Escritos Paranoicos / Polosecki – Sálmacis, 2024 – [Presentación de formato E-book, 329 páginas]

Nueva edición, año 2024, corregida y ampliada. Además de los escritos ya conocidos, esta edición incluye “Una traducción imposible”, un texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar, el texto de contratapa, el índice y finalmente un video descriptivo con más información.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

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Escritos Paranoicos / Polosecki -Sálmacis, 2024- [Ebook]

Nueva edición año 2024, corregida y ampliada. Incluye “Una traducción imposible”, texto inédito referido a Polosecki, a su relación con un escritor argentino que se suicidó en medio del desprecio editorial y que hoy es de culto, y a las riesgosas batallas ideológicas de quien se aferra a la bandera heterodoxa. Luego de la imagen de tapa pueden encontrar el índice.

CONTRATAPA: Los textos reunidos en Escritos Paranoicos / Polosecki, indagan, a partir de la figura de Gustavo Fabián Polosecki [1964-1996], la oscilación y la fusión entre paranoia, locura, anarquismo místico, revolución y el enigmático gesto final suicida. En sus últimos días en el Tigre, Fabián “…estaba muy insistente con el tema de concientizar para una revolución, pero no me sonaba a algo anarco, sino a algo organizado y sistémico…”- comentaba un amigo de Polo, con una particular perspectiva sobre ese objetivo revolucionario. Esta discusión –que está atravesada por el sentido común, la inconsistencia ideológica y las contradicciones- se replica de alguna manera en la biografía de periodistas locales heterodoxos como Enrique Symns a quien Polosecki admiraba, y Salvador Benesdra quien se suicida coincidentemente en 1996. Además de los seis textos recopilados, uno de ellos hasta este momento inédito, el volumen incluye la transcripción de artículos periodísticos con la firma de Polosecki, la lista de sus programas, sus premios, los homenajes y una bibliografía que abarca la producción surgida de la historia de vida de este ícono cibercultural disidente.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN / p.  5

POLO MÍSTICO / p.  14

FABIÁN POLOSECKI, MÍSTICA Y ANARQUISMO / p.  32

POLOSECKI. A VEINTE AÑOS DEL SUICIDIO DE UN DISIDENTE / p. 92

EL FANTASMA / p.  108

POLOSECKI & SYMNS CONTRA ESTE SITIO INMUNDO / p.  214

UNA TRADUCCIÓN IMPOSIBLE / p. 226

TRANSCRIPCIONES DE ARTÍCULOS / p.  280

El zorro interminable   

Bob Dylan, Oh Mercy (Cbs)   

Se fue Highlander. ¿Qué quedó?   

ARCHIVO POLOSECKI / p.  287

Periodista / autor / p.  288

Ciclos televisivos / p. 292

Premios / p. 296 

Proyectos inconclusos / p. 296    

Ecos e influencia / p. 296 

Bibliografía / p. 305

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Postales del infierno. Reseña de ´No somos una banda´ (1991) de Orlando Espósito

No somos una banda´, la primera novela de Orlando Espósito (Banfield, 1946), fue publicada por Editorial Grupo Cero a comienzos de 1991. El oficio de escritor en la vida de Espósito estuvo entrelazado con lo profesional entre impresoras, computadoras y una chacra sureña. Sus apuestas narrativas subsiguientes lo condujeron desde la Argentina post-apocalíptica a la novela negra (´El fantasma verde´, ´Los secuestradores´, ´Dejad a los niños venir´) y a relatos publicados en blogs. Con ´escenas de gran realismo en una pesadilla que no da tregua´ y a partir de un interrogante fatal -´¿cómo reaccionaría cada uno de nosotros, sin otra ley que el instinto y la lucha por la propia subsistencia?´-intentamos quitarle el polvo a este singular destello de la ciencia ficción local.

Ciento veintidós páginas. Veintisiete capítulos. Una contratapa: “´No somos una banda´ es una visión estremecedora de lo que podría haber sucedido en nuestro país; tal vez, de lo que está aún por suceder. ¿A qué extremos de salvajismo y barbarie somos capaces de llegar sometidos a presiones extremas? ¿Cómo reaccionaría cada uno de nosotros, sin otra ley que el instinto y la lucha por la propia subsistencia? ¿Qué es lo que queda de un Estado, cuando la ineficacia y la corrupción de sus dirigentes alcanzan su máxima expresión? Un país sumergido en el caos, habitado por seres en los que la civilización es apenas un recuerdo, se transforma en un mundo distinto que todos hemos temido e imaginado alguna vez. Un mundo en el que todo ha cambiado: la vida, el sexo, el amor…”.

   Y por supuesto la situación económica. La cesación de pago de la deuda de los países del Tercer Mundo han llevado al globo al borde del colapso, menos en Argentina donde el colapso ocurrió. Devastado por la hiperinflación desde hace tres años, el país naufraga sin gobierno, sin ejército y sin ley, y con su territorio reducido a la mitad por las invasiones de Chile, Brasil e Inglaterra. “Después de todo –sugiere el protagonista- era un lejano país del fondo del hemisferio, notorio… por su ingobernabilidad. Bárbaros disimulados bajo una fina capa de esmalte para quienes la democracia y las modernas nociones de Estado eran… un exceso…” [II].

   El ´linchamiento del Congreso´ fue el punto de no retorno de la revuelta: “Retengo una confusa cronología de los hechos que condujeron a la catástrofe: Los primeros saqueos a supermercados, los cortes de luz programados…, las farmacias sin medicamentos, los discursos oficiales teñidos de sorpresa y preocupación. Nadie se dio cuenta de que algo estaba empezando.” Bandas, o mejor, grupos armados se dedicaron a la depredación. “Comenzó la escasez de alimentos. Se quebró la cadena de producción y distribución. Sobrevinieron los despidos en masa. Los obreros tomaron las fábricas pero nada tenían que fabricar.” Desaparecieron la electricidad y el gas, y emergieron la ira, los rostros enrojecidos y los puños blandiendo armas. “Nada quedó a salvo de la ira, y todos los árboles, todos los postes, todos los monumentos, fueron utilizados para colgar a los funcionarios y a los políticos… imposible saber cuántos eran. Algunos más colgados que otros, pero todos colgados… Me estremece el asco y el espanto de aquellos días. El incendio de la Casa Rosada, del banco Hipotecario, de la Catedral…” [V].

  El linchamiento instaló la incertidumbre y el hambre, según su memoria siempre oscilante: “¿Qué fue lo que pasó? Tal vez, algún día, los historiadores y los sociólogos, puedan… elaborar una explicación. Hoy no tengo memoria suficiente para ver, siquiera, el pasado inmediato, y me fatiga pensar en el futuro lejano. Puedo hacer planes para mañana, para pasado mañana, quizá. Es más importante una lata de arvejas… Es más, creo que ya no sabría multiplicar ni dividir. Hasta es probable que no logre recordar las estrofas del Himno Nacional…” [I].

   Pero todavía las recuerda -´Oíd mortales…´, etcétera- y las recordará hasta agotarlas, verso a verso, en el final de cada capítulo impar, como un mantra paradójico que rubrica que las acciones que acabamos de leer sucedieron en una tierra que ya no es aquella que solía llamarse Argentina.  

   Los capítulos pares son para Rita y sus dos hijos, Andrés y Federico, quienes emigraron a Francia en un avión como refugiados cuando todavía era posible abandonar el país. Su perspectiva de exiliada contrapone la salida –“Cuando el avión sobrevoló los suburbios vio las columnas de humo y las llamas color amarillo y ocre que brotaban…, las autopistas cubiertas de automóviles amontonados, inmóviles para siempre, muchedumbres reducidas al tamaño de hormigas marchando…” [II]- con el arribo al campo de refugiados en suelo europeo: “La escalerilla daba a una zona demarcada por un vallado tras el cual montaban guardia los soldados… Grandes lámparas de mercurio encandilaban a los recién llegados. Uno tras otro debían ingresar en una casilla donde eran sopleteados con un polvo blanco que olía a DDT. Luego, entraban en el hangar donde cumplían la cuarentena. Un hombre protegido con un barbijo y guantes quirúrgicos les entregaba una ficha que debían completar con datos personales” [IV]. Detrás del olor a desinfectante quedaban la identidad y la pertenencia a un país que había perdido la confianza, la solidaridad y la idea de comunidad, sumido en el ´sálvese quien pueda´.

    Rita sufría con sus hijos trabajando en Francia como sirvienta y pensando cada día en la posibilidad de volver y de reencontrarse con su marido, el narrador de los capítulos impares quien desde la desolada Buenos Aires creía que su familia estaba en Brasil o en España.

   La falta de comunicación era total. La solución estaba muy lejos o en manos ajenas: “…las Naciones Unidas habían logrado establecer una zona de seguridad en el aeropuerto de Ezeiza… Los primeros contingentes de cascos azules fueron desbordados por la multitud y las toneladas de víveres, los kilómetros de vendas y los tambores de desinfectante no alcanzaron para frenar la marea humana… Los soldados… tuvieron que disparar para salvaguardar sus propias vidas.” [XV] Rita seguía el curso aproximado de las acciones por los noticieros. Los videos eran filmados por periodistas “…desde gran altura porque la gente les disparaba como si fueran enemigos.” [VIII] Se veían escenas de carnicería vacuna y también humana -si lo ameritaba la presa en disputa.

   Escapar a ese caos era entrar en ´zonas de cuarentena´, ´áreas sanitarias´, ´campos de embarque´ o irse directamente de la ex capital.

   En una escaramuza, el narrador se suma a un grupo cuyo líder, Jorge, era un viejo conocido. Esta comunidad excepcional resistía en un edificio del centro porteño y junto a ellos el protagonista consolida la posibilidad de planificar la huida hacia Uruguay o hacia las provincias. “La mayoría huyó hacia el campo pensando que allí obtendrían más fácil lo necesario para vivir…” [IX]. En la ciudad todo era desconfianza y escasez. De combustible, de leña, de carne fresca (de perros), de fósforos secos. El dinero no servía. Lo más preciado del día tal vez hubiera que robárselo a un muerto.

   El grupo comandado por Jorge había aprendido a cultivar con tachos abiertos por la mitad, a cocinarse y a calentarse con ceniza empapada en kerosén y a aprovechar los sacudones del deseo para intimar bajo condiciones adversas. “Era una mujer distinta de las que yo recordaba –nos cuenta luego de las primeras noches. Era la mujer de los años de la adversidad. Desgreñada, el pelo cortado toscamente… Estuvimos muchas horas tras de la cortina… De los dos brotaba un olor rancio, agrio. Era el olor de nuestras pieles sin jabón ni desodorante, olor humano.” [IX]

   En el mundo exterior, mientras tanto, el asesinato estaba a la orden del día. Era el salvoconducto para sobrevivir. “Desde que se generalizó la revuelta, la gente no soportaba ser comandada por nadie y los líderes terminaban con una bala en la espalda.” [IX] Todos eran enemigos, aunque no tan enemigos si tenían una bendita bala incrustada porque, aunque parezca imposible, un día todo cambió y para peor.

   Aparecieron los primeros muertos ´sin marca de violencia´. “Comprendimos que era la peste que mencionaba la radio. Adoptamos estrictas medidas sanitarias. Colocamos… acaroína en la puerta de entrada. Debíamos hundir las suelas en el líquido desinfectante antes de ingresar… Abandonamos el despojo de cadáveres y hervíamos el agua aunque fuera de lluvia.” [XIII]

   La consigna fue a partir de allí impostergable: “Tenemos que salir de la ciudad…”.  El grupo se preparó entonces para migrar, unos hacia Uruguay, otros hacia Mendoza donde hablaban de un gobierno provisional. Camino al delta se encuentran con otros mundos, “…una aldea de pescadores formada por antiguos vecinos de Vicente López”, pero los guardias los hacen retroceder del ensueño y antes de abandonarlos les enrostran cómo obtenían los alimentos. “El río estaba limpio, se había acabado la mugre”. A escasos kilómetros de la metrópolis pestilente, el pequeño poblado mantenía una vida apacible: “…huertas llenas de almácigos, plantas de tomate y ají, árboles frutales y limoneros… Un par de botes realizaban maniobras de pesca… El río tenía vida, los peces habían sobrevivido al tanino, a las cloacas, al plástico y al petróleo.” [XXIII]

   Aun cuando en los capítulos finales la novela apele a la esperanza colectiva, en conjunto deja el sabor rancio de aquel cóctel explosivo que fue la transición de los experimentos alfonsinistas a los delirios menemistas y que podría resumirse con este amargo recuerdo de Rita: “…somos peores que pordioseros. Nos engañaron. Nos dijeron que el nuestro era el mejor país del mundo, que comíamos más carne que nadie, que éramos los que teníamos mejores profesionales y técnicos.” [VIII] Esa Argentina fragmentada en bandas y bajo un nuevo orden económico era el chisporroteo de una fallida nacionalidad: “Una vez quebrada la delgada protección de la sociedad organizada, no hay peor enemigo para nosotros que nuestros congéneres.” [XXIII]

   La novela de Espósito permanece todavía hoy como un secreto más citado que leído. En 2006 Fernando Reati la incluyó en Postales del porvenir -un análisis de la ´literatura de anticipación´ en Argentina entre 1985-1999- volumen que abordaba otras doce obras: Manual de historia (1985) de Marco Denevi; La Reina del Plata (1988) de Abel Posse; Una sombra ya pronto serás (1990) de Osvaldo Soriano; Las repúblicas (1991) de Angélica Gorodischer; El aire (1992) de Sergio Chefjec; La ciudad ausente (1992) de Ricardo Piglia; Los misterios de Rosario (1994) de César Aira; La muerte como efecto secundario (1997) de Ana María Shua; El oído absoluto (1989/1997) de Marcelo Cohen; Cruz diablo (1997) de Eduardo Blaustein; Planet (1998) de Sergio Bizzio; 2058, en la Corte de Eutopía (1999) de Pablo Urbanyi.

   Todos estos artefactos narrativos ofrecen en su conjunto un muestreo suficientemente amplio de la fuerza no siempre reconocida de la ciencia ficción local –Reati insiste con ´ficción anticipatoria´- para indagar en las transformaciones sociales y culturales que se expandieron como reguero de pólvora al filo del nuevo milenio.

   Novelas como ´No somos una banda´ advierten con lucidez la futura pesadilla en los rescoldos de los años ochenta atizados por los primeros coqueteos del menemismo. Alejado de los grandes imperios tecnológicos, lo que determina la explosión del país austral es un factor poco menos que metafísico: una inédita variable financiera justifica la catástrofe narrativa.

   Un cierto llorisqueo nacionalista por la pérdida de valores y por la disolución de una comunidad supuestamente unida, sugiere la tapa del libro con una lágrima que cae desde un ojo color bandera. Menos sensiblero es el devenir de los personajes y de la propia novela que por sobre todo parecen apuntar a la enjundia de la frase de cabecera que Espósito tomó de los ´Proverbios del infierno´ de William Blake y que engarza justo con este cierre: “Aquel que desea y no actúa, engendra la peste” [´He who desires but acts not, breeds pestilence´].///

{Este texto fue publicado, en una versión por momentos diferente, por Revista Colofón como Postales del infierno}

Borges rabino

Reseña de Borges y la Cábala. La búsqueda del verbo de Saúl Sosnowski. Buenos Aires, Modesto Rimba, 2017, 110 págs. “Prólogo” de Beatriz Sarlo.///

Hace algunos años leí Borges y la cábala. La búsqueda del verbo en la traducción al portugués -Borges e a Cabala. A busca do verbo- que en 1991 ofreció al lector brasileño Editora Perspectiva en su Coleção Debates, número 240. Este avatar paulista del texto de Sosnowski comparte su contenido en gran medida con la novedosa versión que a inicios de este año 2017 dio a luz la editorial porteña Modesto Rimba.

  Comienzo por el núcleo del libro para luego detenerme, siempre con ambas ediciones a la vista, en algunas cuestiones periféricas.

  El volumen propiamente dicho abre con un “Pre-texto” que recoge el prólogo del autor a la segunda edición de 1986, a cargo de editorial Pardés. En esa ocasión, a tres meses de la muerte del escritor, Sosnowski retoma la conferencia dedicada a la cábala, e incluida en la serie de charlas denominada Siete noches [1977], en cuyo sexto encuentro Borges, contra el imaginario popular de antigualla de pases y conjuros, destaca la vigencia del corpus cabalístico como ´metáfora del pensamiento´. 

   La indagación obsesiva en las diversas variantes de un texto y la búsqueda incesante del Verbo reúnen la empresa del cabalista y la del poeta, procurando darle algún sentido al escurridizo mundo a través de las letras y de los caracteres que lo conforman, dice Sosnowski. “Des-cubrimiento / re-velación son términos que acercan el ejercicio de las letras al sostén de una ética y una práctica que anhela una totalidad que intuye inaccesible”. Y añade: “Si a través del verbo el cabalista ansía llegar… al Absoluto, en Borges, la meticulosamente montada ficción hecha de azares… se inscribe en un propósito más modesto: un orden literario que organiza el caos…”.

   El primer capítulo “Convergencias/Divergencias” sienta las bases de la tarea: “…este trabajo intenta mostrar la filiación que existe entre ciertos textos ´Borges´ y la Cábala en cuanto a la aceptación del Verbo como instrumento de creación y no como mero símbolo arbitrario para designar los elementos de la realidad.” 

   La idea básica es que la Toráh –el Pentateuco, es decir, los primeros cinco libros de la Biblia- son obra de una divinidad todopoderosa y que, en consecuencia, indagar en cada una de las ínfimas partes que la componen -como hace el cabalista con su materia prima las veintidós letras del alefato- supone adentrarse en los secretos del idioma divino, origen de la creación. Ilustra esta concepción la narración talmúdica que cuenta la advertencia que recibe un escriba de la Toráh de ser extremadamente cuidadoso con su tarea porque un error en una letra podría acarrear la destrucción del mundo. 

   Esas son las convergencias. Existen también las divergencias.

   La divinidad utiliza el lenguaje o el Verbo para crear (´hágase la luz´). El poeta con su verbo recrea a partir de lo existente. Rebuscar el sentido en los intersticios de las palabras es afanarse por desentrañar el misterio de la creación. Ahora bien, si el creyente busca secretos divinos en la escritura con el anhelo de allanar el camino hacia una comunión mística con el Creador, el poeta que es Borges –afirma Sosnowski- deja de lado motivaciones teológicas y se centra en los mecanismos interpretativos y compositivos, alentando a enfrentar los textos literarios como el resultado de una inspiración mecánica en la que no interviene el azar. En la variante borgeana, ensayar infinitas combinaciones textuales no nace de la fe sino de la necesidad de justificar la presencia humana sobre la Tierra, un plano vivencial a priori sin sentido.

   El segundo capítulo “El verbo cabalístico” se concentra ´en la visión que los cabalistas tienen del lenguaje´ para ´un mayor esclarecimiento de los textos de Borges´.

   Cábala –kabbaláh- significa ´tradición´ y también ´recepción´ en tanto recepción de las tradiciones religiosas y de los secretos de las Escrituras. La cábala no es un dogma, sin embargo en sus largos siglos de pervivencia mantuvo preocupaciones y concepciones básicas: la Toráh –el objeto de estudio de los cabalistas- es un texto que incluye todo aspecto relacionado con lo que es o con lo que puede ser, y es ajena a la contingencia del tiempo; los hechos que narra no son lineales sino que reflejan secretos que los iniciados podrán dilucidar mediante claves interpretativas; si la Toráh narra desde el ´no es´ al ´es´, invirtiendo el camino creativo -desandándolo- se llegaría a la propia divinidad ya que la Toráh también es vista como la explicación del nombre sagrado, el Tetragrama; el texto carece de linealidad y desandarlo es laberíntico porque de lo contrario la divinidad sería asequible a cualquier interesado con un poco de pericia; el propósito de la cábala es recobrar el secreto de la creación; ese delicado estudio no es filosófico-racional, sino mágico y se basa en considerar al texto sagrado como una cadena de alegorías que sobrepasan infinitamente la exposición literal; incluso en el dato más trivial del texto puede esconderse una verdad cósmica. 

   Sosnowski asegura al cierre del segundo capítulo que “…la Cábala le ha asignado al lenguaje la tarea suprema de reflejar –de ser- una manifestación directa de la Divinidad.” Al ser humano le corresponden, los medios para interpretarlo y, según su capacidad, acceder a los secretos para ponerse en diálogo con lo divino.

   “La búsqueda del verbo”, el tercer capítulo y el más extenso, se concentra en los textos, o mejor, en los ensayos combinatorios de Borges que juegan incesantemente con la idea de un lenguaje finito que crea mundos infinitos cuyos sentidos también lo son. En estas ficciones borgeanas que remedan el mecanismo de la cábala, advierte Sosnowski, “el punto de partida siempre estalla a nivel del lenguaje” y el arribo, la resolución del enigma, otorga un sentido por lo general sobre la propia existencia que en ese instante final no tiene casi importancia. 

   Ésta es la propuesta. Como mi rudimentario plan es que los lectores abreven en el libro, amén de parasitar de aquí lo que les resulte útil, enumero apenas el grueso de los artificios analizados por el crítico desde la perspectiva cabalística: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” (paradigma de la creación de mundos paralelos a partir de la combinación de caracteres), “La biblioteca de Babel”, “La escritura del dios”, “El etnógrafo”, “El aleph”, “El milagro secreto”, “La muerte y la brújula”, “Las ruinas circulares”, “El golem” (famoso poema), entre otros. La lista de los textos mencionados está incluida, en la edición de Modesto Rimba, al final de la bibliografía. En 1991, Editora Perspectiva había diferenciado ambas instancias, un asunto menor pero que es menester señalar.

   Concluye Sosnowski: “Que la Toráh se haya transformado en objeto sagrado y clásico, es materia teológica y mística; que la obra de Borges se haya convertido en clásico es resultado de una creación literaria que concibe el lenguaje como instrumento ´sacrosanto´ que se une para crear… Aunque en niveles totalmente diferentes… ambos lenguajes exigen búsquedas recónditas en los intersticios de las letras.”

   El capítulo final es “Desplazamientos”. De un modo entre elíptico y poético, el autor merodea a grandes trazos ´el propósito de las aventuras literarias´ de Borges, es decir, “el proyecto que se vislumbra desde el plano de los textos ´Borges´” y con ese fin cruza la incomodidad que las ficciones borgeanas generan con la incomprensión o con el escarnio que le valieron muchas de sus declaraciones ideologizantes. 

   Expuestas las inevitables semejanzas, me concentro ahora en las eventuales novedades que la edición de Modesto Rimba aporta en relación a la versión brasileña, fondo sobre el que proyecto mis sombras chinescas.

   Editora Perspectiva había colocado en la contratapa, como paratexto, un comentario del crítico Jorge Schwartz –al comando, para dar un ejemplo, de la traducción en Brasil de las obras completas de Borges. Decía Schwartz en esa escueta intervención de 1991: “Da mesma maneira que, para a Cabala, a criação do universo é uma revelação derivada do artifício combinatório de letras e palavras dos textos sagrados… para Borges o texto representa uma sequência infinita de posibilidades gramaticais combinatórias, ou seja, fórmulas verbais que aproximam o autor da função do demiurgo.” Es una constante en la tradición crítica brasileña hacer de Borges antes que un experto rabino que juega con los símbolos, una divinidad creadora de mundos.

   En tierra del propio profeta, Modesto Rimba apela también a una firma reconocida del ámbito de la crítica e invita a Beatriz Sarlo a prologar la edición que celebra la cuarta década de Borges y la Cábala. La única filigrana mental destacable, en dos páginas que bien podrían haber sido obviadas, sentencia: ´Borges (y la Cábala) indican que buscar algún sentido es nuestra condena: algo nunca se muestra del todo´. 

   La presencia de Sarlo para introducir la lectura cabalística de Borges parece un verdadero paso de comedia si uno considera el gag que cobija su libro Borges, un escritor en las orillas, que recopila las conferencias que Beatriz dio en inglés en la Universidad de Cambridge en 1992 y que fueron luego traducidas al castellano, un recorrido paradójicamente borgeano y nada orillero.

   En determinado momento, en medio del análisis de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” [1940], el gran relato de Borges con el que Sosnowski inicia en 1976 su lectura, Sarlo habla de los modos de pensar en Tlön y dice: “Estas cuestiones abren otra sobre los límites del conocimiento: lo que percibimos nunca es el Universo sino una trama discursiva construida por seres humanos. No hay conocimiento de la Ley (ni podemos saber si la ley existe), sino producción fantasiosa de leyes. El laberinto de dios no puede ser captado por el entendimiento, aun en el caso en que se suponga la existencia de dios (vale la pena recordar que Borges fue invariablemente agnóstico y que el millonario norteamericano que dio nuevo impulso a la secta de los inventores de Tlön es nihilista y ateo). Los hombres sólo entienden los laberintos que ellos construyen.” [Borges, un escritor en las orillas, Capítulo VI. “Construcciones imaginarias”]

   El párrafo contiene dos pifies concatenados y nada inocuos que coreografían el gag.

   El millonario norteamericano impulsor de la invención de Tlön -Ezra Buckley- descree de Dios, según el relato, pero le quiere demostrar al Dios no existente que los hombres mortales son capaces de concebir un mundo. Estamos frente a un ateísmo relativo, más si consideramos que en la (falsa) postdata de 1947 a “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Buckley es caracterizado por el narrador como ´nihilista y ascético´ y no ´ateo´, como dice Sarlo. 

   El segundo pifie encabalga el anterior al adjudicarle a Borges ser ´invariablemente agnóstico´, cuando en verdad, podría decirse –para ser hipócritamente ecuánime- que además de poseer los matices del rasgo indicado, Borges era ´invariablemente gnóstico´, atributo que coincide con la excéntrica fe del millonario: los gnósticos creían en un dios indiferente, distante, extraño, desconocido.

   La insistencia con la que Sosnowski –a ese coro se suma Sarlo- corre a la teología del centro de los intereses del escritor podría ser ecualizada. En una apuesta poco menos que escandalosa, texto tras texto, intervención tras intervención, Borges construye durante décadas su figura autoral basándose en el imaginario mesiánico del elegido o ungido que recibe revelaciones. (Acerca de esa ´imagen sacerdotal´ pueden hojear a Borges crítico [2010] de Sergio Pastormerlo.)

   El gnosticismo es fuente principal en Borges, aunque lo desestime Sarlo –acaso por resabios del materialismo dialéctico como herramienta de análisis- y lo ignore Sosnowski quien al hablar de la cábala lo nombra aquí y allá, y lo deja sin más de lado. El inclasificable gnosticismo -creo intuir- le sonaba al hermeneuta demasiado hereje incluso para un pensamiento teológico tan amplio y complejo como el judaico.

   Una probable causa de esa desconfianza aparece en aquella sexta noche de fines de los setenta –citada, como recuerdan, por Sosnowski- en la que tras exponer la concepción de las cuatro emanaciones, Borges subraya la actualidad de la cábala: “No se trata de una pieza de museo de la historia de la filosofía; creo que este sistema tiene una aplicación: puede servirnos para pensar, para tratar de comprender el universo. Los gnósticos fueron anteriores a los cabalistas en muchos siglos; tienen un sistema parecido, que postula un Dios indeterminado. De ese Dios que se llama Pleroma (la Plenitud) emana otro Dios (estoy siguiendo la versión perversa de Ireneo), y de ese Dios emana otra emanación, y de esa emanación otro, y de ésa, otra, y cada una de ellas constituye un cielo (hay una torre de emanaciones). Llegamos al número trescientos sesenta y cinco, porque la astrología anda entreverada. Cuando llegamos a la última emanación… nos encontramos con el Dios que se llama Jehová y que crea este mundo.” [“La cábala”, Siete noches, Obras completas III, 1994, págs.271-272] Este sistema de emanaciones que concluye con Jehová como divinidad menor ´creadora este mundo falible´, es un modo de explicar el mal en este plano degradado, y permite, en particular, comprender el silencioso espanto de Sosnowski sobre el rol de demiurgo que la teología gnóstica de Borges, en su variante pesimista, le otorga a Yahvé. 

   Es innegable que Borges y la Cábala es para el autor una celebración de su fe y de su tradición. De hecho, la renovada apuesta de Modesto Rimba añade un breve texto, “Para esta edición”, en el que Sosnowski recuerda su infancia en la Paternal aprendiendo hebreo en el patio junto a su madre. El tono bucólico y celebratorio contrasta con el desinterés de Borges por el monoteísmo airado de las religiones del libro.

   Leer Borges sin considerar la variable gnóstica es perderse gran parte del chiste (leerlo sin la variable cabalística es directamente no saber que hay un chiste). El gnosticismo -y la cábala- están presentes desde su infancia, según reconstrucciones autobiográficas que son sin dudas ficticias pero que apuntalan su espíritu hereje y heterodoxo, de escritor de matriz esotérica que al mismo tiempo que decía producir borradores, deslizaba que esas obras le eran reveladas desde el más allá.

   Leer Borges sin considerar la variable gnóstica implica también dejar de lado la ciencia ficción. (A inicios de los años ochenta del siglo pasado, alguien en California definió la ciencia ficción como ´gnosticismo tecnológico´, giro interpretativo pertinente en este caso y sobre el que no puedo detenerme.) La ciencia ficción hermética no sólo permea la obra de Borges sino que básicamente la recubre. Allí donde una ficción borgeana interpola un rasgo cabalístico, mágico, gnóstico, rosacruz, esotérico es probable que esté apelando al universo de lo que también ha sido llamado ficción especulativa, ficción científica.

   La magnitud de la empresa tiene como botón de muestra la entrada de la ´Enciclopedia Sudamericana´ que clausura las Obras completas de Emecé y que, desde el futuro año 2074, habla de la vida y de la obra de Borges, personaje autoral concebido como viajero del tiempo. (Versiones del gnosticismo hablan de trece profetas o ´iluminadores´ que encarnan en la Tierra a lo largo de la historia para ayudar al progreso de la gnosis.) Otro bello nácar –por el corte cronológico, fuera de la indagación de Sosnowski- es el relato incluido en El libro de arena [1975], “Utopía de un hombre que está cansado”, texto confesional y programático que macera ciencia ficción, gnosticismo, anarquismo y que algún desorientado o ávido de reconocimiento usó para dar puntada sin hilo elucubrando un inverosímil ´Borges nazi´.

   En ese sentido, resulta balsámico saber, por medio de la bibliografía reordenada por Sosnowski a cuatro décadas del puntapié inicial, que Nicolás Hochman en un paper de 2013 acometió la búsqueda de una identidad judaica en Borges, una apuesta tal vez tan delirante como aquella, pero sin dudas más justa y apegada a ese espíritu radical, digamos esenio, que destilan los incomunes textos borgeanos.

   La bella edición -a nivel material y visual- de Modesto Rimba incluye como piedra de toque una entrevista que el 5 de agosto de 1971 Sosnowski le realizó a Borges en la Biblioteca Nacional de la calle México -edificio en el que antaño funcionaba la Lotería.

   La charla –con un Borges siempre esquivo- ronda, entre generalidades, la cábala. Finalizada la transcripción de la conversación, Sosnowski coloca una nota aclaratoria en la que cuenta que Borges, luego de responder las preguntas, le firma un ejemplar de El Congreso, extenso relato publicado en solitario por El Archibrazo Editor y al que ya pensaba incluir en un libro de cuentos, tal como hizo cuatro años después en El libro de arena. Expuestas estas proyecciones editoriales, Borges saca sus cuentas diciendo: “Se han vendido 18 ejemplares [de El Congreso] en El Ateneo; si el suyo [el de Saúl] no está incluido, se han vendido 19.” Parece un dato extremadamente aleatorio, y de hecho Sosnowski no recoge el guante, pero la alquimia borgeana es incesante. 

   El Congreso, novelita que roza la ciencia ficción esotérica, resume el paradigma conspirativo de las ficciones borgeanas en particular y vernáculas en general, y en su clímax narrativo celebra el misticismo de su maestro gnóstico, Macedonio Fernández. Decirle a Sosnowski, que fue a visitarlo para hablar de cábala, que el ejemplar que tiene en su poder es el 19, es hacer del volumen un talismán, un hrön que invade volviendo más poroso este mundo. El número 19 –cifra del escalón en el que es necesario ubicarse para observar el aleph- representa en la tradición hermética la piedra filosofal, la gran obra para los alquimistas, el opus magnum, y eso ni más ni menos es El Congreso ´la gran obra´ que Borges comenzó en 1945 y que pulió en 1975.

   Por eso es tan importante esta nueva reedición de Borges y la Cábala. Hay caminos que no han sido agotados todavía. Es deseable que se lea ese volumen con fervor y dedicación, así el empuje de Modesto Rimba conoce la feliz oportunidad de una reimpresión que le permita corregir alguna interpolación extemporánea y los dos o tres caracteres que el copista -en el cuerpo del texto, en alguna nota al pie- pasó por alto.

   Esas mínimas rectificaciones son no digo fundamentales, tal vez sí urgentes. La cábala nos enseñó a los lectores curiosos que cualquier yerro en un texto clásico puede propiciar la destrucción del mundo.

***

Publicado originalmente en Revista Colofón el día 25 de julio de 2017.

Las doscientas ochenta y nueve fojas que pulverizaron la ficción paranoica [2015]

Epígrafe #1 [Infierno]
“Para el bienaventurado, el orbe diabólico es una región de pantanos, de cuevas, de chozas incendiadas, de ruinas, de lupanares y de tabernas. Los réprobos no tienen cara… pero se creen hermosos. El ejercicio del poder y el odio recíproco son su felicidad. Viven entregados a la política, en el sentido más sudamericano de la palabra; es decir, viven para conspirar, mentir e imponerse.” – J. L. Borges. “Prólogo”. Emanuel Swedenborg: Mystical Works [1965]

Epígrafe #2 [Intricada trama; entramado ficcional; Kafka]
“…para arrojar luz respecto de los hechos sobre los que versa la denuncia formulada el 14 de enero del año en curso por quien en vida fuera…”(f. 2); “…pues en un escrito de 289 páginas formuló el relato de una compleja red de sucesos –algunos reales, muchos otros conjeturales o hipotéticos, y otros claramente irreales…-, a la vez que desarrolló una intrincada trama de interpretaciones subjetivas acerca del alcance de aquéllos.”(f. 5) “Y a partir de allí construye un entramado ficcional, que reposa en una premisa inicial…”(f. 51) “Se trata de una mera conjetura, construida sobre un argumento… jurídicamente pueril.”(f. 55) “Salvo que la denuncia partiera de la idea de que en nuestro derecho podría haber tenido lugar un trámite inquisitivo inspirado en ´El Proceso´ de Kafka…”(f. 56). – Dra. Angelina M. E. Abbona y otros. Presentación Procuración del Tesoro de la Nación ante Juzgado del Dr. Rafecas. 13/02/2015. [www.ptn.gov.ar ]

Apunte #1 [Ficción paranoica]
El jueves 10 de octubre de 1991, el suplemento “Cultura y Nación” del diario Clarín anuncia un ´texto exclusivo´. Ocupa dos tercios de la tapa el dibujo de un rostro anónimo y terrible –calvo, ángulos duros, nariz chata y quebrada, boca y dientes caóticos, ojos de pura pupila que incomodan al observador tanto o más que el revólver de pequeño calibre que engalana su mano (y con el gatillo pulsado). La imagen se repite por dos veces en mosaicos diminutos, uno de ellos invertido. La inversión reaparece en una letra ´R´, parte del título que enrostra: “La ficción paranoica”. Este ´texto exclusivo´ fue cedido al suplemento por el autor, contra su hábito o manía de reescribir de forma incesante. El autor -de allí el texto- dicta por esa época un curso en el Departamento de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es, a la vez, escritor y crítico literario, y es un agitador al que no le gustan las aguas quietas. Con sus bajadas, copetes, etcétera, la edición orienta la lectura hacia el ámbito literario –Ricardo Piglia reflexiona sobre los géneros y esboza una nueva categoría narrativa. El origen de esta nueva categoría -la ficción paranoica- se retrotrae, en la versión de Piglia, al surgimiento del género policial, mediados del siglo XIX, en manos de Poe y a través de su ´genial invento´: el detective –figura formal y social- que enfrenta el problema de la ley, o de la verdad, desde una posición marginal, no institucional. El detective, corazón del género, pone en evidencia que la institución a la que el Estado le delegó la problemática de la verdad (o de la ley) -la policía (y agregaría, la justicia)-, no sirve. “El detective es una figura… que está en tensión con el mundo del Estado, con lo que –con una ironía seguramente involuntaria- se llama la inteligencia del Estado. Frente a los servicios de inteligencia del Estado y a la inteligencia del Estado como tal aparece [la] inteligencia privada [del detective]…”. El género policial extrema una condición de toda narración: saber qué sucedió realmente. Es una condición dramática porque hay una pregunta –qué sucedió– y, además, hay un muerto. Desde su origen, el policial se entrevera con las condiciones sociales: sociedad de masas, multitud, anonimato, amenaza, el ´otro´. El gran tema del género es quién se encarga de la seguridad privada -tópico discutido en la Argentina a rabiar, reflexiona Piglia, por sus conexiones con el autoritarismo. Con el transcurso del tiempo, por su inevitable combinación con otros géneros populares (fantástico, ciencia ficción) y en tensión con el entramado social, el policial se transforma y alcanza un nuevo estadio. Agita: ´Los contenidos sociales del género pasan por la constitución de una subjetividad amenazada. El policial es un género capitalista en el sentido literal. Nace con el capitalismo, tiene al dinero como una de sus máquinas centrales, es un tipo de literatura mercancía, trabaja con fórmulas, repeticiones, estereotipos. Estos elementos sociales y formales presentes en el género se exasperan hoy y dan lugar a esto que he llamado la ficción paranoica.´ Las ideas de amenaza y de la vida puesta en peligro se han visto exacerbadas en el imaginario contemporáneo y la literatura paranoica se encarga de ellas. Una conciencia paranoica narra mediante dos instancias: la primera, la idea de amenaza, el enemigo, los enemigos, el que persigue, los que persiguen, el complot, la conspiración; la segunda, el delirio interpretativo que quiere anular el azar -un mensaje cifrado me está dirigido y todo obedece a una causa oculta. Por eso –y retornando al género madre- el policial se entrelaza con el psicoanálisis que no se sabe si es un saber sobre el delirio o un delirio sobre el saber. “Esto no es un chiste porque… se aprende del delirio. Hay una verdad. El delirio interpretativo es también un punto de relación con la verdad.”

{Paranoia y condición dramática: saber qué sucedió y saber por qué hay un muerto; amenaza, intriga, investigador e inteligencia estatal; delirar e inventar el porqué; y las palabras desde el más allá con las que nos habla el muerto: plan delictivo y urdido y sofisticado; confabulación orquestada y accionar criminal; impunidad y justicia; atentado, encubrimiento, maniobra; falsa teoría alternativa; nuevas hipótesis y pruebas nuevas y otros enemigos; manipulación y rosario de mentiras.}

Apunte #2 [Teoría del complot]
El 15 de julio de 2001, Piglia ofrece una conferencia complementaria, por su temática y por su carácter oral, de la clase antes reseñada. El texto se conoce bajo el título “Teoría del complot”. El complot –comienza- supone una conjura y es ilegal porque es secreto; su amenaza radica no en sus métodos sino en el carácter clandestino de su organización. “A menudo, el relato mismo de un complot forma parte del complot y tenemos así una relación concreta entre narración y amenaza. Podemos ver el complot como una ficción potencial, una intriga que se trama y circula y cuya realidad está siempre en duda.” El (actual) exceso de información produce un efecto paradójico: lo que no se sabe puede ser la clave. La búsqueda de la clave oculta que descifre la realidad conduce a la paranoia y ésta, más allá del caso clínico, es “…una salida a la crisis de sentido. Con frecuencia, para entender la lógica destructiva de lo social, el sujeto privado debe inferir la existencia de un complot.” El complot es una forma de ficción; está en la relación entre información y experiencia; está en la idea de revolución (en Marx, según Gramsci; en el partido leninista; en Guevara); y está en –o al menos permite pensar- la política del Estado. En este punto de la exposición, Piglia retorna a aquella ironía seguramente involuntaria mencionada en 1991. Merece la cita su extensión: “…hay una política clandestina ligada a lo que llamamos la inteligencia del Estado, los servicios secretos, las formas de control y de captura, cuyo objetivo central es registrar los movimientos de la población y disimular y supervisar el efecto destructivo de los grandes desplazamientos económicos y los flujos de dinero. A su vez, el Estado anuncia desde su origen el fantasma de un enemigo poderoso e invisible. Siempre hay un complot y el complot es la amenaza frente a la cual se legitima el uso indiscriminado del poder. Estado y complot vienen juntos. Los mecanismos del poder y del contrapoder se anudan. El complot sería entonces un punto de articulación entre prácticas de construcción de realidades alternativas y una manera de descifrar cierto funcionamiento de la política.” En continuidad, Piglia revisa una tradición literaria vernácula que trabaja la política como conspiración, como gran máquina paranoica. En ese camino, menciona a Leopoldo Marechal, a Macedonio Fernández y se detiene en dos pesos pesados. El primero: “Arlt siempre está escribiendo la historia del presente porque capta la noción del complot como un nudo de la política argentina… Arlt [en Los siete locos] capta la existencia del complot como lógica del funcionamiento de lo social más que de la sociedad…: la noción del complot está trabajada como núcleo de construcción de la complejidad de la política y… como el modo que tiene el sujeto aislado de pensar lo político.” (Había dicho en un texto de 1992, “Roberto Arlt. La ficción del dinero”, en La Argentina en pedazos: “Arlt supo captar el centro paranoico de esta sociedad. Sus novelas manejan lo social como conspiración, como guerra; el poder como una máquina perversa y ficcional. Arlt narró las intrigas que sostienen las redes de dominación en la Argentina moderna.”) Y el segundo peso pesado, con un conspirador invitado de lujo y nuevamente por medio de cita extensísima: “Borges también trabajó el complot como un elemento básico en la constitución de la ficción. ´Tlön, Uqbar, Orbis Tertius´ [cuenta] una conspiración que acaba por sustituir a la realidad misma. Un texto como este… permite percibir la presencia de la ficción en lo real, la ficción en la política, la manipulación de las creencias, las historias que se vuelven reales. Lo mismo puede decirse de ´Tema del traidor y del héroe´… Y hay… un texto extraordinario… el más político de Borges, ´La lotería en Babilonia´, donde [el Estado organiza] una vasta maquinación para determinar la experiencia de vida de los sujetos a través de sorteos periódicos… [El] punto de partida que encuentra Borges para escribir aquel relato sobre conspiración y políticas del Estado está en un fragmento del libro V de La República de Platón… La República… es un texto fundador de lo que entendemos como la construcción de la realidad desde el Estado. En el libro V… se reflexiona sobre el tipo de relaciones sentimentales que se darían en una sociedad perfecta… Es una concepción conspirativa total: el complot es el mundo social mismo. A través de [ingeniosos] sorteos se va a decidir cómo se establecen las relaciones sexuales entre los sujetos… Y lo extraordinario es que Platón señala que el Estado va a hacer trampa.” Y agrego un fragmento del ensayo “El último cuento de Borges” [en Formas breves, 2000]: “Los grandes relatos de Borges giran sobre la incertidumbre del recuerdo personal… y la experiencia artificial. La clave de este universo paranoico [es] la manipulación de la memoria y de la identidad. Tenemos la sensación de habernos extraviado en una red que remite a un centro cuya sola arquitectura es malvada. En ese punto se define la política en la ficción de Borges. Basta leer ´La lotería en Babilonia ´…”

{Estado y complot; ficción en la política; maquinación; exceso de información; clave oculta; construcción de la realidad desde el Estado, pero siempre siempre desde el hiperespacio; y hay un muerto en un baño con un tiro en la sien que parece de Tlön, como esos conitos de metal, y como la miríadas de relatos en un mundo tan creíble como una canción; y el muerto cantó: rosario de mentiras, manipulación, falsa premisa; pactos secretos al público escrutinio; intermediarios clandestinos, infiltrados, estaciones de inteligencia; descrédito y campaña mediática; nuevo engaño argumentativo, puesta en escena, realidad procesal tergiversada, maquillaje, estrategia para impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal.}

Apunte #3 [Insano hiperespacio]
La conspiración y la paranoia (cara y cruz de la relación ´sociedad e individuo´) habitan este mundo desde tiempos tan remotos como la política que en ellos germina -aunque, como veremos, el ´entre milenios´ las estalló. Además de los textos de Piglia, el interesado puede recorrer el volumen del actual director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, Filosofía de la conspiración: marxistas, peronistas, carbonarios [2004]. “Leemos y escuchamos a diario la palabra conspiración… En la senda de los más porfiados vocablos de nuestras conversaciones, se hace presente sirviendo la causa de dos amos: el Estado y la Intimidad. En el primer caso, quiere definir lo que amenaza; en el segundo, lo que armoniza.” Palabra más, palabra menos inicia González su libro y continúa. En 2009 Pablo Besarón publica La conspiración. Ensayos sobre el complot en la literatura argentina y retrotrae su red hasta inicios del siglo XIX con el ´Plan de Operaciones´ [1810] del asesinado en alta mar, Mariano Moreno, “…pasando por el Facundo de Sarmiento, la Amalia de Mármol y… ´El matadero´ de Esteban Echeverría.” Piglia, en “La ficción paranoica”, indica la contemporaneidad del libro de Sarmiento con el surgimiento del policial y lee el Facundo como uno de los textos fundadores de la investigación asociada a develar el enigma de un ´monstruo´, figura que encarna al ´otro´ en la sociedad moderna, punto de partida de la paranoia. En tanto categoría, ´paranoia´ se codifica décadas más tarde, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, con el desarrollo de la teoría psicoanalítica. Da el puntapié “Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (´dementia paranoides´) autobiográficamente descrito (Caso ´Schreber´)” [1910-1911], texto en el que Sigmund Freud, a través de un ejercicio de crítica analiza las Memorias del juez alemán Daniel Schreber (quien narra sus íntimas relaciones con la divinidad). En 1932, Jacques Lacan presenta su tesis doctoral: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad. Años después, esa tesis es la base del surrealista método crítico-paranoico de Salvador Dalí. Pasan las décadas y en los sesenta, en el contexto de las revueltas político-culturales de entonces, la paranoia (y la esquizofrenia) aparecen como categorías para pensar los nuevos sujetos que rechazan los parámetros del mundo occidental, que se inclinan por la mística oriental o africana o amerindia, que proponen nuevas identidades sexuales y que atraviesan esas experiencias deambulando por los revolucionados pasadizos mundanales munidos de sustancias ya naturales, ya sintéticas. A partir de allí se consolida la codificación de este mundo esquizofrénico y paranoico en base a tres instancias interconectadas: el ya mencionado uso de drogas que permite fragmentar la psiquis del individuo; la exacerbación del capitalismo basado en el mercado de consumo; el desarrollo sostenido de la cibercultura y de sus tecnologías asociadas. Uno de los íconos culturales de esa transformación es el escritor de ciencia ficción norteamericano Philip Dick –una especie de doble literario de Borges y, a la vez, como lo repite Piglia, un continuador involuntario de la literatura conspirativa, paranoica y política de Arlt. Dick muere en 1982. En 1984 la revista Science-Fiction Studies publica de Carl Freedman el artículo “Hacia una teoría de la paranoia: la ciencia ficción de Philip Dick” [“Towards a Theory of Paranoia: The Science Fiction of Philip K. Dick”]. Freedman advierte en la literatura de Dick una herramienta fundamental para revisar la configuración del capitalismo tardío (o post-industrial, el surgido de la segunda posguerra) atravesado por las ideas de paranoia y de conspiración. El artículo tiene tres momentos centrales: a) una reseña del análisis de Karl Marx del ´fetichismo de la mercancía´: en el mundo capitalista, como si fuera en una novela de Dick, el producto del trabajo –objetos, máquinas, gadgets, lo producido y lo consumido- adquiere vida propia y se vuelve contra el individuo; b) una crítica a la reducción freudiana de la paranoia como enfermedad: la teoría psicoanalítica pone en juego un ´ego burgués´ y esconde el carácter esquizofrénico del sujeto en el capitalismo; c) una reconsideración de la revisión lacaniana de ese sujeto ahistórico y culturalmente construido por Freud: para Lacan la paranoia es el paradigma del desarrollo psíquico, establece un tipo de interpretación racional mediante un sistema cuyo centro es el Yo del sujeto, es decir, la paranoia es una forma de adquisición de conocimiento. En su clase de 1991 –recuerdo- Piglia remarca que la paranoia y el delirio son formas de acceder al conocimiento e indica, al pasar, que paranoia y mundo capitalista van de la mano (y en “Teoría del complot” dirá que contra el mundo capitalista solo podrá irse con un complot contra el complot y por medio de una contra-sociedad de puro goce.). En 1992, el teórico marxista Fredric Jameson en “La totalidad como conspiración” [La estética geopolítica] afirma que el sistema mundial -capitalismo tardío, período postmoderno- es imposible de representar excepto a través de un mapa cognitivo otorgado por el cine de conspiración (por caso, el film de ciencia ficción, Videodrome [David Cronenberg, 1983]). Dice: “…cuando se enfrenta al ambicioso programa de imaginar un sistema económico a escala mundial [el capitalismo multinacional], el viejo tema de la conspiración adquiere una nueva vitalidad en cuanto estructura narrativa capaz de reunir los elementos básicos mínimos: una red potencialmente infinita, junto a una explicación plausible de su invisibilidad…”. Si uno de los modos de entender el entramado del capitalismo tardío es a través de la conspiración, la paranoia que inunda el mundo post-industrial (la sociedad de consumo) emerge, por su parte, como el resultado de uno de los inventos más revulsivos de las últimas décadas: la interfaz, el ciberespacio, Internet. Dice el esloveno Slavoj Zizek en Lacrimae rerum [2006]: “…el ciberespacio [hoy día hace] realidad la fantasía paranoica [del juez alemán] Schreber…: el ´universo conectado´ es psicótico en la medida en que parece materializar la alucinación schreberiana de unos rayos divinos a través de los cuales Dios controla directamente la mente humana.ˮ El carácter psicótico e insano del hiperespacio –en el doble sentido de enfermedad y de matriz de acceso al conocimiento- estuvo en boca de quienes así lo advirtieron desde sus comienzos (los gurúes de Internet –se sabe- navegaron por mares psicodélicos repletos de cactus, de hongos, etc.). El alocado ciberespacio es la arena en la que los sujetos del capitalismo tardío consumen indiscriminadamente (información, pornografía, objetos, identidad) para luego vomitar sus paranoias, y sus parafilias. Es, por ende, una arena en la que esos sujetos múltiples, fantasmales, pueden elucubrar -o mejor, servir a las elucubraciones- que construyen las incesantes conspiraciones que tiñen el mundo post-industrial. El dickiano Pablo Capanna, ironía mediante, da una idea de esta situación: “´Paranoicos del mundo uníos´, parece ser el lema de algunas páginas de Internet… Admitamos que el mundo no anda nada bien y que con el posmodernismo se ha liberado una buena cuota de irracionalidad. En este contexto, imaginar una mente siniestra que tiene todo planificado… resulta casi tranquilizante. Las cosas adquieren un sentido, aunque sea un sentido apocalíptico, y creer que se está entre quienes lo conocen parece devolver… cierta seguridad.” [“La paranoia conspirativa”, en Conspiraciones. Guía de delirios posmodernos. 2009]

{Política clandestina: registrar movimientos de la población, supervisar el efecto destructivo de los grandes flujos de dinero; Internet, interfaz y los delirantes mundos virtuales entre el espionaje y la construcción de realidades; el control social; hay un muerto con el cerebro perforado que se enfría; la plaga del hiperespacio que opina; entonces, el muerto no se enfriará mientras más se consuma, se hable, se diga por él en el circo del sistema mundial y se repitan y se olviden sus palabras, si es que suyas son, desde el más allá: estrategia mediática para impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal; camuflaje jurídico, se conversa y se arregla de antemano sin comunicar a la opinión pública a la que se busca engañar; acuerdos ocultos, reuniones pantalla, negociaciones clandestinas y secretas y falsas; desde las sombras, diplomacia paralela de facto y maniobras ardidosas.}

Apunte #4 [Relato paranoico – Realidad psicótica]
En 1988, la revista Crisis [No. 59, 2da. época] publica el artículo de Pablo Fuentes, “El relato paranoico”. Fuentes recorre los avatares de una “involuntaria tendencia literaria”, aparecida a comienzos de los años 60, principalmente en los Estados Unidos, y caracterizada “…por una temática y una técnica narrativa estructurada en función de la paranoia.” William Burroughs, Philip Dick, Kurt Vonnegut, Thomas Disch James G. Ballard, entre otros, se diferencian de narradores anteriores como Buzzati, Arlt, Kafka (la referencia de la Dra. Abonna –pienso- es certera pero atrasa) quienes “…instrumentan la paranoia como estado mental o como mecanismo de la dinámica social.” El relato paranoico combina “el instrumental de la escritura de vanguardia… con los elementos y las convenciones de los géneros populares, en particular con los de la ciencia-ficción… [para sustentar] una mirada paranoica que se erige en una forma privilegiada de aprehensión de una realidad que oculta la amplia estructura delirante que la sostiene.” Surgido en un momento histórico altamente crítico –movimientos contestatarios, Vietnam, viajes espaciales, pop-art, psicodelia, apertura sexual, Watergate, avance tecnológico y científico- “…el relato paranoico interpreta al mundo contemporáneo como una encrucijada de elementos heterogéneos que develan… un carácter artificial en función de una red subterránea de intrigas, complots, relaciones de sentido caprichosas que tejen la maraña social.” El tiempo estalla en pedazos siguiendo una secreta lógica paranoide. El sujeto es un ente escindido conectado con un orden social entre cuyos pliegue se sospecha el caos. “La locura parece ser el sustento de la interacción personaje-medio… La función de la ficción… es socializar la psicosis y develar la mecánica delirante de la sociedad.” La paranoia funciona como un intento de restitución. Las palabras circulan con su sentido modificado y pueden acoplarse a cualquier significado. “Las palabras adquieren una literalidad peligrosa, forman parte… del entramado persecutorio… Lo imaginario desplaza al mundo verbalizado de lo social; señala la membrana íntima de las relaciones de poder, que son relaciones psicóticas… [L]os mensajes van y vienen sin dirigirse a ningún sujeto…, pudiendo cualquiera recibir el código secreto de lo que ellos plantean.” Las palabras -del relato, de las instituciones- demuestran que el orden es paranoico. Todo sistema es de control. Relato paranoico; ´realismo psicótico´. “La realidad [que] difunden los medios masivos de comunicación presenta un… carácter ficcional.” Lo real está roto. Hay “un ida y vuelta entre la dimensión social y la metafísica: la sociedad capitalista avanzada demuestra, en su mecánica, los signos de su propia decadencia y… en la estructura del universo hay una tendencia irreversible al caos…”. El relato paranoico desenmascara el funcionamiento del poder, las formas de las que se vale para sostenerse y perpetuarse. “Aparecen… las grandes corporaciones, las fantasmales multinacionales…, complejos y sutiles sistemas de control social… El poder es paranoico y actúa paranoicamente para conseguir sus fines. En muchos textos se presenta la ecuación información-poder, el que tiene la información tiene el poder: puede manipularla…, su control es la marca misma del poder. El tipo de información recibida incide… en la percepción de la realidad.” En definitiva, el relato paranoico da cuenta de una cierta sensibilidad que intenta leer a la sociedad contemporánea.

{Mecánica delirante de la sociedad; palabras que se acoplan a cualquier sentido, que vienen y que van; decadencia del sistema; funcionamiento paranoico del poder; locura; y un muerto al que igual muerto –los artífices del paranoico relato que es el mundo actual- lo hacen conspirar: acuerdos secretos, maniobras ardidosas, desde las sombras, objetivo criminal, canales paralelos, negociación, diplomacia paralela de facto, mensajes clandestinos de encubridores y de encubiertos; digitar acciones; feroz campaña.}

Apunte #5 [Paranoia, gnosticismo, ciencia ficción (en un mundo brotado)]
En 1991, Piglia piensa la ´ficción paranoica´ en el cruce entre el género policial, el fantástico y la ciencia ficción, y privilegia la matriz del primero. La mezcla permite suponer que los demás géneros también aportan a la ´ficción paranoica´, pero no abunda sobre el asunto. Pablo Fuentes, un par de años antes, enumera ingredientes del cóctel ficcional psicótico -novela negra, relato de espionaje, pornografía, publicidad, historieta, lenguaje televisivo, rock, filosofía, política, manuales de la CIA, jerga científica, religiones orientales, parapsicología- e indica que el humus de la literatura paranoica es, por su carácter conjetural, la ciencia ficción. A mediados de los años ochenta, el escritor Thomas Disch, le sugería a Piglia –siempre reacio a reconocer la fuerza del género- que la paranoia podría ser considerada uno de los rasgos específicos de la ciencia ficción. La paranoia es un rasgo específico, sugiero, porque el discurso que alienta al género no es tan racional como se supone. Sobrepasa la semejanza en el uso, la presencia del prefijo para– en un tipo de paraliteratura -ciencia ficción-; en un tipo de pensamiento –paranoia-; en una forma de acceso y de producción de conocimiento –paraciencia. Mi tesis es defender –más allá del nombre- una mayor injerencia de las doctrinas esotéricas en la conformación y, luego, en la configuración del género. Ciencia ficción, paranoia y conocimiento heterodoxo se conectan con las consecuencias que indicaré. Contra la casi totalidad de la biblioteca crítica, entiendo que en parte importante de la ciencia ficción inciden antes que el discurso científico en sí, las ciencias alternativas. La utilización de estas dos categorías necesitaría de mayores precisiones, pero alcanza aquí con afirmar que, por causas de orden ideológico, de un lado en el mundo social aparece la ciencia oficial, sancionada, aceptada como válida, mientras que las paraciencias -ciencias ocultas, esoterismos varios, espiritismo, parapsicología, etc.- son ubicadas en el rol de ´monstruos teóricos´. Entre la justeza y el prejuicio, esas doctrinas –muchas de ellas confusas por simplificadas para lograr rápidos adeptos- quedan fuera de la discusión a la hora de suponer un análisis serio de cualquier cuestión social o artística. Sin embargo, entre esa enmarañada selva de saberes de lo oculto, si se mira de otra manera, se perciben disimuladas antiguas filosofías resumidas por Fuentes en el cóctel paranoico bajo el mote de ´religiones orientales´: gnosticismo, cábala, hermetismo. Una vez atravesado el prejuicio, adoptada esta perspectiva, se entiende por qué Arlt, Dick, Borges –en particular estos dos últimos- cruzan ciencia ficción, saberes alternativos, paranoia y conspiración. (Apunto un caso pintoresco aunque coherente con lo dicho: en 1984 Freedman desliza al pasar que el paranoico juez alemán Schreber, quien en sus Memorias narra su amor heterodoxo con Dios, era una especie de escritor de ciencia ficción). Como reseñé en otro texto -me detengo ahora en un discurso heterodoxo en particular-, la filosofía gnóstica se sustenta en el principio del dios desconocido: debe existir un dios único y omnipotente, pero no les fue dado a los hombres conocerlo; los que se presentan como divinidades son potencias menores, y en muchos casos terribles, que comandan este mundo como les place a expensas de un dios alejado. Esta concepción filosófico-teológica tiene consecuencias que reverberan luego en la ciencia ficción. En la perspectiva gnóstica, una vez alcanzado cualquier principio explicativo, es posible suponer que detrás existe otro principio de orden superior, así como cuando se cree haber postulado que esa o aquella entidad es el ´dios desconocido´, detrás puede suponerse que existe otro dios que es efectivamente el dios desconocido y así al infinito. La primera consecuencia es, entonces, la ´paranoia´. Le sigue la mirada conspirativa. A los gnósticos por la imposibilidad de conocer la divinidad, les es imposible determinar qué es ´la realidad´, qué es ´la verdad´. Lo máximo a lo que se accede es al autoconocimiento, a la gnosis, al sabiduría, a través del reconocimiento de la chispa divina que existe en cada ser humano por pertenecer a la creación. Esa mínima y eventual porción de divinidad en cada uno, está presente en todo lo que existe (piedras, tierra, animales, plantas, agua, astros, etc.) y, por lo tanto, en la batalla por conocer el orden del mundo, cualquier cosa, detalle, elemento, aspecto puede conspirar, puede ser parte del plan (o del Plan) y hasta, es posible, puede ser su clave oculta. Por eso, cuando Horacio González intenta desentrañar el pensamiento conspirativo, su funcionamiento conceptual, propone una conciencia paranoica que observa al mundo mediante el parámetro del animismo: cada partícula puede tener su propio impulso vital y actuar en consecución de algún objetivo. La tercera consecuencia acentúa la faz política del gnosticismo. En base a la idea de que hay siempre un principio ulterior, los gnósticos fueron contra la conservadora concepción de una ortodoxia, de un dogma, y abrieron el juego a especulaciones febriles y corrosivas y tendieron a la anarquía especulativa. Estos cristianos disidentes fueron considerados peligrosos (y denigrados como herejes) por la naciente iglesia católica ya que enfatizaban el autoconocimiento y pregonaban la organización grupal antes que la conformación de instituciones. El gnosticismo es una filosofía que piensa la existencia del mal en el mundo (el mal serían las instituciones que lo fagocitan todo) y, por ende, revisa cómo se constituye el poder. Ahora bien, el gnosticismo y el hermetismo –las heterodoxias en general- tienen, al menos, dos vertientes en un espectro ético que va desde posiciones que defienden el autonocimiento y la autodeterminación del yo (que deriva en el anarquismo y en filosofías de la libertad y de la responsabilidad) a concepciones diluidas y forzadas que se embarcan en la pesadilla de la perfección del ser humano -superhombre aquí y ahora- y que culminan, tergiversada la teoría, en posiciones racistas y eugenésicas como el nazismo. Con ese doble rasero, la heterodoxia –formadora de paranoicos y conspiradores- fue la base histórica sobre la que se construyó el mundo de Internet, el ciberespacio, al que algunos denominan el ´Sexto Ciber-Imperio´ (recomiendo, en ese sentido, La Nueva Ciudad de Dios [2002] de Alonso y Arzoz). En un mundo como el actual que se parece bastante a las pesadillas de la ciencia ficción hereje y paranoica, los internautas poseen dos caminos en aras de la promesa del acceso irrestricto a la información –utopía enciclopédica también hermética: una es la libertad que permite la navegación y la revisión de nuestra identidad a partir del conocimiento que genera la interacción con miles de ´otros´ en la red; la otra es la del control social. El impulso que la Red dio, en términos de Zizek, a la exhibición de personalidades múltiples y perversas, a la psicosis, a la paranoia, a la esquizofrenia tiene como corolario no la mayor libertad del individuo sino su domesticación, la canalización de sus fuerzas revulsivas, o revolucionarias, a través del ciberespacio. El hiperespacio ha exacerbado un rasgo que predomina en el sistema mundial post-industrial: las fuerzas que finalmente controlan ´todo´, permanecen ocultas, inaccesibles, alejadas, pero su corolario no es, como en el caso de la filosofía gnóstica, provocar una mayor indagación personal, el autoconocimiento, etc. La conclusión de ese poder invisible –que conspira o que puede ser entendido desde la mirada conspirativa- es el sostener la opresión, la desigualdad, la ruina del 99 % de la población, en aras del disfrute del 1%. Aun así, esa aparente utopía de una Red que cobija gran parte de la humanidad bajo un falso cielo, produjo su propio antídoto de tono libertario con sus interrogantes: ¿es realmente necesario organizar –controlar- de esta forma la sociedad en su conjunto?, ¿no queda cada vez más claro mediante Internet que el humano excepto a su restringido grupo de pertenencia, no responde y hasta aborrece de los demás?, ¿por qué no abandonar la idea de centros de poder y dejar que los sujetos se organicen como deseen ya en pequeños grupos, ya permaneciendo aislados? Si de alguna manera, el cibermundo –con claras trazas de locura e irracionalidad pero de firme intención dominadora- está sustentado en ideas e imaginerías hermético-gnósticas, el contraveneno surge de ese mismo imaginario aunque en la vertiente libertaria, la del anarquismo: más autoconocimiento, menos instituciones, mayor autodeterminación en la organización, disminución del poder central, restricción de desarrollos tecnológicos, retorno a la tierra -la denominada ´naturaleza´. (Algo de esa idea aparece en el proyecto político que destila Borges en su cuento de ciencia ficción de 1975: “Utopía de un hombre que está cansado”, en El libro de arena). Si nuestra realidad es psicótica, como codifica el relato o la ficción paranoica, si a nuestro alrededor todos y cada uno de los que nos cruzamos –y nosotros a ellos- nos parecen brotados, es porque estamos siendo forzados a una convivencia indeseable para la mayoría. En definitiva, el heterodoxo gnosticismo es un hilo que permite deambular por la enloquecida sociedad contemporánea, intuir sus paranoias, y sus conspiraciones, entender en muchos casos a través de la literatura y el cine de ciencia ficción la forma en que el poder se ha construido omnímodo y oculto. Y al mismo tiempo, ese gnosticismo, en su vertiente libertaria, con acentos en el autoconocimiento, en el grupo de pertenencia y en la relación con el mundo natural, es el necesario espacio de resistencia, de contra-conspiración.

{La esquizofrénica Red y su sucedáneo –el psicótico mundo actual- con idéntico parámetro de funcionamiento: el centro del poder siempre un peldaño arriba y atrás; de un lado el control sobre las acciones de la sociedad, en la arena virtual; del otro lado, el sostén en apariencia inmodificable de los flujos del dinero hacia pocas manos ocultas; jerarquía y status quo; por eso, en un mundo delirante, el muerto con una bala en el cerebro era un paranoico, sus acciones conspiraciones, y la resolución de su deceso, un imposible cuento, como si se tratara lisa y llanamente de Ubik (de Dick); antes que la política en la ficción, la ficción como política, y sus letanías a doscientas ochenta y nueve fojas escritas: digitar acciones, feroz campaña, descrédito, deslegitimación, principal instrumentador, remover al suscripto, enorme gravedad institucional, cabeza del Poder Ejecutivo, decidió lamentablemente cometer delito, consternación constatar Sra. Presidente involucrada en vil maquinación.}

Apunte #6 [Conspiración y agente provocador: Ida, Munk, el muerto en el baño]
Filosofía de la conspiración compila conjuras desde la vieja Roma, las Catilinarias de Cicerón, hasta el mundo contemporáneo -jesuitas, masones, carbonarios, marxistas, peronistas. En ese paseo, González reflexiona sobre una novela de Piglia de 1980 estructurada, en una de sus líneas narrativas, por un arco temporal que une un historiador amateur, Marcelo Maggi, ´receptor´ en su presente (siglo XX) de cartas del porvenir enviadas por un sujeto del siglo XIX (entre filósofo, escritor y periodista), Enrique Ossorio, secretario privado de Rosas, espía de Lavalle, involucrado en la conspiración de Maza y sospechado de doble agente. Dice González: “El acto conspiracional… acostumbra a ponerse en términos de una realidad que difuminada se ficcionaliza y de una ficción que reconstruida… con su modelo real (pero ya imaginario), toma su lugar. La toma vicariamente, fingiendo ser aquella realidad anonadada, hablando como ella y asumiendo su misma confiada apatía. [Son] éstas las acentuaciones de Respiración artificial, con las que Piglia… expuso la tesis de la novela como conspiración y el pensamiento histórico como un ejercicio desesperante que asumía la forma de un complot.” [Filosofía de la conspiración, p. 221] En efecto, la concepción de Piglia de la literatura está basada en la conjura. “Toda verdadera tradición [literaria, artística, intelectual] es clandestina y se construye retrospectivamente y tiene la forma de un complot.” [“La novela polaca”, Formas breves, 2000, p. 80] El complot, y los conjurados, respiran en aquella novela, pero también en la forma de entender la literatura y en el modo –necesitaría más espacio para probarlo, aunque es una obviedad- en el que Piglia finalmente, y más allá de las esperadas discusiones, logra posicionarse como escritor consagrado en el mundo de habla hispana. Su movimiento conspirativo final es reciente y se sintetiza en la publicación de lo que podría denominarse su gran ficción paranoica: El camino de Ida [2013]. Como en la novela de 1980, en esta última predominan rasgos del policial. La imaginería de la ciencia ficción ocupa un lugar vicario aunque acechante. El camino de Ida puede leerse sin problemas a partir del conjunto de elementos literarios y sociales sintetizado en los apuntes previos. Cuenta la historia –dice que deja su ´testimonio´- Emilio Renzi, crítico, profesor, traductor (en fin, sosías de Piglia y narrador también de Respiración artificial), cuya paranoia y ruina personal se acentúan en su experiencia estadounidense. Renzi llega como profesor visitante a una universidad presentada por su anfitriona como ´cementerio de escritores´ y enclavada en un pequeño pueblo que parece una clínica psiquiátrica de lujo. Renzi –en su desquicio y lucidez, y al igual que Swedenborg el infierno- ve el mundo como un pantano inhóspito, como un espacio tenebroso, ilógico, corporativo, psicótico. En esa estadía en el corazón de la sociedad de consumo, nada le interesa más (exceptuando a su bella colega Ida Brown) que Orión, un mendigo que ronda la universidad buscando sus vituallas, y que hasta lo ignora y lo desprecia en sus soliloquios. La institución académica que lo contrata concentra la neurosis de los, en apariencia, bien intencionados tecnócratas que equilibran su afán de poder -acumulan con la derecha mientras escriben con la izquierda- y que aceptan presiones, opresiones, vigilancias y violencias con tal de mantener la jerarquía basada en mezquinas conspiraciones. (Una versión amable de esa historia aparece citada por González en Filosofía de la conspiración, p. 20: “…en La cátedra [de Nicolás Casullo, 2000], tomando temas ocultistas con humor, se conjuga una historia irónica de los hábitos universitarios con la existencia de un plan, o una conjura, que emana de un mundo duplicado o subterráneo.”) En El camino de Ida, la policía, el FBI, la CIA, sin estar necesariamente a cada paso, dejan saber que hacia el interior de la academia conocen ´todo de todos´ y que son capaces de usar esa información en cualquier momento y con cualquier objetivo. En este marco, una piedra rompe el cristal de la falsa tranquilidad de los claustros. En un episodio confuso -¿ataque o error de cálculo?- muere por una explosión la joven y atractiva Ida, profesora estrella de la universidad y anfitriona del argentino. Renzi, que como tantos otros fue su amante, emprende una investigación (contacta a detectives privados que trabajan, a su vez, con el FBI y que se conectan con el periodismo, el ejército, etc.) e ingresa a la trama que teje esa muerte. Pasa de ser observador a involucrarse. Hacia el final del recorrido, su encuentro y su charla cara a cara en prisión con Thomas Munk, jefe no reconocido de lobos solitarios que actúan en pos de un mismo objetivo: destruir, detener, frenar al Sistema Mundial. Quien en la ficción es Munk, en el mundo real (si es que algo queda de él) es Theodore Kaczynski. Denigrado como el Unabomber, entre 1978 y 1995, según cuenta una de las versiones posibles, Kaczynski envió cartas-bombas para poner en discusión, por medio de esas muertes, acerca de la necesidad de detener el Sistema industrial-militar o, al menos, de discutir sobre esa necesidad. De forma estratégica dirigió el ataque no contra blancos esperados –líderes políticos, religiosos, etc.-, sino contra aquellos que con bajo perfil son el andamiaje en el cual este pantano inhóspito se sostiene: los tecnócratas que hacen las veces de profesores universitarios. Para Theodore –formado en Harvard y con honores, y profesor en Berkeley- los académicos dirigen sus esfuerzos antes que a buscar la mejor forma de vivir para la comunidad, a sostener un sistema injusto y aberrante. Lejos del mero planteo programático, la acción directa, el terrorismo y la apelación a la violencia de Munk, o de Kaczynski, señalan con esas muertes un grave problema futuro si la continuidad del Sistema no es puesta en discusión. El camino de Ida se construye en torno de la figura del intelectual terrorista. Y las armas intelectuales con las que se libra esa batalla de resistencia -ya en la novela-libro, ya en la novela-realidad- es una forma de pensar, y de vivir, anti-capitalista y que entronca con la tradición hereje antes mencionada como antídoto: el anarco-primitivismo. Filosofía de la conspiración, en ese sentido, abona una verdad cotidiana: la política tradicional es un juego de influencias, pactos, arreglos, traiciones, conjuras, complots, conspiraciones. Según una etimología, propuesta por González, conspirar es soplar juntos. Conspirar es una manera de pensar la realización de acuerdos. La política trabaja sobre un plan público y otro conspirativo y subterráneo en el que priman el encubrimiento y el disimulo. En la política –que es conspiración- hay una razón barroca, que progresa dejando en la penumbra, replegados, una parte esencial de sus argumentos. Conspirar es el reverso de la ´acción racional con arreglos a fines´, y se conspira en política no por otra razón que por ambición de poder. Hecho el diagnóstico, el actual director de la biblioteca fundada por Moreno, desliza: “Sin embargo, esto [la política como conspiración] se halla en contradicción con la tradición libertaria, para la cual todo acto humano se define por su deseo de libertad respecto a las pretensiones de dominio.” [Filosofía de la conspiración, p. 41] Traduzco: si en algún momento hacer política estuvo pensado como la búsqueda del bien comunitario y como el camino para otorgar libertad a los individuos en un contexto de igualdad, hoy en día y después de experiencias ideológicas de todo tipo (algunos dirán que ´siempre fue así´ y se excusarán en la repetición), hacer política es llevar agua para el molino de cada facción. Hacer política es soplar junto a los del grupo para beneficio del propio grupo que ocupa en ese turno el poder (o que quiere ocuparlo con idéntico resultado). Praxis política y conspiración –en Piglia es Estado y complot– son cara y ceca de la misma moneda. El talón de Aquiles, el flanco vulnerable de la primera, surge del ´complot (a)´ contra el ´complot (b) que gobierna´ y al que el ´complot (a)´ quiere sustituir. Esa debilidad, ese punto ciego de la política está encarnado por la figura del agente provocador, del intrigante. La provocación –dice González- es la quintaesencia vulnerable de la política, y cuenta una anécdota. Allá atrás, en el siglo XIX, a Karl Marx se lo acusó de ser un doble agente, un informante de la policía. Corrieron textos apócrifos, correcciones, borrones, pruebas caligráficas. Se esgrimieron simulaciones, puestas en escenas. Actuaron intrigantes y provocadores. El acusado reflexionó, sobre esos métodos de engaño político, a modo de defensa. Decía Marx: “Esto no significa solamente la existencia y la actividad del personal que se ocupa… de la materia. Se trata del sometimiento de todo mecanismo gubernativo, incluida la justicia y la prensa al instituto de la policía política… ” [Filosofía de la conspiración, p. 88] Hay una conspiración en marcha, hay un objetivo a alcanzar y la necesidad de llegar a la acción y, entonces, hay un provocador que enciende la mecha. Dice González: “El novelista orgánico de la conspiración es el intrigante… Sabe el intrigante que el mundo aparece como un conjunto delicado de tramas que se vuelven al exterior desde planos que no dicen todo lo que pudieran de sí… El intrigante, a la manera del agent provocateur, lucha para desatar lo que todo vínculo preferiría mantener cauteloso. Por eso siembra aquí y allá cizaña… con el fin de presentar todas las relaciones posibles como repletas de riñas y tensiones.” [Filosofía de la conspiración, p. 39]. El agente provocador tiene su remoto origen en las cancillerías y en las oficinas policiales del siglo XIX; es el espía, el agente secreto y toda la vasta familia de funcionarios del secreto y de la maquinación; provoca para que se realice lo que estaba llamado a suceder; el agente provocador es el perro de caza que “destruye la política para demostrar que la política era mucho más que lo que ella creía; también era el espectáculo sintomático de su autodestrucción”; el agente provocador es el reverso del político que quiere ser medido en sus palabras: al provocador no le interesan esos límites y goza de la paradoja de que lo mismo que revela lo que alguien es, es lo que lo daña; el agente provocador es el fogonazo necesario para que el accidente suceda (accidente que acelera el triunfo del ´complot (a)´ sobre el ´complot (b) que gobierna´); y maneja el lenguaje a placer: el conspirador suele titular sus cosas con nombres que son señuelos; nombres capaces de mantener un fuerza evocativa y sin gasto de palabras nuevas. El intrigante y sus golpes de efecto, y su ser volátil y su existencia siempre en duda y reversible y al infinito sospechosa y sospechada. Habría dos síndromes y el primero le corresponde a la conspiración y su antecesora la paranoia, creadora de enemigos. La conjura, dice González en Filosofía de la conspiración, p. 49, “…se refiere a la ansiedad por conocer lo que potencialmente cobija al otro en materia de hostilidad hacia mí. Y quizás debido a eso, la conspiración podría ubicarse en la extraña decisión de lanzar contra mí mismo las fuerzas de un estrago que imagino depositadas en la conciencia de mi hostes [enemigo]. Y lo que hago, lo justifico como la concentrada sospecha de una hostilidad segura… contra mí.” Complot en el poder; complot rival. Todos conspiran. Uno, el opositor, decide que es el momento de actuar y de acelerar hacia la recta final. El provocador, provoca, y enciende la mecha. El status quo acusa. Pero resulta que estamos en el terreno de la conspiración. Quien se siente atacado y se defiende ¿dice la verdad sobre su enemigo o inventa a este enemigo, enarbola una agresión y se inflige un autocastigo para justificar su propia debilidad? ¿O acaso la agresión y el ataque contra el poder de turno existen y el enemigo que lo provoca denuncia a los del poder por inventar una operación inexistente que, en verdad, sí existe porque él mismo la generó? Y así al infinito con la danza de infinitos dobles agentes e infinitos infiltrados. Nuevamente González en Filosofía de la conspiración, p. 66: “…algo ocurre cuando el pensamiento conspirativo (en este caso el Estado) le atribuye conspiraciones a quienes no necesariamente presentan su actividad bajo la autoconciencia de la intriga. Parecería que una forma crispada de la política comienza cuando alguien lanza una atribución de conspiración a los que designa como antagonistas… Y aún más, cuando ese ´alguien´ -el provocateur, el ´infiltrado´- ´encabeza´ tales expresiones. Ese eventual traidor-héroe haría punta en el umbral de máxima visibilidad de aquellas conciencias potenciales, aún inexpresadas. Les dice quiénes son, pues no sabían lo que era bueno para ellas.” Segundo síndrome: la acción del intrigante es un virus que le hace creer a las personas que la idea que ahora está implantada en su cerebro, estuvo siempre ahí y coincide con lo ocurrido. Falsa ilusión, obvia estrategia: lo ocurrido implanta retroactivamente la idea (y si es necesario reforzar el implante, coloca en el cerebro balas o lo que sea). Algo del delirio y de la imposibilidad de aprehender la trama hay en la figura del intrigante, del agitador, del provocador en el huracán de las conspiraciones. Algo de todo esto –y con todo me refiero a estos apuntes hilvanados- sucede desde el catorce y desde el diecinueve de enero del corriente año cuando de una denuncia de doscientas ochenta y nueve fojas se pasó a un muerto en el baño y con una bala en el cerebro, como si la bala fuera la rúbrica que impide olvidar el texto: plan delictivo, plan sofisticado y plan urdido, confabulación orquestada, impunidad, justicia, accionar criminal, decisión deliberada, maniobra de encubrimiento y grupo que ejecutó el encubrimiento, atentado terrorista, falsa teoría alternativa, nuevas hipótesis (y falsas hipótesis), nuevas pruebas (y pruebas nunca vistas), nuevos enemigos (y una conexión de fachos locales), rosario de mentiras, manipulación de hechos, falsa premisa, pactos secretos, negociación secreta y clandestinamente escondida del público escrutinio, infiltrar, intermediarios y estaciones de inteligencia, campaña, descrédito, puesta en escena, nuevo engaño argumentativo, tergiversación mediática de la realidad procesal, estrategias falaces, maquillaje y camuflaje jurídicos, silencio, impedir que surja a la luz su oculta finalidad criminal, hay cosas que se conversan y que arreglan sin comunicar a la opinión pública, acuerdos ocultos, reuniones pantalla, negociaciones secretas y clandestinas y nexos clandestinos, salvoconductos, trama delictiva, maniobras ardidosas, objetivo criminal, canales paralelos desde las sombras, diplomacia paralela y de facto, militancia pro terrorista, clandestino interlocutor, canales y mensajes clandestinos de encubridores y encubiertos, descrédito, deslegitimación, feroz campaña, digitar acciones, principal instrumentador, remover al suscripto, enorme gravedad institucional, cabeza del Poder Ejecutivo Nacional, decidió lamentablemente cometer un delito, consternación constatar esa vil maquinación, decía un mes atrás el muerto. Y especifica González en Filosofía de la conspiración, p. 19-20: “En cuanto a expresiones como complot, conjura, maquinación o intriga, suelen ser vistas como sinónimos de conspiración… Si la conspiración se revierte hacia escenas domésticas, suele amparar la intriga; si se resuelve hacia estilos sacerdotales, …la conjura; si lo hace hacia motivos estatales… la maquinación y si hacia asuntos bélicos, …el complot…”. ¿Vil maquinación o delirio en clave judicial? ¿Entramado ficcional? ¿Relato paranoico? ¿O denuncia paranoica contra el relato (y entonces también ficción)? Como sea, doscientas ochenta nueve fojas pulverizaron la ficción paranoica o, al menos, hicieron del denunciante (con obra, muerte trágica y todo, ya que morir es un camino directo al éxito) una nueva luminaria a la espera de críticos y de exégetas. Aporté mi granito de arena y le dejo a González que clausure este palimpsesto: ´cuando a una mente conspirativa se la acusa de paranoica, allí hay no un veredicto sino una poética´.