relacionado con lo que es o con lo que puede ser, y es ajena a la contingencia del tiempo; los hechos que narra no son lineales sino que reflejan secretos que los iniciados podrán dilucidar mediante claves interpretativas; si la Toráh narra desde el ´no es´ al ´es´, invirtiendo el camino creativo -desandándolo- se llegaría a la propia divinidad ya que la Toráh también es vista como la explicación del nombre sagrado, el Tetragrama; el texto carece de linealidad y desandarlo es laberíntico porque de lo contrario la divinidad sería asequible a cualquier interesado con un poco de pericia; el propósito de la cábala es recobrar el secreto de la creación; ese delicado estudio no es filosófico-racional, sino mágico y se basa en considerar al texto sagrado como una cadena de alegorías que sobrepasan infinitamente la exposición literal; incluso en el dato más trivial del texto puede esconderse una verdad cósmica. 

   Sosnowski asegura al cierre del segundo capítulo que “…la Cábala le ha asignado al lenguaje la tarea suprema de reflejar –de ser- una manifestación directa de la Divinidad.” Al ser humano le corresponden, los medios para interpretarlo y, según su capacidad, acceder a los secretos para ponerse en diálogo con lo divino.

   “La búsqueda del verbo”, el tercer capítulo y el más extenso, se concentra en los textos, o mejor, en los ensayos combinatorios de Borges que juegan incesantemente con la idea de un lenguaje finito que crea mundos infinitos cuyos sentidos también lo son. En estas ficciones borgeanas que remedan el mecanismo de la cábala, advierte Sosnowski, “el punto de partida siempre estalla a nivel del lenguaje” y el arribo, la resolución del enigma, otorga un sentido por lo general sobre la propia existencia que en ese instante final no tiene casi importancia. 

   Ésta es la propuesta. Como mi rudimentario plan es que los lectores abreven en el libro, amén de parasitar de aquí lo que les resulte útil, enumero apenas el grueso de los artificios analizados por el crítico desde la perspectiva cabalística: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (paradigma de la creación de mundos paralelos a partir de la combinación de caracteres), “La biblioteca de Babel”, “La escritura del dios”, “El etnógrafo”, “El aleph”, “El milagro secreto”, “La muerte y la brújula”, “Las ruinas circulares”, “El golem” (famoso poema), entre otros. La lista de los textos mencionados está incluida, en la edición de Modesto Rimba, al final de la bibliografía. En 1991, Editora Perspectiva había diferenciado ambas instancias, un asunto menor pero que es menester señalar.

   Concluye Sosnowski: “Que la Toráh se haya transformado en objeto sagrado y clásico, es materia teológica y mística; que la obra de Borges se haya convertido en clásico es resultado de una creación literaria que concibe el lenguaje como instrumento ´sacrosanto´ que se une para crear… Aunque en niveles totalmente diferentes… ambos lenguajes exigen búsquedas recónditas en los intersticios de las letras.”

   El capítulo final es “Desplazamientos”. De un modo entre elíptico y poético, el autor merodea a grandes trazos ´el propósito de las aventuras literarias´ de Borges, es decir, “el proyecto que se vislumbra desde el plano de los textos ´Borges´” y con ese fin cruza la incomodidad que las ficciones borgeanas generan con la incomprensión o con el escarnio que le valieron muchas de sus declaraciones ideologizantes. 

   Expuestas las inevitables semejanzas, me concentro ahora en las eventuales novedades que la edición de Modesto Rimba aporta en relación a la versión brasileña, fondo sobre el que proyecto mis sombras chinescas.

   Editora Perspectiva había colocado en la contratapa, como paratexto, un comentario del crítico Jorge Schwartz –al comando, para dar un ejemplo, de la traducción en Brasil de las obras completas de Borges. Decía Schwartz en esa escueta intervención de 1991: “Da mesma maneira que, para a Cabala, a criação do universo é uma revelação derivada do artifício combinatório de letras e palavras dos textos sagrados… para Borges o texto representa uma sequência infinita de posibilidades gramaticais combinatórias, ou seja, fórmulas verbais que aproximam o autor da função do demiurgo.” Es una constante en la tradición crítica brasileña hacer de Borges antes que un experto rabino que juega con los símbolos, una divinidad creadora de mundos.

   En tierra del propio profeta, Modesto Rimba apela también a una firma reconocida del ámbito de la crítica e invita a Beatriz Sarlo a prologar la edición que celebra la cuarta década de Borges y la Cábala. La única filigrana mental destacable, en dos páginas que bien podrían haber sido obviadas, sentencia: ´Borges (y la Cábala) indican que buscar algún sentido es nuestra condena: algo nunca se muestra del todo´. 

   La presencia de Sarlo para introducir la lectura cabalística de Borges parece un verdadero paso de comedia si uno considera el gag que cobija su libro Borges, un escritor en las orillas, que recopila las conferencias que Beatriz dio en inglés en la Universidad de Cambridge en 1992 y que fueron luego traducidas al castellano, un recorrido paradójicamente borgeano y nada orillero.

   En determinado momento, en medio del análisis de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” [1940], el gran relato de Borges con el que Sosnowski inicia en 1976 su lectura, Sarlo habla de los modos de pensar en Tlön y dice: “Estas cuestiones abren otra sobre los límites del conocimiento: lo que percibimos nunca es el Universo sino una trama discursiva construida por seres humanos. No hay conocimiento de la Ley (ni podemos saber si la ley existe), sino producción fantasiosa de leyes. El laberinto de dios no puede ser captado por el entendimiento, aun en el caso en que se suponga la existencia de dios (vale la pena recordar que Borges fue invariablemente agnóstico y que el millonario norteamericano que dio nuevo impulso a la secta de los inventores de Tlön es nihilista y ateo). Los hombres sólo entienden los laberintos que ellos construyen.” [Borges, un escritor en las orillas, Capítulo VI. “Construcciones imaginarias”]

   El párrafo contiene dos pifies concatenados y nada inocuos que coreografían el gag.

   El millonario norteamericano impulsor de la invención de Tlön -Ezra Buckley- descree de Dios, según el relato, pero le quiere demostrar al Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo. Estamos frente a un ateísmo relativo, más si consideramos que en la (falsa) postdata de 1947 a “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Buckley es caracterizado por el narrador como ´nihilista y ascético´ y no ´ateo´, como dice Sarlo. 

   El segundo pifie encabalga el anterior al adjudicarle a Borges ser ´invariablemente agnóstico´, cuando en verdad, podría decirse –para ser hipócritamente ecuánime- que además de poseer los matices del rasgo indicado, Borges era ´invariablemente gnóstico´, atributo que coincide con la excéntrica fe del millonario: los gnósticos creían en un dios indiferente, distante, extraño, desconocido.

   La insistencia con la que Sosnowski –a ese coro se suma Sarlo- corre a la teología del centro de los intereses del escritor podría ser ecualizada. En una apuesta poco menos que escandalosa, texto tras texto, intervención tras intervención, Borges construye durante décadas su figura autoral basándose en el imaginario mesiánico del elegido o ungido que recibe revelaciones. (Acerca de esa ´imagen sacerdotal´ pueden hojear a Borges crítico [2010] de Sergio Pastormerlo.)

   El gnosticismo es fuente principal en Borges, aunque lo desestime Sarlo –acaso por resabios del materialismo dialéctico como herramienta de análisis- y lo ignore Sosnowski quien al hablar de la cábala lo nombra aquí y allá, y lo deja sin más de lado. El inclasificable gnosticismo -creo intuir- le sonaba al hermeneuta demasiado hereje incluso para un pensamiento teológico tan amplio y complejo como el judaico.

   Una probable causa de esa desconfianza aparece en aquella sexta noche de fines de los setenta –citada, como recuerdan, por Sosnowski- en la que tras exponer la concepción de las cuatro emanaciones, Borges subraya la actualidad de la cábala: “No se trata de una pieza de museo de la historia de la filosofía; creo que este sistema tiene una aplicación: puede servirnos para pensar, para tratar de comprender el universo. Los gnósticos fueron anteriores a los cabalistas en muchos siglos; tienen un sistema parecido, que postula un Dios indeterminado. De ese Dios que se llama Pleroma (la Plenitud) emana otro Dios (estoy siguiendo la versión perversa de Ireneo), y de ese Dios emana otra emanación, y de esa emanación otro, y de ésa, otra, y cada una de ellas constituye un cielo (hay una torre de emanaciones). Llegamos al número trescientos sesenta y cinco, porque la astrología anda entreverada. Cuando llegamos a la última emanación… nos encontramos con el Dios que se llama Jehová y que crea este mundo.” [“La cábala”, Siete noches, Obras completas III, 1994, págs.271-272] Este sistema de emanaciones que concluye con Jehová como divinidad menor ´creadora este mundo falible´, es un modo de explicar el mal en este plano degradado, y permite, en particular, comprender el silencioso espanto de Sosnowski sobre el rol de demiurgo que la teología gnóstica de Borges, en su variante pesimista, le otorga a Yahvé. 

   Es innegable que Borges y la Cábala es para el autor una celebración de su fe y de su tradición. De hecho, la renovada apuesta de Modesto Rimba añade un breve texto, “Para esta edición”, en el que Sosnowski recuerda su infancia en la Paternal aprendiendo hebreo en el patio junto a su madre. El tono bucólico y celebratorio contrasta con el desinterés de Borges por el monoteísmo airado de las religiones del libro.

   Leer Borges sin considerar la variable gnóstica es perderse gran parte del chiste (leerlo sin la variable cabalística es directamente no saber que hay un chiste). El gnosticismo -y la cábala- están presentes desde su infancia, según reconstrucciones autobiográficas que son sin dudas ficticias pero que apuntalan su espíritu hereje y heterodoxo, de escritor de matriz esotérica que al mismo tiempo que decía producir borradores, deslizaba que esas obras le eran reveladas desde el más allá.

   Leer Borges sin considerar la variable gnóstica implica también dejar de lado la ciencia ficción. (A inicios de los años ochenta del siglo pasado, alguien en California definió la ciencia ficción como ´gnosticismo tecnológico´, giro interpretativo pertinente en este caso y sobre el que no puedo detenerme.) La ciencia ficción hermética no sólo permea la obra de Borges sino que básicamente la recubre. Allí donde una ficción borgeana interpola un rasgo cabalístico, mágico, gnóstico, rosacruz, esotérico es probable que esté apelando al universo de lo que también ha sido llamado ficción especulativa, ficción científica.

   La magnitud de la empresa tiene como botón de muestra la entrada de la ´Enciclopedia Sudamericana´ que clausura las Obras completas de Emecé y que, desde el futuro año 2074, habla de la vida y de la obra de Borges, personaje autoral concebido como viajero del tiempo. (Versiones del gnosticismo hablan de trece profetas o ´iluminadores´ que encarnan en la Tierra a lo largo de la historia para ayudar al progreso de la gnosis.) Otro bello nácar –por el corte cronológico, fuera de la indagación de Sosnowski- es el relato incluido en El libro de arena [1975], “Utopía de un hombre que está cansado”, texto confesional y programático que macera ciencia ficción, gnosticismo, anarquismo y que algún desorientado o ávido de reconocimiento usó para dar puntada sin hilo elucubrando un inverosímil ´Borges nazi´.

   En ese sentido, resulta balsámico saber, por medio de la bibliografía reordenada por Sosnowski a cuatro décadas del puntapié inicial, que Nicolás Hochman en un paper de 2013 acometió la búsqueda de una identidad judaica en Borges, una apuesta tal vez tan delirante como aquella, pero sin dudas más justa y apegada a ese espíritu radical, digamos esenio, que destilan los incomunes textos borgeanos.

   La bella edición -a nivel material y visual- de Modesto Rimba incluye como piedra de toque una entrevista que el 5 de agosto de 1971 Sosnowski le realizó a Borges en la Biblioteca Nacional de la calle México -edificio en el que antaño funcionaba la Lotería.

   La charla –con un Borges siempre esquivo- ronda, entre generalidades, la cábala. Finalizada la transcripción de la conversación, Sosnowski coloca una nota aclaratoria en la que cuenta que Borges, luego de responder las preguntas, le firma un ejemplar de El Congreso, extenso relato publicado en solitario por El Archibrazo Editor y al que ya pensaba incluir en un libro de cuentos, tal como hizo cuatro años después en El libro de arena. Expuestas estas proyecciones editoriales, Borges saca sus cuentas diciendo: “Se han vendido 18 ejemplares [de El Congreso] en El Ateneo; si el suyo [el de Saúl] no está incluido, se han vendido 19.” Parece un dato extremadamente aleatorio, y de hecho Sosnowski no recoge el guante, pero la alquimia borgeana es incesante. 

   El Congreso, novelita que roza la ciencia ficción esotérica, resume el paradigma conspirativo de las ficciones borgeanas en particular y vernáculas en general, y en su clímax narrativo celebra el misticismo de su maestro gnóstico, Macedonio Fernández. Decirle a Sosnowski, que fue a visitarlo para hablar de cábala, que el ejemplar que tiene en su poder es el 19, es hacer del volumen un talismán, un hrön que invade volviendo más poroso este mundo. El número 19 –cifra del escalón en el que es necesario ubicarse para observar el aleph- representa en la tradición hermética la piedra filosofal, la gran obra para los alquimistas, el opus magnum, y eso ni más ni menos es El Congreso ´la gran obra´ que Borges comenzó en 1945 y que pulió en 1975.

   Por eso es tan importante esta nueva reedición de Borges y la Cábala. Hay caminos que no han sido agotados todavía. Es deseable que se lea ese volumen con fervor y dedicación, así el empuje de Modesto Rimba conoce la feliz oportunidad de una reimpresión que le permita corregir alguna interpolación extemporánea y los dos o tres caracteres que el copista -en el cuerpo del texto, en alguna nota al pie- pasó por alto.

   Esas mínimas rectificaciones son no digo fundamentales, tal vez sí urgentes. La cábala nos enseñó a los lectores curiosos que cualquier yerro en un texto clásico puede propiciar la destrucción del mundo.

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Publicado originalmente en Revista Colofón el día 25 de julio de 2017.

Giorgio Agamben. “Introduzione” a Gender [1982] de Ivan Illich

Giorgio Agamben

PISTAS SOBRE LA PERTINENCIA DE LEER A IVAN ILLICH HOY

gender

1. Tal vez sólo hoy la obra de Ivan Illich esté conociendo aquello que Walter Benjamin llamaba «la hora de la legibilidad». Si, por un lado, su primera recepción en la década de 1970, centrada sobre todo en Deschooling Society (1971) y Medical Nemesis (1976), le había asegurado difusión y éxito, había, por el otro, marcado su malentendido.

El debate en el número de la revista L’Arc entre Gilles Martinet y Jean-Marie Domenach (1975) resulta instructivo desde este punto de vista: Illich aparece aquí, o bien como un cristiano que critica la ciencia en nombre de ideales comunitarios retrógrados o, por el contrario, como «el primer investigador social de nuestro tiempo, como Marx lo fue para el suyo». En cualquier caso, el pensamiento de este «iconoclasta acreditado», como lo definía en aquellos años un diario reconocido, se encuadraba sin dificultad en la crítica de las instituciones que había marcado la larga oleada del 68.

Es tiempo de leer a Illich desde una perspectiva diferente. Si la filosofía implica necesariamente una interrogación de la humanidad y la no-humanidad, entonces su investigación, que se ocupa de la fortuna del género humano en un momento decisivo de su historia, es genuinamente filosófica, como filosófico es su método, la arqueología, que él desarrolló de forma autónoma con respecto a Foucault. En este sentido, evocando al ángel de la historia de Benjamin, que se dirige hacia el presente teniendo los ojos fijos en el pasado, él se compara más bien a un cangrejo, que se dirige hacia el pasado fijando la mirada en el presente.

2. Se puede decir que no hay un ámbito en el conocimiento de nuestro presente que la mirada de cangrejo de Illich no haya renovado en profundidad. Sin embargo, se trata en todos los casos de un análisis global, que embiste el mismo sistema a través del cual los hombres han buscado en todos los tiempos asegurar su subsistencia. Según Illich, este sistema combinaba dos modos diferentes de producción: uno autónomo, que producía valores de uso destinados a la esfera doméstica o -como Illich la prefiere llamar- vernacular y no al mercado, y uno heterónomo, destinado a la producción de mercancías para el mercado. Si la expansión del sistema heterónomo (ciertamente mayoritario en términos de cantidad) supera un cierto umbral, más allá del cual la producción autónoma se desvanece y deja su lugar a aquello que Illich llama trabajo-sombra (el trabajo no retribuido del consumidor para volver utilizable la mercancía adquirida en el mercado), se constata entonces una «contraproductividad paradójica», en virtud de la cual la producción heterónoma causa un efecto opuesto al que se proponía alcanzar. Se podría llamar «teorema del caracol» el ejemplo con el cual Illich ilustra icásticamente esta contraproductividad: el caracol, después de haber sumado un cierto número de espiras a su concha, interrumpe su actividad; si continuara, una sola espira más aumentaría 16 veces el peso y el volumen a transportar.

Es este teorema el que Illich demuestra en sus análisis justamente célebres de la escuela que, sin reducir las discriminaciones sociales, vuelve a los individuos incapaces de aprender por sí solos; de la medicina que, expandiéndose más allá de un cierto límite, acaba produciendo enfermedades iatrogénicas y, a la vez, expropia a los humanos de la capacidad de soportar su dolor y mitigar el de los otros; de los transportes veloces y costosos que, en vez de ahorrarle tiempo a quien se sirve de ellos, exigen en realidad en términos globales un mayor número de horas y, por lo tanto, una menor velocidad con respecto a la bicicleta.

A comienzos de la década de 1970, la indagación de un grupo de sociólogos verificó la hipótesis de Illich, demostrando que, en términos de «tiempo generalizado» (que comprende por consiguiente también las horas de trabajo necesarias para la adquisición y el mantenimiento del automóvil), el automovilista francés promedio recorre 15.500 kilómetros al año, pero consagra a su automóvil 1550 horas al año, lo cual significa que emplea una hora para recorrer 10 kilómetros, contra los 13 de la bicicleta. Sin embargo, puesto que la política de los transportes se proponía objetivos de productividad económica y los intereses de los individuos, desde ese momento la construcción de autopistas y de vehículos se intensificó.

Si los análisis de Illich han sido ampliamente discutidos, no menos importantes son aquellos que ha dedicado a las así llamadas «profesiones inhabilitantes», que monopolizan una cierta actividad expropiando a los hombres que hasta entonces la habían practicado (podemos agregar al catálogo illichiano la categoría de los arquitectos, que, desde el momento de su aparición en el siglo XIX, han expropiado a los hombres la capacidad de construir de la que habían dado muestra por milenios); la crítica de las nociones de escasez y de necesidad, que definen la economía de la era industrial y el Homo œconomicus constitutivamente necesario que le corresponde, a la vez cliente ideal del mercado capitalista y súbdito perfecto de la asistencia estatal; la crítica del fetiche vida y de la bioética, solidaria suya; la genealogía de los servicios de la secularización del pastorado eclesial; y, no por último, la reconstrucción estupenda de la transformación que sufren el libro y la lectura desde el siglo XII hasta hoy (In the Vineyard of the Text, 1993).

En todas estas investigaciones, está en cuestión una amenaza que concierne a la humanidad del hombre -a condición de precisar, sin embargo, que por «humanidad» no se entiende aquí una naturaleza biológica o culturalmente presupuesta, sino las prácticas inmemoriales a través de las cuales los hombres se vuelven la vida posible, es decir, aquella dimensión que Illich ha llamado «convivialidad». Problema filosófico por excelencia, si la filosofía es en primer lugar la memoria de la antropogénesis, es decir, del devenir humano del viviente hombre.

3. No es posible comprender una época histórica ni un pensamiento si no se conoce la experiencia del tiempo que constituye su condición. Precisamente la lucidez con la que Illich sitúa su pensamiento con respecto a esta experiencia define la pertinencia, a menudo irrefutable, de sus análisis. Es conocida la tesis de Schmitt según la cual todos los conceptos políticos son conceptos teológicos secularizados. Esta tesis tiene que ser precisada en el sentido de que esos conceptos secularizados son hoy esencialmente conceptos escatológicos. Si el pensamiento contemporáneo ha buscado eludir un arreglo de cuentas con su propia situación histórica, recurriendo a conceptos evidentemente inadecuados como fin de la historia, poshistoria, posmodernidad, esto es porque se funda realmente en una secularización de la escatología cristiana. Por esto Illich, con un gesto que recuerda a la proyección benjaminiana del mesianismo en la historia profana, puede tomar la palabra de su tiempo y mirar en él desde una perspectiva declaradamente apocalíptica. «Atribuirme la idea de que nuestra época sea una época poscristiana —declaró en las extenuantes conversaciones con David Cayley— sería completamente equivocado. Por el contrario, creo que nuestra época es, paradójicamente, la época más explícitamente cristiana, la cual podría estar muy cercana al fin del mundo».

4. El concepto tal vez central de la escatología secularizada de la modernidad es el de crisis. No sólo en la economía y en la política, sino en todo ámbito de la vida social, la crisis coincide hoy con el estado normal. De los tres campos semánticos que confluyen en la historia de este término (el jurídico-político de «juicio» en un proceso o en una asamblea, el médico de momento decisivo en una enfermedad, y el teológico de juicio final) sólo los dos últimos han contribuido a definir su significado en la modernidad.

Sin embargo, ambos significados sufren una transformación que concierne a su indicio temporal. Krisis significaba en la medicina antigua el juicio con el que el médico reconoce si el enfermo sobrevivirá o morirá, mejorará o empeorará. Este juicio coincide con un momento preciso en el desarrollo de la enfermedad, que Galeno llama «días decisivos (krisimoi, dies decretorii)». En el concepto moderno de crisis, en el que ésta se vuelve una condición permanente, la conexión con un instante de la decisión comienza a faltar. La crisis es separada de su «día decisivo» y prolongada indefinidamente en el tiempo.

Lo mismo le sucede al juicio final de la tradición teológica: el juicio era inseparable del fin de la cosa juzgada. Como escribe Tomás, «el juicio concierne al término, a través del cual las cosas son conducidas a su fin» (S. th. Suppl. q. 88, art. 1). «No se puede dar el juicio a una cosa mutable antes de su consumición […] por eso es necesario que el juicio final advenga en el último día, el único en el que se puede decidir completa y manifiestamente aquello que concierne a cada hombre» (ibid.,, III, q. 59, art. 5). En la secularización moderna de la «crisis», el juicio resulta en cambio separado de su conexión esencial con el fin y es hecho coincidir con el decurso cronológico, de tal modo que la cosa no puede nunca ser pensada en su cumplimiento y en su finalidad propia. Consiguientemente, la facultad de decidir de una vez por todas se debilita y la decisión incesante no decide propiamente nada.

5. Es a esta pérdida de la capacidad de juzgar en la modernidad a la que Hannah Arendt ha dedicado su reflexión en el libro sobre la banalidad del mal. La facultad de pensar y la facultad de juzgar son, para Arendt, distintas y, a la vez, están inextricablemente conectadas. El pensamiento no es una facultad cognitiva, sino aquello que vuelve posible el juicio sobre el bien y sobre el mal, sobre lo justo y lo injusto. Lo que le faltaba a Eichmann no era ni el raciocinio ni el sentido moral, sino la facultad de pensar y, por consiguiente, la capacidad de juzgar las acciones propias.

Illich representa la reaparición intempestiva en la modernidad de un ejercicio radical de la krisis, de una llamada a juicio sin atenuantes de la cultura occidental: krisis y juicio tanto más radicales, porque provienen de uno de sus componentes esenciales: la tradición cristiana. Como Benjamin, Illich se sirve, en efecto, de la escatología mesiánica para neutralizar la concepción progresista del tiempo histórico. Y lo hace según dos modalidades estrechamente entrelazadas: por un lado la experiencia del kairós, del instante decisivo, que quiebra la línea continua y homogénea de la cronología; por el otro la capacidad de pensar el tiempo en relación con su cumplimiento. El instante intemporal de la decisión y la novissima dies en la que el tiempo se consuma son, en los términos de Arendt, las dos puertas que el pensamiento entreabre a la facultad del juicio. Pero en el instante del juicio, el eschaton y el «ahora» coinciden sin residuos.

Es justamente esta situación original con respecto al tiempo y a la historia lo que define la pertinencia y la fuerza de la «crisis» illichiana de la modernidad. Cada una de sus investigaciones adquiere su verdadero sentido sólo si se la sitúa en la perspectiva unitaria de aquello que podemos considerar, junto a las de Hannah Arendt y de Günther Anders, como una de las críticas más amplias y coherentes a los poderes devastadores del progresismo, del «Absurdistán o infierno en la tierra» que éste, con todas sus buenas intenciones, ha realizado.

Si, como habíamos visto, esta crítica tenía sus raíces en la tradición cristiana, era, sin embargo, inseparable de la conciencia de la responsabilidad de aquella tradición en el destino de la modernidad. Si algo distingue el pensamiento de Illich de las críticas progresistas o reaccionarias de nuestra sociedad, es su enraizamiento en aquella tradición y, a la vez, la capacidad de salir de ella sin reservas en dirección de la filosofía. Y si la filosofía no es una disciplina, sino una intensidad que puede animar cualquier ámbito, en el caso de Illich la filosofía nace, entonces, como una intensificación del campo de tensiones del cristianismo de cara a las consecuencias catastróficas de su perversión secular.

6. Para comprender la situación de Illich con respecto a la tradición teológica hay que partir de las conversaciones citadas con David Cayley publicadas con el título The Rivers North of the Future(2005), Ríos al norte del futuro, y en las cuales -como en una entrevista precedente con el mismo Cayley- él, independientemente de toda intención testamentaria, ciertamente intentó proporcionar una clave de lectura de toda su obra. En ambas entrevistas aparece en cierto momento la expresión mysterium iniquitatis(«el misterio del mal»), en referencia al carácter inédito y extremo del mal con el que el hombre moderno ha de arreglar cuentas. «El mysterium iniquitatis es un mysteriumporque puede ser comprendido sólo a través de la revelación de Dios en Cristo. […] Pero creo también que el mal misterioso que entró en el mundo con la Encarnación puede ser investigado históricamente y que, para esto, no necesitamos ni fe ni credo, sino sólo una cierta capacidad de observación. ¿No es cierto que nuestro mundo está estropeado como en ninguna época precedente? Cuanto más me empeño en examinar el presente como entidad histórica, más me parece confuso, absurdo e incomprensible: me obliga a aceptar una serie de axiomas para los cuales no encuentro ningún paralelo en las sociedades pasadas y pone a la vista una combinación increíble de horrores, crueldad y degradación, que no tiene precedentes en otras épocas históricas […]. ¿Cómo explicar este mal extraordinario? Este problema podría ser considerado bajo una luz complemente nueva, partiendo del presupuesto […] de que no estamos frente a un mal de tipo ordinario, sino frente a la corrupción de lo mejor que adviene cuando se institucionaliza el Evangelio y cuando el amor es transformado en demanda de servicios. La primera generación de cristianos se dio cuenta de que se había vuelto posible un género misterioso —¿cómo lo debería llamar?— de aberración, deshumanidad, negación. Su idea del mysterium iniquitatis me provee una clave para comprender el mal frente al cual estamos hoy y para el cual no puedo encontrar una palabra. Como hombre de fe, tendría al menos que llamarlo la misteriosa traición o la perversión de ese tipo de libertad que los Evangelios trajeron».

Esta larga cita muestra bastante bien la particularidad de la aproximación de Illich a lo contemporáneo: si él reconoce con claridad su fundamento teológico, no renuncia por esto a la indagación puramente histórica. La especificad de su crítica consiste más bien justamente en la indagación de la modalidades a través de las cuales se ha cumplido el paso de lo extrahistórico a lo histórico y de lo teológico a lo profano: cómo, por ejemplo, las nociones de amor, libertad y contingencia, que el cristianismo había inventado, son transferidas a los servicios, al Estado y a la ciencia, produciendo exactamente lo contrario de lo que ellas eran en su origen; y cómo las concepciones de la Iglesia como societas perfecta se acabaron con la producción de la idea moderna del Estado como detentor del gobierno integral de la vida de los hombres en todos sus aspectos. Éste es el paradigma de la corruptio optimi quae est pessima, a través del cual Illich observa la historia de la Iglesia.

7. La expresión mysterium iniquitatis proviene de la segunda epístola de Pablo a los tesalonicenses. En esta epístola Pablo, hablando de la Parusía del Señor, describe el drama escatológico como un conflicto que ve por un lado al mesías, y por el otro a dos personaje que él llama «el hombre de la anomia», ho anthropos tes anomias(lit. «el hombre de la ausencia de ley»), y «aquel que retiene» (ho katechon): «Que nadie los engañe de ninguna manera. Antes debe venir la apostasía y revelarse el hombre de la anomia (ho anthropos tes anomias), el hijo de la destrucción, aquel que se contrapone y se eleva por encima de todo lo que porta el nombre de Dios o recibe un culto, hasta sentarse en el templo de Dios, mostrándose él mismo como Dios. ¿No recuerdan que cuando estaba todavía entre ustedes, les decía esto? Ahora saben lo que lo retiene actualmente de manera que no se revele más que en su tiempo. El misterio de la anomia (mysterion tes anomias, que la vulgata traduce como mysterium iniquitatis) está ya a la obra. Pero sólo hasta que aquel que retiene sea apartado de en medio, y es entonces cuando el impío (anomos, lit. «el sin ley») será revelado, y el señor Jesús lo hará desaparecer con el soplo de su boca» (2 Tes. 2, 2-11).

Mientras que el «hombre de la anomia» ha sido identificado por la tradición exegética con el Anticristo de la primera epístola de Juan (2, 18), para «aquel que retiene» ya a partir de Agustín -que habla de él en la Ciudad de Dios (XX, 19)- ha sido propuesta una doble interpretación. Según algunos (entre quienes se encuentra Jerónimo y, entre los modernos, Carl Schmitt, que ve en el katechon la única posibilidad de concebir la historia desde un punto de vista cristiano) la alusión es al Imperio Romano, que actúa como un poder que retiene la catástrofe del fin de los tiempos; según otros -entre quienes se encuentra un contemporáneo de Agustín, Ticonio- aquello que retrasa el drama escatológico es la naturaleza dividida de la Iglesia, que tiene un lado santo y luminoso y, a la vez, un lado oscuro y siniestro, en el cual crece y mora el Anticristo.

Es en esta tradición exegética donde se inscribe de algún modo también la lectura particular que Illich hace del mysterium iniquitatis. No se trata para él, según una interpretación que ha encontrado amplia difusión entre los filósofos y los teólogos contemporáneos, de un misterio metahistórico, de un hondo drama teológico que paraliza y vuelve enigmática toda acción y toda decisión, sino de un drama histórico, por lo tanto, como habíamos visto, de aquella corruptio optimi pessima que, a través de un proceso secular, ha llevado a la Iglesia a dar a luz, en su seno, su perversión anticrística en la modernidad. Y en este drama histórico, en el que el eschaton, el último día, coincide con el presente, con el «tiempo de ahora» paulino, y en el que la naturaleza dividida -a la vez crística y anticrística- del cuerpo no sólo de la Iglesia, sino de toda sociedad y de toda institución humana, alcanza al fin su apocalíptico desvelamiento, es de este drama histórico que Illich eligió sin reservas y sin ambigüedad formar parte.

8. También Gender, el libro de 1982 que aquí se vuelve a proponer, tiene que ser situado en esta perspectiva. Como Illich escribe más de diez años después en el importante prefacio a la segunda edición alemana (hasta aquí inédita en italiano), también este libro nace de la «repugnancia» frente a la «terrible corrupción de aquello que es más excelente», que hasta el final siguió siendo para él «el enigma en el cual arrojar luz». Pero, al mismo tiempo, sugiere Illich, el libro marca un viraje en la investigación de su autor. La pérdida del género y su transformación en sexualidad -que constituye el tema del libro- son tratadas aquí no ya en la forma de una «crítica agresiva» de la modernidad, sino en aquella, «ponderada», de una investigación sobre la «historia social del “nosotros” vivido», es decir, de una reflexión «sobre la mutación en los modos de la percepción» del cuerpo y de sus relaciones con el mundo que, bajo la presión de los «rituales mitopoiéticos» (Illich nombra entre éstos la escuela, la medicina, la misión, la urbanística, los transportes, la propaganda) han llevado al deterioro y a la pérdida de innumerables formas de vida vernaculares. Hay que agregar aquí una importante precisión a cuanto hemos dicho sobre el rigor de la crítica de Illich a la modernidad. El juicio es, para él, tanto más implacable, en cuanto que se trata de su memoria y de su única posibilidad de salvación de aquel universo vernacular que él no se cansa de evocar y describir en todos sus aspectos. El juicio es despiadado, porque en él las cosas aparecen como perdidas e insalvables; la salvación es benigna, porque en ella las cosas aparecen como enjuiciables. La difícil trama de juicio y salvación define el ethos particular de la escritura y del pensamiento de Illich.

Este desplazamiento, en la ardua cresta entre juicio y salvación, entre memoria histórica y crítica del presente, puede explicar la desorientación y el desconcierto con el que el libro fue inicialmente acogido. La reivindicación del «género» (gender es en inglés una categoría exclusivamente gramatical) -que permanece en una «dualidad del humano» que distingue «los lugares, los tiempos, los utensilios, las tareas, los modos de hablar, los gestos asociados a los hombres de aquellos asociados a las mujeres»- contra el «sexo», concebido en cambio como la polarización de todas aquellas características, dignidad y derechos que, a partir de finales del siglo XVIII, se atribuyen en modo idéntico a todos los seres humanos, era demasiado insólito a un oído moderno para ser íntegramente aceptable. En el mismo sentido, la crítica de la «aspiración organizada de las mujeres a la igualdad económica», prisionera de la misma lógica capitalista que creía combatir, era en aquellos años todavía precoz. Queda la circunstancia singular de que, algunos años después -al menos a partir del libro de Judith Butler Gender Trouble (1991)- el término gender se impone hasta transformar la propia denominación de los estudios sobre el feminismo, reformulados ahora en la nueva rúbrica académica de los Gender studies. En el libro de Butler, sin embargo -que además critica el primado de la dimensión biológica del sexo contra la cultural del género- el nombre de Illich no aparece.

Muchas señales dejan conjeturar que, también en este ámbito, el pensamiento de Illich haya alcanzado la hora de su legibilidad. Pero ésta sólo será posible hasta cuando la filosofía contemporánea se decida a arreglar cuentas con este maestro celebérrimo y, sin embargo, obstinadamente mantenido en los márgenes del debate académico.//

[Traducción de la «Introduzione» que Giorgio Agamben redactó para una reedición italiana –Genere, Vicenza, Neri Pozza, 2013- del libro de Ivan Illich, Gender, publicado en 1982]

Hakim Bey. La religión anarquista [2009]

La religión anarquista

(Hakim Bey)

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A menudo se dice que nosotros los anarquistas ´creemos que los humanos son buenos por naturaleza´ (como la planta china Mencius). Algunos, sin embargo, dudamos de la nocion de la bondad inherente y rechazamos el poder de otra gente sobre nosotros precisamente porque no confiamos en los bastardos.

Parece insensato generalizar sobre las ´creencias´ anarquistas ya que algunos somos ateos o agnósticos, mientras que otros incluso pueden ser católicos. Por supuesto, a unos cuantos anarquistas les encanta dejarse llevar por el falso, desagradable y sin sentido ejercicio de excomulgar la variedad de fes entre sus camaradas.

Esta tendencia de grupúsculos antiautoritarios de denunciarse y excluirse unos a los otros me parece una especie de cripto-autoritarismo. Me gusta más la idea de un anarquismo lo suficientemente grande como para cubrir casi todas las variantes del dogma en una especie de acéfalo pero no rígido ´frente unido´ (o ´unión de egoístas´ como señala Max Stirner). Este paraguas tiene que ser amplio para cubrir tanto a los ´anarquistas espirituales´ como a los más inflexibles materialistas.

Nietzsche basó su causa en la ´nada´ -pero acabó sugiriendo una especie de religión sin moral ni dios (Zaratrusta, ´empoderamiento´, ´eterno retorno´, etc.) En su última Cartas Locas desde Turín, él parece autoproclamarse (anti)-mesías de esta fe bajo la firma de ´Dionisos el Crucificado´. Sin embargo, incluso el axioma ´nada´ requiere de un elemento de fe y puede conducirnos a una especie de experiencia espiritual o mística: el autodenominado hereje está simplemente proponiendo una creencia diferente. ´La Muerte de Dios´ es misteriosamente seguida por el renacimiento de ´los dioses´ -deidades paganas del politeísmo. Así, Nietzsche propone la repaganización del monoteísmo cuando habla como Cristo-Dionisio -un proyecto lanzado en el Renacimiento por herejes y neopaganos como Gemisto Plethon y Giordano Bruno (quemado en el Vaticano en 1600).

Esta misma tarea -repaganizar el monoteísmo- fue llevada a cabo brillantemente por los esclavos africanos que crearon la Santería, el Vudú, el Candomblé, y otras religiones en las que los Santos Cristianos son identificados o sincretizados con deidades paganas. Chango ´es´ Santa Bárbara; Oggun, dios de la guerra, es el Arcángel Miguel, y podría ser considerado como Marte, el rey romano de la guerra también. (Véase M.A. De Latorre, Santería)

Los santos son ´máscaras´ de los espíritus oprimidos -pero no meros disfraces. Muchos santistas son a la vez católicos y paganos -¡y enloquecen a la Iglesia!

Como mi amigo antropólogo Jim Wafer dijo en The Taste of Blood, las fes del Nuevo Mundo no son exactamente ´opio para el pueblo´ (incluso en la curiosamente positiva y anhelante manera en la que Marx usó esta frase), sino que son áreas de resistencia contra el poder maligno. En estas religiones Dionisio puede, de hecho, ser Jesús -u Obbatala Ayagguna- en un delirio deliberado de panteísmo donde nada depende de meras creencias porque la posesión real en trance por los ´santos´ (Orishas, Loas) permite a todos ver, tocar e incluso ´ser´ dioses ellos mismos. (Wafer fue una vez invitado a beber en un bar en Recife por un extraño que resultó ´ser´ una deidad menor amante del ron.) Además -y es otro concepto nietzscheano- estos cultos valoran la magia por encima de la moralidad y creen en dioses que pueden ser ladrones, brujas, queers, jugadores, etc.

Oscar Wilde fue el primero en darse cuenta del profundo parecido entre el anarquismo y el taoísmo que estructuralmente es una diversidad acéfala de sectas (paganas) politeístas, con una tendencia hacia la heterodoxia y valores sociales no autoritarios. Obviamente muchas formas de taoísmo -o cualquier sistema pagano- fueron cómplices del Estado. Podríamos llamarlos Ortodoxos y, en este sentido, predecesores del monoteísmo. Pero el espíritu pagano siempre incluye un elemento anárquico, una resistencia paleolítica hacia el Estado/Iglesia y sus jerarquías. El paganismo crea nuevos cultos, o retoma antiguos cultos que son y deben ser heréticos frente al consenso que rige. (El paganismo de la antigua Europa ´sobrevivió´ como brujería medieval y así sucesivamente).

En la Roma clásica, los cultos mistéricos helenísticos orientales, sincretismos mágicos de los griegos, egipcios, babilonios e incluso los rituales y el panteón indio, amenazaron el orden imperial y tradicional. Uno de estos cultos, la herejía judía, triunfó al derrocar el paganismo clásico.

Una dialéctica similar puede funcionar en los EE.UU. del siglo XXI con su complejo de Imperio, su 60% de ciudadanía que va a la iglesia, su electrónico ´pan y circo´, su consciencia basada en el dinero, etc. Una masa de cultos mistéricos orientales y New Age continúan proliferando y transformándose en nuevas formas, dando lugar a una especie de heterodoxia popular o una diversidad de sectas paganas, algunas de ellas inherentemente peligrosas para la autoridad central y la tecno-pathocracia capitalista. De hecho, varias secciones del anarquismo espiritual podrían ser mencionadas aquí como parte del espectro.

Los cultos fascistas y fundamentalistas no deben ser confundidos con las tendencias espirituales antiautoritarias representadas por el auténtico neochamanismo, una espiritualidad psicodélica o enteogénica, la religión Americana de la Naturaleza de acuerdo con anarquistas como Thoreau, que comparte intereses y mitos con el Anarquismo verde, el primitivismo, tribalismo, la resistencia ecológica, actitudes nativo-americanas hacia la naturaleza… incluso con el festivalismo Rainbow and Burning Man.

Aquí en Catskills, tuvimos Krishnamurti, Dalai Lama, Hasidismo, comunismo, budismo, agricultura postindustrial y slow food, comunas hippies de los 60, Tim Leary, swami sobre pandit, wicca sobre druidismo, sufíes y yoguis, un paisaje maduro para el sincretismo y universalismo espiritual, una mezcla de enthusiasmos para la revolución verde, si solo una chispa encendiera una antorcha, o lo que uno pudiera soñar.

Dentro de la creencia, situaría la noción de Walter Benjamin de la Iluminación Profana. ¿Cómo –se pregunta- puede la experiencia espiritual ser garantizada fuera de la religión o de la creencia? Parte marxista, parte anarquista, parte cabalista, siguió la misión del antiguo romanticismo alemán de repaganizar el monoteísmo ´como sea´, incluyendo herejía, magia, poesía, hachís… La religión ha robado y suprimido el ´sacramento eficaz´ de los antiguos chamanes, magos y mujeres sabias -y la revolución debe restaurarlo.

Recientemente, la idea de un romanticismo histórico o un ocultismo de izquierdas ganó la aceptación y no necesita ser defendida. La estatua de Bruno en el ´Flowery Field´ donde él murió recuerda un ícono para los librepensadores y rebeldes de Roma, quienes lo mantienen cubierto de flores rojas. El alquimista Paracelso se situó con los campesinos en el levantamiento en contra de la nobleza luterana. Una lectura emersoniana del romanticismo alemán (especialmente Novalis) podría interpretar sus ´primeros pensamientos, mejores pensamientos´ como una semilla y fruta de la revolución. William Blake es una institución herética por él mismo. El ala izquierdista del romanticismo francés (y el ocultismo) dan nacimiento a Charles Fourier, a Nerval y a Rimbaud. Esta profunda tradición de la ´revolución romántica´ debería ser añadida a la consideración de cualquier posible espiritualidad anarquista.

Los místicos claman que la ´creencia´ es un engaño. Solo la experiencia garantiza certeza, mientras que para la mera fe no se requiere más. Ellos podrían incluso defender la (auto) liberación mística o espiritual ante la opresión de la religión organizada. Blake instó a todo el mundo a conseguir su propio sistema y no ser un esclavo de alguien más, especialmente de la Iglesia. Y. G. De Nerval, quién tenía como mascota una langosta llamada Thibault que llevaba de paseo por los jardines del Palacio Real de París con una correa de tela azul, al ser acusado de no pertenecer a ninguna religión, respondió: ´¿Cómo no tengo religión? ¿Por qué? ¡Yo tuve al menos diecisiete de ellas!´

En conclusión. Cualquier sistema liberador de creencias, hasta los más libertarios o libertinos, pueden girar 180 grados hacia un dogma rígido. Lo mismo sucede con el anarquismo (como es el caso del último Murray Bookchin). Por el contrario, dentro de las religiones el deseo natural humano de libertad puede esculpir espacios secretos de resistencia (como Los Hermanos del Libre Espíritu o las sectas derviches).

Las definiciones son menos importantes que cultivar lo que Keats llamó ´capacidad negativa´ -la habilidad para surfear la ola de la liberación no importa el aspecto externo que pueda tener. En los años 50, podría haber sido ´Beat Zen´ (que desgraciadamente parece haber desaparecido); hoy podría ser el neo-paganismo o el hermetismo verde. El anarquismo actualmente necesita superar y repeler su histórica adoración del ´progreso´.

Por eso pienso que podría beneficiar este ´relajarse´ del ateísmo del siglo XIX y reconsiderar la posibilidad (paradójica) de una ´religión anarquista´.

[In memoriam Franklin Rosemont. Nota: el tipo de anarquismo hermético propuesto aquí caracteriza al último Breton y al último surrealismo. También podría invocar el gran libro del poeta árabe Adonis Sufism & Surrealism. Y recomendar la edición de Harvard de W. Benjamin, On Hashish. Algunas veces está bien quitarse de encima esa antigua locura deliberada de los sentidos… Algunas veces el opio del pueblo es… opio.]

Peter Lamborn Wilson, Hakim Bey

Día de San Nicolás 2009

{Crédito: traducido en los foros de alasbarricadas.org por Alfred Ludd}